VIOLENCIA DEL FUTBOL
ANTOLOGIA FANTASTICA DE LA VIOLENCIA DEL FUTBOL
ARGENTINO
Crónicas para reírse hasta tener chuchos de
frío
El Día del Arquero
Un arquero, por encima de cualquier otra
cosa, es una madre: cada vez que se la embocan el reproche es como si se
tratara de extraterrestres.
Y les apuntan y les tiran de todos lados.
-Pssst, flaco...
-¿Qué querés?
-Acercate que te voy a decir algo.
-Vení vos, si querés.
Central Ballester-Liniers en el Maracaná de Tres de
Febrero. Había como dos personas más que las
acostumbradas.
-¡Flaco!
-¡Cortala! ¡Dejame tranquilo!
El llamador era un allegado al club local, categoría
sociológica y escatológica que viene de los albores y
que posee con exclusividad la violencia del fútbol argentino y
cuya especificidad es tan fácil de definir como mantener el equilibrio
una vez que se ha pisado con todo el jabón blandito en el fondo de la
bañadera nueva.
-Es una gauchada, che... ¿Qué te cuesta?
El objetivo de las súplicas era el guardapalos de la visita, Julio
Centurión.
-¡No me jodas!
Del banco visitante, para colmo se entraron a dar cuenta, y empezaron las
voces:
-¡No le des bola!
El insistente estaba ubicado justo en la esquina donde se tiran los
córner, sólo que de ese lado tenía una ochava para el
portón por donde se entra la cortadora de césped, la marcadora
de cal y las otras herramientas de matenimiento.
-No te cuesta nada acercarte y avisarle. Dale, flaco.
-¡No me jodas!
-¡No le des bola, Julio! ¡Vos estate atento al juego!
-¡Dale, flaco!
-¡Terminala de una vez! Vení vos, si querés.
El allegado se acercó algo. No mucho:
-Flaco, escuchame.
-Te escucho.
Era sábado. ¿Cómo no escuchar? SAB 19/12/92 en todos
los relojes.
-Es un acto humanitario.
-Dale.
-Es cuestión que te acerques y le avises.
-¡No le des bola, Julio! ¡Vos mirá el partido!
-Me tenés podrido.
-Mirá que es una emergencia.
La paciencia y la bondad tienen límites. Centurión
terminó cediendo y se acercó bastante, lo suficiente como para
dejar el arco desguarnecido. El otro iba a empezar a decirle que se estaba
inundando el camarín del árbitro, que se le iban a mojar todas
las pilchas porque el agua ya llegaba hasta afuera, y como en estas divisiones
son los que cierran los vestuarios y se quedan con las llaves, que suspendiera
un poquito, se las diera a él, pero no van los turros de los locales
que aprovechan, tiran un bombazo desde lejos...
-¡¡¡Juuuulio, caaaarajo!!!
Como en las películas, las novelas, la tele y la vida, aquí
también llegó demasiado tarde por más que la carrera de
Centurión fue desesperada, más que otra cosa, hasta quiso
intentar una postrer planeada, pero después del revolcón no tuvo
más remedio que ir a sacarla desde el fondo de los piolines mientras el
referí, efectivamente, le daba la llave al allegado, no era camelo, y
que se arreglara un percance que al fin y al cabo le puede pasar a cualquiera,
¿no?
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