Red Nacional de Investigadores en Comunicación

III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y prácticas"


 Desterritorialización y globalización: la constitución de las nuevas redes virtuales.

Tecnologías digitales, trasnacionalización y nuevas prácticas culturales. Nuevas subjetividades, viejos rituales.

 Desterritorialización y globalización: la constitución de las nuevas redes virtuales.

Tecnologías digitales, trasnacionalización y nuevas prácticas culturales. Nuevas subjetividades, viejos rituales.

 En un primer momento, me gustaría abordar la progresiva constitución, a través de la televisión por cable y satelital, primero, y de las redes digitales, después, de un espacio de orden transnacional que va expandiendo, poco a poco, la escena pública, tradicionalmente de dimensión nacional, al escenario internacional (TV por cable + TV satelital). Este nuevo espacio pone en discusión, o al menos expande, el orden nacional como aglutinante del conocimiento públicamente compartido.

Hay varios indicadores en Argentina que nos permiten apreciar este fenómeno de desterritorialización del espacio comunitario. Tanto los datos respecto a los usuarios, tipo de canales y programación de la televisión por cable -nacionales, regionales (concepto incierto y, la más de las veces, imaginario), mundiales-, como el crecimiento vertiginoso de PCs conectadas a Internet, nos indican claramente cual es la tendencia.

El trabajo se propone justamente describir, en un segundo momento, algunos de los efectos tendenciales que este fenómeno esta provocando en nuestro país. Para esto querría avanzar en las prácticas culturales asociadas a estas nuevas tecnologías y al modo de entender estas prácticas; a la forma en que los usuarios se relacionan con estas tecnologías y al tipo de configuración subjetiva que estos hábitos articulan. I

El tejido de la red: la TV por cable en la Argentina.

En la Argentina el desarrollo de la TV por cable se debió, en parte, a razones legales que hicieron imposible la instalación, como en el resto de América latina, de grandes cadenas de televisión, ya que, el decreto-ley 15.460 de 1957 estipulaba que la explotación de las emisoras de radio y televisión sería de carácter individual. Por lo tanto, se imposibilitaba a los canales privados de Buenos Aires, que comenzaban a operar a principio de los sesenta, crear una red de repetidoras a lo largo del territorio nacional, siendo únicamente viable la expansión de los canales provinciales dentro de su propia jurisdicción. De este modo, y debido al alto costo de estas repetidoras y a la escasa rentabilidad agregada, gran parte de las ciudades medianas, y de las pequeñas poblaciones del interior del país, quedó sin un servicio adecuado. Esta circunstancia, más la lenta incorporación de la tecnología del video -fundamentalmente a partir del video umatic en los setenta-, por un lado, y a que, ya en la década de los ochenta, el satélite se acopló a la transmisión televisiva de bajo costo, la TV por cable se constituyó en una tecnología de comunicación integrada, de bajo costo y de fácil instalación.

Este fenómeno tuvo un rápido crecimiento, particularmente en las pequeñas ciudades y pueblos del interior, donde, en un primer momento, en los años sesenta, se construyeron antenas comunitarias -con el único objetivo de mejorar las señales hertzianas provenientes de las grandes ciudades-, y luego, a fin de los setenta y comienzos de los ochenta, con la retransmisión en diferido de los canales capitalinos, el crecimiento fue exponencial. De modo tal que aún hoy la tasa de penetración del cable en el interior y en las pequeñas ciudades es notablemente mayor que en Capital Federal.

A fines de los ochenta se calcula que existían ya unas 300 empresas de TV por cable -cien de las cuales eran de la prov. de Santa Fe-, y más de 200 estaban en proceso de obtención de la respectiva licencia ante el COMFER, aunque muchas de ellas ya se encontraban transmitiendo. Hoy existen en todo el país 1.183 sistemas de TV por cable con casi 5.000.000 de abonados y con una tasa de penetración que gira en torno al 50 %.

 TELEVISION POR CABLE EN ARGENTINA

1. Población 34.500.000

2. Viviendas 10.700.000

3. Viviendas con televisión 10.200.000

4. Viviendas urbanas 9.300.000

5. Viviendas urb. con televisión 9.100.000

6. Viviendas con acceso al cable 8.160.000

7. Cantidad de abonados 4.950.000

8. Número de sistemas 1.183

9. Penetración (sobre 3) 48%

10. Penetración (sobre 5) 56%

11 Penetración (sobre 6) 60%

Fuente: NCTA, ACTV, INDEC, Coper y La Nación (dic. 1996)

 Es importante subrayar la importancia del servicio de TV por cable en Argentina ya que es el tercero en penetración en todo el mundo, después de Canadá y EEUU y el de más desarrollo de toda América Latina.

Todo esto sin regulación específica ya que la única legislación que refiere, aunque elípticamente, a la TV por cable es la ley de Radiodifusión de 1980 y su posterior reglamentación por parte del COMFER, que la encuadra dentro de los llamados "servicios complementarios".

La televisión por cable, en un principio, debido a la fuerte impronta regional que le insuflaron los pequeños sistemas que se originaron en el interior del país, con altas tasas de penetración -superiores al 70%-, fue construyendo un espacio de producción propia, incluso en pueblos con menos de 5.000 habitantes, donde la rudimentaria programación local se fue mezclando con la creciente oferta internacional, dando origen así a un extrangulamiento de "lo nacional", ámbito que la TV abierta siempre se empeño en enfatizar. Este giro local se fue perdiendo, en parte, debido a la escasa profesionalidad de los operadores locales y, fundamentalmente, a la concentración que, a partir de los tres grandes prestatarios nacionales (VCC-US West, Multicanal-Clarín-Telefónica y Cablevisión-TCI), comenzó en los '90.

No obstante, el escenario local que la TV por cable puso en las pantallas de sus abonados sigue conviviendo, aún hoy, con los alrededor de sesenta canales que ya muchos de los sistemas ofrecen a sus suscriptores, la gran mayoría de los cuales tienen cobertura internacional a través del satélite.

Internacionalización de la oferta, segmentación del mercado, fragmentación de la demanda, dispersión del consumo, son al parecer las características salientes de esta expansión de la televisión por cable desde los años ochenta.

Si uno quisiera describir la tendencia que siguen las comunicaciones en Argentina a partir del crecimiento de la TV por cable, de la explosiva irrupción de las redes de datos (Internet, BBS, Intranets, etc) y del próximo fin del monopolio telefónico, podría sintetizarlo en estos cuatro puntos:

 1. El primer registro es de corte tecnológico. Tiene que ver con el desarrollo de una serie de tecnologías que complementan el cable y profundizan sus prestaciones: TV satelital, compresión digital de datos, software que transforman la TV en terminal de red, cable-modem, CDI e interactividades de todo tipo. Esto hace que la TV por cable se adapte tanto o más rápidamente que la telefonía a los desafíos de la liberalización de las telecomunicaciones (noviembre de 1997 o del 2000).

2. La tendencia a la concentración y fusión de empresas de comunicación, antes apuntada, en grandes conglomerados multimedios. Esto se da no sólo entre empresas propietarias de medios diversos (TV abierta, diarios, TV cable, radios, etc), sino también entre empresas productoras de entretenimientos y empresas de cabledistribución, o compañías productoras de hardware con empresas de telefonía o cadenas de televisión abierta. Este, que es un fenómeno mundial, se expresa en Argentina a partir de la disputa TV cable vs telefonía.  

3. En el caso anterior se observa claramente la competencia creciente que se viene dando por el posicionamiento respecto al control de la red. Un aspecto central es, justamente, cuál será la red de acceso a los hogares que hegemonice el conglomerado información-entretenimieto-contacto interpersonal. Ambas están incorporando troncales de fibra óptica, son ya redes mixtas. Se dará a través de la cobertura de la TV por cable o a través de la red de telefonía? Se impondrá sólo una? Cómo terciará el satélite en esta disputa?

 

Otro aspecto que pone al descubierto el despliegue de la NTCI a partir de los años '80 es el desfasaje existente entre el marco regulatorio, sus tiempos legislativos y administrativos, y el ritmo acelerado con que se introducen estas tecnologías en el mercado. Esto hace que, la más de las veces, exista, particularmente en América Latina, una legislación tardía para medios que ya se han transformado lo suficiente para no adaptarse a esa "nueva" normativa. Los casos de la diferenciación entre "voz activa" y datos, la regulación de los monopolios, la categorización en Argentina de "servicios complementarios" a toda tecnología audiovisual que escape a las tradicionales, etc, son claros ejemplos de la dimensión de este desfasaje.

II Los habitantes de la red: el jardín de los senderos que se bifurcan

"A una producción racionalizada, expansionista y al mismo tiempo centralizada, clamorosa y espectacular, corresponde otra producción llamada "consumo". Esta última es errante, dispersa, pero se insinúa a sí misma en todas partes, silenciosa y casi invisible, porque no se manifiesta a través de sus propios productos, sino más bien a través de sus formas de usar los productos impuestos por un orden económico dominante". (De Certeau, "The practice of everyday life", citado por Chambers, pag. 138)

 

Por otra parte, debido a la creciente y variada oferta de canales que la TV por cable fue incorporando -de menos de 10 canales a comienzo de los '80 a más de 50 diez años después- y a las características de una nueva interface, el control remoto, el usuario de la TV por cable fue desarrollando un hábito de consumo televisivo -zapping- que, aunque menos interactivo, preanunciaba una forma cultural que, a partir de la WWW y vía mouse, ha dado en llamarse navegación.

Es que, en sentido estricto, el cable televisivo fue la primera red de telecomunicaciones, y el modo de recorrerla, de viajar, de "habitar" ese espacio, implica una dispersión que Internet y la Web han profundizado y expandido en grado y en escala creciente. El cable fue, aunque sin la interactividad de las tecnologías digitales, el primer espacio virtual de cobertura global.

El zapping es el modo normal, natural de consumir televisión, recorriendo una y mil veces todas las alternativas que el cable ofrezca, cortando y rompiendo la lógica interna de los distintos canales, armando y recorriendo a voluntad esa red de imágenes en movimiento, escogiendo por trozos los textos audiovisuales que el azar o el deseo pongan ante nuestros ojos. Los videoclips o los spots publicitarios son un buen ejemplo de esto. Aparecen como una condensación de esta forma de producir-ver televisión, son la síntesis de este hábito hecho lenguaje.

En un sondeo de IPSA, realizado en hogares con control remoto, cable y videocasetera (a mediados de 1994), aparecen cifras por demás reveladoras del uso de la mirada-zapping: el 45% de las entrevistadas realizaban una utilización baja del control remoto, es decir, cada 6 minutos; el 20% son usuarios altos, cambiaban de canal cada 2 minutos o menos, el 35% restante flotaba entre estos dos valores. Este modo de ver televisión, esta forma de acercarse a los medios audiovisuales, entre fragmentado y disperso, se ha ido transportando al libro y a otros textos escritos como el diario, las revistas, los afiches, etc.

En los últimos 3 o 4 años, aunque posee ya una larga historia (MEMEX, Proyecto Xanadú), se ha empezado a difundir con fuerza un tipo de producto informático que permite un modo de producción y organiza una forma de leer los textos de todo tipo (escritos, orales, imágenes fijas y en movimiento, etc) no lineal, diseñado a partir de la conexión de huellas o marcas (links o conectores) en cada uno de estos textos con la de otros textos digitales, conformando una red de relaciones de múltiples entradas.

Esta manera de producir textos electrónicos implica un ordenamiento guiado más por la asociación o correlación de ideas -algo parecido a la conformación de mapas cognoscitivos- que por la secuencialidad de la palabra impresa o hablada. Este nuevo modo de ordenar la información, denominado hipertexto -o hipermedia cuando incluye imágenes y sonido- continúa, profundiza y sistematiza el hábito perceptivo que el zapping organiza, y propone un tipo de lectura a los saltos que los habitué de Internet llaman navegar.

Pero no todo es novedad, ya que este nuevo soporte soft materializa -y de algún modo traduce al espacio electrónico- una corriente que en el ámbito literario viene ya planteándose desde, por lo menos, principios de siglo. Las ideas de Valery o Mallarmé, la obra de Joyce, y, más cercanos en el tiempo, los planteos de Barthes con respecto a la constitución de una teoría de la lectura tratan de dar cuenta de cierto trabajo que rompa con la unidad del libro. Para esto, el mismo Barthes, propone una forma de lectura "que no es deductiva, sino asociativa: asocia al texto material (a cada una de sus frases) otras ideas, otras imágenes, otras significaciones".

Como se ve es una idea muy similar al modo de leer y ordenar el conocimiento que plantea el hipertexto. Siempre que se navega un hipertexto -casi obligadamente- se lee como Barthes piensa la lectura y, según algunos, como se piensa, es decir, como funciona nuestro cerebro: por asociaciones simultáneas, conexiones múltiples, mezclando saberes y niveles de abstracción. (teoría de la complejidad, pensamiento en paralelo ? ver J. De Rosnay)

Cuando Barthes trata de sistematizar este tipo de lectura asociativa escribe la lectura de la pequeña novela de Balzac, Sarrasine, que es el S/Z, no hace allí otra cosa que traducir y materializar un tipo de lectura que sigue una forma de pensamiento que se adapta mejor a un hipertexto que a un libro -Internet como un gran hipertexto-.

La libertad del lector, no obstante, esta siempre contenida, limitada por las constricciones del formato y de las prácticas discursivas que estos lenguajes permiten. Ahora bien, dentro de esos límites se expande el territorio del usuario-lector, el viajero errante que organiza su itinerario interpretativo en ese espacio interior. "Y puesto que uno no "abandona" este lenguaje y no puede encontrar otro lugar a partir del cual interpretarlo, y puesto que no hay grupos separados de interpretaciones falsas y de interpretaciones verdaderas, sino sólo interpretaciones ilusorias; dado que, en definitiva, no hay salida, seguimos siendo extraños adentro: pero no hay afuera."

Por otra parte, esta suerte de opera aperta que es el hipertexto propone también una mixtura, una co-presencia de la producción y la interpretación, que es propia del texto electrónico. Conforma de este modo un nuevo artefacto cultural, que se puede transformar o suplementar continuamente por cada nuevo lector. Es, de algún modo, una materialización de la lectura e incluso una lectura colectiva, una verdadera cooperación textual entre el autor y el lector; categorías que por otra parte empiezan a perder sentido por su difícil diferenciación. "La distinción, muy visible en el libro impreso, entre el lector del texto y el autor del libro se borra en provecho de una realidad distinta: el lector se convierte en uno de los actores de una escritura a varias manos o, a lo menos, se halla en posición de constituir un nuevo texto a partir de fragmentos libremente recortados y ensamblados". Para muchos críticos de la cultura medial esta manera de navegar los textos, las redes, los canales, los programas de televisión y hasta los mismos diarios, se transforma en una cultura esquizofrénica.

Desde este punto de vista se podría oponer, por un lado, la crítica altamente ideológica que ve a la cultura de masas como una totalidad homogénea, sin contradicciones, un mecanismo económico sin mediaciones, absolutamente racional; ya sea por las determinaciones de la "industria cultural" (Adorno), o a partir de la globalización, que impone la "lógica cultural del capitalismo tardío" (Jameson).

Y, por otro lado, los detalles, las diferencias y los usos, que la gente opone, desde su propia individualidad, lugar e historia, -diferenciarse del populismo latinoamericano a lo M. Barbero o a cierta visión esencialista de G. Canclini- construyendo prácticas o hábitos culturales en cuyas contradicciones quizás se exprese mejor el mundo moderno. Esta última opción permite ir definiendo una "tercer cultura", donde la hibridación cultural parece ser el producto inevitable de la mixtura de las identidades locales que se transforman a partir de las "grietas" que la globalización creciente muestra en cada uno de sus productos.

 III

Todos somos extranjeros: el viaje y las escalas.

"Y puesto que uno no "abandona" este lenguaje y no puede encontrar otro lugar a partir del cual interpretarlo, y (puesto que no hay grupos separados de interpretaciones falsas y de interpretaciones verdaderas, sino sólo interpretaciones ilusorias;) dado que, en definitiva, no hay salida, seguimos siendo extraños adentro: pero no hay afuera." De Certeau, The practice of everyday life, pags 13-4)

 

La globalización, en este caso, es no sólo un sistema de comunicaciones de alcance planetario. También en el modo en que los usuarios se relacionan (consumen?) con ese espacio, con cada una de estas tecnologías de comunicación, construyen una cultura planetaria; hay hábitos de consumo cultural similares en relación con Internet o con la TV por cable que exceden lo nacional, el territorio cultural, la pertenencia étnica, social o genérica. Se transforma en un espacio donde las constricciones de las identidades tradicionales comienzan a diluirse en un territorio donde la mirada se impone por sobre el observador y los mismos objetos. El punto exacto donde el deseo errante del viajero se cruza con la escena espectacular que nos ofrece el texto-palinsesto-pantalla. Donde el verse mirar se impone por sobre el paisaje: la alteridad radical que el viajero, como extranjero, impone al escenario.

El tema de las migraciones tambien caracteriza el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, tanto como antes había caracterizado el nacimiento del mundo moderno. Lo que representaron, al comienzo del mundo moderno, las migraciones del ámbito rural al urbano, del campo a la ciudad, hoy, de igual manera, puede compararse con las migraciones de los países pobres a los centrales, e incluso, dentro de estos mismos países, el repliegue del espacio urbano al hogareño -al íntimo-, que en realidad lleva del contacto público cara a cara, interpersonal, al contacto público mediado por las tecnologías de comunicación -sobre todo en "tiempo real" -.

Esta segunda migración -la de los interiores- que parece ir vaciando el centro de las ciudades fuera del horario de trabajo y antes del horario de diversión -sobre todo para los más jóvenes-, es al igual que aquella, la primera - la del campo a la ciudad-, una revolución tecnológica. No me parece, como suele afirmarse últimamente, que sea una vuelta a lo privado, creo mas bien que es un modo diferente de construir un espacio público, un espacio común donde la visibilidad social supera, a cada momento, el horizonte -físico- de experiencias.

Para algunos autores que abordan la problemática de las migraciones, como I. Chambers, "Es esta restitución, esta transmutación (...) lo que vuelve habitable la experiencia de dichos lenguajes y textos -la ciudad, el cine, la música: la cultura contemporánea y el mundo moderno-, como si estos ofrecieran un espacio histórico tomado por un viajero de paso, un inmigrante, un nómade."

La figura del nómade y del viajero se sobreimprime por sobre la del navegante. Comparten ambos una experiencia similar, un extrañamiento sobre el territorio y una alteridad respecto a las rígidas identidades tradicionales. Ya sea que estas últimas se centren en la etnia, como en ciertas visiones que asocian la raza y la cultura de un modo necesario y "natural", o en la idea de nación. Resulta hoy imposible, como se hizo a fin del siglo pasado, fundar una relación "científica" entre raza y cultura. Como dice F. Delich, cuando analiza la inmigración en Argentina,"... para entender el racismo hay que descartar el concepto de raza". El problema se plantea en el rechazo de la alteridad, es decir, cuando la identidad cultural se torna constitutiva, cuando se plasma en una visión de tipo esencialista: se es o no se es.

Algo parecido sucede cuando la identidad se funda en el concepto de nación, que se expresa en la construcción de una pertenencia societal, que gira en torno a una determinada organización política y espacial (lugar como espacio constitutivo de la identidad, cfr Augé). Es el lugar de una pertenencia, de la fuerza cohesiva de un nosotros (discursivo), de la "lengua materna" y del idioma como un presupuesto identitario inalterable.(vuelta del origen "natural" o esencial).

La relación del viajero de la red, de aquel que navega el espacio "global", con los textos que ella contiene, muchos de ellos de fuerte contenido identitario, no implica necesariamente una alienación, entendida esta como pérdida, ni siquiera como la adopción de, o identificación con, uno de estos sitios, de estos "lugares", espacios virtuales que tienen, no obstante, la misma fuerza simbólica que cualquier otro territorio cultural, materialmente localizado en el espacio y en el tiempo.

El nomadismo de la red y el modo de construir subjetividades en el ciberespacio, se parecen más a una identidad basada en la posibilidad, en el poder ser, que en la diferencia y en deber ser. La "construcción de sí" deja de ser opositiva y disyuntiva (esto o aquello), y se funda en las posibles conjunciones (esto y aquello), lo que permite la constitución de identidades simultáneas, en continuo movimiento y reconstrucción.

 


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