Red Nacional de Investigadores en Comunicación

III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y prácticas"


 

"Que no panda el cúnico".

Viviana Minzi

Lic. en Ciencias de la Comunicación con orientación en Procesos Educativos.

 

Reflexiones acerca del consumo y apropiación infantil de películas del género de terror.

En este trabajo intentaré puntear algunas reflexiones sobre consumo y apropiación infantil de películas del género de terror, procesos de construcción de sentido y su relación con el imaginario social. Estas observaciones se desprenden de a una investigación que he realizado con 100 chicos de 10 a 12 años de escuelas públicas de Capital Federal y Gran Buenos Aires durante 1995 y 1996.

Pero antes instalarme en el tema, creo necesario, hacer referencia, por mínima que sea, a las problemáticas coyunturales tanto teóricas como prácticas, comunicacionales,educativas y culturales que le dieron y le dan marco.

La actual reforma educativa autoriza formalmente el ingreso de los medios a la escuela. Definirlos como un contenido transversal no sólo implica reconocerlos en su peso social sino también legitimar el trabajo con sus lenguajes y contenidos.

Pero si bien parece cerrarse así -o al menos en cierto modo- una historia de rechazos y descalificaciones; despuntan y se evidencian , por otro,- en una nueva etapa del desarrollo de la relación entre escuela y medios - una serie de falencias, necesidades, resistencias, interrogantes y advertencias tanto a nivel de las prácticas pedagógicas como de las teorías de la comunicación abocadas al campo educativo.

Muchas inconvenientes surgen cuando comienza el trabajo en el aula. Es que las fricciones de objetivos, creencias, valores y propuestas de los medios, la escuela y , por qué no, los padres se hace evidente

¿Qué fragmentos de los medios de comunicación entran a la escuela de la mano de los chicos en sus juegos, chistes, comentarios y producciones? ¿Qué contenidos mediáticos proponen los alumnos trabajar en clase? ¿Es coherente permitir que ingrese al aula un dibujo animado saturado de violencia? ¿Una noticia policial? ¿Una película de terror? ¿Son éstos "contenidos escolares"?

Parados aquí ¿podríamos pensar en un problema de confrontación de culturas? ¿de cuáles? ¿la escolar? ¿la infantil? ¿la adulta? ¿la masiva? ¿la popular?. ¿Cómo debe posicionarse material y simbólicamente la escuela? ¿Cuál es el rol que se asigna a sí misma en la construcción de una cultura común? ¿A través de que estrategias logrará generar contrapesos culturales ? ¿Qué negociaciones deberá establecer la sobreviviente cultura letrada con la popular?

 

Estas preguntas a la vez que revelan entretejidos complejos , obligan a repensar el campo comunicación y educación como un espacio cruzado, también, por la cultura. Aluden a la necesidad de anclar la mirada sobre los procesos culturales y de recepción infantil en los que muchos de los trabajos que vinculan comunicación y educación no reparan.

Así, por tanto queda definido un problema práctico-pedagógico. Los chicos llegan a la escuela empapados de medios, surtidos de una pluralidad polifacética -y muchas veces caótica- de temas y tratamientos a partir de los cuales conceptualizan y dan significado al mundo en el que viven.

La escuela, por su lado, acepta a los medios aunque gran cantidad del "material" proveniente de ellos queda excluido del índice de temas posibles de trabajar en clase. El alto nivel de consumismo, la violencia, la morbosidad que se revela al evaluarlos no se corresponde con los valores que ella intenta inculcar. El terror, como la noticia policial o la serie de acción, con su sadismo explícito, es uno de los principales temas condenados a la censura.

Pero educar en el uso de los medios implica también comenzar a enfrentarse con estos amplios campos temáticos y retóricos con los que los chicos se contactan a diario y asumir responsabilidades frente a ello.

Esto, claro está, abre a simple vista por lo menos dos interrogantes. En primer lugar: ¿se puede educar en el uso de los medios sin retomar el consumo, significaciones y uso real que los chicos hacen de ellos?. Y la segunda pregunta, puntapié de esta investigación: ¿conocen realmente los docentes estos consumos, significados y usos que los chicos dan a los medios? Incluso podríamos ampliar el interrogante y preguntarnos si como adultos los conocemos y comprendemos.

En definitiva, la educación para la comunicación exige desafíos que comprometen tanto a las Ciencias de la Comunicación como a la escuela.

En primer lugar, a la escuela para comenzar a trabajar con aquellos contenidos a los que tradicionalmente, en su rechazo de la cultura popular, ha echado cerco reconociendo que los chicos se acercan espontáneamente a ellos.

En segundo término:a los estudios de comunicación , por un lado, para explorar sobre la recepción infantil, construcción de significado, usos que esta audiencia da a los medios masivos y su relación con el entorno y la cultura; y ,por otro, para construir ciertas estrategias y herramientas teóricas y didácticas que permitan relacionar medios, escuela y cultura.

Sobre esta premisas intento echar a andar los ejes de este trabajo.

 

De terror...

El género, como aquí se lo entiende, es el lugar exterior a la obra desde el que se produce y se consume, es decir, el espacio en el que se acuerda el sentido del relato; de aquí la necesidad de abordar lo tanto desde la instancia tanto de producción como de reconocimiento.

Por tanto en presente trabajo desarrollaré brevemente, en primer lugar algunos puntos surgidos del análisis de los films de terror reconocidos por los chicos como los más vistos (me refiero a Chucky, Martes 13, Cementerio de Animales, Pesadilla). La evolución del género, el relato y sus posibles vínculos con los miedos instalados en el imaginario social.

En segundo término apuntaré algunas de las observaciones -surgidas de entrevistas colectivas, individuales y trabajos en clase realizados con los alumnos- sobre los procesos de construcción de sentido y uso que los más chicos hacen de estos productos culturales; y sus diferencias con la recepción adulta.

 

Apostados en la problemática cultural, tomar como objeto de análisis al terror implica no sólo prestar atención a un género de la cultura popular, como se dijo, sino también a uno de sus hijos más "bastardos" y desprestigiados.

Expandiéndose hábilmente por la literatura infantil, juegos, juguetes, videos, films, videojuegos, Internet, publicidades, el terror asusta más a los adultos que a sus supuestas "víctimas". Pero, y debe quedar claro, no se pretenden analizar aquí las razones por la cuales los chicos de los ‘90 se interesan por el género o si lo hacen en mayor o menor medida que sus pares de otras generaciones ."El miedo - ya lo señala Lovercraft- es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo más poderosos es el miedo a lo desconocido". La atracción por el relato de terror es tan fuerte en niños como adultos y se evidencia en las expresiones más primitivas del hombre.

El objetivo del trabajo aspira , en cambio, a comprender las relaciones que films y receptores traban entre ellos y con su contexto histórico social. "Ninguna otra forma de expresión artística -señala Agotini refiriéndose al género- ha librado de forma más inequívoca los secretos de nuestra mente y revelado en metáfora o alegoría el espíritu de una época". Analizar, entonces, no el por qué de esta relación sino el cómo se plasma. Porque es el cómo del relato de terror donde aparece reflejado el contexto, donde imprime su huella la historia. Es en el cómo, en el contenido, las formas y la estética del relato donde se habla de los miedos de una sociedad y se establece el bosquejo de lo que para ella es conocido y desconocido, posible o imposible. Esta es la clave para el análisis. ¿Qué idea de "mundo real" se construye el gore desde sus relatos? ¿Cómo se la resignifica desde la recepción infantil? ¿Cómo se relaciona con los miedos de los más pequeños? ¿El adulto se apropia del mensaje en el mismo sentido?

La totalidad de los films terroríficos consumidos por los chicos , son producciones norteamericanas enmarcadas dentro del subgénero llamado Gore. Las modificaciones temáticas, retóricas y estéticas que imprime sobre el género pueden resumirse en el reemplazo de la angustia y el miedo característico del cine de terror clásico, por la repugnancia y dolor. En esta transformación, lo vomitivo y lo violento se convierten en caballos que batallan y expulsan a lo tenebroso, lo macabro y lo espeluznante.

Con el gore cambian los personajes, el monstruo, los lugares, los climas y con ellos, fundamentalmente, las relaciones que los relatos establecen entre lo conocido y lo desconocido reformulando la perspectiva sobre lo que aparece como "realmente" posible e imposible.

Así, por ejemplo, los escenarios en donde se mueven los nuevos monstruos del gore -Freddy, Chucky, Jason- poco tienen que ver con el tenebroso castillo del Conde Drácula.

Desaparecen los castillos góticos, los pasadizos secretos, los sótanos húmedos. Los espacios en los que se desarrollan las historias que nos cuenta el gore son ámbitos de nuestra vida cotidiana. Una casa de familia en un barrio acomodado, un camping, la escuela. Son, en la realidad, los territorio de un sujeto urbano del mundo occidental.

En estas sagas el contexto de lo real es sumamente fuerte y se robustece con el tratamiento vago e impreciso en la demarcación del encuadre temporal de las historias. Los personajes, la vestimenta, los lugares brindan indicios como para comprender de que se trata de un tiempo y lugar no muy lejano. Pero nada está definido. El relato sitúa al espectador en un momento y lugar cualquiera de nuestro mundo y nuestro tiempo.

Pero si en el gore el contexto de la historia es semejante al "real" entonces ¿donde se encarna lo desconocido?

En películas como Pesadilla, Chucky, Martes 13 el debate entre lo real y lo no real queda reducido al interior del monstruo sin contaminar al resto de la trama. Jason, su inexplicable y eterno retorno de la muerte, se presenta como lo único sobrenatural en la historia.

Así, lo desconocido choca contra lo conocido en el momento exacto en el que el engendro, encarnando exclusivamente lo irreal, entra inesperada y violentamente en la vida de sus víctimas, seres humanos semejantes a los espectadores de estas historias. El verosímil se construye así acomodándose entre lo cotidiano y el monstruo.

Queda definida , de este modo, una de las claves principales de la lógica de los films gore: lo desconocido no sólo irrumpe violentamente dentro de lo conocido, sino - y esto es lo inquietante- que lo hace en cualquier momento y lugar.

¿Esta lógica no está haciendo referencia a la lógica de la gran ciudad? ¿No remite a la sensación de acecho y peligro constante que vivencian sus habitantes? ¿No proyecta el temor al asalto, al accidente e incluso a la bomba inesperada? ¿A la muerte fortuita?

Si la puesta en escena de cualquier film de terror del período clásico postulaba una diferencia tajante entre el territorio de la normalidad y el de la desviación, en estas películas la fantasía no gira en torno a la existencia de dos mundos contrapuestos- señala José Latore- sino la presentación de uno sólo al cual se le desconocen los límites.

 

El monstruo del gore tampoco es el mismo que antaño, y sus transformaciones son espejo de los nuevos miedos, temores y monstruosidades enraizadas en el imaginario social. Así como en "El laboratorio del doctor Caligari"(1919), el engendro es clara alegoría a las aberraciones del incipiente nazismo, el psico-killer del gore habla de una sociedad sin valores. El monstruo no oculta su pasión devota por la muerte ni la fascinación sádica y procaz por el asesinato, la sangre y el cuerpo joven. Pero, a diferencia de sus predecesores, el mal que encarna ya no es el mal demoníaco, producto de las fuerzas de Satanás, sino la expresión furiosa de la maldad humana, el triunfo de los instintos destructivos y violentos del hombre.

Lo único que distancia a Jason y a Freddy Krugger de un asesino vulgar real es su resurrección maldita ¿Por qué no comprenderlos como metá los imaginario social.

Pero - y es necesario remarcarlo- la exteriorización del miedo frente a las películas se amortigua en el competencias que espectadores tiene sobre código del subgénero. Los chicos conocen las estrategias narrativas del gore: la repetición y la serialización - (y hasta incluso juegan y las refuerzan en su lógica de consumo, por ejemplo, al rebobinar el cassette y pasar varias veces las misma escena). Así, y reparemos en ella como otra gran diferencia entre recepción adulta e infantil, mientras que para los chicos la repetición se erige como aliciente tranquilizador, una estrategia de reducción de incertidumbre y , en cierto modo, de inhibición de la angustia que produce lo incógnito; para los adultos, en cambio, -que construyen sentido a través de su experiencia vivida, de lo real -la reiteración no sólo se vuelve insoportable sino, incluso, siniestra.

¿Cuál será el peso de esta estructuras de reiteración constantes de imágenes violentas despojadas de contenido en las formas de ver y actuar sobre el mundo de los más chicos? ¿Estimularán la violencia como reafirman tantas investigaciones?

Debemos indagar sobre las interrelaciones que los relatos de ficción establecen en la construcción de sentido sobre la realidad social, en especial sobre aquellas imágenes de la violencia que tanto nos preocupan como adultos. Pero para abordarlas no podemos desconocer que a los ojos de los niños la violencia es un eje que a traviesa coherentemente tanto la ficción, la realidad mediatizada como la realidad vivida.

Una vez reconocido esto podemos empezar a preguntarnos sobre sus implicancias en la socialización infantil ¿Esta congruencia de discursos no llevará a una naturalización de lo violento ? Una naturalización que no implique legitimación ni aprobación beneplácita sino -en principio- reconocimiento y familiaridad. ¿Normalización , desextrañamiento? En este contexto ¿la ficción - utilizando un término de Aníbal Ford- sería una instancia de precalentamiento necesaria para el abordaje de la realidad?. Por otro lado, insisto, ¿no debemos más que ver en los chicos sujetos desensibilizados o inmunes a la violencia seres que sufren los terrores de esta sociedad post-moderna?

Es para intentar responder a algunas de estas preguntas que buceé en el terror. Las Cs de la Comunicación y la escuela tienen un compromiso.


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo. Centro Universitario - Parque General San Martín. CP (5500) - Mendoza. Fax: 061-381347. Tels: (061) 234393 / (061) 257701 [int. 2024]


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