Presagios funestos


De paso que el mundo azteca alcanzaba la plenitud de su desarrollo, ciertos rumores y presagios empezaron a alterar el ánimo de Motecuhzoma y, a la postre, también la tranquilidad de cuantos vivían en Tenochtitlan. Un primer hecho fue la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, que con tres naves había partido de Cuba en febrero de 1517 y llegado a las costas de Yucatán; después, a las de Campeche y hasta Potonchán, no muy lejos de lo que hoy se conoce como el puerto de Frontera, en Tabasco. Los extraños forasteros habían combatido contra los indígenas en Potonchán. Mas de una noticia acerca del caso debió de llegar a oídos de Motecuhzoma.

 

En abril de 1518, un año mas tarde, cuatro navíos a las ordenes de Juan de Grijalva, procedente también de Cuba, habían alcanzado la isla de Cozumel. Luego, tras seguir costeando, arribarían a la laguna de Términos y al río de Tabasco, para desembarcar después en la isla de Sacrificios, frente a la actual Veracruz. Los expedicionarios hispanos establecieron esta vez un contacta directo con los indígenas vasallos del gran señor de Tenochtitlan. Los informes recibidos por el soberano mexica no dejan lugar a dudas: gente nunca vista antes, que venia a bordo de casas del agua, grandes como montañas, y que empeñosamente se afanaba por conocer el país y tal vez por penetrar en él.

 

Motecuhzoma, profundamente versado en las doctrinas y tradiciones de los tiempos toltecas, comenzó a hacer publica su preocupación, ansioso por conocer cualquier posible indicio de la voluntad de los dioses. De e se ha dicho con frecuencia que era propenso a la incertidumbre y las supersticiones. Los libros de pinturas y los textos indígenas insisten en su honda religiosidad y describen la inquietud y las dudas a las que necesariamente tuvo que dar cabida el señor de Tenochtitlan.

 

Historia y leyenda parecen aunarse cuando se alude a que Motecuhzoma afirmo haber observado varios portentos o presagios. Algunos de estos fueron también percibidos por el pueblo. Apareció en la ciudad una espiga como de fuego, como aurora al rojo vivo punzando al cielo. Se veía por la noche y dejaba de manifestarse cuando la hacia huir el sol. En una ocasión ardió el templo de Huitzilopochtli. La gente del pueblo fue testigo de que cayo sobre el santuario de Xiuhtecuhtli una especie de rayo, aunque sin trueno. Pudo observarse también un cometa y hervir el agua del lago. Se escucharon las voces de la diosa Cihuacóatl, que por las noches lloraba.

 

La diosa decía:

"¡Hijitos míos, ya tenemos que irnos lejos!".

Y a veces añadía:

"Hijitos míos, ¿adonde habré de llevaros?".

 

Pero únicamente Motecuhzoma contemplo en su "casa de lo negro", lugar donde se encerraba para orar y meditar, cierto pájaro ceniciento que le llevaron quienes lo atraparon en la laguna. En la molleja del pájaro había un espejo. Motecuhzoma lo miro y descubrió allí el cielo estrellado. Lo contemplo por segunda vez y percibió en los grupos de seres humanos que marchaban apresuradamente y dándose empellones. Venían sobre animales similares a venados. El señor mexica consulto a los sabios y conocedores de las cosas ocultas. Examinaron estos el espejo, pero nada vieron en él.

 

Los textos indígenas refieren también como llegaron a Motecuhzoma noticias de la aparición de los forasteros blancos por las costas del Oriente, venidos, según se decía, de mas allá de las aguas inmensas. De nuevo Motecuhzoma consulto a los sacerdotes y a los sabios. Hizo venir a algunos desde tierras lejanas, como Yohualichan y Mitla, en Oaxaca. Se pregunto e incluso se insinuaría si no eran Quetzalcoatl y los dioses que habían regresado.

 

Lo que ocurriera a partir de entonces es asunto que habremos de estudiar en detalle al ocuparnos de la confrontación de dos mundos con culturas diferentes: el indígena de Mesoamérica y el hispano. Poco será, en consecuencia, lo que aquí podamos añadir. Las crónicas indígenas hablan extensamente de las idas y venidas de los mensajeros que envió Motecuhzoma al encuentro de los hombres de Castilla. Relatan también su afán por impedir que se acercaran a México-Tenochtitlan. El soberano por todos temido, el hombre sagaz, verdadero sabio en asuntos políticos, se afligió entonces mas allá de lo previsible.

 

Un texto nos dice que "estaba dispuesto a huir y anhelaba esconderse de la presencia de aquellos extranjeros, que tal vez serian los dioses que regresaban. Pero al fin no pudo ocultarse. Domino su corazón, quiso ver y admirar lo que tenia que suceder". Recibió a los hombres de Castilla como huéspedes en su ciudad. Al encontrarse con Hernán Cortes, el retorno de Quetzalcóatl parecía hacerse verdad. Los testimonios en lengua nahuatl, y asimismo aquellos que nos dejaron los cronistas hispanos, hacen posible el estudio de los acontecimientos que entonces se sucedieron. Y cabe añadir que, justamente en crónicas como la de Bernal Díaz del Castillo y asimismo las celebres Cartas de relación de Cortes, hay paginas donde se refleja lo que era el esplendor de México-Tenochtitlan y de ese mundo hasta entonces desconocido. Sin exageración puede decirse que los capítulos que consagro Bernal a describir la metrópoli mexica constituyen algo así como una guía para el visitante de la Tenochtitlan prehispanica, urbe que antes de dos anos será arrasada por completo.

 

Alojados los hombres de Castilla en los palacios de la ciudad, acabaron por percatarse de la grandeza y del poderío mexica. Pero, como apreciaremos mas adelante al inquirir sobre sus causas y efectos, la permanencia de los hispanos en México-Tenochtitlan se interrumpió violentamente debido al ataque perpetrado a traición por Pedro de Alvarado en ausencia de Cortes. Motecuhzoma fue hecho prisionero de quienes había hospedado. Durante la gran fiesta de Texcatl, celebrada en fecha cercana a la Pascua de Resurrección del año 1520, tuvo lugar la que se conoce como matanza del templo mayor. Hernán Cortes, de regreso ya a la ciudad, comprendió que seria necesario sacar cuanto antes de ella a su gente. El soberano mexica, forzado por el conquistador, hablo a su pueblo tratando de pacificarlo. Nos cuentan algunos cronistas que los mexicas le lanzaron piedras y que murrio a consecuencia de ello. Otros afirman que le dieron muerte los españoles.

 

El dramático fin de Motecuhzoma vino a ser la nueva forma del presagio: pronto la nación azteca también habría de sucumbir. El gobernante que había consolidado mejor que nadie el poderío del pueblo del Sol no alcanzó a comprender la significación de hombres y realidades de un origen tan distinto, que de pronto se habían hecho presentes en la tierra de Anahuac.

 

En el enfrentamiento de culturas y fuerzas desiguales, el universo de los símbolos indígenas, con su preciosa carga de pensamiento mágico, quedo desgarrado para siempre. Grandeza trágica de Motecuhzoma fue permanecer hasta lo úItimo aferrado a sus creencias como si en sí mismo pudiera salvar, al menos, la verdad de un mundo inexorablemente destinado a dejar de existir.


Última modificación: 22/Abril/1997

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