El
Remanso
En otra oportunidad hube de hablar de los ríos; y como amo los ríos, amo todas las cosas
que contienen una gota de agua, ya sea cristalina o turbia, porque el agua es el gran
sostén del Universo. Y brota, desde el primer llanto hasta la última despedida hacia la
tumba.
A considerable distancia de mi casa, hay un remanso que decora el paisaje, profundamente
azul y divinamente claro.
Mientras las muchachas prietas de sol y blancas de espuma, tienden la ropa sobre
los bejucos verdes y las piedras grises; los chiquillos rompen el cristal del agua con
inusitado regocijo, y hunden las manecitas traviesas para perseguir los pececitos de
colores que se ocultan entre las guijas rumorosas.
A la orilla de este remanso, he escuchado muchas historias de amor e infortunio, de
pasión y de celos
Muchas veces, mientras Luisa entona una canción de esperanza
cuando enjabona la ropa, Regina se torna taciturna y grave para rogarme, casi con llanto
en los ojos, que no se lo cuente a nadie. Prometo ser discreta; pero más allá, empieza
el hilo de otra y otra historia que no me importará revelar; porque la humanidad está
llena de prejuicios absurdos que es necesario llevarlos al conocimiento de la misma
humanidad para su propia evolución.
Por eso, creo que el agua es parte y esencia de mi propia vida. Esta vida mía, que
al compás de su música suave y acariciadora, arrancó una página vivida de cada
corazón que fue al remanso.
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