Por fin estuvieron frente a frente.
Después de tanto tiempo se dijeron por fin lo que sentían,
sabían que se habían buscado toda la vida;
que nada en el mundo los separaría.
Eran almas gemelas.
Sentían lo mismo,
querían lo mismo,
gustaban de lo mismo,
hacían lo mismo.
No habría en toda la historia una pareja tan perfecta, tan
uno para el otro.
Se miraron a los ojos en un letargo eterno y celestial.
Juntaron sus dedos. Fundieron sus deseos. Se tocaron.
Algo corría en su interior.
Se acercaron lentamente
podían sentir su aliento, su corazón desbordado.
Se sumieron en un eterno beso
y se abrazaron.
Hicieron el amor como nunca antes alguien lo hizo.
Pero algo los desgarró por dentro.
Sintieron un extraño y agudo dolor, un espasmo demencial,
una muerte inclemente
y cayeron sin vida sobre el mármol sangrante,
víctimas de su propia diferencia,
de aquella barrera que separó sus mundos y que firmó un
pacto de sangre sobre sus pieles
incrustando aquellas esquirlas de vidrio en el alma
en aquel pequeño rincón donde tenía su espejo.
FIN