Especular en el vacío es persistir en tratar de definir racionalmente las esculturas de Johanna Hamann, pero no porque sean formas tridimensionales gratuitas suspendidas en una acrobática absurda entre el ser y el existir, pues es evidente el contenido espiritual de sus procesos de creación materializados en grados distintos en sus esculturas. No obstante, a través de ellas se transmite humanidad — no irrevocablemente frustrada o estéril — sino operante hasta el final, en aquel extremo en que se interrumpe la continuidad vital mas perdura la paradoja de la vida en una forma literalmente estática, compacta, definida, pero simultáneamente participando de otra realidad: en la dimensión del arte.Denominar, por ejemplo, una de sus esculturas "El Ídolo" (o Totem) o a otra "El Esqueleto", sería sólo un modo de condicionar la percepción de ellas a través de criterios mágicos y anatómicos que en su aparente ingeniosidad encubrirían lo que ellas verdaderamente son.
Más valioso, en este caso, que una interpretación teorética de las esculturas de Johanna Hamann es la intuición de la problemática estética que ella resuelve revelándonos no únicamente formas escultóricamente elaboradas, sino confirmando el inagotable poder y creatividad del arte sin los cuales sus esculturas se degradarían a mercancías, objetos decorativos o figuras extravagantes.
Francisco Tola de H.20 Octubre 1,985Galería de Arte
Camino Brent
Burgos 170, San Isidro
Lima, Perú3 a 17 de Diciembre 1985
Vernissage: Martes 3 de diciembre, 7:30 p.m.Diseño: Gabriela de Bernardi
Foto: Alicia Benavides
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