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La María Félix de Tepic

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Es muy frecuente que entre las mujeres se produzcan envidias terribles, y eso sucede también con mujeres a las que a veces admiramos secretamente y a las que poco a poco llegamos a considerar como rivales, gente a la que subrepticiamente vamos envidiando porque ellas poseen algo que a nosotros nos falta: éxito, inteligencia, carisma, fortuna, simpatía, ritmo de vida, etc.

Y aunque nunca falta quien piensa que la envidia, cuando es de la buena, puede ayudar a transformar la personalidad, la verdad es que cuando se trata de envidia de la mala, la carga energética que este tipo de sentimiento destila, arruina y no llega a transformar vidas.

Tal es el caso de mi tía Leonor, que en la fiebre de su adolescencia se pasó sintiendo envidia por María Félix... hasta que de plano acabó convirtiéndose en ella.

Sucedió as¡: a raíz de que en Tepic se volvió éxito de taquilla Doña Bárbara (allí todas las películas llegaban bien tarde) y de que, estando en una fiesta, una señora que no tenía dientes y se llamaba Eduwiges queriendo quedar bien le dijo a mi tía que se parecía a María Félix, fue como a Leonor --quién entonces ya estaba medio loca, pero ahora acabó de enloquecer-- le dio por robarse la personalidad de la actriz de cine.

Mi abuela no supo de la admiración que su Leonor sentía por la actriz sino hasta que alguien se lo hizo notar: "¿Ya te diste cuenta que tu hija anda imitando a María Félix?", a lo que mi abuela replicaba: "¿Qué se quiere parecer a María Félix? ¡Qué gustos!"

Para poder convertirse en María Félix, mi tía se pasó horas enteras exprimiéndose la mollera, estudiando, pegada al espejo, la forma en que la actriz de la pantalla alzaba y bajaba las cejas (pero dicen que al principio las alzaba como Cantinflas). Mi tía, quien siempre fue bien tipluda a la hora de hablar, procuró impostar mucho la voz para que le saliera roncota, y luego, también tratando de imitar a la actriz, comenzó a fumar puro --lo que ocasionó que varias veces le bajara la presión y fuera corriendo a vomitarse al baño. Además, a causa de ese "gusto" por el tabaco, mi abuela hacía muchos corajes y varias fueron las veces en que le llegó a meter sus jalones de greñas.

Como mi tía pensaba que María Félix no trabajaba y se la pasaba todo el día muy campechana --acostada y sin hacer nada--, para entonces ya subida a las estrellas trató de copiarle a la Doña y se pasaba los días de ociosa, tiradota en un sillón y limándose las uñas; todo esto mientras miraba con rostro indiferente cómo sus hermanas y demás mujeres de la casa barrían el piso, quemaban la ropa al plancharla y trajinaban de sol a sol por toda la casa como camellas. "Una cosa es que por exceso de inocencia te la pases haciendo barbaridades, y otra muy distinta que no quieras lavar los platos", la regañaba mi abuela cuando no pudo disimular más el hecho de que su hija fuera una floja. "Lo que pasa es que es filósofa", pensaba al principio; pero luego sospechó la verdad. Y ah¡ llegó el momento en que funcionó el cuando que escribí¡ líneas arriba.

Aunque la familia trató de guardar el secreto acerca de los arranques de Leonor, no faltó allá en Tepic quien se diera cuenta y la empezó a chotear: "¿Quihúbole, María Félix", le decía uno que otro vago cuando la veía parada en el batiente de su casa, pero Leonor se hacía como que no oía. Pero una vez sí llegó a pasar que la lengua despiadada de una cruel vecina, puso a mi tía furiosa: "En donde más se parece Leonorcita a María Félix es en los modos, porque la voz de Leonor es igualita a la de un silbato de fiestas patrias", dijo la santa y chismosa señora; comentario que le hizo mucho daño a mi tía quien, aunque prefería ignorar al mundo, por culpa de aquella crítica empezó a sentir cada vez más la carga insoportable de la envidia y odió mucho más a María Félix por su dicción perfecta.

Seguro que Leonor imitaba a María Félix con la firme esperanza de convertirse también en artista, porque un día que vino a México alguien, según ella, la invitó a ver la grabación de una película en los Estudios América, pero yo estoy cierta de que se fue a parar ah¡ para ver si se fijaban en su belleza y le daban un buen contrato. Para su sorpresa, ese día resultó que en los Estudios América se encontraba en grabación ni más ni menos que la meritita María Félix --no me acuerdo cuál película decía mi tía que estaba filmando, pero creo que era una en donde también actuaba el Piporro-- y en un determinado momento, la actriz, al ver que Leonor era tan parecida a ella, dejó de hacer lo que estaba haciendo y, tras unos segundos de vacilación, se abrió paso entre los extras y le estrechó la mano. Tal vez en ese momento mi tía y la Félix llegaron a pensar en que sería positivo echar suertes a ver quién de las dos se quedaba con esa personalidad. Pero no fue así. Sucedió, en cambio, que la verdadera María Félix le confesó a mi tía que su estupor había sido mayúsculo al encontrarse casi casi frente al espejo: ­- Mi tía Leonor se parecía más a María Félix que la misma María Félix! Bueno eso contaba mi tía. Y ah¡ fue cuando la verdadera María Félix invitó a la María Félix de Tepic a que la visitara algún día.

La envidia de mi tía fue una envidia a la que le sacó triste partido. Por ejemplo, como todos los pretendientes que tuvo la consideraban inaccesible, se la granjeaban con semejantes regalotes. Mientras que Leonor, bastante engreída, les hacía el fuchi y los trataba con las patas. Según supe, por ah¡ andaba un pretendiente pálido, delgado y de cursis patillas de nombre Jeremías que le regaló flores y le escribió versos, en tanto que mi tía respondió en la forma en que, según ella, lo habría hecho María Félix en alguna de sus películas: lo trató con gran desplante y se carcajeó de las flores y de las patillas.

A Leonor se le quitó el gusto por María Félix el día en que conoció a Guillermo, el que había de ser su marido. Según contaba él mismo, antes de tratar de cerca a mi tía ya la había visto de lejos varias veces, pero que a él Leonor le caía muy gorda. Mas un día en que Guillermo y un amigo suyo iban pasando por la puerta de la casa de Leonor, el amigo le comentó: "¡Qué muchacha tan bonita!", a lo que el ahora tío mío contestó: "S¡, está bonita, pero ni la veas. No vale la pena, no tiene personalidad propia, es un pastiche". Cosa que, según cuentan las lenguas terribles, desarmó tanto a Leonor que se echó un clavado desde su falsa personalidad, rectificó su actitud y finalmente, quién sabe cómo, se casaron.

Pagina Oficial de María Félix.

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