|
Sobre
la manipulación genética de los alimentos:
más vale prevenir que curar
La
Mano Invisible
presenta un artículo de Ecologistas en Acción
Este texto
expone brevemente las razones por las que diferentes sectores de la sociedad
(científicos, consumidores, ecologistas, sindicalistas, agricultores...)
creemos que los alimentos obtenidos por manipulación genética hoy por
hoy están muy lejos de ser seguros.
Alimentos obtenidos por manipulación genética son:
- (A) los
organismos que se pueden utilizar como alimento y que han sido sometidos
a ingeniería genética (por ejemplo, plantas manipuladas genéticamente
que se cosechan),
- (B) alimentos
que contienen un ingrediente o aditivo derivado de un organismo sometido
a ingeniería genética, o
- (C) alimentos
que se han producido utilizando un producto auxiliar para el procesamiento
(por ejemplo, enzimas) creado por medio de la ingeniería genética. Aunque
sea menos preciso, resulta habitual referirse a este tipo de sustancias
como alimentos transgénicos o alimentos recombinantes.
Para la introducción de genes foráneos en la planta o en el animal comestibles
es necesario utilizar como herramienta lo que en ingeniería genética se
llama un vector de transformación: "parásitos genéticos" como plásmidos
y virus, a menudo inductores de tumores y otras enfermedades como sarcomas,
leucemias... Aunque normalmente estos vectores se "mutilan" en el laboratorio
para eliminar sus propiedades patógenas, se ha descrito la habilidad de
estos vectores mutilados para reactivarse, pudiendo generar nuevos patógenos.
Además, estos vectores llevan genes marcadores que confieren resistencia
a antibióticos como la kanamicina (gen presente en el tomate transgénico
de Calgene) o la ampicilina (gen presente en el maíz transgénico de Novartis),
resistencias que se pueden incorporar a las poblaciones bacterianas (de
nuestros intestinos, del agua o del suelo). La aparición de más cepas
bacterianas patógenas resistentes a antibióticos (un problema sobre el
que la OMS no deja de alertar en los últimos años) constituye un peligro
para la salud pública imposible de ignorar o minimizar.
Vacío
de conocimiento
Si bien la ingeniería genética es una herramienta potentísima para la
manipulación de los genes, actualmente existe un gran vacío de conocimiento
sobre el funcionamiento genético de la planta o animal que se va a manipular.
¿Qué genes se activan y se desactivan a lo largo del ciclo vital de una
determinada variedad de planta, cómo y porqué lo hacen? ¿Cómo influye
el nuevo gen introducido en el funcionamiento del resto del genoma de
la planta? ¿Cómo altera el entorno el encendido o el apagado de los genes
de la planta cultivada? Actualmente, todas estas preguntas se encuentran,
en gran medida, sin respuesta. La introducción de genes nuevos en el genoma
de la planta o del animal manipulado provoca alteraciones impredecibles
de su funcionamiento genético y de su metabolismo celular, y esto puede
acarrear: i) la producción de proteínas extrañas causantes de procesos
alérgicos en los consumidores (estudios sobre la soja transgénica de Pioneer
demostraron que provocaba reacciones alérgicas, no encontradas en la soja
no manipulada); ii) la producción de sustancias tóxicas que no están presentes
en el alimento no manipulado (en EE.UU, la ingestión del aminoácido triptófano,
producido por una bacteria modificada genéticamente, dio como resultado
27 personas muertas y mas de 1500 afectados); y iii) alteraciones de las
propiedades nutritivas (proporción de azúcares, grasas, proteínas, vitaminas...).
Hay suficientes peligros reales como para afirmar que estos alimentos no
son seguros. Hoy por hoy, la comercialización de alimentos transgénicos
es un acto irresponsable que nos convierte a los consumidores en cobayas
humanos. Las multinacionales agroquímicas (que desean que para el 2010 haya
componentes transgénicos en un 60-70% de los productos comercializados)
se prometen grandes beneficios económicos, pero el riesgo lo ponemos nosotros
y el medio ambiente. Las tristes experiencias pasadas con biocidas como
el DDT -que se difundieron masivamente en su día, promocionándolos con promesas
parecidas a las que ahora se emplean en relación con las biotecnologías,
y hoy están prohibidos debido a los gravísimos problemas ambientales y sanitarios
causados- aconsejan una prudencia extrema, aplicando la sabiduría contenida
en el dicho "más vale prevenir que curar".
Peligros para el medio ambiente
Además de los riesgos sanitarios, los peligros para el medio ambiente
son incluso más preocupantes. La extensión de cultivos transgénicos pone
en peligro la biodiversidad del planeta, potencia la erosión y la contaminación
genética, y potencia el uso de herbicidas (un importante foco de contaminación
de las aguas y de los suelos de cultivo). Según un informe de la OCDE,
el 66% de las experimentaciones de campo con cultivos transgénicos que
se realizaron en años recientes estuvieron encaminadas a la creación de
plantas resistentes a herbicidas. Tal es el caso de la soja transgénica
de Monsanto, resistente al herbicida Roundup, que produce la misma multinacional.
La Agencia de Medio Ambiente de EE.UU (US EPA) considera que este herbicida
de amplio espectro es el responsable de poner al borde de la extinción
una gran variedad de especies vegetales de EE.UU.; también se le considera
uno de los herbicidas mas tóxicos para microorganismos del suelo como
hongos, actinomicetos y levaduras. Otra de las preocupaciones fundadas
acerca de los cultivos transgénicos es el posible escape de los genes
transferidos hacia poblaciones de plantas silvestres relacionadas con
estos cultivos, mediante el flujo de polen: ya ha sido bien documentada
la existencia de numerosas hibridaciones entre casi todos los cultivos
transgénicos y sus parientes silvestres. La introducción de plantas transgénicas
resistentes a plaguicidas y herbicidas en los campos de cultivo conlleva
un elevado riesgo de que estos genes de resistencia pasen, por polinización
cruzada, a malas hierbas silvestres emparentadas, creándose así "super
malas hierbas" capaces de causar graves daños en cultivos y ecosistemas
naturales. A su vez, estas plantas transgénicas, con características nuevas,
pueden desplazar a especies autóctonas de sus nichos ecológicos. La liberación
de organismos modificados genéticamente al medio ambiente tiene consecuencias
a menudo imprevisibles e incontrolables pues una vez liberados (el animal
o la planta) al medio ambiente, estos se reproducen y se dispersan por
su habitat, sin que podamos hacer ya nada para controlarlos. Por no poner
sino un último ejemplo: se ha documentado ya cómo plantas manipuladas
genéticamente con genes virales para inducir resistencia a los virus originaban
en poco tiempo, por recombinación, nuevas cepas virales más activas.
En Europa el debate está abierto. En diciembre de 1996 llegó a Barcelona
el primer cargamento de soja transgénica procedente de EE.UU, entre las
protestas de los grupos ecologistas. Encuestas realizadas en numerosos
países han revelado un rechazo generalizado al consumo de alimentos transgénicos
por parte de la población. Las autoridades de la UE están sufriendo una
enorme presión por parte del gobierno de EE.UU y de las multinacionales
agroquímicas para conseguir una legislación laxa que no ponga ningún tipo
de restricción a los cultivos y a los alimentos transgénicos. Se intenta
que países como Luxemburgo, Italia y Austria, que habían prohibido el
maíz transgénico de Novartis, vuelvan atrás sobre su decisión. Los vegetales
transgénicos se comercializan mezclados con los normales, y además las
compañías se niegan al etiquetado distintivo, con lo que el ciudadano
o ciudadana se encuentra totalmente indefenso y sin posibilidad de elección.
El interés crematístico y monopolístico de las multinacionales agroquímicas
no es el mejor seguro para nuestra seguridad alimentaria, nuestra salud
ni la habitabilidad de la biosfera.
Por
un debate real
A menudo se evoca la necesidad de promover un amplio debate social acerca
de los alimentos manipulados geneticamente. Es un propósito loable que
compartimos desde el movimiento ecologista; pero se convierte en una sangrante
tomadura de pelo si ya se han adoptado --sin participación democrática--
las decisiones que introducen estos alimentos en nuestros mercados, nuestras
cocinas y nuestros estómagos. Y precisamente eso es lo que está sucediendo
hoy. Venga el debate serio, profundo, riguroso, sin prisas, y al final
del debate voten en referéndum todos los ciudadanos y ciudadanas (...):
pero pospónganse hasta entonces las decisiones, o se estará aplicando
con cinismo la violencia de los hechos consumados. Si no se acepta que
el debate sobre las opciones tecnológicas debe preceder a la implantación
de las tecnologías, paso que en las sociedades industriales modernas y
para tecnologías como las que están en discusión es luego prácticamente
irreversible, no se está obrando de buena fe. Y demasiadas grandes opciones
tecnológicas ya han mostrado, en el pasado reciente, su potencial de catástrofe
como para permitirnos ninguna ingenuidad a este respecto: bastará seguramente
con evocar las tecnologías de generación nuclear de electricidad o la
agricultura espurreadora de biocidas. La OMS acaba de poner en marcha
una investigación internacional para estudiar la relación entre la utilización
de teléfonos móviles y el aumento de los tumores cerebrales, pero -otra
vez- la investigación y el debate se hacen cuando ya se han tomado opciones
tecnológicas irreversibles (o casi). Sería deseable que, al menos por
una vez, en el caso de los alimentos manipulados genéticamente las autoridades
de España y de la UE obraran de verdad de acuerdo con el principio de
precaución para que no pueda ocurrir ninguna nueva crisis de las "vacas
locas" ni ningún Chernobil biotecnológico. No lo decimos animados por
ninguna intención anticientífica, sino exactamente al contrario: queremos
más ciencia --pero también mejor ciencia, ciencia con conciencia que no
puede ser sino ciencia con prudencia... y sobre todo más democracia, también
para decidir sobre las políticas científicas y tecnológicas.
Un
artículo de Ecologistas en
Acción
[Subir]
|
Cuando vas al super vuelves con transgénicos.
En tu casa te los comes. Nadie sabe qué efecto te harán.
|