Red Nacional de Investigadores en Comunicación

III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y prácticas"


GLOBALIZACIÓN, COMUNICACIÓN Y CULTURA.

FACUNDO SOLANAS

I. LAS IMPLICANCIAS DE LA IMAGEN Y DE LA GLOBALIZACIÓN UNIFORME:

Décadas atrás, intelectuales preocupados por los efectos socioculturales que los nuevos medios de comunicación de masas producían sobre la sociedad, advertían que íbamos al reemplazo de la palabra escrita por el dominio de la iconicidad. Surgía la metáfora de la "aldea global" como síntesis integradora de las diversas culturas, un mundo intercomunicado en igualdad de condiciones tanto para el emisor como para el receptor de mensajes.

Durante la década del ‘80 se produce un verdadero auge comunicacional, la introducción de la televisión por cable produce una gran multiplicación de las señales televisivas -en su mayoría extranjeras- que es posible recibir, hay canales dedicados a temáticas específicas y una gran fragmentación de las audiencias televisivas, seguidores a nivel mundial de distintas cadenas de música, de noticias, de dibujos animados, etcétera, las emisoras de televisión en América Latina pasan de ser 200 a comienzos de los ‘70, a cerca de 1.500 en 1988.

Actualmente, nuestro país es el tercer país de América -después de Estados Unidos y Canadá- con mayor cantidad de abonados a los servicios de televisión por cable, lo que implica que más del 50 % de los hogares argentinos cuenta con este servicio, y se estima que para el año 2.000 ese porcentaje se elevará a algo más del 60 %. Además en algunas zonas del país ya se está prestando el servicio de Televisión Directa al Hogar (TDH) que posibilitará en poco tiempo contar con alrededor de 150 señales de TV y audio con calidad de discos compactos.

Las implicancias que este fenómeno del crecimiento de las industrias audiovisuales generan sobre las identidades culturales cobran la debida importancia y magnitud cuando se tiene en cuenta que la imagen audiovisual es un medio transmisor de lenguajes orales y gestuales, de diversas formas de expresión, de valores y estéticas, entre otras cosas que, en síntesis, constituyen la imagen del hombre vivo y de sus diversas expresiones.

Pero la televisión de masas globalizada, lejos de implicar un enriquecedor intercambio cultural o ágora moderna, ha tendido a confluir en una "aldea global" uniforme. Más del 70 % de la programación que se consume en América Latina es de origen norteamericano, porcentajes similares se han registrado en algunos países de la Unión Europea. Sólo en Argentina de las 20.000 películas que se difunden anualmente vía cable, casi el 90 % son de origen norteamericano, y solamente el 1,14 % de los films difundidos durante 1996 eran nacionales.

Si tenemos en cuenta que la televisión ocupa el lugar predominante a la hora de buscar entretenimientos, que los niños consumen casi cuatro horas diarias de televisión, y los adolescentes un promedio de más de tres horas, resulta absurdo negar la influencia que la televisión ejerce sobre las diversas culturas. En un estudio mundial realizado por una agencia de publicidad, y llevado a cabo en 44 países, demostraba recientemente la homogeneización del consumo y de las preferencias entre los jóvenes de clase media de los mismos, en donde predominaba la influencia de las exportaciones culturales norteamericanas. Asimismo, los videoclips de la cadena internacional de música MTV eran conocidos por casi todos .

Sería muy difícil imaginar el surgimiento masivo de las cadenas de "fast-food", "shopping-centers" y otros emprendimientos de la "cultura light" sin la preponderante influencia que tanto los medios de comunicación masivos, así como todo el poderoso marketing disponible sobre el cual se apoyan este tipo de emprendimientos, han tenido en los últimos años.

De esta manera, el tan renombrado proceso de globalización, desde el punto de vista cultural se presenta como una verdadera amenaza hacia las diversidades culturales, y a la vez como un gran desafío en condiciones terriblemente desfavorables para los países que no cuentan con industrias audiovisuales medianamente desarrolladas. El mayor riesgo de este proceso de homogeneización y uniformización cultural radica en la pasividad de los Estados. Si estos no toman medidas de salvaguarda para proteger sus diversas identidades culturales y/o propender a un mayor intercambio con el resto de las culturas, estas identidades estarán irremediablemente condenadas a sufrir graves e irreversibles mutaciones culturales.

 

II. LA UNIÓN EUROPEA REACCIONA:

La necesidad de salvaguardar los espacios audiovisuales propios, aunque quizás algo tarde, fue entendida por los países de la Unión Europea que, sobre todo desde la segunda mitad de la década de los ‘80, vienen desarrollando una política tendiente a salvaguardar su industria audiovisual de la avalancha de producción norteamericana que penetra constantemente sus fronteras. Estas políticas impulsadas por el viejo continente atravesaron su más dura batalla durante diciembre de 1993, cuando luego de fuertes confrontaciones con Estados Unidos en el marco de la Ronda Uruguay del GATT, Europa fijó para sí el 51 % de la cuota de pantalla para producción europea.

Por otra parte, los países de la Unión Europea vienen impulsando diversas medidas tendientes a fomentar su industria audiovisual, como es el marco normativo "Televisión Sin Fronteras" que garantiza la libre circulación de imágenes propias en todo el territorio europeo para lo cual se armonizaron ciertas líneas generales entre los países de la Unión, como la publicidad, el derecho a réplica entre otros, a la vez que se les exige a las cadenas destinar una proporción mayoritaria de obras europeas en su programación y reservar un 10 % para obras de productores europeos independientes de las empresas de teledifusión. Por otra parte, también se encuentra en vigencia el programa MEDIA que da prioridad, ya sea a través de capitales o de formación de redes de cooperativas, al sector de las pequeñas y medianas empresas audiovisuales, entre otros emprendimientos.

 

III. ARGENTINA: ENTRE EL DESCONCIERTO, LOS "LOBBY’S" Y LA PASIVIDAD

Frente a este cuadro de situación y teniendo en cuenta las increíbles perspectivas de crecimiento que se avizoran para el sector de las telecomunicaciones y de la información -dado que desde hace tiempo se viene anunciando la convergencia tecnológica entre los servicios de TV por cable, telefonía básica, Internet y otros servicios de valor agregado-, resulta sorprendente la miopía, deliberada o no ("no hay peor sordo que el que no quiere oír"), con que los legisladores así como los funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional han abordado este tema.

La ley de radiodifusión Nº 22.285, actualmente en vigencia es del año 1981, ha pasado a ser por demás obsoleta. En este sentido hay un amplio consenso de los diversos sectores que han demostrado mayor interés en el asunto, sobre la necesidad de modificar la ley en su conjunto, aunque jamás se ha logrado consensuar los aspectos que deberían modificarse. Cada vez que se intenta el tratamiento legislativo de los proyectos de modificación de esta ley surgen terribles presiones, principalmente de los sectores empresariales, que guiados por la lógica de la maximización de sus ganancias buscan concesiones a su favor, desde una posición cómoda y mezquina, sin siguiera ofrecer contrapartidas a cambio, como podría ser la garantía de una mayor promoción de la producción nacional e independiente. En los últimos años se ha podido observar a través de costosas solicitadas aparecidas en los principales diarios del país, como el "lobby" de estos sectores ha contribuido a frenar el debate legislativo que desde un sector del oficialismo ya estaba cerrado.

La Constitución Nacional reformada en 1994 ha podido avanzar más en este aspecto que el Congreso de la Nación. En un párrafo incluido en el artículo 75, inciso 19, se indica que son atribuciones del Congreso "Dictar leyes que protejan la identidad y pluralidad cultural, la libre creación y circulación de las obras del autor; el patrimonio artístico y los espacios culturales y audiovisuales". Por lo tanto, para saldar esta deuda con la misma Constitución y la sociedad argentina, es necesaria una ley marco que efectivice esta atribución y que regule el ámbito de las nuevas tecnologías de la Información.

Por otra parte, actualmente tampoco se respetan muchos de los artículos más importantes de la ley de radiodifusión, en primer lugar el art. 46 que impide que las personas físicas o jurídicas extranjeras sean licenciatarias de los servicios. Hace poco tiempo fuimos testigos de la concentración que se produjo en los servicios de TV por cable donde importantes grupos internacionales: TCI y la US West adquirieron los paquetes accionarios mayoritarios de dos de los principales operadores del país: CableVisión (CV) y Video Cable Comunicaciones (VCC), que finalmente quedarían en manos del grupo que en el último año ha decidido "apostar" más fuerte en este sector: el Citicorp Equity Investment (CEI). Y este fenómeno no es ajeno a las tendencias mundiales a la concentración que a nivel de las empresas de telecomunicaciones e información ha conmocionado al mundo en los últimos años debido a la magnitud de las cifras que estos negocios involucraban. La adquisición de la principal cadena de televisión abierta de los EE.UU.: American Broadcasting Corporation (ABC), por parte de la Walt Disney Corporation, implicó el desembolso de la mera suma de 19.000 millones de dólares.

 

IV. GLOBALIZACIÓN: HACIA LOS NUEVOS MONOPOLIOS MUNDIALES DE LAS TELECOMUNICACIONES Y DE LA INFORMACIÓN

La concentración a nivel de los medios masivos de comunicación y de las empresas de telecomunicaciones es una de las consecuencias de la ley llamada de "desregulación" de las telecomunicaciones en Estados Unidos, que fue sancionada en febrero de 1996 por el Parlamento Norteamericano, y, por otra parte, de los acuerdos firmados en el marco de la Organización Mundial de Comercio también en febrero, pero de 1997, por el cual 69 países se comprometieron a desregular el negocio de la telefonía básica a partir del 1º de enero de 1998, esto es un mercado de cerca de 800 mil millones de dólares anuales.

Con respecto a Estados Unidos y su política de comunicaciones, quizás convendría aclarar muy sucintamente dos puntos, a los cuales en ocasiones se suele hacer referencia de manera confusa, o bien tergiversando sus implicancias y/o su significado: en primer lugar, la ley de "desregulación de las comunicaciones" en Estados Unidos. Esta ley básicamente permitía aumentar el porcentaje del mercado potencial de radio y televisión que una misma empresa podía explotar, pero fijaba ese porcentaje en un máximo del 35 %. Al mismo tiempo facultaba a las empresas de telefonía entrar al negocio de la TV por cable y viceversa. Por lo tanto, esta ley se encuentra lejos de haber desregularizado el sector de los medios de comunicación, como se menciona habitualmente cuando se hace referencia a ella.

Por otra parte y en segundo lugar, muchos "comunicadores" y "opinólogos" profesionales, defensores de la "libertad" de mercado, muchas veces se empeñan -casi de manera sistemática- por alabar las virtudes que por sí sólo provee el capital privado. En este sentido es interesante destacar que Estados Unidos además de los límites a la "libertad" de mercado también ha establecido reservas a la participación del capital extranjero en las empresas de medios de comunicación y telecomunicaciones. En particular en el Tratado suscripto con nuestro país sobre la promoción y protección recíproca de inversiones, mientras el país del norte se reservó el derecho a establecer o mantener éstas, entre otras excepciones, nuestro país sólo se reservó el mismo derecho pero para las siguientes áreas: transporte aéreo, industria naval, plantas atómicas, minería y pesca, lo cual resulta sumamente contrastante y alude bastante claramente a la "miopía" a la que nos referíamos con anterioridad.

El complejo proceso de megafusiones entre las empresas del sector, que continúan tejiendo las alianzas estratégicas con vistas a repartirse todos los mercados internacionales posibles, repercute directamente sobre los contenidos que llenarán esa infraestructura adquirida. La convergencia de los distintos servicios en la famosa Autopista Mundial de la Información, que es posible gracias a la implementación en las comunicaciones de sofisticadas y nuevas tecnologías de punta como el cable de fibra óptica -que permite multiplicar la cantidad de señales que se emiten en tiempo real-, hace que este debate sobre los límites a la concentración, a la participación del capital extranjero y a la defensa de las identidades culturales sea algo impostergable.

Por otra parte, al propiciar un debate de éstas características inmediatamente nos encontramos con los poderosos intereses en juego que no dudan en censuran la posibilidad de que este tipo de discusiones tengan lugar. No es algo fuera de lo normal escuchar permanentemente las mismas voces que repiten un pensamiento único, al mismo tiempo que no permiten que aflore un diálogo o mirada diferente. La riqueza de la imagen y de las posibilidades verdaderamente democráticas y plurales que un instrumento como la televisión y la industria audiovisual podrían ofrecer, terminan siendo opacadas por la mezquindad de una lógica que responde a intereses muy económicamente condicionados.

V. CONCLUSIONES:

Frente a quienes argumentan que las medidas de salvaguarda de la producción audiovisual nacional o regional constituyen una limitación a la libertad de elección, ante todo queremos aclarar -fundamentalmente para que no haya mal interpretaciones- que se trata justamente de lo contrario: es decir, que frente a la imposibilidad de elegir el acceso a imágenes locales o de imágenes que reflejen las problemáticas propias de las regiones culturales, preferimos que el Estado, ya sea a través de un canal público, comunitario, y/o mediante el establecimiento de cuotas de pantalla para la producción local o regional, garantice esta posibilidad. En otros términos, que exista una regulación que permita un flujo multidireccional de imágenes y una verdadera, plural y variada oferta de señales, no la falsa "libertad" de elección entre imágenes, diálogos e información provenientes de una misma cultura.

Por otra parte, se han realizado estudios que demuestran que la gran cantidad de imágenes norteamericanas que se consumen en nuestro país, van directamente en desmedro de la producción nacional. Paralelamente, en los últimos años ha aumentado la cantidad de largometrajes nacionales emitidos por los canales de televisión abierta en Argentina, y este aumento fue directamente compensado por un marcado descenso en la cantidad de films estadounidenses que se emitieron en el mismo período.

La globalización de las comunicaciones se presenta como un gran desafío para replantear y debatir las leyes que reglamentan las telecomunicaciones y el espacio audiovisual nacional. Al mismo tiempo, nos lleva a repensar el reposicionamiento de las diversas identidades culturales en un marco amplio, pero que no ofrece "canales abiertos" con vistas a propiciar un enriquecimiento recíproco con otros pueblos, sino que se presenta como una "aldea global" culturalmente uniforme que busca penetrar en todos los mercados posibles para colocar sus imágenes y sus productos.

Creemos que el Estado debe abandonar su rol de espectador pasivo para interpretar un papel más protagónico en el escenario que plantea la globalización de las comunicaciones. Asimismo, los legisladores deberían adoptar un mayor compromiso con la sociedad y la democracia y propiciar un amplio debate multidisciplinario en donde puedan participar los diversos sectores involucrados, con vistas a sancionar una nueva ley de radiodifusión amplia, plural, auténticamente federal, democrática y lejos de las presiones de los grupos de poder ya mencionados.

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-El Cronista, años 1995 a septiembre de 1997.

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-Página/12, años 1995 a septiembre de 1997.

-Radio y Televisión Argentina (RTA), número 1 al 18.

 

Resumen: GLOBALIZACIÓN, COMUNICACIÓN Y CULTURA:

La globalización y el auge de las comunicaciones que se dio a partir de los años ‘80, sobre todo a partir del desarrollo de la TV por cable en nuestro país, nos invita a repensar tanto el rol del Estado y como el futuro de las identidades culturales. Hoy en día en Argentina más del 50 % de los hogares cuentan con TV por cable. Pero lejos de haber propendido a un enriquecimiento cultural, la "aldea global" Mcluhana se torna cada vez más uniforme. El 90 % de los largometrajes emitidos por cable durante 1996 eran de origen norteamericano.

Ante un fenómeno de similares características, los países de la Unión Europea, a la hora de defender sus intereses, adoptaron claras medidas de salvaguarda hacia sus espacios audiovisuales. Se reservaron el 51 % de la programación audiovisual para producción europea.

En este cuadro de situación, frente a la convergencia tecnológica de los servicios de TV por cable, telefonía básica, Internet y otros servicios de valor agregado, y frente a las megafusiones de las empresas de telecomunicaciones e información, que cobraron un gran impulso como consecuencia de la nueva ley de telecomunicaciones de Estados Unidos y del Acuerdo de la Organización Mundial de Comercio de febrero de 1997, el Estado nacional debe adoptar claras medidas tendientes a incentivar y salvaguardar la producción audiovisual local que está garantizada por la Constitución Nacional. Para ello, es imperiosa la necesidad de generar un amplio debate pluridisciplinario con vistas a debatir una nueva ley de radiodifusión y telecomunicaciones que sea amplia, plural, federal y democrática.

-Sugiero que el trabajo se incluya en el área de Políticas en Comunicación.

FACUNDO SOLANAS


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo. Centro Universitario - Parque General San Martín. CP (5500) - Mendoza. Fax: 061-381347. Tels: (061) 234393 / (061) 257701 [int. 2024]


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