Necesarias diferencias
por Marcela Tarallo
de Campero y Gabriel Campero
La sexualidad humana es un conjunto de formas anatómicas, fisiológicas
y sicológicas que determinan las diferencias entre el hombre y la
mujer. Desde el punto de vista fisiológico “somático” esto
es claro:
Hombre:
-
energía y actividad
-
solidez
-
fortaleza muscular
-
más consistencia ósea
-
rostro más cortado
-
voz grave
-
movimientos torpes
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paso fuerte.
Mujer:
-
suavidad
-
delicadeza en movimientos y en el
cuerpo
-
ternura
-
rostro gracioso
-
voz suave
-
caminar modelado
-
piel suave
-
acogedora y receptiva.
Debemos tener en cuenta que sicológicamente puede haber una coparticipación
de rasgos.
Sexualidad no se limita a organicidad, sino que hay una profunda relación
con la personalidad y es un fuerte estímulo que nos abre a
los demás. Fundado en la sexualidad surge el erotismo, que nos lleva
al encuentro con el otro por una fuerza de atracción, siendo una
apertura del YO al TÚ orientado al amor recíproco. Pero erotismo
no es pornografía, que es la degradación de las formas y
los mecanismos de la sexualidad humana a un nivel animal.
El amor existe cuando lo erótico coincida con el afecto y el deseo
de donación mutua, más allá del placer sexual o intereses
socioeconómicos. Puede haber erotismo sin amor (sólo goce)
pero no hay amor sin erotismo.
Para lograr la maduración de ese amor es necesario pasar por varios
pasos que brinda el noviazgo:
Enamoramiento:
-
la forma más intensa de sentir
al otro
-
fantasía e idealismo
-
príncipe azul, siempre soñado
está todo bien
-
sentimientos extremos (y desilusión
extrema).
Consolidación:
-
se impone la realidad
-
se ama por lo que el otro es
-
se reconocen limitaciones en darse
al otro
-
constante construcción
-
con picos muy buenos y muy malos,
crisis
-
es dar y demandar
-
muere si no se alimenta.
Profundización:
-
se comprende que nuestra sexualidad
se orienta a la fecundidad y la comunicación
-
la unión se sublima con el
plan Divino
-
matrimonio.
Así, el noviazgo es un período de decidida orientación
al amor conyugal, un período en el que se construye y crece en los
dos sexos la voluntad de pertenecerse de una manera total y definitiva,
de acogida recíproca, paciencia y confianza. Desde el punto de vista
cristiano, es ya en sí un signo de gracia.
El noviazgo no se reduce a ser amado, no busca a la persona ideal.
El noviazgo exige el cuidado del otro, la responsabilidad, el respeto y
el conocimiento mutuo.
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Jóvenes de Acción
Católica Argentina
Arquidócesis de Rosario
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