Como homéricas sirenas al advertir la presencia de una ligera embarcación, frescas voces emiten su cántico: "¡Ven aquí, acércate a nosotros, Ulises tan elogiado, honor y gloria de la Acaya!... Detén tu nave y ven a escuchar nuestras voces. Jamás un negro navío dobló nuestro cabo sin oír las dulces melodías que salen de nuestros labios...". Amanecer para las sirenas Kik y Estel: dolor de pulpo, eyaculación de lubina, borrachera de centollo. El resultado es una orgía multiforme de brazos, tentáculos, pinzas...

Habitante de una ciudad, Barcelona, que dio la espalda al mar hasta el prodigio olímpico, el autor se rebela contra esa mácula de infancia con desbordante furia imaginativa que pulveriza las hechuras... o las reinventa. Carles Verdú sabe dar la vuelta a la absoluta inmovilidad de la fauna marina y a la siempre acromática ausencia de vívidos contrastes. Y, de repente, surge el milagro: alegría en los colores grises, movimiento en lo estático, vida en la muerte...

Emulsión de plata para este ARGENT: plata de mar y mujeres de plata. La sensualidad se alinea con los contornos oceánicos y se confunde. Posible conclusión: todo proviene de un mismo origen; origen desconocido y común que consigue perpetuarse con diversas y sugerentes trampas lujuria carnal, instinto animal o vorágine sexual.

Sin lugar a dudas, este artista mediterráneo habría sucumbido a la lírica de las sirenas. Desatendiendo los consejos de su particular y siempre divina Circe se desataría del mástil de su regia embarcación para luego dejarse arrastrar por el incomparable canto de las tres fascinantes ninfas hasta el fondo del mar más oscuro. Con tal de robar sus imágenes, se arriesgaría a perecer en las más turbulentas y negras de las aguas.