Red Nacional de Investigadores en Comunicación

III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación
"Comunicación: campos de investigación y prácticas"


 

Apuntes para rediscutir la comunicación en el marco de las ciencias sociales

(Un ajuste de cuentas con las modas de la liviandad)

Jorge Elbaum

 

En efecto, a diferencia de las Intuiciones, sugestivas, a veces, del ensayismo; de las tesis, a veces coherentes, del teoricismo; o de las observaciones válidas a veces del empirismo, los sistemas provisionales de proposiciones científicas que se esfuerzan por asociar la coherencia interna y la compatibilidad con los hechos no pueden ser producidos más que al precio de un trabajo lento, difícil y destinado a permanecer ignorado por todas las lecturas apresuradas que sólo pueden ver unas reafirmaciones repetitivas de tesis, intuiciones o hechos ya conocidos en el resultado provisional de una larga serie de totalizaciones, puesto que ignoran lo esencial, esto es, la estructura de las relaciones entre las proposiciones.

Pierre Bourdieu

 

  1. Aunque diversas modas eludan sus identidades y cuestionamiento epistemológicos, los estudios vinculados a la comunicación son parte constitutiva de las ciencias sociales. Como todo discurso científico tiene pretensiones, sueños y apuestas de legitimidad: pretende decir algo sobre el mundo, desafiando la posibilidad del error. Y no da lo mismo decir cualquier cosa sobre el mundo: pueden decirse muchas cosas pero no todas. Pueden interpretarse muchas lecturas, pero no aquellas que caprichosamente se designen como válidas simplemente por arbitrarias o por "originales".

 

2) Más allá de las luchas por la dominación (la centralidad y la marginalidad) de un campo no totalmente institucionalizado, los procesos comunicativos no pueden ser abordados "por fuera" de la teoría social. Y no puede ajenizarse simplemente porque sus problemas son comunes: la realidad (sí, la realidad) social. Sus apuestas se orientan a decir algo sobre las relaciones, las instituciones, las significaciones y las prácticas sociales. En tanto ciencia –con pretensión de interpretar, describir o explicar "cosas que pasan", cosas que están parcial o totalmente por fuera de la cabeza de quienes nominan la realidad-- buscan, como afirmara Gertz "decir algo sobre algo". Esto implica la producción de un discurso que se ubica epistemológicamente en un lugar diferente de la especulación narrativizada. Y esto no habla mal de las disciplinas que basan sus discursos en esas especulaciones: las diferencias no siempre deben ser inferiorizantes o deslegitimadoras aunque puedan ser polémicas. Es verdad que éstas diferencias (de los discursos científicos con los metafísicos, de los ontológicos con los que instituyen el deber ser) no son irreductibles a una lejanía cósmica: los diálogos pueden ser fructíferos si se habla desde lo poco o mucho que se ha asumido como hallazgo, como logro productivo de un saber determinado. No como imposición del gran saber filosófico frente al juego infantil (¿comunicacional?, asumido o interiorizado) de los que buscan pequeñeces en un mundo de grandes respuestas.

La comunicación puede ser conceptualizada o bien como una tecnología (periodística, narrativa) o bien como una disciplina que busca despejar o instituir interpretaciones más o menos adecuadas acerca de situaciones y de conductas existentes por fuera de quienes las mira. De todas formas, en ambos casos, como tecnología comunicacional o como ciencia social, supone un diálogo con "otros" –y no una simple especulación narcisista-- que practican o se disponen a conformar lo "real" de maneras diversas; gente, en fin, que vive vidas que desconocemos cómo se viven, que construye "sentidos comunes" y comunicaciones diversas a las nuestras, que se hayan insertos en posiciones objetivas en relación a otras posiciones, en fin, que no están a priori en nuestro muestrario de conocimientos. Formas de vida y relaciones sociales que ninguna especulación puede captar salvo al costo de trazos muy gruesos e iniciales. Para decirlo de otra manera, si los estudios comunicativos se posicionan únicamente en el lugar de las especulaciones morales, los posicionamientos ético-políticos o los teoricismos supra-empíricos, sus ámbitos de referencia habrá que buscarlos en la filosofía social y/o política y no en la teoría social. Y esto no se convierte sólo en un problema que se exprese en qué tipos de textos leer, cuál es la forma de hacer investigación o cuáles son los autores sagrados de cada una de las disciplinas. Su importancia radica justamente en acceder al desafío de aquello que los "posicionamientos morales" reivindican como valor supremo: la crítica y/o el cambio social: la crítica de lo real no puede ser la crítica de la especulación de lo real; debe ser el resultado de un ajuste (y desafío) de lo real existente (aunque resulte difícil y esquiva su aprensión). La existencia de la reflexividad social remite a que hay un "espejo", hay otro, sea este un otro que ejerce la reflexividad o una distribución de posiciones sociales dentro de un espacio social. Para decirlo más fácil: no alcanza con las frases hechas del "sentido común crítico" (saber dóxico, opinión caprichosa, fraseología de barricada con impostura purificadora, liberación de culpas inexistentes); las relaciones sociales parecen ser más complejas e intrincadas que los juicios autosuficientes de quienes disponen de soluciones eficientes para todas las épocas y sociedades.

 

Discutir el enfoque de los estudios comunicativos implica decisiones epistemológicas acerca de "desde dónde" pensar lo social. Si desde la especulación de una "inteligentzia" que esta preparada para develar desde su "capacidad intelectual" el derrotero de la realidad social. O si lo conveniente es preguntar, interpelar, observar, recabar información, en fin, aceptar que lo interpretable no está nunca completamente desde el en quien la persigue inicio (ni siquiera a veces al final). Para decirlo más crudamente: las reflexiones sobre lo social de los postulados que parten por el "deber ser" ético o filosófico no necesitan ninguna información extra; está todo en los textos o en la intuición de sus cultores. No es la imaginación sugerida por Wright Mills que interpela lo real como atajo "para decir algo sobre el mundo". Es un discurso cuya única justificación es lógica o de fundamento. La interpretación del mundo, no deja en ninguna circunstancia de ser "especulativa", es decir, de ser el producto de la "mirada". Sólo que la mirada puede dirigirse al ombligo, al enciclopedismo libresco o, más humildemente, al mundo; a los otros. Los estudios de la comunicación, si pretenden conocer algo de los procesos comunicativos, no pueden estar hegemonizados por al filosofía social. No porque ésta no genere "saberes" ni porque suponga conocimientos "inferiorizables", sino porque las ciencias sociales tienen pretensiones ontológicas. Y esta aspiración no está necesariamente justificada en una ilusión de neutralidad –ningún investigador ni ningún discurso científico pueden ser ahistórico ni carente de politicidad— sino que se funda en la búsqueda desesperada por el conocimiento de las complejidades de la conducta social.

 

  1. La comunicación tiene objetos (problemas) específicos. Algunos de esos problemas específicos, en nuestro país (por tradición de abordaje, por lugares vacíos de interpelación, no por "correspondencioa o repartija esencialista de objetos) se vinculan a la comunicación directa, la comunicación mediada y la producción, reproducción y transformación de representaciones del mundo.

 

Si bien toda práctica social y toda simbolización supone un elemento comunicativo, no todo es comunicación, de la misma manera que en relación a la conducta social no todo es cultura o no todo es economía. El hegemonismo disciplinario (y científico) ya ha sido repetidamente sugerido y puesto en evidencia. El problema radica en confundir los planos: buscar una afirmación de un campo disciplinario –como estrategia, por ejemplo, de competitividad laboral-- no puede hacerse a costa de infantiles autosuficiencias elusivas de problemas epistemológicos. Suponer que todo lo comunicativo puede estudiarse desde los textos sagrados de la comunicación (o lo social desde los textos sagrados de la sociología, o lo político desde sus escritos iniciáticos) es aceptar una condena a la inferioridad científica por plantarse, por despecho, por fuera de la teoría social.

 

4) La orientación de la comunicación a la profundización e interpretación de lo simbólico tanto en la emisión como en la recepción desvirtúa su búsqueda cuando dedica se dedica obsesivamente a una exégesis hermenéutica ad infinitum, olvidándose el efecto social de las significaciones más profanas –pero más efectivas-- ligadas a la vida cotidiana y a la construcción de representaciones dominantes o desestandarizadas.

 

  1. Las mediaciones implicadas en el hecho comunicativo no son sólo las culturales como lo tienden a sostener las visiones subjetivistas (actualmente las más seductoras del sentido común social, y especialmente de aquellos que se vinculan inicialmente con los estudios de comunicación, y por ende las más obstaculizantes). La mirada económica, política, institucional, y las dimensiones tecnológicas, de género, etaria, grupales e incluso de trayectorias biográficas –depende del objeto-- son algunas de las dimensiones que se hacen presentes en los hechos comunicativos.
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  3. La histórica querella del método ha devenido en una especificación de las limitaciones de las metodología de investigación social. Pero también ha sido utilizada para convocar a un vacío del "todo vale": la correcta crítica de la tecnificación de las metodologías, sustentada en la aseveración de que el punto de vista crea al objeto y que por lo tanto las herramientas deben ser subsidiarias de la problematización y no al revés, han dejado dos alternativas de procedimiento. Por un lado la "vigilancia" del método o, lo que es lo mismo, la supeditación de éste a las necesidades de la construcción del objeto. Por el otro, el antedicho "vacío" o la defenestración/subestimación de las técnicas, en forma acrítica y caprichosa. Conclusión: cualquier técnica "sirve" para relevar el mundo y , por ejemplo, con una entrevista se puede aprehender la totalidad de las significaciones (¡y las prácticas!) existentes. En ocasiones, el desprecio de la tecnificación social lleva, curiosamente, no a desestimar las técnicas sino a usarlas arbitrariamente, pidiéndoles a éstas mucho más de lo que pueden dar: utilizar una entrevista (o dos, o tres, o cinco) a jóvenes, para apostrofar cómo es que piensa la juventud es lo mismo que preguntarle a diez personas que nos rodean acerca de cuál es su voto, y suponer que este dato puedo "imponérselo" a un colectivo.
  4. El hecho de que las "significaciones" –entendidas únicamente como el resultado de valoraciones o normativas internalizadas y no como el resultado de prácticas, intercambios o experiencias "materiales"— aparezcan como el objetivo casi central (y en ocasiones único) de los relevamientos acerca de lo comunicativo, tiene indudables analogías con el antedicho mareo metodológico: al estar rodeados de significaciones alcanza con su conteo o con su exposición. No importa cómo éstas significaciones se entrecruzan o cómo estas "funcionan" socialmente. Al partirse de la casi inexistencia de lo social –por su "estallido", al decir de Baudrillard— alcanza con "mostrar" algunas de sus múltiples e inclasificables formas de lo simbólico: si no podemos totalizar lo irreductible del caos social, por lo menos puedo limitarme a exhibir la variedad de las significaciones aparentes y rápidamente cambiantes del ya inabarcable mundo de lo real. Quizás la ilusión del fin de lo social ha llegado demasiado lejos y se haya instaurado peligrosamente en los estudios de comunicación.
  5. Las representaciones del mundo que implican aspectos y dimensiones comunicativas provienen de estructuraciones teóricas diferentes e incluso antagónicas. En muchos estudios de comunicación, producto del imperio de un sentido común holgazán e hibridacional (por no decir confuso y autocontradictorio), todos los términos asumen el mismo papel. Así, aparecen como intercambiables categorías que nominan posicionamientos irreconciliables: por ejemplo, cuando se hablan de significaciones pareciera que es lo mismo nominar términos como simbolización, imaginarios, concepciones del mundo, ideologías, discursos o culturas.
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  7. La comunicación como proceso no puede ser descripto como una relación "vincular" en el que la simetría es la norma. La comunicación supone posiciones (no pluralidades horizontales) desde donde se habla al mundo. Y éstas posiciones no son homogéneas ni intercambiables; implican espacios sociales diferenciados, lugares de poder asimétricos con lógicas específicas, hegemonías y marginalidades. Describir la comunicación con un sesgo pedagógico expresado en el "derecho a hablar", la difusión de la voces plurales y/o la "decisión" de la opinión pública supone una ingenuidad pasmosa: los diálogos no suelen ser entre pares y el escurridizo "poder" se hace presente en la totalidad e los intercambios comunicativos que se postulan como paritarios: en ocasiones la palabra de uno genera el silencio de otro; en otras oportunidades el grito de uno es la disposición de una condena previa. Pero en todas esas ocasiones la comunicación es una relación social cargada con las mismas correlaciones de fuerzas que se suponen presentes en toda relación social.

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