Cinco piezas escultóricas, y dibujos sobre papel y tela, conforman la exposición que Johanna Hamann presenta hasta mañana en el Centro Cultural de la Municipalidad de Miraflores.Artista personal, de fuerte temperamento e irreductible singularidad, Hamann presenta dos esculturas abstractas y tres afiliadas a una figuración casi esquemática, expresionista y vigorosa, ruda y terminante.
Toda la exposición es recorrida por una intensa sensación de violencia, violencia no sólo externa sino producto de la tensión entre las distintas masas y formas, entre las líneas agudas y verticales que hieren y transgreden las superficies hasta en el encuentro inevitable de sus potencias.
Cuando Hamann afronta la resolución de la abstracción pareciera encontrar un especial sentido en la búsqueda del detalle, el tallado y pulido prolijo de la materia, la compenetración del gesto con el medio, ejercicio del dominio y también la esclavitud.
Crucifixiones y laceraciones metaforizan una condición forzosa, un destino inevitable, y su secuela de angustia, dolor y pasión. Pero todo este bagaje expresivo encuentra su mejor definición en las piezas de madera, mujer y hombre, de miembros incompletos, sin cabeza y con troncos cercenados, atravesados y mutilados por elementos dentados, agudos, de apariencia exterminadora.
Visión sin caridad, desgarramiento trágico que identifica a estos trabajos en una línea de severidad filosófica, en una simbolización de mundo y vida desesperanzados, fácil presa de un nihilismo amargo o una vocación panfletaria que en el caso de esta artista ha sido esquivado con habilidad y sobriedad.
Los dibujos sirven para subrayar estas notas. El uso de negro y rojo en algunos de ellos es contundente al apoyar la instancia expresionista, aunque no logran alcanzar el impacto de las esculturas.
La máscara que completa el conjunto es quizá la pieza menor de la muestra y la que más se aproxima a una ortodoxia plástica, pese a una construcción concisa y suficiente a la intención básica de la autora.
Una muy buena exposición de una artista que no se prodiga y que ha preferido el trabajo reservado, silencioso, severo, en una tentativa de rigurosidad encomiable.
(De El Comercio, sección cultural, 23 de noviembre de 1991)
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