16. LOCURA SURREALISTA

Estaba sentado delante de la pantalla de ordenador. Quería escribir algo, pero no sabía qué. Debía presentar su columna esa misma tarde, para que el periódico la incluyera en imprenta esa misma noche. Sin embargo, tenía la mente seca de ideas. No se le ocurría nada original. Todo estaba dicho ya. ¿Hablaría de las gasolinas? No era nada original, puesto que ya lo había comentado el pasado mes. ¿Actualidad política? Era el recurso que les quedaba a los malos comentaristas que no tienen nada que decir… y él había ganado suficientes premios como para recurrir a tan bajo recurso. Además, sus lectores esperaban sus mordaces comentarios sobre aspectos particulares de la actualidad. No le leían para enterarse de la política. ¿Deportes? No, por favor. Odiaba el fútbol. Porque aquí la palabra deporte es sinónimo de fútbol. El resto no cuenta.

Pasaban los minutos lentamente. Los cigarrillos se acumulaban en el humeante cenicero de su derecha. Y la pantalla del ordenador seguía en blanco. Comenzaba a teclear de forma ávida unas cuantas frases, pero se paraba a mitad de página, y las borraba. No le gustaba la idea. Y comenzaba de nuevo, para volver a borrar lo escrito a mitad de página. El hombre comenzaba a impacientarse. El tiempo corría, y debía de entregar algo.

Se levantó de la silla y comenzó a pasear nerviosamente por la habitación. No se le ocurría nada que escribir. Sujetaba el cigarrillo con su mano derecha mientras se mesaba el cabello con la mano izquierda. Se acercó de nuevo al teclado, pero se interrumpió de nuevo. Descartó la idea que le vino a la mente.

De pronto sonó el teléfono. Su sonido inundó el silencio de la habitación.

- Martín, soy Emilio… ¿cómo va la columna? Quedan dos horas para entrar en imprenta y nunca habías tardado tanto. ¿Algún imprevisto? ¿Quieres que mañana cedamos tu lugar a otro? Sabes que no debes preocuparte de nada. Podemos usar a Fernández de forma ocasional.

- No, Emilio… es que me he levantado tarde. Ayer trasnoché. Ya sabes… La entrega de premios a Fulanito. No te preocupes, que enviaré la columna a tiempo.

Cuando Martín colgó el teléfono un sudor frío le invadió el cuerpo. ¡¡Le habían sugerido ceder su columna a otro!! ¡¡Nunca!! Jamás había faltado a su cita diaria con el periódico, y no iba a falta ahora. Se sentó de nuevo delante de la pantalla. Aplastó el cigarrillo con fuerza en el cenicero, y comenzó a teclear… Iba lanzado, escribiendo palabra tras palabra, frase tras frase. Parecía inspirado, y el propio Martín comenzó a sonreir. Sin embargo, al llegar a la mitad del folio comenzó a perder fuerza. Sus frases no le convencían. Las ideas no le gustaban, y no sabía como acabarlas. De hecho, no expresaba ningún mensaje … Martín dejó de escribir, y se llevó las manos a la cabeza desesperado.

- Ohhhh…que me pasa…

Se levantó bruscamente, con la mirada perdida fija en la librería de la habitación. Seguía con las manos en la cabeza, andando torpemente y tropezando con las sillas. No acertaba a hilar ideas. Y eso te producía un horror indescriptible. Él, que tantos artículos había escrito a lo largo de su vida, había tropezado con un instante de falta de inspiración. Y le decían que podía salir del paso cediendo su columna mañana a un novato…¡¡eso nunca…jamás…!!

Volvió a sentarse delante de la pantalla. Estaba blanca, inmaculada. Los iconos del programa aparecían ordenados sobre la hoja electrónica, esperando que alguien los activase con el ratón. El teclado relucía brillante delante de él. Martín comenzó a reir nerviosamente…. Encendió un cigarrillo y expulsó el humo desafiante hacia la pantalla….

- Toma… fuma tu también … y deja de mirarme de esa manera burlona.

La pantalla se tragó todo el humo, que penetró tras el cristal oscureciendo levemente la blancura de la página. Martín se sorprendió, mirando incrédulo la pantalla del ordenador. Aspiró con fuerza el humo de su cigarrillo, y de nuevo volvió a expulsarlo hacia la pantalla. Esta vez la pantalla se volvió casi negra, de la cantidad de humo que absorbió… Martín se levantó bruscamente de la silla.

- ¿Qué está pasando aquí?

La oscurecida pantalla se aclaró poco a poco, y Martín vió cómo iban apareciendo palabras una detrás de otra, primero despacio, luego cada vez mayor velocidad. Las frases se sucedían una detrás de otra. Los párrafos corrían por la pantalla conforme iban terminándose. Martín veía pasar las páginas embobado, sin creer lo que veían sus ojos. Tiró el cigarrillo al suelo y se sentó rápidamente en la silla, dispuesto a leer que lo aparecía en la pantalla. Pero nada más acercarse a mirar la pantalla se volvió blanca, inmaculadamente blanca.

- Pero… ¿qué es esto? … ¿qué pasa? … ¿quién anda ahí?

Martín se echó hacia atrás en la silla, haciéndola bascular sobre las dos patas traseras. Tenía ambas manos sobre su cabeza, mirando fijamente la pantalla. Lentamente acercó la mano derecha al ratón, y trató de buscar en la hoja en blanco restos de los párrafos que había visto escribirse… Todo fue en vano… Martín comenzó a carcajearse en voz alta…

- ¡Esta si que es buena…! …jajajajaja …. El ordenador escribe solo … jajaja… escribe solo… jajaja…y fuma, encima fuma….jajajaja

Encendió de nuevo un cigarrillo, e hizo que el humo de su boca impactase de lleno en la pantalla del ordenador. La pantalla absorbió todo el humo y se volvió negra…. Poco a poco fue aclarándose, y Martín contempló de nuevo palabras, frases, párrafos volar de izquierda a derecha y de arriba abajo ….

- jajajaja … volvió a hacerlo … jajajaja

Sonó de nuevo el teléfono. Esta vez Martín no lo cogió. Estaba riéndose alocadamente, con los cabellos desordenados, mientras fumaba cigarrillo tras cigarrillo echando el humo sobre la pantalla del ordenador. Sus ojos desorbitados seguían una tras otra las frases que aparecían mágicamente ante él… Cuando se detenían, se acercaba el cigarrillo a la boca para expulsar el humo compulsivamente hacia delante, como un poseso….