19. EL AÑO DE LA ODISEA ESPACIAL

MÚSICA: "Así habló Zaratustra", de Richard Strauss (1´12")



T minus twenty five seconds …
twenty seconds and counting …
T minus fifteen seconds …
guidances internal …
twelve, eleven, ten, nine …
ignition sequence starts …
six, five, four, three, two, one, zero …
all engines running …
LIFT OFF!!! … We have a lift off !!! …(aplausos) …
thirty two minutes pass the hour !!! …
lift off on Apollo Eleven …
(voces de fondo ininteligibles) …
all is clear …
(voces de fondo ininteligibles) …
(se oye ruido de sirenas al fondo) …
I am on the way for Moon …
...



Estas fueron las palabras que salieron de mi ordenador con ocasión del XXX aniversario de la llegada a la Luna. Mi corazón dio un vuelco al escucharlas y me estremecí al oir cómo el locutor quebraba su voz al mencionar la cifra "one", justo antes del cero. Vi en la pantalla del ordenador el cohete Saturno elevarse majestuoso hacia las nubes, camino de la Luna… Al acabar el videoclip de un minuto de duración que había bajado de Internet noté que estaba emocionado … Pocos días atrás había sido testigo desde mi ordenador y gracias a Internet del lanzamiento de la misión STS-90 del transbordador espacial Columbia. Pura rutina. De no ser porque la misión se denominó Neurolab debido a ciertos experimentos con moscas en honor al insigne compatriota Ramón y Cajal el lanzamiento hubiera pasado inadvertido. Sin embargo la mención del científico español granjeó al Columbia treinta segundos de gloria en los noticieros de la noche. Todavía emocionado por el videoclip que acababa de ver, y consciente de la indiferencia con que la gente recibe las noticias sobre la investigación espacial, me pregunté qué había ocurrido de aquel sentimiento colectivo de aventura histórica nos envolvió a aquellos que vivimos la conquista de la Luna en 1969. Ese, y no el 2001, fue el año de nuestra Odisea Espacial.

Todo había empezado en diciembre de 1968. El ambiente navideño invadía las calles y los hogares. Los villancicos se escuchaban en los grandes almacenes y los críos disfrutábamos viendo los belenes de la Plaza Mayor y escribiendo la carta a los Reyes Magos. En este ambiente festivo surgió en nuestras mentes infantiles la noticia de que una nave espacial tripulada iba a ser lanzada hacia la Luna. Entonces ignorábamos que el Programa Apolo llevaba años tratando de conquistar la Luna. No sabíamos que en enero del 67 los tres astronautas del Apolo 1 habían muerto en un incendio que se declaró en uno de los ensayos previos al lanzamiento. Desconocíamos que después de esta tragedia hubo tres vuelos no tripulados y uno tripulado a la órbita terrestre para poner a punto los diferentes sistemas. Lo único que entendieron nuestras cabecitas fue que en las Navidades del 68 el hombre iría a la Luna …. Palabras como "proyecto Gemini", "programa Apolo", "Centro de Control de Houston" (¿porqué la pronunciarían Jiuston?), "cohete Saturno", "modulo lunar" y "módulo de mando" surgían en nuestro entorno sin saber su significado exacto. Sin embargo intuíamos que encerraban algo mágico e inalcanzable por el momento. Para mí y muchos como yo la conquista del espacio se inició con Borman, Lovell y Anders a bordo del Apolo VIII. Cristóbal Colón no pisó el continente americano, pero se le reconoce como el descubridor del mismo. Para nosotros los astronautas Borman, Lovell y Anders tuvieron la misma consideración. No descendieron a la Luna ni pisaron su suelo. Tan solo se quedaron dando vueltas alrededor de la Luna. Diez vueltas para ser exactos. Pero fueron los primeros en adentrarse en el vacío interestelar, en el inmenso más allá desconocido … En nuestras cabezas locas de críos infantiles se hicieron realidad de un plumazo todos los sueños alimentados durante años por los tebeos dominicales.

Durante siete días seguimos su proeza en casa como una de las más grandes hazañas de la Humanidad. Primero fue el despegue, visto en blanco y negro en la televisión de aquellos años. Recuerdo que el emocionante espectáculo de ver subir el cohete recto al cielo, sin desvios, fue para mi una prueba de la impresionante potencia tecnológica del ser humano. Si éramos capaces de hacer cohetes así pronto podríamos emular las aventuras de la nave Enterprice de la serie "Perdidos en el Espacio". Dos días después de la cena de Nochebuena, en plenas vacaciones, contemplamos embobados el amerizaje de la cápsula espacial en aguas del océano Pacífico. Esbelta y majestuosa, bajaba lentamente hacia las olas mecida por el viento mientras tres gigantescos paracaídas frenaban su descenso. Tan rudimentario método de aterrizaje no mermó ni un ápice la fascinación del momento, alimentado con el elegante porte de los grandes barcos y portaaviones de la marina de guerra norteamericana encargada de recoger a sus héroes. Pero también eran nuestros héroes.

Desde aquel día de diciembre de 1968 los nombres de Borman, Lovell y Anders permanecen en mi memoria como héroes infantiles, delante incluso de nombres tan carismáticos para un crio de esa edad como Gento, Amancio, Velázquez, Pirri, Groso y Sanchís … Aquellas de 1968 fueron unas auténticas Navidades Mágicas …

Los siguientes cinco meses los pasamos tratando de asimilar lo que habíamos visto, de comprender la gran aventura que estabamos a punto de vivir. Libros, revistas, preguntas a los padres, a los profesores … Nada era suficiente para calmar nuestra ansia ... queríamos estar preparados para cuando llegase el momento. No recuerdo si leí en esa época "Objetivo: la Luna" y "Aterrizaje en la Luna", de Tintín; pero sé que en su momento leí estos dos libros hasta desgastar sus tapas y romper sus hojas. Por fin llegó el mes de mayo, a solo un mes del final del curso. Y con él el segundo viaje a la Luna. Tampoco esta vez los astronautas del Apolo 10 pisaron su suelo. Stafford, Cernan y Young se quedaron a un paso. Descendieron hasta quince kilómetros de su superficie, fomentando la ilusión y el deseo incontenible de que llegase pronto el gran momento. Gracias a ellos en nuestro mundo comenzaban a abrirse nuevos horizontes. Ante el televisor en blanco y negro que retransmitía en directo el lanzamiento del cohete y la recogida de la cápsula sentiamos la emoción incontenida de que algo grande estaba ocurriéndonos.

Acabó el curso, llegó el verano, y nos fuimos a la playa, como todos los años. Pero aquel no era un año como los otros. Aquel era un año especial … un año de ilusión lleno de emociones. Por fín llegó el gran día. El sueño que había comenzado las navidades pasadas se hacía realidad, como un regalo de Reyes Magos que tardara mucho en llegar. Desde entonces pienso que la gran pregunta que debería hacerse a los miembros de nuestra generación es….¿dónde estaba usted los días 16 y 21 de julio de 1969? Aquellos días la cita era con la televisión en blanco y negro, pero con la mente puesta en otro sitio. El 16 de julio fue el lanzamiento del Apolo 11. Señaló el comienzo de una nerviosa espera. Teníamos la mirada puesta permanentemente en el cielo y la oreja pegada a la radio y a la televisión en busca de noticias de Amstrong, Collins y Aldrin, nuestros nuevos héroes. Cualquier mención al Centro de Control de "Jiuston" era escuchada con avidez, pues queríamos seguir de cerca a nuestros astronautas. Al fin y al cabo, ellos vivían en la vida real la aventura que nosotros estábamos viviendo con ellos en nuestras mentes.

Y llegó el día 21. Aquel día, delante de mí, sin yo entender ni una palabra de su inglés, Neil Amstrong dio en el Mar de la Tranquilidad aquel pequeño paso que pretendía significar un gran salto para la Humanidad. La emoción que me embargó en esos momentos no puede describirse con palabras … De los cientos de generaciones de seres humanos que habían pisado la Tierra, la nuestra era la designada para ser testigo de tan sublime acontecimiento. ¡¡En la Luna …!! ¡¡el hombre había llegado por fin a la Luna …!! ¡¡el sueño de Julio Verne hecho realidad …!! Esta vez Amstrong y Aldrin bajaron a la Luna y la pisaron. Sus huellas quedaron impresas en el polvo lunar por siglos. El módulo lunar quedó abandonado en la Luna como testigo de una efímera presencia humana, pero presencia al fin y al cabo. La placa conmemorativa dejada allí por los astronautas servirá a las futuras generaciones o a otros mundos como nexo de unión con nosotros. Desde entonces uno no puede por menos que cerrar los ojos cada vez que mira la Luna y repetir en voz baja las palabras que Aldrin pronunció nada más sentirse en ella:

- Es hermoso, hermoso … una desolación magnífica.

Tengo un recuerdo especial para aquel que no bajó. Siempre me preguntaré qué pensaba Michael Collins de todo esto. A bordo del Módulo de Mando, seguía las evoluciones de sus compañeros desde lo alto de la órbita lunar. Viajó todos esos kilómetros, recorrió el espacio hacia la Luna, y se quedó arriba, contemplándola, mirándola al alcance de su mano, sin poder tocarla …, como queriendo simbolizar en su persona a todos nosotros, que estábamos en la Tierra siguiendo el acontecimiento a distancia ...

A partir de aquí nuestra mente se desató. Se hicieron grandes especulaciones sobre cual sería el siguiente paso. Hubo quienes aventuraban una inminente explotación minera de la Luna; otros veían ciudades flotando alrededor de la Tierra; los más optimistas vaticinaban la conquista de Marte por el hombre antes de que finalizara el siglo … algunos nos limitábamos a sentirnos un poco más cerca del señor Spock y desearíamos haber sido del círculo de amigos de Tintín. La euforia aumentó cuando en noviembre de aquel año, cuatro meses después del paseo de Amstrong y Aldrin, la NASA envió una nueva misión a la Luna. En esta ocasión repetimos nuestra aventura espacial de la mano de Conrad, Gordon y Bean. La visión del lanzamiento, los paseos lunares y del amerizaje de la cápsula espacial parecían algo familiar en casa. Vivíamos con intensidad cada uno de los segundos que pasábamos ante el televisor, conscientes de los momentos históricos de los que éramos testigos.

Al llegar las navidades del 69 pudimos decir realmente que durante aquel año habíamos vivido nuestra particular Odisea Espacial. Cuatro viajes a la Luna en once meses. En dos de ellos pisamos y tocamos la Luna. Aquello parecía un proceso imparable … A quienes nos tocó vivir aquel mágico año nos queda el recuerdo de algo muy hermoso que nos sucedió … Borman, Lovel y Anders nos llegaron a la Luna y allí dejamos nuestro corazón …



De los casi 9.000 millones de seres humanos que han poblado la Tierra desde su aparición en la misma, tan solo 32 fueron designados para ir a la Luna. De ellos 12 pisaron su suelo, 11 orbitaron a su alrededor, 6 la miraron desde la órbita terrestre y 3 murieron en un trágico accidente. He aquí sus nombres:

APOLO 1: Virgil I. Grissom, Edward H. White II, Roger B. Chaffee

APOLO 7: Walter M. Shirra Jr., Donn F. Eisele, Walter Cunningham

APOLO 8: Frank Borman, James A. Lovell Jr., William A. Anders

APOLO 9: James A. McDivitt, David R. Scott, Russell L. Schweickart

APOLO 10: Thomas P. Stafford, John W. Young, Eugene A. Cernan

APOLO 11: Neil A. Amstrong, Michael Collins, Edwin E. "Buzz" Aldrin Jr

APOLO 12: Charles "Pete" Conrad Jr, Richard F. Gordon Jr, Alan L. Bean

APOLO 13: James A. Lovell Jr., John L. Swigert Jr., Fred W. Haise Jr.

APOLO 14: Alan B. Shepard Jr., Stuart A. Roosa, Edgar D. Mitchell

APOLO 15: David R. Scott, Alfred M. Worden, James B. Irwin

APOLO 16: John W. Young, Thomas K. Mattingly II, Charles M. Duke Jr.

APOLO 17: Eugene A. Cernan, Ronald B. Evans, Harrison H. "Jack" Schmitt

Lovell repitió en el Apolo 8 y Apolo 13, pero no pudo pisarla
Scott repitió en el Apolo 9 y Apolo 15
Cernan repitió en el Apolo 10 y Apolo 17
Young repitió en el Apolo 10 y Apolo 16

FIN