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Cumpleaños
_______________________________Rosa Carmen Angeles.
Cada que cumplo años no ha pasado ni siquiera el primer día después y ya me estoy preguntando con cara patética cómo ir a ser el próximo cumpleaños de mi historia: ¿estaré entonces viva?, ¿o acaso ya seré pasto para las vacas?, (tendrá alguien que buscarme entre la "yerba que pise con sus zapatos"? (Walt Whitman). Tal vez estas ideas me surjan porque nací¡ entre un Día de Brujas y un Día de Muertos: un primero de noviembre de cuyo año ya no quiero acordarme (Cervantes).
( Calaveras de azúcar,
http://www.querico.com )
A lo largo de mi corta vida (San Juan), siempre en el día de mi cumpleaños he guardado la costumbre de escribir un papelito con todos los sueños que deseo se cumplan durante el año que voy empezando: "Esta vez quiero enamorarme de un hombre guapo y muy rico, quiero comprarme un abrigo de pieles, anhelo pasarme una noche romántica a orillas del Sena, deseo ganar mucho dinero y olvidarme de la gente que me cae mal y tratar únicamente a aquella que me cae simpática...." Aguardo con paciencia, cierro los ojos, me duermo y cuando despierto ha pasado ya otro año y reviso la cajita de mis deseos, dándome cuenta que la vida me los ha concedido: me compré el abrigo de pieles con un dinero de aguinaldo (solamente que las pieles fueron de conejo), me enamoré (ojo: dije me enamoré y no se enamoró o nos enamoramos) de un hombre de inteligencia brillante y cuerpo pomposo que valía inmensidades en dólares y en rubíes. El romance en las orillas del Sena también se cumplió: en un viaje que realicé a París en una noche en que estaba sola y llena de depresiones, trabé amistad con un gatito rubio y muy galante: juntos nos divertimos, cantamos La Marsellesa y después, con gran tristeza nos tuvimos que despedir. Este año he procurado tratar únicamente a personas que me resultan simpáticas: a la gente que me cae mal ni la trato. As¡ como hay individuos que me caen gordos, la mayoría de los libros me caen bien: raro es el libro que me resulta antipático, como por ejemplo antipáticos me son los libros de química. Si hubo un sueño que este año no se me concedió fue el de tener mucho dinero; pero eso fue culpa mía, la oportunidad se me presentó pero la desperdicié por floja en el momento en que me negué rotundamente a bucear en playas yucatecas en busca de las riquezas de un galeón español. Sin embargo, siempre hay un ángel en mi vida que no me abandona por completo. ¿Hoy qué te tomas, ángel?
En mi infancia, en mis fiestas de cumpleaños, llegaban mis primas, mi tío Alejandro (él siempre me regalaba juegos de mesa marca Montecarlo) y también mi abue. Eran días aquellos bastante felices, llenos de pastel, espantasuegras y tamales de elote. Siempre tuve fiesta de cumpleaños, aunque hubo una vez, cuando cumplí mis 10, en la que estuve a punto de perderlo todo porque mi hermana -con esa manera que siempre fue tan suya de ponerme evidencia- me encontró fumando en el baño y "horrorizada" se lo contó a mi mamá. Entonces yo me sentía perseguida y con el alma en peligro; estaba segura que lo que mi hermana pretendía era que mi madre me pusiera una camisa de fuerza.
Mi prima Marta, que era una niña bastante consentida y berrinchuda, cuando iba a mi casa siempre le gustaban mis juguetes y luego quería llevárselos y su mamá no decía nada. Entonces, a la hora de las Mañanitas, cuando todo mundo había terminado con el "levántate de mañana... etc.", en un impulso incontrolable de impertinencia lanzaba yo mis deseos de aniversario en voz alta y delante de todo mundo: "Una de las cosas que más quiero es que la mamá de Marta, ya no le permita a su hija llevarse mis juguetes". Después de escuchar mis deseos para el año que empezaba, la mamá de mi prima, segura de que yo había sido aconsejada por mi madre, se arrebataba de indignación y amenazaba con irse enseguida. Mi mamá, por su parte, me lanzaba miradas de "me las vas a pagar", me metía pellizcos subrepticios, convencía a mi tía de que se quedara, y ya mi cumpleaños terminaba mal. Eso sucedía sistemáticamente año tras año, hasta que dejé de tener juguetes. Al finalizar la fiesta, cuando mi madre estaba a punto de cuerearme, mi hermana me defendía: "Ni modo, que quieres, Rosa Carmen es tu cruz. Si no tuviste un perico la tuviste a ella. Ya que te queda."
No hay año que pase en balde; siempre hay algo nuevo que se aprende: en uno de esos años aprendí el significado de la palabra gemación y no me gustó porque me dio asco: a mis narices gemación llegó como con olor a huevo cocido. Hubo años en los que aprendí cosas inteligentes, y otros en los que solamente obtuve información intrascendente: el esfuerzo más constante y mejor realizado de mi vida plana de la adolescencia la encontré en el radio; toda mi sabiduría de aquella época estaba plagada de música yankee y me la dio Radio 590 (La Pantera): suspirando con Los BGs mientras me miraba en el espejo, me pintaba los labios, me tiraba en un diván y me echaba gotas de colirio en mis ojos para dar la ilusión -así como las actrices de telenovela "trágica"- de que lloraba por un hombre italiano quien por motivos de guerra me había abandonado en lo más álgido de la pasión.
Como se desprende de líneas arriba, acaba de pasar mi cumpleaños. Podría poner aquí la lista de todos mis deseos a realizarse en lo que viene de este nuevo año de vida, pero me temo que podría ser bastante aburrido. Sólo pondré uno: pero, ¿y si no se cumple? Mejor lo dejo también con el resto de la lista.


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