Red Nacional de Investigadores en Comunicación

III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y prácticas"


 

MANUALES DE PERIODISMO

La simplificación de lo complejo y la complejización de la superficie.

Lila Luchessi. CCC UBA

Gabriel Cetkovich. TEA

Un debate acerca de los contenidos de los nuevos manuales de periodismo de La Nación y Clarín podría arrojar conclusiones muy interesantes. Ambos manuales plantean, con marcadas diferencias en cuanto a profundidad y alcance, cuestiones que tocan tanto a aspectos de normativa lingüística como de ética profesional. La primera reacción, la más obvia y también la más ingenua, es la de confrontar los principios con los hechos.

Seguramente ambos medios agradecerían esa actitud y hasta es muy probable que dieran lugar entre sus páginas a la voluntad de los intelectuales del idioma devenidos en correctores de estilo ad honorem. Las secciones de correo de lectores, e incluso, las páginas dedicadas a la opinión y la polémica podría ceder sus líneas a los que algo saben del lenguaje para señalar incosistencias entre la norma pautada por la empresa y lo que sus distraídos redactores llevan a la práctica, aconsejando en cuestiones de claridad estilística, regañando a sus directores por deslices editoriales.

Está claro que ese camino instalaría el debate allí donde los medios más lo desean: el de ciertas discusiones sobre una ética de superficie que nunca llega al fondo y, por sobre todas las cosas, cuestiones que hacen a la pureza del lenguaje, a una concepción normativa presaussureana.

Nosotros creemos que ese camino del debate no vale la pena. Que en todo caso, lo que puede conducir a mejores preguntas es interrogarse acerca del gesto. Nuestra pregunta no es què dicen los manuales, ni tampoco si los medios cumplen lo que pregonan. Nuestra pregunta es: ¿por qué la publicación de los manuales?

El interrogante surge de la más inocente de las miradas.

Estos diarios han logrado sobrevivir cómodamente a los violentos cambios políticos y sociales de nuestro país, sin sufrir mayores pérdidas ni verse afectados operativamente en su credibilidad por su capacidad de adaptación coyuntural. Por el contrario, han salido fortalecidos de todos esos cambios y han hecho de la libertad de prensa la garantía para el éxito empresarial y para la construcción de su espacio de poder. Recordemos que, al menos desde el inicio del proceso democrático, la consigna es "exigimos libertad, ofrecemos independencia".

 

El desarrollo de las comunicaciones, que ambos manuales destacan, también les ha dado sus frutos. Pero lo que importa en este sentido no es el avance técnico que va de la imprenta al microchip o a la autopista informática, sino el efecto que produce sobre la circulación social de los discursos y las relaciones entre interlocutores. En especial, la polifonía o multilogicidad que permiten estas nuevas técnicas y que operan sobre el lenguaje, dando a su poseedor un control cada vez más fuerte como director de las diferentes voces. Si hasta hace algunas décadas podíamos denunciar la parcialidad de tal o cual medio, y esa denuncia era críticamente productiva, hoy en día esa misma actitud es ingenua y, muchas veces, equivocada. Los diarios, hoy, parecen decirlo todo, aun cuando ellos callen más que el todo. Esa es su fuerza.

 

Sin necesidad de normas públicas, los diarios de circulación masiva son la institución privilegiada en la legitimación de una lengua. Entonces, ¿por qué recurrir a este gesto suplementario de los manuales? ¿Por qué hacer explícito y ostensible el gesto de apropiación del capital simbólico que es la legitimación de una lengua?

La unificación lingüística fue uno de los factores centrales en la constitución de los estados modernos. Sostener esa lengua y apartarla de las desviaciones que pudieran corromperla ha sido siempre tarea del estado a través de sus instituciones -o aparatos ideológicos. La hegemonía, la dominación, necesitó siempre de una lengua, única, singular, de la cual las lenguas, los dialectos, no fueran otra cosa que variaciones.

Era para esto que los intelectuales trabajaban -en caso de ser orgánicos- en pos del poder del estado y -los mas críticos- en función de la resistencia a la hegemonía.

Así, el espacio del saber productor de capital simbólico daba su lucha entre la regulación producida desde el estado y los críticos resistentes a esas reglas producidas por fuera de las prácticas cotidianas.

Tal vez, la lucha por el poder ya no se da en el sentido en que se producía en los albores del estado moderno: hoy los medios no conforman alianzas con los sectores del poder para asistir al reparto del capital simbólico, sino que más bien lo constituyen en sí mismos. Es por esto que la puja por la repartición del mercado con sus correspondientes bienes culturales no se da en la esfera del estado, sino en el interior del universo mediático.

Las ideas de nacionalidad, raza, patria, origen, ya no son centrales en el debate de hoy en día. La disputa no es por el poder político, sino por el poder simbólico en el interior de un mercado que regula la pertenencia a grupos de identificación por estilo de vida. De este modo, ya no importa la nación, el origen o la patria, sino la marca, el slogan, el personaje o la empresa con la que un grupo pueda identificarse.

Con la utilización de estas variables simbólicas, ya no es necesario el rol del estado en la capitalización, la fundación y el mantenimiento de la lengua. Tampoco son los antiguos aparatos ideológicos, como la escuela, los que se ocupan de reproducirla. Ahora es fundamental el papel de los medios en la disputa por el poder político y simbólico con las instituciones del estado y en la producción y reproducción de la lengua.

Basta seguir el tratamiento de la crisis educativa en estos medios y la valoración que realizan del rol docente para que quede claro cuál es el papel que asignan a la escuela y cuál el que reservan para sí:

"La escuela misma es una tecnología social, una herramienta destinada a cumplir una función homgeneizadora, de capacitación y desarrollo de las potencias de los jóvenes, quienes así cuentan con más posibilidades para hallar su lugar en el mundo.

Pero para lograr una educación acorde con los requisitos de nuestro tiempo se deben solucionar las falencias existentes tanto al nivel de la infraestructura y de los recursos disponibles como en el campo de la capacitación de los educadores."

La información que los medios proporcionan es el material que la escuela debe tomar como fuente de la realidad, y hacia allí también está orientada su mediación. De ahí el crecimiento en la sección de información general de las notas de divulgación científica e histórica pensadas para su uso escolar –sección que ha reemplazado a las tradicionales revistas del estilo de Billiken y Anteojito, a los costosos manuales y a las aburridas bibliografías especializadas.

"Casi jugando con el diario, los chicos consiguen relacionar el contenido curricular con el acontecimiento cotidiano, haciendo concreta y viva la enseñanza.

Esto también es un gran desafío democratizador para los docentes, que deben promover la construcción de un espacio abierto, en el cual aprenden a escuchar las participaciones de sus alumnos sobre temas polémicos del presente."

 

En este contexto, la unificación lingüística ya no importa. La relevancia está dada por la dirección y la coordinación de la multiplicidad que permiten el reparto de los nichos de mercado y aseguran una identificación de los consumidores convertidos en clientes.

Por otra parte, el lema ya no es pulir y fijar, sino incorporar permanentemente el cambio para mitigar sus posibles efectos. Se trata, junto con la teatralización de las heterogeneidades enunciativas, de aceitar los mecanismos de adaptación y las estrategias de control de las voces.

 

El debate, que había comenzado con el lugar de la prensa en relación con la justicia, deja en evidencia que el corrimiento de los medios hacia los espacios de las instituciones públicas no se circunscribe solamente a ése aspecto. Así, los medios concentran el lugar ambivalente de la regulación y de la crítica. Es en las páginas de un mismo diario en las que puede consumirse la regla lingüística y la voz de sus detractores que, contrariamente a lo que pudiera esperarse, no cuestionan las regulaciones mediáticas, sino las que -agonizantes- intentan mantener su vigencia desde las instituciones del estado.

De este modo los medios banalizan los debates de los intelectuales que aún no se adecuaron a las regulaciones que ellos establecen e instauran un nuevo paradigma crítico-teórico: el periodismo.

Ya no es necesario el intelectual especializado, pues los periodistas ocupan su lugar. El periodismo es la primera versión de la historia, pero también es la historia, es la medicina, es la semiología y es la sociología.

Un ejemplo basta para graficar y sintetizar lo que venimos argumentando hasta el momento. El escenario periodístico es hoy Teun van Dijk invitado por un medio gráfico para dar una charla cuyo destinatarios son los periodistas. Nadie percibió la ironía. (Lo cual no es poco decir sobre alguien que considera que sus investigaciones se incluyen en el campo del "análisis crítico del discurso").

 

Entonces, si no es necesaria una normativa para la legitimación de una lengua o un espacio de enunciación, la publicación de los manuales aparece como un gesto complementario de lo que es una realidad de hecho. No son necesarios, pero ayudan a ubicar socialmente el verdadero referente lingüístico: ni el estado, ni la escuela. Los juristas no legislan para el congreso, sino para los medios. Los modelos de ley no son las constituciones nacionales, sino las constituciones empresariales del periodismo: Washington Post o la prensa británica. Los gramáticos ya no publican sus gramáticas a pedido de la corona, sino de los medios. Es de este modo que la gramática oracional se pierde en las derivas de la gramática del texto que, a modo de entrenamiento, hace uso del diario en las escuelas.

 

Por otra parte, la adecuación del ojo del espectador a los diseños de los medios audiovisuales obliga, a su vez, a un reacomodamiento del resto de los productos editoriales y en el resto de los soportes que componen los multimedios.

Desde esta perspectiva, por pertenencia u oposición la producción cultural queda circunscripta a los mandatos de los medios. Por una parte, la traducción simplificada de conceptos complejos crea personajes que, por su capacidad de adaptación, son deglutidos por el sistema mediático. Y, por oposición, aquellos que, libertad de prensa mediante, pueden expresar sus criticas quedan excluidos o relegados a posturas ingenuas que sirven para ajustar los productos. De este modo, la regulación pasa a través de las páginas de los medios y la lengua no es ajena a este proceso.

Si se comparan las ventas de ambos manuales, queda claro que los lectores no los consumieron del mismo modo que las enciclopedias, suplementos y diccionarios. He aquí el refuerzo. No apuestan con ellos a la ganancia económica o la competencia comercial. La apuesta esta orientada hacia el posicionamiento simbólico que los manuales permiten. Abren la puerta de acceso a la regulación más directa de la lengua. De este modo, escribir no se corresponde con el acto de ejercitar la gramática de una lengua, sino más bien con el de escribir correctamente para la circulación masiva. Esto implica que los valores de concisión, precisión, claridad y exactitud, validos para la redacción periodística, comienzan a contaminar el resto de los discursos volviéndolos, simples y -en algunos casos- vacíos de sentido.

De esta contaminación de las restricciones propias de un género a otras esferas de la comunicación, habla la velocidad con que las nociones de "competencia comunicativa" o "competencias lingüísticas y paralingüísticas" han contaminado el diseño de objetivos en los contenidos que se proponen desde los planes de la reforma educativa. El concepto, restringido prácticamente a la noción de "eficacia comunicativa" parece querer recubrir y ocultar cualquier reflexión metalingüística: función ignorada en las fundamentaciones de la reforma.

Si la función más elemental de la prensa es descomplejizar lo que es complejo, con la aparición de la multilogicidad regulada desde los medios, todo se simplifica dentro de una lógica descartable para el rápido consumo.

Sólo dentro de este razonamiento se entiende una taxonomía de los géneros discursivos cuyo principio clasificatorio está determinado por el diseño. De ahí, la invención caprichosa de mixturas temáticas, estructurales y estilísticas o la desorientación entre mantener la fidelidad al lector ávido de prensa escrita o adecuarse a la estética del parpadeo.

Analicemos los dos recursos que parecen regular la escritura periodística: la infografía y el paratexto. Desde sus orígenes estos recursos fueron asociados con la idea de cierta función "facilitadora" y "resumidora" de la lectura. Así lo expresa el Manual de Estilo y Ética periodística de La Nación: "Las infografías no son solo adornos gráficos; tienen una función didáctica eminente y equivalen a copetes figurativos. Deben abreviar, ser expresivas y precisas".

Tal vez cierta la función para una época dorada, infografía y paratexto son hoy en día las formas privilegiadas de imposición de lecturas y obedecen más a una adecuación a los modos de percepción audiovisuales que a una modalidad de escritura. Por una parte, ya no se trata sólo de resumir y jerarquizar la información, sino de establecer qué es lo que el lector tiene que mirar o leer. Por otra, los medios gráficos que venían quedando a la zaga en la nueva estética del parpadeo y el zapping, vuelven a compartir la vanguardia con la infografía y el paratexto . Así lo explica Héctor Magnetto en la Palabras Preliminares del Manual de estilo de Clarín: "En este contexto, los medios de comunicación tienen –y tendrán cada vez más- un rol importante: ayudar a entender esa realidad, ser un instrumento útil para la vida cotidiana de la gente."

Si en algún momento se podía suponer que la radio iba a desplazar a los medios gráficos, y luego que la televisión a ambos, y últimamente, internet al soporte televisivo, queda claro que la realidad actual dice otra cosa: todos van juntos en un continuum difícil de separar. Si en algún momento los medios disputaban el lugar del poder con el estado, hoy son ellos los que tienen ese poder y lo regulan y distribuyen.

 

Al gesto, cabe responder con otro gesto. La lectura de los manuales no está en lo manuales sino afuera. Un debate acerca de los contenidos está condenado al fracaso y a la fagocitación de cualquier conclusión crítica. A la simplificación de lo complejo, vale responder con la complejización de la superficie.

 

Bibliografía

La Nación. Manual de Estilo y Ética periodística. Editorial Espasa. Buenos Aires. 1997.

Clarín. Manual de estilo. Editorial Clarín - Aguilar. Buenos Aires. 1997

Ulanovsky, Carlos. Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y periodistas argentinos. Ed. Espasa.Buenos Aires. 1997.

Bourdieu, Pierre. "Sobre la televisión". en Luxemburg, Revista de Sociología. Año 1 N° 1. Buenos Aires. Otoño 1997.

Bourdieu, Pierre. ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Editorial Akal/Universitaria. Madrid. 1985.

Calabrese, Omar. La era neobarroca. Editorial Cátedra. Madrid.

Luchessi, Lila. "Cuando la prensa perdió el texto". Segundas Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. Olavarría. 1996.


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