Advertencia:
El original de esta carta no trae el nombre del destinatario. Sin embargo, el contenido de la misma y el testimonio de los antiguos manifiestan claramente que estaba dirigida a la Angélica Paula Antonia Negri y a las Novicias. Carta bastante difícil de entender. Para su comprensión, transcribo la explicación que da el mejor historiador de la Orden: "Parece que el Santo haya notado en su hija espiritual unas extravagancias que podrían ser consideradas al igual que ciertas libertades que se toman algunos Santos para substraerse a la estimación de cuantos los rodean, y que, por lo tanto, son de admirar más que imitar. Sin duda alguna Antonio María así las considera en Paula Antonia; sin embargo, temía que las Novicias se dieran a hacer otro tanto, lo cual, siendo ellas principiantes en el camino de la perfección, les habría dado motivo para *descender hasta el infierno de la imperfección+. Por lo cual el Santo amonesta en forma delicada a la Madre Maestra para que cuide que eso no suceda".
Por otra parte, visto que las faltas que el Santo hace notar en esta Carta son precisamente las mismas que en un escrito posterior el Padre Juan Besozzi atribuirá a la Madre Paula Antonia Negri, es lícito concluir que Antonio María alertaba a su hija espiritual en contra de estas tendencias peligrosas.
Destinatario:
[100]{68} A la Madre Maestra Angélica Paula Antonia Negri y demás Angélicas.
JC. XC. +
[102] Rvda. Madre y obedientes Hijas mías en Cristo, salud:
Por ser mañana el día de S. Bernabé, compañero del vuestro y mío casto Pablo, no puedo dejarlo pasar sin usar con vosotras el mismo método que él usó con aquel doctísimo Apóstol quien quería ser de verdad una copia viviente de Cristo crucificado, antes que en la opinión de todo el mundo.
Es por todos sabido que cuando Pablo, poco después de su conversión, se allegó por primera vez a Jerusalén, quería unirse a los demás cristianos bregando para que lo reconocieran por discípulo de Cristo; pero todos le temían creyendo que fuese [103] el mismo de antes, y nadie se animaba a unírsele. Entonces Bernabé, tomándole de la mano, le condujo a los Apóstoles, a quienes contó que ya no era más el de antes, y que en el camino había visto al Señor {69} hablarle durante la aparición, y que en Damasco primero y después en la misma Jerusalén, había predicado valientemente el nombre de Jesús (He 9,26-27).
Fue así como Bernabé presentó y dio a conocer a Pablo como una columna de la Iglesia y como quien tenía casi el principado del Apostolado. Naturalmente, calló la parte que él mismo tuvo en todo eso. complaciéndose en cambio por la obra de Pablo, sin temor a enorgullecerse por las loas de los presentes.
Asimismo -si me lo permite, Revda. Madre-, yo quisiera hablarle de ciertas libertades que se toman a veces los grandes Santos. Quisiera hacerle observar cómo hay cosas que en ellos, con motivo de su alta perfección, constituyen, por cierto, una experiencia y un signo seguro de santidad consumada; mas que las mismas en nosotros sentarían el riesgo de una ruina total; o bien, comprobarían que no nos hemos despojado todavía de nuestras malas e inveteradas costumbres. A este propósito encaja perfectamente el ejemplo de que habla San Juan Climaco: [104] había un santo varón que se sentía tan seguro de la muerte en él del apetito de la gula, que se dio a desafiar al demonio con un racimo de uvas, a fin de ver si lograba ser tentado por el maligno. Idéntico es el caso de aquella persona, la cual, con el fin de descubrir si en ello o en los demás ha muerto una determinada pasión -o bien hasta cuál coto logra dominarla-, empezará a proporcionar a esa pasión todo posible pábulo de tentaciones con palabras y con actos o de otras maneras, y en seguida, mediante la introspección o la observación, según los casos, quedará examinando {70} atentamente las reacciones, a fin de conocer el estado interior de su alma o de otro.
Nada diré de lo que usted sola comprendería, dejando a usted meditar sobre el resto, me limitaré a lo que también nuestras Angélicas pueden comprender.
Declara Bernabé: *Vean aquí a Saulo+, es decir, la apariencia del hombre viejo, el símil de nuestras primeras malas inclinaciones.
Digo yo: Vean aquí a una persona que todo el mundo dice ser un santo o una santa, mas que chacharea el día entero y dice tantas cosas, que parece un pinzón o una mona; jamás hace oración prefiere ocuparse en actividades externas [105] o quedarse en cama, durmiendo más de lo necesario, o bien matar el tiempo holgazaneando. Díganme: )No es esto el rostro de Saulo, o sea la figura del hombre viejo? Pero esto no es nada. Eso de pretender ser bien servida; que le arreglen y adornen la celda con todo esmero; el increpar a cada rato a todo el mundo, sin nunca usar con nadie una palabra suave; el tener a todo en poco ... )qué es sino resabios de nuestras costumbres de antes? Añádase la manía de encontrar dificultades en todo, sin que nada la deje contenta; pasar constantemente nerviosa y tentada, presa de continuas dudas e incertidumbres, todo lo cual )no está indicando que sigue la misma de cuando vivía en el mundo?, {70} )o que por lo menos ha cambiado muy poco, siguiendo todavía muy imperfecta?
Hay más: Eso de tener un estómago que no tolera más que manjares delicados y sólo los primores, )qué es sino una demostración patente de que la glotonería no ha sido todavía vencida? Y no saber esperar un rato sin enfadarse; o no saber estar de rodillas sin apoyarse en un escaño; o bien llegar a abrasarse [106] por cualquier contratiempo, al punto que le hierva la sangre en las venas, )qué es, sino una prueba evidente de su natural colérico y exigente? )Y no es señal de ánimo blanduzco el dar muestras de fatiga no bien se haya movido un poco?, )o tenga dolor de cabeza con sólo quedarse un rato en el locutorio, sintiéndose muy molesta por tener que atender al prójimo? Todo esto está a la vista. Lo que no se ve son los rasgos de su gran perfección.
Ahora bien, todas estas cosas y otras parecidas constituyen el retrato de Saulo; esto es, la imagen del hombre imperfecto. Pero Bernabé dice: *Cállense ustedes, porque a esta persona que aparenta ser tal, sepan que Cristo se le apareció, etc.+.
A ustedes también digo yo: Si tuvieran que examinarla bien, hallarían que tiene madera de santa; en caso que ustedes pudieran comprender a esta pobre mujer en toda su vida, o que yo les contara todo lo bueno que tiene, me temo que se sonrojaría mucho y la obligaría a bajar la cabeza como para hurtarse. {72} Pero miren cuando les habla: )no es verdad que les abrasa el corazón o por lo menos lo deja inflamado? Y cuando su conversación parece un devaneo, )no es precisamente cuando más logra escudriñar lo más recóndito de su vida para traerles el remedio más oportuno? [107] Aun cuando parece no ocuparse en nada, siempre saca alguna utilidad para sí o para los demás. Jamás deja a uno sin haberlo edificado con sus palabras o con sus silencios o de cualquier otra forma. Maravilla el verla apercibirse de toda la conducta de uno, exactamente cuando parece andar más distraída: es entonces que te comunica pensamientos santos, o bien te proporciona el medio para ejercitarte en alguna virtud.
Cállense, pues, y no me interrumpan, que voy a contarles algo más. Cuando parece rehuir de la oración es precisamente cuando enseña toda su hartura, su acopio y abundancia. Cuando la ven atribulada o acongojada por las muchas angustias y parece quiera aprender de quien no tiene los conocimientos requeridos, es cuando demuestra el odio de sí misma y quiere ser tomada por ignorante. En fin cuando adorna su celda, )quién te asegura que no lo haga para que se mofen de ella tomándola por necia, y para ocultar que el Crucifijo la confortó y que su S. Pablo la tiene instruida? Con una misma palabra, pues, da la vida y de la muerte; con el mismo gesto sana y hiere (Dt 32,39).
Resumiendo: quien quiera examinar sus acciones, indudablemente encontraría en ella el retrato de Saulo; pero Bernabé atestiguaría que no es lo que aparenta o que antes aparentaba.
[108] Querida Madre, quisiera añadir otras cosas más, pero me temo que usted y las demás lo tomasen a mal. De todos modos, usted misma podrá decir el resto.
Una sola cosa añadiré: Diga a las Angélicas que por ningún motivo se atrevan a tomarse estas libertades, porque les aseguro que tendrían efectos totalmente opuestos a los de aquella persona de la que hablé; y en lugar de crecer y avanzar hasta la perfección más consumada, sólo lograrían correr el riesgo de decaer hasta el infierno de la imperfección más relajada. Por lo mismo, no se crean autorizadas a obrar, hablar o pensar sin tener permiso interior o exterior; o a eso de seguir sus propias inclinaciones en lugar de combatirlas con toda abnegación, porque les traería un veneno mortífero, no siendo más que caprichos terrenales.
Rango y dignidades aumentarían en ellas la presunción; la ciencia les sería fuente de orgullo; la distracción las relajaría; la falta de abnegación hasta en las cosas permitidas, no sólo las dejaría semejante a las mujeres zotes del mundo, sino que apagaría en ellas el deseo de imitar a San Pablo. [109] Piénselo bien y verá qué inmenso daño les traería a las Angélicas el amor a las comodidades de la vida, el deseo por las delicias espirituales, aún más pernicioso que el mismo deseo de vinos {74} y manjares exquisitos, y el saborcete complacido de sí mismas: si no están totalmente ciegas, repararán sin duda en el gran daño que les traería todo ello.
Dígales, pues, que este Pablo predica a un Cristo crucificado por los dos lados, crucificado no sólo en sí mismo, sino también en ellas. Pídales que esta sola palabra -CRUCIFICADO- la mediten y rumien bien. Y si por lo tosco y basto de su espíritu les resultara difícil comprenderla, yo digo a la Madre Paula que se lo explique: su palabra ardiente y afilada suplirá a lo que yo quisiera decirles. Nada más, querida Madre.
Guastalla, 10 de junio de 1539.
De usted afmo. Padre e hijo.