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La Pontificia, Real e Ilustre Hermandad Matriz de Almonte, con 500 años de actividad, es la cabeza natural e historica de todo el movimiento rociero. La Hermandad Matriz es la que aglutina toda la organización de la romería de pentecostés y la que ejerce su influencia en las Hermandades Filiales para que esta sea la romería que todos queremos y la Virgen se merece.

La Hermandad Matriz, año tras año, y siglo tras siglo ha hecho posible con su constancia, responsabilidad y cariño, que el Rocio sea conocido internacionalmente y valorado en toda su dimensión.

Almonte, al ser la Hermandad Matriz, tiene el privilegio de ser la primera en llegar a la aldea durante la peregrinación de Pentecostés y la última en permanecer junto a la Blanca Paloma. El camino de Almonte hacia el Rocio es más bien corto. A diferencia de otras Hermandades, el Simpecado, al no llevar carreta, es portado en el estribo de un caballista.

A las diez de la mañana del miércoles se celebra la Misa de Romeros, en el Alto del Molinillo del Chaparral, aunque antiguamente se hacía en la puerta de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Almonte. Dado que el sitio se quedó pequeño y los caballos tenían problemas con el adoquinado de las calles, se trasladó al sitio indicado, lugar donde se descubre el rostro de la Virgen cuando es trasladada a Almonte, cada siete años, vestida de Pastora, para estar más cerca de su pueblo durante apenas un año.

La alegría, las lágrimas, los sones de los cohetes y las vivas a la Reina de las Marismas se suceden cuando sale la Hermandad, con gran número de caballos, y hace un recorrido por las calles de Almonte para terminar en el principio del camino polvoriento de Los Llanos, iniciando, así, el peregrinar de la Romería por antonomasia, sin duda la más famosa del mundo.

Tras cruzar el puente de Olivarejos, la Hermandad Matriz se interna en la zona de los pinares. Tras un par de paradas para reponer fuerzas la entrada en la aldea almonteña se realiza, en perfecto orden, alrededor de las ocho y media de la tarde, con lo que el Simpecado llega al Santuario hacia las nueve y cuarto, entre el repicar de las campanas y una tremenda devoción mariana.