Menos tu vientre...
Luis Freire

 
 
 
 
Si hay un signo que significa la muestra de Johanna Hamann es el de la maternidad. Son dos los momentos escultóricos de esta exposición, dos, aunque los objetos los multipliquen por tres: uno, la gestación y dos, el hijo.

    Los tres vientres-huevo blancos que conforman el lado más expresionista de esta colección están del lado de la madre. El aspecto desgarrado que convive coherentemente con la breve historia informalista abstracta de esta escultura favorecen la metáfora uterina.

    Pero cuando Johanna esculpe la imagen del niño, de su hijo, se mantiene en la figura, como queriendo comunicar que ese ser ya no pertenece al universo interno de la artista y que representa otra realidad y otro lenguaje.

    Para ese niño, Johanna insiste en la figura, esa figura que estudio durante sus primeros años en la EAPUC y que se entronca con la tradición de la identidad, de la identificación del objeto y del individuo esculpido.
Mediante esta elección, Johanna está declarando la insuficiencia del lenguaje elegido por ella en trabajos anteriores para capturar y expresar toda la calidad del individuo y ser vivo y conflictivamente amado que es su hijo. Allí caduca la abstracción y renace la tradición figurativa que convive en la artista desde su período de formación como profesional y como miembro de una cultura.

    Esto nos lleva a preguntarnos cuál es la verdadera significación de un determinado lenguaje plástico y de qué modo se integra en la conciencia personal y la constitución cultural de Johanna Hamann.

    La escultura del niño deja asomar a partir del pecho los elementos informalistas que podrían haber construido una escultura de la que hemos visto anteriormente a Johanna, es algo de ella que asoma y constituye al hijo, pero la carne y la figura revisten todo ese andamiaje y lo mantienen dentro de la vida y el bronce figurativo que tienen un nombre, una cara, un apellido propio escrito rotunda y finalmente en la cabeza de cera del niño, protegida, por la campana de vidrio. De esa cabeza nace la exposición y en ella concluye.
 


(De El Observador, Suplemento Cultural, enero de 1983, p. V)
 
 
 
  
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