Trabajar con emociones

Ledy Fernández E.

(Texto de apoyo para dictar una conferencia sobre Inteligencia Emocional aplicada a las actividades laborales)

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Introducción:

Como seres humanos, llegamos a este mundo con un cargamento de cosas. Unas son de carácter físico y otras de carácter psíquico. No están desvinculadas unas de las otras porque somos un conjunto integrado e indivisible, el cual recibirá estimulación de su medio ambiente y al combinar todos estos elementos, desarrollaremos una personalidad, una individualidad.

El temperamento es de origen genético y eso ya ha sido comprobado reiteradamente por los científicos: heredamos de nuestros progenitores ciertas características mentales como la aptitud para la música o la escritura, el nivel de inteligencia, la tendencia a ser introvertidos o extrovertidos, melancólicos o alegres, depresivos u obsesivos, optimistas o pesimistas, etc.

La educación recibida en el hogar, la escuela y luego nuestra vinculación con el entorno social y laboral, refuerzan o inhiben algunas de estas variables, para finalmente convertirnos en seres humanos diferentes.

Además, somos proclives a experimentar sentimientos, manifestados en conductas (producto del aprendizaje o no), las cuales no son más que la combinación de reacciones que se producen en nuestro cerebro, donde se encuentran LA RAZÓN y LA EMOCIÓN. Así, nos reímos o lloramos ante una situación que nos provoca felicidad, temblamos, golpeamos o nos paralizamos ante otra que nos produce miedo, se nos doblan las rodillas o nos llegan las mariposas al estómago cuando vemos al chico o la chica ideal.

Durante cada minuto de nuestra vida estamos "sintiendo" algo, aún en aquellos momentos cuando parecieran ser el raciocinio o los reflejos mecánicos los que están trabajando, al hacer, por ejemplo una tarea tan simple como sacarle punta a un lápiz. Esa acción o conducta puede estar contagiada con una emoción: alegría porque estamos concluyendo una tarea, rabia porque alguien no muy querido o respetado nos la ordenó, ansiedad porque nuestro agresivo y mandón jefe nos dará un "regaño" si no lo hacemos pronto y a su gusto, y así podríamos enumerar otros sentimientos experimentados en momentos así.

Con este sencillo ejemplo, sólo queremos acercarnos a una primera conclusión: nada de lo que hacemos está exento de venir acompañado de una emoción. Lo que normalmente sucede es que no nos hacemos conscientes de ello y la consecuencia puede ser que, mientras sacamos punta al lápiz, un compañero de trabajo se acerque y, si la acción está impregnada de rabia, le demos una mala respuesta ante la pregunta más cortés, o simplemente no contestemos porque la angustia que sentimos nos "ensordece".

Situaciones como éstas las hemos vivido y las seguiremos viviendo en todos los aspectos de nuestra vida, y podríamos identificar muchos ejemplos más si nos dedicáramos a la evocación por sólo un minuto. Con ello queremos significar que en nuestras vidas las emociones siempre están presentes. Tanto en la vida familiar, en la relación con nuestros padres, hermanos, hijos, en nuestra vida de pareja, en nuestras relaciones con vecinos y amigos, y también en el ambiente de trabajo.

Ustedes se preguntarán para qué ha venido una persona a hablarles de estas cosas hoy, y por qué habrán de dedicar 45 minutos de su tiempo a escucharla. Pues bien, la idea es ofrecerles un poco más de información sobre un tema que anda por los corredores del conocimiento psicológico desde hace algún tiempo y al que en la actualidad se le está dando gran importancia en el ámbito laboral, particularmente porque se ha llegado a la conclusión de que aquella famosa prédica de "desconectarse de los problemas familiares para ir al trabajo y hacer lo mismo cuando se llega a casa" es una gran falsedad, y que esa otra de "desprenderse de los sentimientos y las emociones cuando trabajas" es otra más grande todavía. Por tales razones hay que tratar de conocernos un poco mejor y manejar adecuadamente nuestras emociones para mejorar nuestras relaciones con el entorno CUALQUIERA QUE ESTE SEA.

Es ese uno de los objetivos que pretendemos satisfacer hoy: hablarles sobre un tema de sumo interés para nuestra VIDA, conversar con ustedes sobre un tipo de Inteligencia, bautizada por los expertos con el nombre de Inteligencia Emocional.

Hasta no hace muchos años, se consideraba que un factor determinante para predecir el éxito profesional de una persona era su Coeficiente Intelectual, es decir el alto o bajo nivel que tuviese para razonar numérica, verbal y lógicamente. Esa variable era de suma importancia para garantizar el progreso académico y de allí se presumía que saldría un profesional brillante y con todas las armas para ser un triunfador. Pero se ha demostrado, y ustedes mismos han sido testigos frecuentes de esa realidad, que un alto CI no es la única llave del éxito.

Personas muy inteligentes fracasan día a día por diversas razones, pero una de ellas es porque no son capaces de conocerse a sí mismos, de manejar adecuadamente sus relaciones con los demás, de controlar sus emociones. Podemos encontrar gente brillante pero con escasa autoestima, o por el contrario con un exceso de amor propio que lo hace soberbio y agresivo con el resto de las personas, y entre estos dos posibles extremos observaremos una gama de estilos de conducta, cuyos resultados son, con demasiada frecuencia, la existencia de muchos individuos con grandes traumas y desequilibrios, es decir, gente muy infeliz.

Es así como las ciencias de la conducta se han dedicado desde hace más de 20 años a investigar que otras características del ser humano lo ayudan a estar más satisfechos consigo mismos, aún cuando no tienen una mención Cum Laude en su haber, no han escalado el Everest, o no son los ejemplos típicos que está sociedad considera EXITOSOS y TRIUNFADORES. Y esta es una de las respuestas a esa complicada pregunta.

¿Qué son las emociones?

Existen muchas definiciones de las emociones. Unos autores, más orientados hacia la biología pura, las definen como estados biológicos o reacciones electro-químicas que se producen en nuestro cerebro. La mayoría de los psicólogos las pueden definir como experiencias conscientes. Y hay otros que se deciden por una combinación de ambas corrientes, es decir como una respuesta asociada del sistema nervioso, pues la emoción ocurre cuando hay ciertos estados biológicos, cognitivos y racionales que ocurren simultáneamente.

Daniel Goleman, psicólogo que ha puesto el tema en la palestra con su best-seller La Inteligencia Emocional, afirma que se refiere a la emoción cuando habla de un sentimiento y sus pensamientos característicos, o de estados psicológicos y biológicos, o de una variedad de tendencias a actuar.

Las emociones operan en muchos niveles, es decir que son una mezcla de reacciones físicas y psicológicas. En todo caso, son el motor de las conductas del individuo, y producen una serie de respuestas, producto de la percepción que tiene el individuo de la situación que está viviendo.

Se les ha dado diferentes nombres, se relacionan con distintas manifestaciones corporales, y se ha determinado que la parte del cerebro donde ellas se procesan se llama amígdala y está ubicada cerca al bulbo raquídeo, lugar donde se concentran nuestros impulsos, instintos y reflejos. Quizás es por eso que nuestras emociones tengan casi siempre una reacción física determinada: la ansiedad produce sudoración; el temor, enrojecimiento, temblores, deseos de gritar; el disgusto, movimientos físicos de alejamiento y rechazo, etc. También tiene mucha conección con el lóbulo prefrontal, lo cual podría explicar, sin penetrar muy profundamente en el tema, por qué a las personas a quienes se les practica la lobotomía, pierden su carga emocional y sus recuerdos emotivos.

Nuestra idea no es darles una clase de biología, así que prosigamos con la el tema de las emociones y su influencia en nuestra vida cotidiana, y la forma como pueden ayudarnos a actuar de una manera más satisfactoria para nosotros mismos y para nuestros semejantes.

¿Cuáles son las principales emociones?

Debido a la gran cantidad de emociones que identificamos, los estudiosos han tratado de filtrar un poco la información y lograr una clasificación más simple y básica de las mismas. Los psicólogos norteamericanos las denominan "core emotions", algo así como emociones nucleares, básicas o fundamentales. Y se han dado muchas clasificaciones en este sentido. Veamos algunas de ellas:

Ekman y Friesen han identificado seis emociones, las cuales se evidencian en casi todas las culturas: felicidad, tristeza, sorpresa, disgusto, rabia y miedo. La combinación de estas emociones básicas producen un sin fin de emociones secundarias.

Por su parte, Eric Jensen, enumera seis emociones básicas: Rabia, tristeza, disgusto, sorpresa, alegría y miedo.

Anabel Jensen considera que hay tres emociones principales: éxtasis, terror y desesperación.

Daniel Gil' Adi, considera también seis emociones y las enumera así: Ansiedad, miedo, rabia, tristeza, amor y felicidad.

Goleman, por su parte, hace referencia a las siguientes: Ira, tristeza, temor, placer, amor, sorpresa, disgusto y vergüenza. Y adicionalmente, señala una serie de otras emociones relacionadas con cada una de ellas.

¿Qué es la Inteligencia Emocional?

Las definiciones a veces pueden ser sumamente complejas o tan sencillas que no logran profundizar y trasmitir lo que se desea decir sobre el tema. Luego de investigar a diferentes autores, haremos uso del concepto de Hendrie Weisinger, quien en su obra La Inteligencia Emocional en el Trabajo, dice que Inteligencia Emocional es "el uso inteligente de las emociones". Es decir que intencionalmente hagamos que nuestras emociones trabajen para nosotros, las usemos para guiar nuestro comportamiento, de forma tal que mejoren los resultados.

Elementos que la conforman

Peter Salovey y John Mayer son los acuñadores de este concepto, y pueden o deben ser considerados los padres de la criatura, identificaron además las cinco capacidades necesarias para adquirir este tipo de inteligencia, las cuales, evidentemente deben desarrollarse en forma sucesiva, es decir, que una capacidad puede dar lugar al desarrollo de la siguiente, y como observaremos, comienzan desde muy adentro de nosotros:

1. Reconocer las propias emociones: Apreciar y dar nombre a las propias emociones es la base de la IE, y en ella se fundamenta la mayoría de las otras cualidades emocionales. Sólo quien sabe cómo se siente y por qué se siente así es capaz de manejar sus emociones, moderarlas y ordenarlas de manera consciente.

2. Saber manejar las propias emociones: Las emociones no se pueden elegir. El miedo, la ira o la tristeza son mecanismos de supervivencia que forman parte de nuestro bagaje psicológico emocional y no podemos desprendernos de ellas. Pero si podemos controlar las reacciones o conductas que se generan como producto de ellas, y ese aprendizaje es un elemento importante para mejorar nuestra Inteligencia Emocional.

3. Utilizar el potencial existente o la automotivación: Es lograr hacer uso de nuestras emociones y canalizarlas en beneficio personal, desarrollando habilidades y destrezas especiales, haciendo uso de ellas de una manera "inteligente" para lograr el éxito. La adquisición de esta habilidad asegura la automotivación.

4. Saber ponerse en el lugar de los demás o hacer empatía: Es desarrollar la habilidad de admitir las emociones de otras personas, escuchar con concentración y ser capaz también de comprender pensamientos y sentimientos que no se hayan expresado verbalmente.

5. Crear y mejorar nuestras relaciones interpersonales: El tener un trato satisfactorio con las demás personas depende de nuestra capacidad de crear y cultivar las relaciones, de reconocer los conflictos y solucionarlos, de encontrar el tono adecuado y de percibir los estados de ánimo del interlocutor.

La IE es entonces el desarrollo de un conjunto de habilidades, es un aprendizaje, es un proceso continúo que no finaliza jamás mientras dure nuestra existencia. Y el hecho de ser un proceso susceptible de ser aprendido es quizás lo más importante, por cuanto no depende exclusivamente de una carga genética que nos da un mayor o menor Coeficiente Intelectual.

¿Para qué sirve?

Como pueden notar, con la sola enumeración de los elementos que conforman la Inteligencia Emocional, la utilidad de esta habilidad en nuestras vidas es inconmensurable. En principio el lograr un mejor conocimiento de nosotros mismos genera niveles de gratificación y tranquilidad enormes, que nos ayudan a enfrentarnos mejor a todas las situaciones de nuestra vida. Particularmente, ayuda a disminuir los niveles de ansiedad interior, cuyos efectos psíquicos y fisiológicos son conocidos (el famoso "stress").

Podría decirse que algo así como la búsqueda del equlibiro interior que nos contacta mejor con el exterior, y nos conduce a estados de satisfacción general.

Las emociones en el ámbito laboral

Como comentábamos al principio de esta charla, ha quedado fehacientemente comprobado que nuestras emociones no se quedan en casa cuando venimos al trabajo, y que las emociones y vivencias experimentadas en el trabajo nos las dejamos aquí para recogerlas al día siguiente u olvidarlas definitivamente.

Vivimos con nuestras emociones y las necesitamos. Una persona incapaz de sentir no es normal, y no digo que no es humana, porque casos como esos se dan en ciertos individuos, pero son simplemente enfermos mentales, gente incompleta. Y nosotros estamos completos, conformamos un todo indivisible que debemos tratar de no destruir, sino más bien de fortalecer.

Y hoy les estoy hablando de una herramienta que puede ayudarlos a fortalecerse en todos los aspectos. Sin embargo, ahora les hablaré de algunas recomendaciones que se nos ofrecen para mejorar nuestra Inteligencia Emocional, o para adquirirla y aplicarla en el ambiente laboral.

Como especialista en Recursos Humanos, siempre he creído que el ser humano debe trabajar, debe hacer algo productivo y satisfactorio para él y para la sociedad a la que pertenece. Esa actividad laboral puede ser remunerada o no, según los cánones de cada sociedad, pero en todo caso, debe dedicar parte de su tiempo a hacer algo.

Pero ese "hacer algo" debe realizarse con placer, con alegría y con amor. Si esos factores fallan la consecuencia irremediable es un trabajador frustrado, huraño, enojado y permanentemente insatisfecho.

En muchas ocasiones, encontramos el trabajo ideal, pero entonces hay factores externos que lo hacen insatisfactorio: el ambiente físico, el grupo de compañeros, el jefe, la carencia de recursos para hacer algo, el tipo de clientes que manejamos, etc.

Pero es seguro que muchos de esos factores pueden ser "percibidos" de otra manera si logramos, primero, identificar las emociones que nos embargan ante esas situaciones específicas, controlamos adecuadamente aquellas que nos producen daño, utilizamos positivamente las agradables y luego tratamos de entender mejor a nuestros colaboradores, compañeros y superiores, mejorando así las relaciones con ellos, motivandonos a mejorar o "suprimir" los factores que nos afectan negativamente.

A continuación, y siguiendo paso a paso los elementos que se han considerado fundamentales para el desarrollo, crecimiento y fortalecimiento de nuestra Inteligencia Emocional, les vamos a ofrecer algunas recomendaciones, muy sencillas que podrán ayudarlos a ser más inteligentes con sus emociones, a trabajar con ellas, haciendo un cotidiano intento por mejorar y sentirnos un poco más satisfechos con nuestras actividades laborales y con el entorno físico y humano que lo caracteriza.

¿Cómo trabajar con nuestras emociones?

Uno de los investigadores dedicados a este tema es el doctor Hendrie Weisinger, psicólogo experimentado en el área clínica, pero también en terapia individual y psicología social, y es experto en el tema de canalización de enfados.

Ha publicado una obra denominada La Inteligencia Emocional en el Trabajo, en la cual nos ofrece un conjunto de técnicas y consejos valiosos para el desarrollo de esta habilidad personal, enfocada muy particularmente a las situaciones que se generan cotidianamente en nuestra vida como trabajadores.

Siguiendo los elementos de la IE, identificados por Salovey y Mayor en sus investigaciones, identifica dos etapas de desarrollo:

El uso intrapersonal de la IE y como desarrollarla y utilizarla en relación con uno mismo.

El uso interpersonal, mediante el cual logramos ser más efectivos en nuestras relaciones con los demás.

Desarrollo de la autoconciencia:

Ser conscientes de nuestros sentimientos y comportamientos, así como de la percepción que los demás tienen de nosotros es un elemento esencial para desarrollar la IE. La autoconsciencia nos ayuda a mantener una guía y nos alerta cuando la estamos perdiendo, por lo tanto es un proceso continuo y permanente, el cual, una vez perfeccionado, logra experiencia y mayor velocidad en su ejecución.

Los pasos a seguir para el desarrollo de esta guía interior son:

a) Examinar nuestros juicios

Los juicios son las valoraciones que hacemos sobre los demás y sobre cada situación. Normalmente, tendemos a hacer valoraciones negativas y pesimistas de ciertos hechos, con lo cual sólo conseguimos mucho malestar. Pero, en otras ocasiones, puede ocurrir que exageremos en optimismo, circunstancia que puede generar poca atención a lo que hacemos o al problema que enfrentamos, obteniendo resultados poco alentadores.

En tal sentido, una de las primeras tareas para desarrollar la autoconciencia es la evaluación de esas afirmaciones internas, aceptando que nos pertenecen, y no son la verdad absoluta.

Para ello se sugiere trabajar con las siguientes técnicas:

Utilizar afirmaciones "pienso que"

Sostener un diálogo interior permanente

Reflexionar sobre las reuniones en un momento de tranquilidad

Escuchar las opiniones de los demás

b) Sintonizar con nuestros sentidos

Mediante nuestros sentidos recogemos información sobre nosotros mismos, sobre otras personas y sobre distintas situaciones. Pero normalmente mezclamos nuestras percepciones con nuestras valoraciones y eso puede producir distorsiones erróneas, porque llenamos de valores nuestras observaciones.

En la medida que se desarrolla la autoconcienca, nos hacemos más eficaces en la distinción de los datos sensoriales recibidos y las valoraciones que les damos.

c) Conectar con nuestros sentimientos

Los sentimientos son respuestas emocionales espontáneas a las interpretaciones que hacemos y a las expectativas que tenemos. Nos ayudan a saber cómo nos sentimos en las diferentes situaciones que enfrentamos y nos ayudan a entender nuestras reacciones. Muchas veces al no analizarnos un poco a nosotros mismos, actuamos inadecuadamente ante circunstancias específicas, sin entender que fueron otras las que generaron ese sentimiento particular que nos llevó a comportarnos de esa manera, respondiendo a otra situación.

Para efectuar una conexión efectiva con lo que sentimos podemos seguir estos dos consejos:

Analizar las manifestaciones físicas que ocurren ante cada situación cargada de emoción.

Constatar o correlacionar las manifestaciones físicas con lo que estamos sintiendo.

d) Conocer nuestras intenciones

Es sencillamente saber lo que realmente queremos. Es otro aspecto difícil de desarrollar pero de suma importancia, porque con ello estamos definiendo día a día los parámetros que van a regir a esa "guía interior que estamos desarrollando". Tenemos que analizarnos detalladamente para saber qué es lo que deseamos realmente hacer y por qué, entender los posibles conflictos entre cosas que queremos y cómo lograr que sintonicen.

e) Prestar atención a nuestros actos

Regularmente, somos conscientes de lo que estamos haciendo o de lo que vamos a hacer. No obstante, no nos damos cuenta del cómo estamos haciendo las cosas. Y si nos hacemos conscientes de ello, sabremos que hay una gran cantidad de emociones involucradas, tratando de dar mensajes que no queremos escuchar.

El control de las emociones

Para desarrollar este aspecto debemos partir de una realidad: no debemos suprimir las emociones. El hacerlo significaría dejar de ser humanos. Si, es posible que, como producto de nuestra formación, se nos haya tratado de enseñar a suprimir reacciones: "los hombres no lloran", "los hombres son los que deben tomar la iniciativa", "no debes sentir miedo de tu padre o de tu madre", "no te rías de esa manera tan escandalosa", son frases que escuchamos desde niños y que pretenden lograr que eliminemos las manifestaciones emocionales.

Cuando logramos suprimir esas manifestaciones, sólo conseguimos que esas emociones se queden en nuestro interior y salten en cualquier momento, resultando de allí una conducta inadecuada o mejor dicho, inadaptada a otras circunstancias. Un hombre que no llora, puede entonces convertirse en un ser agresivo y violento. Cuando una mujer es inhabilitada para expresar sus deseos o sentimientos hacia un hombre, se convierte en un ser melancólico y retraído o en una persona agresiva y defensiva hacia el sexo opuesto. Y así podríamos enumerar muchos de ejemplos.

Los componentes de nuestras emociones son:

Nuestros pensamientos o valoraciones cognitivas.

Nuestros cambios fisiológicos o respuestas emocionales.

Nuestros comportamientos o las acciones a las que tendemos.

Por lo tanto para empezar a trabajar con el control de las emociones, tenemos que determinar en primer lugar cuáles son los pensamientos generados ante las diferentes situaciones laborales, en este caso. Es, simplemente, analizar los pensamientos automáticos que surgen ante las situaciones vividas. Veamos un ejemplo: cuando nuestro supervisor nos llama la atención, con razón o sin ella, las emociones más frecuentes pueden ser vergüenza, rabia y puede que tristeza. Y a la mente nos vienen pensamientos como "trágame tierra", "lo mataría" o "quisiera llorar". Tenemos que hacernos cargo de estos pensamientos y racionalizar que ninguna de estas acciones va a resolver nuestro conflicto interior, nuestro malestar.

Además, esos pensamientos seguramente vienen acompañados de reacciones fisiológicas y físicas, tales como enrojecimiento, ganas de llorar, puños apretados, etc. Estas acciones no pueden ser controladas, a menos que nos preparemos "psicológicamente" con ejercicios para controlar la ansiedad, y posteriormente, armarnos con ideas que ayuden a resolver el problema. En el caso del regaño, con razón o sin ella, la idea será tratar de enmendar la falla y mejorar la comunicación con nuestro supervisor para ayudarlo a mejorar su manera de enfrentar ese tipo de situaciones.

El autocontrol de la las emociones se logrará cuando, una vez sean analizados los pensamientos instantáneos, y se determinen con claridad las manifestaciones corporales que originan nuestras emociones y el grado en que se ponen en evidencia, utilizar técnicas y ejercicios de relajación que nos ayuden a volver al equilibrio.

Una vez conscientes y relajados sólo habrá que buscar la solución al problema. Está búsqueda de soluciones nos permite canalizar la energía emocional hacia acciones y respuestas beneficiosas para uno mismo y para el entorno.

Pasos para buscar soluciones a los problemas:

  1. Identificar la situación problemática

  2. Cambiar la percepción de la situación

  3. Explorar distintas opciones

  4. Definir las mejores estrategías

  5. Evaluar los resultados

Otras técnicas que se nos ofrecen y conocemos son:

La automotivación

La automotivación es el empleo de energía en una dirección específica y para un fin específico. En materia de inteligencia emocional significa utilizar el sistema emocional para catalizar todo el proceso y mantenerlo en marcha. Los elementos más comunes de la motivación son:

  • La confianza, la cual nos da la certeza de que tenemos la capacidad de llevar a cabo un objetivo.

  • El optimismo, que nos da la certeza de que el resultado será positivo.

  • La tenacidad, nos mantiene centrados en la tarea.

  • El entusiasmo, nos permite disfrutar del proceso, y

  • La resistencia, nos permite empezar otra vez de cero.

  • Las fuentes de motivación más importantes son:

    a) Nosotros mismos

    b) Amigos comprensivos, familiares y colegas.

    Podemos también buscar ayuda en el exterior, pero deberá ser gente de confianza, idónea y dispuesta a escucharnos, así como nosotros a ellos.

    c) Un mentor emocional (real o ficticio)

    Es buscar fuente de inspiración en un personaje verdadero o ficticio, cuyas características admiremos y deseemos imitar de alguna manera.

    d) Nuestro entorno (aire, luz, sonidos y otros estímulos del ambiente laboral).

    Las condiciones ambientales pueden ser fuente de estímulo o desánimo. En tal sentido, debemos acondicionar el ambiente de trabajo para que se nos haga lo más agradable e incitador para realizar las tareas (luz, sonido, orden)

    El desarrollo de una capacidad de comunicación eficaz

    La base fundamental de cualquier relación es la comunicación. Es la única manera de establecer vínculos con el entorno. Establecer comunicaciones eficaces, y en particular en el entorno laboral son esenciales para incrementar nuestra inteligencia emocional.

    Las técnicas sugeridas para mejorar la comunicación en el entorno laboral son las siguientes:

    Exteriorización: transmitir con claridad al otro lo que pensamos, sentimos y queremos.

    Asertividad: defender nuestras opiniones, ideas y necesidades al mismo tiempo que respetamos las de los demás.

    Atención dinámica: escuchar de verdad lo que dicen los demás.

    Crítica: compartir, de forma constructiva, nuestras ideas y sentimientos sobre las ideas y los actos de otra persona.

    Comunicación de equipo: comunicación en una situación de grupo.

    El desarrollo de la experiencia interpersonal

    Para ello se hace necesario el desarrollo de dos capacidades:

    (a) Conocer los límites de una relación

    (b) Considerar las expectativas de una relación

    (c) Examinar nuestra percepción del otro

    (d) Analizar determinados momentos de una relación

    (e) Determinar los resultados esperados.

    La clave para una comunicación exitosa es la conexión que se logre a través de ella. Es decir que digamos lo que queremos decir, escuchemos adecuadamente a la otra parte, entendamos el mensaje y se logre un resultado positivo.

    Frecuentemente las comunicaciones están llenas de frases corteses, de mensajes de diferente nivel que no pueden ser entendidos y por tal razón no se consigue un resultado.

    Para mejorar nuestra capacidad de comunicación, identifiquemos los niveles en que esta se produce:

    (a) Fórmulas de cortesía

    (b) Información Objetiva

    (c) Pensamientos e ideas

    (d) Sentimientos

    Ayudar a los demás a ayudarse a sí mismos

    La mejor manera de ayudar a los demás a ayudarse a sí mismos es siguiendo los siguientes pasos:

    Mantener una perspectiva emocional

    Es decir, mantenernos en contacto permanente con las emociones propias y con las de la otra personas, evitando contagiarnos con los estados de ánimo que no permiten mejorar la interacción sino empeorarla.

    Para lograr esto se sugiere:

    Tranquilizar a una persona que está fuera de control

    Es una situación que enfrentamos casi cotidianamente. Cuando esto ocurre, la reacción normal es contagiarnos con la ira del otro y nos sumamos al enfado o nos replegamos por miedo. Una persona interesada en ayudar el proceso de comunicación, puede seguir las siguientes técnicas:

    Usar técnicas de apaciguamiento

    Reorientar la conversación

    Escuchar y ser comprensivos

    Escuchar es una herramienta que ayuda a los demás a comprender una situación difícil, los hace sentirse mejor y más optimistas de sus capacidades para manejarla y sentirse "importantes" o tomados en cuenta.

    El objetivo del escuchar será reconocer si aceptamos o no lo que nos están diciendo, ayudar al otro a aclara sus pensamientos, ideas y sentimientos.

    Ayudar a los demás a planificar y alcanzar objetivos

    Esta es una habilidad indispensable, particularmente en los lideres de un grupo. Si pretendemos realmente ayudar a otros a resolver un problema, luego de tranquilizarlos y escucharlos atentamente, debemos participar activamente en la solución de su conflicto. ¿Cómo? Ayudándolo a establecer un compromiso, un contrato, si es posible por escrito, simulando con ellos una situación real y relacionada con su problema y respaldándolo y animándolo ante cada paso dirigido hacia el cumplimiento de su contrato.

     

    Bibliografía:

    Märtin, Doris y Karin Boeck, Qué es Inteligencia Emocional, Editorial EDAF/Psicología y Autoayuda, España, 1997, pp. 202.

    Goleman, Daniel, La Inteligencia Emocional, Javier Vergara Editor, Argentina, 1996, pp. 397

    Weisinger, Hendrie, La Inteligencia Emocional en el Trabajo, Javier Vergara Editor, Argentina, 1998, pp. 221

    Páginas WEB consultadas y sugeridas:

    http://www.virtent.com/ei/ei.html

    http://www.6seconds.org/jrn/emotions.html

    http://www.6seconds.org/eq/eqmodel.html

    http://members.xoom.com/psicopag/

    http://www.ictnet.es/esp/serpro/informes/gestcal/

     

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