Mensaje del Dr. Demure La tierra es una vida, es una formación viviente que se ha hecho ella misma. Todo lo que la rodea, todo lo que tiene forma, sin saberlo el hombre, es una República Ideal. No hay átomo, no hay molécula terrestre, que no tenga una fuerza, un poder, un instinto, una inteligencia relativa. Se ha formado sola con el objeto único de hacer la vida por la fuerza universal, quiero decir, por su propia fuerza y esa fuerza es Dios. Hallándose como se halla todo, sujeto a la ley de la solidaridad, ¿de qué manera sería la tierra la tierra patrimonio particular del hombre? Tened que no más habitáis una cuarta parte apenas de su superficie que está cubierta de océanos inmensos. Hay espacios más grandes cubiertos de nieves perpetuas; otros eternamente abrazados por un sol ardiente en los que ninguna planta brota, cuyas caldeadas arenas no se enfrían jamás. El hombre considerado un ser material es una formación terrestre. Ha tenido durante sus encarnaciones una fuerza de asimilación particular para adaptarse los órganos necesarios a su progreso, según sus necesidades, instintivas primero, intelectuales después. El hombre es una maravilla entre todos los seres. Por lo que toca a los animales, después de miles y miles de años y al través de todas las generaciones, ellos poseen sus costumbres, tienen un instinto y una inteligencia relativa a su especie. Los que viven en compañía del hombre desarrollan el rayo de adhesión, el rayo de la amistad. Esto hace con frecuencia, por ejemplo, que el perro vaya a morir sobre la tumba de su amo. Los animales transmiten a su progenitura todo cuanto poseen de la naturaleza. Solo el hombre ha sabido engrandecerse hasta cierto punto de extender sobre los demás la supremacía de su intuición intelectual. A los que dudan de que el hombre viene del animal, podéis decirles que tienen el mismo instinto de los animales, pero aprestado su progreso a ciertas reglas, ha podido llegar por fin a la humanidad, a un estado de ser más ampliamente iluminado por la intuición intelectual. Por las naciones más civilizadas y que más se han engrandecido, atraviesan a veces hábitos, hábitos impuros que recuerdan al hombre el instinto de otra época, el instinto de un lejano pasado. En las guerras, en las revoluciones, podéis ver la muchedumbre volver a caer con el instinto salvaje de los animales que se arrebatan la presa, se devoran entre sí. Hermanos, si abrís la historia de las matanzas de Tamerlán, o la fría ferocidad de la inquisición, podréis volver a hallar en el hombre el brutal instinto que ha conservado del león. Lo desconocido de ayer es la ciencia de hoy: lo desconocido de hoy será l ciencia del mañana. Los hombres adelantados comprenden que su esencia, espíritu y materia, constituyen fuerzas indestructibles. Estos hombres no gustan de lo maravilloso ni del misterio. Saben que son de la tierra y armonizan con ella, se engrandecen, se hacen libres por si mismos. Nada de fetiches. Para ellos no más existe el amor, la caridad, el perdón. La ciencia de ultratierra hará cesar la esclavitud del alma; destruirá el prejuicio; enseñará la palpable preexistencia del ser a su salida de este mundo; probará su personalidad extraterrestre y su continuación a través de todas las eternidades. ¡Ah, cuán hermosos estos días en que por fin se ven hombres libres, hombres que no buscan lo sobrenatural en lo real; hombres que escuchan la voz de la naturaleza, que estudian fenómenos; hombres que escudriñan con la vista de la inteligencia todo cuanto les rodea; que buscan la verdad sin pelos, la verdad que vendrá por el estudio de las leyes al cambiar de todas las cosas! ¡Era Nueva! ¡Hombres del presente, yo os saludo! Es cuanto puedo deciros de la verdad. Ha sido muy satisfactorio para mí haber contribuido con vosotros a la obra espiritual. En otra oportunidad y cuando me esté permitido, será muy lisonjero para mi espíritu visitaros. Voy a daros mi nombre para que no os olvidéis de mí: Demure.
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