Red Nacional de
Investigadores en Comunicación
III Jornadas
Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y
prácticas"
"La Voz de los Espectros"
Imagen y política en la Argentina de fin de siglo.
Beatriz Alem
I
Pensar el lenguaje audiovisual de la política en el espacio público nos lleva, en principio, a establecer la relación que existe entre imagen y palabra, porque es a partir de la palabra que la imagen puede anclar con mayor precisión el sentido que se quiere transmitir como mensaje. Así desde la propaganda de los afiles callejeros a la imagen televisiva de los actores políticos todos llevan inscriptos la referencia acerca de quien es o a quien representan. La sigla nos indica la pertenencia del partido o agrupación de la cual provienen. Imagen y palabra son entonces los registros de reconocimiento.
Sin embargo, hablar de las imágenes políticas nos conduce a un camino más complejo, que va más allá de la simple percepción y resignificación, nos remite a un plano de reconocimiento que no está dado por la relación imagen-palabra, nos plantea -además- la diferencia ontológica de ambas en el uso de la política. Por ello proponemos hacer un mínimo paréntesis y regresar al origen que tuvieron en el significado político. La intención de esta vuelta es ensayar una hipótesis, la de mostrar que las imágenes políticas pueden prescindir de este nexo que venimos relatando, y asumir otro.
Volver al origen de la imagen es partir desde la muerte. Este es el recorrido que nos propone Regis Debray al afirmar que el origen de la imagen es: "el triunfo de la vida conseguido sobre la muerte y merecido por ella" . Tan merecido por ella, que las primeras imago fueron las efigies de los emperadores. Personas que en vida fueron depositarias de un poder lo suficientemente grande para que ocurrida su muerte éste no quedaran en el olvido. En consecuencia, a la ausencia de un cuerpo muerto, continuaba la presencia de su imagen.
La imagen es precedida de la muerte en tanto que el discurso está referido a la idea de nacimiento; primera diferencia entonces, que no sólo nos sitúa en los polos de la transición de la vida humana, sino también en el modo de interpretar la política. Recordemos que ser político, vivir en la polis significaba que todo se decía por medio de palabras y el discurso era entendido como el arte de la persuasión. El espacio de lo público estaba reservado -por lo tanto- al mundo de lo manifiesto, al mundo de lo visible. En este sentido la esfera de lo público - ligado a una teoría de la acción y de la condición humana, en términos de Hanna Arendt- estaba asociado al significado de aparecer, a lo nuevo. Y por lo tanto estrechamente relacionado con la natalidad, porque es el recién llegado quien posee la cualidad de empezar algo nuevo. Es la natalidad la que simboliza ese acto inaugural que es aparecer por primera vez en público. En la posibilidad de ser visto y oido por otros, se entendía la acción del hombre político. Concluimos diciendo que el hombre en el mundo de la polis trascendía a partir de lo argumentativo.
Por contrapartida, la figura moldeada que presidía el rito funerario presentaba en público el cuerpo ausente. Representaba el poder, hacía visible el lugar de lo oculto en que éste se mantenía. Si el discurso se situaba en el mundo de lo visible, la imagen viene a cumplir la función de mediar el mundo transparente, el mundo de los vivos, con el mundo de lo invisible, de lo divino. Los hombres pueden trascender no sólo a partir del discurso sino también desde la imagen que encarna al poder. Esta forma de representación, de hacer visible el mundo oscuro, es la figura que nos permite anclar el tema de las imágenes políticas. Es esta relación de imagen-muerte la que nos conduce a hablar desde otra lógica, la lógica de la presencia-ausencia. Porque la muerte, como nos recuerda Debray, es el primer misterio que se le presenta al hombre en el camino de polaridades entre lo visible/invisible; entre lo humano/ divino. "Un cadáver humano no es un ser vivo, pero tampoco es una cosa. Es una presencia/ausencia" concluye el autor. Y es a partir de esta idea, la de presencia/ausencia, que nos interesa referirnos a ciertas imágenes que en la política argentina son recurrentes: la imagen de Eva Perón y la imagen de los Desaparecidos. Imágenes que a pesar del pretendido rigor impuesto a la memoria, reflotan subvirtiendo toda norma de silenciarlas.
II
Decíamos que el surgimiento de la Imago nos ancla en el terreno de la política. Porque es a partir de esta figura que asistimos a la representación de un poder que se instituye en un poder inmortal. La Imago era la representación del cuerpo ausente. Pero para que este cuerpo se instalara en la categoría de inmortal, en la categoría divina, primero debía concluir su vida mortal. Y luego sí, podía ascender al mundo de los Dioses. Esta era la característica, que sostenía el rito funerario, de la Roma Imperial. La posibilidad de reconocer un doble funeral, -siendo el segundo el de la consagración-era entonces la posibilidad de reconocer el doble cuerpo del monarca. En este sentido Florence Dupont nos dice,"El rey es la conjunción de un cuerpo humano y privado con un cuerpo divino y político", idea que retoma a partir del texto de E. H. Kantorowicz "Los dos cuerpos del rey". En este proceso de divinización, del paso de lo profano a lo sagrado, el lugar donde se instalaba la nueva figura era también un lugar distinto al ámbito privado del sepulcro, era un lugar público: el templo. La imago nos asegura la presencia del difunto en la tierra una vez que ha concluido el primer funeral; y luego deviene inmortal en la ceremonia de consagración cuando asciende al mundo de los cielos, al lugar de Dios, para recordarnos que este cuerpo divino es el que gobierna.
III
Podemos decir que las imágenes gozan de un beneficio, el de no ser refutables. No se inscriben en el plano de lo argumentativo; por lo tanto es inviable la discusión falso-verdadero. La relación que se establece con ellas entra en el registro de las creencias y, por lo tanto las lecturas que podemos hacer tienen que ver con las distintas interpretaciones que nos sugieren. Y estas interpretaciones no son simplemente contemplativas, ellas generan, provocan, algún tipo de reacción: sean adhesiones o rechazo, nuestra relación con las imágenes es compleja. Del reconocimiento sagrado al diabólico una gama de interpretaciones transitan nuestro modo de relacionarnos con ellas. Las imágenes que propusimos analizar, la de Eva Perón y la de los Desaparecidos presentan diferencias que empiezan desde la posibilidad que tuvieron los cuerpos de cumplir con el rito funerario. Por ello creemos que es importante ubicarlas en el modo diferente como aparecen.
Intentemos ensayar una primer relación, la imagen del cuerpo de Eva Perón y las imágenes religiosas. Y por qué esta conjunción?. En principio, porque las primeras imágenes políticas, a partir de la constitución de las imago, nos coloca en el plano de unión entre lo divino y lo profano. Y también porque es la política la que se reviste de un aura religioso y no puede prescindir de sus imágenes para provocar, también, determinadas acciones. Si el término religión, nos remite al significado de re-ligare, de unir, es en la idea de unión de la comunidad de creyentes con sus imágenes, la que nos permite pensar en los lazos que establece el poder político y la sociedad civil, o los líderes y las masas, para recordar aquí los conceptos de Freud en "Análisis de la masas y psicología del yo" acerca del tipo de ligazón libidinal que prioriza este tipo de relación.
Podemos inferir que las técnicas que adoptan las instituciones occidentales para captar adherentes, traslada la modalidad que tiene la iglesia, que es la del deseo de sumisión. La comunidad religiosa, caracterizada como un tipo de masa artificial, en términos de Freud, emplea cierta compulsión externa para prevenir su disolución, es organizada y tiene un conductor encarnado en la figura de Cristo. El es el padre, el hermano mayor y, en consecuencia, las exigencias que se piden a los individuos derivan de ese amor a Dios. La relación que establece este tipo de masas es, de doble ligazón libidinosa: con el conductor por un lado y, por otro, con los individuos. El líder es el sujeto que tiene una superioridad de poder que el resto no parece desear, porque en este proceso de identificación lo que se ha reemplazado es la elección del objeto de deseo; pero en ella los individuos también se identifican entre sí como comunidad de hermanos, en la cual todos se reconocen.
Las imágenes religiosas se instalan en el terreno religioso como soporte visual, alrededor de la cual la muchedumbre de fieles se moviliza. La célebre frase "Volveré y seré millones", que tomó relevancia tras la muerte de Eva Perón, nos anuncia un permanente regreso, pero no en la idea en que regresan los mortales, sino en esta idea de líderes religiosos, que no sólo generan veneración sino que modelan comportamientos, que se espera se multipliquen. Si bien Eva Perón, no encarnaba el poder del Estado, se fundía en su imagen el reclamo de quienes ella representaba, los obreros, los cabecitas negra. Su imagen fue invocada como el alma que los redime. Y tras su funeral público se intentó inmortalizar su cadáver, desde el pedido de canonización, hasta el proceso de embalsamiento que sobre él se realizó alojandolá en el templo de sus fieles, el de la Central de los Trabajadores. El sentido de estas imágenes, no es la de simple evocación sino la de hacer presente, reemplazar, re-presentar el poder que encarnan. Hoy su imagen no es la sombra temida que inquieta; hoy sirve para narrar y consumir su historia. Su cadáver está depositado en un lugar privado, al que fue necesario descenderla -muchos metros bajo la superficie de la tierra- para que tuviera un re-encuentro con los mortales y así tranquilizarnos. Porque la viva presencia de su cuerpo en un lugar público significa la amenaza, el reclamo de justicia social que contenía su cuerpo inmortal.
Sin embargo, otras imágenes se hacen presentes, también a partir de la ausencia de sus cuerpos. Los desaparecidos establecen una doble ausencia, porque tampoco hay muertos, pero están presentes en el discurso político. Irrumpen el escenario de la política de modo intempestivo, provocando de algún modo cierto quiebre en la línea de un orden establecido institucionalmente. El tema de los desaparecidos regresa con cierta frecuencia, vuelven desde un pasado no tan lejano, a poner en duda cierto orden del presente al que nos acostumbramos. Irrumpen de modo fantasmagórico, espectral para tomar una idea de Derrida. La lógica de lo espectral a la que nos convoca el autor es a pensar el presente, el hoy que se nos escapa, que está fuera de quicio. Y por ello qué mejor que pensarlo desde la figura inquietante del fantasma de Hamlet. Comprender el presente será entenderlo a partir ésta figura fantasmagórica , que vuelve, en su reclamo de justicia, a un tiempo que es anacrónico -nos dice Derrida- . Entender esta no-contemporaneidad del presente, no es afirmar que los fantasmas tengan una existencia real, -de hecho no existen-, pero si habitan las cosas, invaden los hechos. Qué mejor que entender esta idea sino trayendo nuevamente al presente, el discurso del Gral. Balza, pronunciado ante las cámaras de televisión en Abril de 1995. Balza decía: "El difícil y dramático mensaje que deseo hacer llegar a la comunidad argentina busca iniciar un diálogo doloroso sobre el pasado, que nunca fue sostenido y que se agita como un fantasma sobre la conciencia colectiva, volviendo como en estos días irremediablemente de las sombras donde ocasionalmente se esconde".
IV
Decimos, el fantasma de los desaparecidos vuelve, asaltando las pantallas, golpeando la conciencia. Esta vuelta, claro, significaba un riesgo: que el pasado se instalara para inquietar cierta tranquilidad, es una vuelta de giro al miedo; pero al miedo que ciertos fantasmas regresen, no pidiendo olvido ni perdón, sino a la manera de Hamlet, reclamando justicia.
Las imágenes de Eva Perón y de los Desaparecidos encarnan esta figura que, desde lo espectral re-aparecen con la misión que tienen los espectros: " La de hacer justicia - como nos dice Derrida- de volver a poner en orden las cosas, a reponer la historia, el mundo, la época". Un mandato que sectores de la vida política prefieren no escuchar y, en respuesta a ellos, ensayan todo tipo de conjuros; desde el intento de olvido, la indiferencia , al ocultamiento de los cuerpos.
Los fantasmas vuelven no de manera alucinógena como pueden revestirse estas figuras sino, con un trasfondo siniestro. Ellos provocan un sentimiento de angustia. El sentimiento que provoca estar frente a algo extraño que no es un cuerpo -como la sombra de Hamlet- pero que sin embargo es familiar a la figura del rey muerto. Este es el sentido de lo siniestro que Freud lo define como: " algo que fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño mediante el proceso de su represión" . El contacto con estas figuras que confunden nuestra percepción porque no podemos identificarlas como entes vivos o inanimados y que sin embargo vuelven, se repiten, -agregamos- se hacen manifiestas cuando tendrían que haber permanecido ocultas, en el lugar seguro: el del sepulcro. Desafiantes, los espectros regresan, en una suerte de repetición más allá de los intentos de aprisionar su reclamo.
Podemos escucharlos? Escuchar a los fantasmas es el mandato de un pensamiento que vincula generaciones, -como en Hamlet, de padre a hijo- pero esta herencia no es un don, es la tarea, el trabajo de entender el legado como pensamiento crítico. Nuestra historia argentina tiene mucho de estas tragedias, con una variante que invirtió el legado generacional. Fueron las madres de los cuerpos desaparecidos quienes encarnaron la máxima expresión de dignidad en momentos que la noche teñía, con su manto, toda acción política. Fueron y son los pañuelos blancos, el color de lo manifiesto, de la luz, que opera por anulación al secreto el lugar donde se oculta el poder. Y a caso no seguimos asistiendo a ciertos reclamos que aparecen en el escenario de la política, y que adoptan este modo fantasmagórico que tienen los pedidos de justicia, que van desde la convivencia humana, desde la garantía de los derechos individuales, al pedido de justicia social. Reclamos que sectores de la política intentan responder desde el barniz con que se pintan ciertas respuestas pretendiendo que son las soluciones más adecuadas.
Como escuchar el grito de los espectros frente a la cultura del reciclaje, en que todo vuelve pero a la manera de mercancía para ser devorado es un interrogante que nos hacemos. Quizás el desafío es convocar el pensamiento crítico. Llamarlos al modo que tienen los espectros, desde un imperativo ético y político, que es el modo en que irrumpen el tiempo y lo desplazan dentro de su lógica natural.
Beatriz Alem
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo. Centro Universitario - Parque General San Martín. CP (5500) - Mendoza. Fax: 061-381347. Tels: (061) 234393 / (061) 257701 [int. 2024]