Francisco Serrano
Los constructores del México posrevolucionario, como lo fue Francisco J. Serrano y Alvarez de la Rosa, se enfrentaron a un país en pleno crecimiento y a una época de transición. Parte del éxito y del mérito de este personaje es que supo adecuarse en ese entonces a la serie de cambios que hubo referentes a la forma de vida, a los avances tecnológicos, a los materiales constructivos y por lo mismo, a los esquemas habitacionales.
Desde el inicio de su carrera, Serrano fue un arquitecto comercial; sus edificaciones eran para venderse o para alquilarse, por lo que debían competir con otras en el negocio de los bienes raíces, y por lo tanto debían ser mejores. Por esto, todo lo que proyectaba lo hacia con minucioso cuidado; largas horas de trabajo en el restirador se reflejaban en sus edificaciones, de lo cual asimilo que la arquitectura es un oficio y así la realizo.
Francisco J. Serrano nació con el siglo; vivió y sintió la arquitectura desde temprana edad porque fue hijo de un afamado arquitecto porfiriano llamado J. Francisco
Serrano (1865-1915) quien le enseño a dibujar y lo llevaba a visitar las obras que estaba construyendo, lo cual fue determinante en su vocación. Estudio Ingeniería Civil y en pleno ejercicio de su profesión como un acto de honradez consigo mismo, estudio Arquitectura; ambas disciplinas lo figuraron como un profesionista muy completo. Cabe anotar que esta doble formación le permitieron liberarse de los perjuicios de estas carreras. Es así como, según el gusto del cliente, podía aprovechar muchos estilos: art Decó, neocolonial o funcionalismo austero, su importancia e interés radicaban en hacer bien lo que le pedía; su éxito comercial. Un factor que resalta cuando se mira una obra de este arquitecto es que siempre sucede algo entre la construcción y su entorno. Se observa que le preocupaba que los habitantes disfrutaran siempre de la vista ora agradable, así como de un taran siempre de la vista, si esta era agradable, así como de un buen soleamiento; su concepto de un edificio no era aislado o cerrado al interior; siempre le interesaba lo que se viera desde adentro y como se iba a ver este. Así es como, el tamaño de sus ventanas, la disposición de los balcones o el desfasamiento de sus volúmenes respondían en general a la necesidad de captar el sol o protegerse de el. Estos requerimientos, aunados a un buen funcionamiento son los factores primordiales que determinaban los proyectos de Serrano. Sus formas eran sencillas, sin alardes estructurales ni formalismos sofisticados; jugaba con diferentes volúmenes que por estar desfasados daban como resultado diseños asimétricos. A1 mismo tiempo, recurría a los cambios de paño c alternaba distintas texturas; también le gustaba combinar formas curvas con rectas; las primeras las usaba para contener diversos espacios como las escaleras o alguna habitación siempre lo hacia con una clara intención que al exterior suavizaba las esquinas. Esta constante implicaba un dominio de la geometría v además una sensibilidad innata del manejo de las proporciones. Igualmente, utilizaba las terrazas o balcones que producían una arquitectura plena de juegos de luces y sombras; en sus fachadas siempre se reflejaba lo que sucedía en el interior: hablaban del espacio contenido, por esto en sus edificios existía la diferenciación muy clara entre el basamento, el cuerpo y el remate. Debido a su formación como ingeniero, tenia una mente muy clara y ordenada que se reflejaba al proyectar. Los espacios internos en sus obras ante todo eran funcionales y por lo general fraccionados, es decir, se debe pasar por un pasillo o una puerta para entrar a otra habitación, característica que produce interesantes graduaciones de luz. Procuraba una gran calidad tanto constructiva como en los acabados; cuidaba minuciosamente todos los trabajos de la herrería, la carpintería, los pisos, los aplanados o los plafones, que eran diseñados hasta el mínimo detalle en los planos. La producción de este arquitecto fue cuantiosa, a lo largo de mas de cincuenta anos dedico su vida a la construcción, sin embargo su mejor época abarco de 1930 hasta I960 aproximadamente. En la década de los cincuenta, Serrano se incorporó a la arquitectura internacional, pero al adoptar esta nueva línea expresiva perdió personalidad. Sin duda lo mejor de este ultimo período do fue la Escuela Nacional de Ingeniería (1950-1954) de Ciudad Universitaria, en colaboración con los arquitectos Fernando Pineda y Luis Macgregor. A partir de entonces su trabajo fue de asesoría Porque su hijo I. Francisco Serrano Cacho se incorporó a un despacho para iniciar otra fructífera etapa que merece un análisis particular.
Francisco J. Serrano fue un personaje especial. Además de ingeniero y arquitecto fue urbanista, profesor de varias generaciones de arquitectos e ingenieros de la UNAM e investigador de · los fenómenos climatológicos relacionados con la arquitectura, actividades y vocaciones que llevó a cabo paralelamente hasta el final de su vida en 1982. Su arquitectura, sencilla, habitable y cotidiana ha sido parte de nuestra historia y la escasa que sobrevive esta ahí, para ser estudiada y valorada por los arquitectos que actualmente construyen la ciudad.
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