#Fiestas de Corella, 1963
Por MATIAS ESCRIBANO
#Visita
a José Luis de Arrese "ARTE RELIGIOSO DE UN PUEBLO DE ESPAÑA"
(del Diario Pueblo) Julio Trenas
Fiestas de Corella, 1963
Por MATIAS ESCRIBANO
En alguna ocasión he dicho que escribir de Corella es una tarea harto difícil aunque sugestiva, por la riqueza de matices y la abundancia de tipos humanos que la caracterizan. Se podrían escribir mil líneas sobre mil temas diferentes y apasionantes. Creo, no obstante, que el tema de las fiestas va a ser el más propicio y va a ocupar, de sobra, el escaso espacio que se me ha asignado.
Mi recuerdo más remoto de las fiestas patronales arranca de los años 40. Aquéllos debían ser tiempos más o menos difícil,es, según cuentan. Claro que nosotros ni siquiera lo notábamos. Por aquellos tiempos, digo, uno tenía un montón así de grande de amigos. Recuerdo a muchos de ellos: "El colorau" que ahora anda, al parecer, por Francia con ganas de comprar un auto; Fernando "El alemán"; José Miguel "El Minguillo"; Emilio "El Pele", y otros muchos que llenan mi memoria, pero que no cito por no hacer interminable la relación. En el encierro no corríamos todavía y nuestra máxima actividad consistía en recoger leña por "Las paredes" para alimentar la hoguera de La Merced. La vaca ensogada ya tenía otro carácter. Un carácter casi épico. Alguno de nosotros llegó, en ocasiones, a tocarla con la mano y cuando el afortunado "tocador" podía demostrar su hazaña se convertía en un héroe a quien le estaba, incluso, permitido fumar un cigarrillo de "pazuela" o de anís, de los que vendía generosamente "La Panchina". Había baile en "El escoleto" y aunque los chavales sólo arrimábamos el ojo parece que las cosas no andaban claras, porque los mozos empezaban a cantar a coro aquella coplilla que me parece totalmente injusta:
"Y no hemos de ir, y no hemos de ir, - al "Escoleto" a bailar con las gachís. - Han puesto el baile a cuatro pesetas - chispa de anís".
Año más tarde, las cosas y hasta las gentes de Corella empezaron a cambiar. La paga de los domingos fue aumentando y aunque siempre era escasa, ya quedaba margen para una mayor diversidad y oportunidad de expansionarse. Empezaron a hacer furor las "peñas" y de golpe y porrazo nacieron cuatro o cinco, amén de otras que volvieron a reorganizarse, tras unos años de decadencia. De tal modo proliferaron que el Muy Ilustre se vio casi obligado a crear varios premios en metálico para las mejores.
Así surgió el desfile del día 28. Espectáculo éste que bien podía figurar en cualquier guía para turistas. Yo formaba parte de una "peña" tan escasa de hombres como de humor. Eramos media docena justa de amigos y en vista de que no podíamos ni siquiera confeccionar nuestro cartel ni pagar una "charanga", decidimos unirnos a los "Chipén", cuyos principales gerifaltos eran Carlos "El Jaca" y Luis "El Pilo". Por otro lado andaban "La Unica", "Los Gracurris", "El Tonel", "Los Diferentes", "El Destrozo", "LosMariachis", etc. Esta última con Marino "El Zurri" y Julián "El Campanero". Total que "Corella en fiestas", como decían los de "La Unica", era una cosa que ni en la capital se conocía. Y tanto. A las "chavalas" les nació un nuevo dilema: elegir una "peña" u otra. Pero como nuestras paisanícas eran y son así de guapas y resaladas, tan pronto andaban con "Los Chipén" o "El Gracurris". En honor a la verdad, diré que aún no les había entrado el gusanillo de Suiza o Francia y hasta hubo cuadrillas femeninas con blusas y faldas verdes, negras, marrones y blancas como sus homónimos masculinos.
Los encierros de Corella eran los más singulares de Navarra. De madrugar, nada. Bien entradita la mañana y después de un impresionante almuerzo de costillas, rábanos, pan del "Meli" y tintorro del "Ombatillo". Aquí radica el hecho de que en Corella ha habido tan buenos comilones y tan pocos corredores. "El Mabu" era una excepción que nos honra. A pesar de ello, la calle Mayor, el paseo de la Goma, el Crucero y La Merced siempre estaban llenos de mozos dispuestos a participar en esta hermosa y breve olimpíada de la alpargata y el clarete.
Los Corellanos se metían en el encierro en cuerpo y alma. Lo importante, como decía Coubertein era participar. El correr de verdad se quedaba para "El garito", el Antoñito del Casino y Félix Armendáriz y uno piensa que se metían en largo tubo de la calle Mayor por consideración con las vacas y no fuesen solas en tan comprometido trecho. Las mujeres también metían su bulla desde ventanas y balcones gritando y comentando los deterioros habidos en blusas y pantalones. Aquella era la hora del "Percal" y del "Mendoza" que aprendieron a "recortar" las vacas con una habilidad tal que ponía en vilo el generoso corazón de sus paisanos. Se sucedían sin interrupción los encuentros "no gratos" entre hombres y vacas y creo que la Virgen del Villar tuvo que echar buenos capotazos para salvar de las astas a más de un insensato que quería hacer méritos taurinos ante su novia.
Por lo demás y fuera de algún chaparrón que nos regalaba San Miguel, Corella en fiestas se ponía más guapa y más bonita que una mocica en primavera. ¡Buena época para "los blanqueadores" que no daban a basto en el deseo de alegrar las calles y las casas! Tan buena para ellos como mala para corrales y gallineros que venían mermados sus efectivos de forma notoria y considerable.
En fin, estos y otros muchos son mis recuerdos de las fiestas de nuestro pueblo. Sólo he pretendido airearlos un poco para todos. En mi calidad de periodista es posible que hubiera podido escribir cosas más profundas o más interesantes pero estoy seguro que a mis paisanos les gustará recordar sus pasadas andadas en los últimos días de septiembre. Sobre todo a mis paisanos ausentes, a tanto querido corellano que este año no andará al lado de San Miguel el día 29. Para ellos, principalmente y para nosotros yo propongo que requiriendo la hermana bota, ¡hale! echemos un trago a su salud.
Visita a José Luis de ArreseMAS DE CINCUENTA RETABLOS, VEINTE CASONAS SOLARIEGAS, GRAN CANTIDAD DE PINTURAS DE LOS LLAMADOS ARTISTAS ESPAÑOLES Y UNA LARGA HISTORIA CON ALMIRANTES, MINISTROS, LITERATOS Y ARTISTAS, OFRECE LA CIUDAD NAVARRA
La última obra publicada por José Luis de Arrese es el libro titulado "Arte religioso en un pueblo de España", editado bajo los auspicios del Patronato José María Cuadrado y la Institución Príncipe de Viana.
-Ese pueblo de España, al que Arrese alude, casi a media voz, en el título de su obra, es Corella. Pueblo -ciudad, gran ciudad diríamos mejor- gracias, al amor y entrega que él, su alcalde honorario y vecino casi permanente, puso en el mismo. He tenido la fortuna de que sea en Corella, en el despacho recogido que José Luis tiene y bajo el retrato de un corellano don Fermín Arteta, ministro de Isabel II, pintado por Esquível, donde el ex-ministro y consejero del Reino me dedique su hermoso libro. Son 622 páginas más 1180 láminas, soberbiamente impresas en papel couché.
-Basta hojearlo para comprender que nos encontramos ante un balance exhaustivo de la riqueza artística corellana. Y este libro, que no deja un solo resquicio en la salvación catalogal del arte religioso de Corella, es al par, soberbio documento para conocer las vicisitudes históricas, los altibajos de la vida social, los grandes y logrados anhelos tanto como las etapas de desconcierto e inacción de la ciudad navarra, no referidos a ella exclusivamente, sino como reflejo y temperatura de la vida nacional de la que durante dos centurias, fue magnífico exponente.
-No es el primer libro que Arrese dedica a Corella, pero sí el más importante, decisivo y voluminoso. Antes había publicado "El músico Blas de la Serna y su contorno corellano", una biografía de don Antonio González Ruiz pintor de cámara de S. M. y fundador de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y, en el plano de las interpretaciones íntimas y cordiales, la "Historia de una casa", puesta como prólogo al libro de oro de su palacio navarro, cuyas páginas fueron inauguradas con la firma del Caudillo en visita inolvidable.
Preguntamos a don José Luis.
-Entonces, la historia corellana, ¿ha discurrido ligada al arte?
-Intimamente. A lo largo de los años, y tomando la pintura como punto de referencia, vemos que han ido figurando, en sus viejos palacios y en el recinto de sus iglesias, obras de Tiziano, Van Dyck, Tristaán, Ribalta, Pedro Orrente, Eugenio Cajés, Alonso Cano, Ximénez Danoso, Claudio Coello, Berdusán, Pedro Camacho, Goya, Juan Antonio de Ribera, Esquível, etc., y que en Corella nació Antonio González Ruiz, primer director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
-Este libro puede entenderse como una exaltación del barroco corellano. ¿Tanto representa ese estilo para Corella?
-Pues sí. Corella se justifica artísticamente en el barroco. El éxito de ese estilo en Corella se debe, más que a la pura coincidencia en el tiempo de las circunstancias motrices -estilo e impulso-, al descubrimiento que los corellanos hicieron en aquella ocasión de que su alma, su espíritu, su modo de ser y obrar estaban plenamente manifestados en las ideas estéticas que entonces surgieron.
-¿No se dio la evolución estética sobre lo anterior?
-Lo que más poderosamente llama la atención es la ausencia de vestigios anteriores al momento barroco. No se puede explicar, más que por la sustitución, la ausencia, por ejemplo, de retablos anteriores al siglo XVII. En 1632, precisamente cuando el Renacimiento empieza a vestirse de franco barroquismo, Corella inicia una carrera reformista que va sustituyendo uno a uno todos los antiguos retablos que tenía por otros "al huso nuevo", como le llama en 1690 el escultor local Diego Pérez de Bidangos. Esto significa que Corella ha encontrado en el barroco su espejo y en él descubre la propia imagen. Mi libro hubiera podido titularse también "El barroco en el arte de Corella", o mejor todavía "El barroco como única manifestación vocacional en el arte corellano".
-Corella registra asimismo, el paso del romanticismo, ¿se compadece éste con esa inclinación y manera de ser barroca?
-Mucho. Corella, al alejarse del barroco, no lo hace volviendo al pasado. Carecía de vocación clásica y por ello, casi sin detenerse en Villanueva, se fue refugiando en el romanticismo, cosa no rara, pues el hombre romántico tiene mucho que ver con el hombre barroco.
-¿Es sugestivo el romanticismo corellano?
-Significa una explosión, acalorada y vital, que inunda el siglo XIX. Para estudiarla, habrá que partir del barroco. Sólo así comprenderemos cómo es posible reunir tantos personajes de altura nacional en un pueblo tan pequeño y alejado con mucho de las vías de penetración y cultura.
-¿Algunos de esos personajes que vivieron o nacieron en Corella?
-Esta tierra de secano ha dado dieciseis Almirantes y cinco ministros. Esquível llenó de pinturas los salones de Corella, y Nieva le imitaba; Becquer venía a la ciudad desde Veruela, y Larra pasaba su infancia en la plaza de San Miguel; Pérula dejaba aquí la pluma de escribano para ceñir la espada de General en jefe del Ejército del Norte, y su antecesor, Mendiri, volvía a refugiar en Corella su nostalgia inacabada; el ministro Arteta soñaba, con Bravo Murillo, hacer un ferrocarril que unieran Madrid con París "pasando por Corella"; los Alonso, Conejares y Colmenares, padre e hijo ocuparon el Ministerio de Justicia casi con derecho de exclusiva, en tanto el general San Juan regentaba el de la Guerra, y Escudero el de Marina, y García Loigorri fundaba el arma de Artillería, Más de 50 retablos en sus iglesias y una rebasada veintena de casones solariegas en sus calles proclaman que no sóo se estaba escribiendo una de las páginas más brillantes de la vida local, sino, también perpetuando, en el vuelo de un siglo sutil y delicado, el brío corellano que descubrió el barroco.
-Hecho ya realidad este soberbio libro. "Arte religioso de un pueblo de España", ¿cuál sería la mayor aspiración de su autor respecto del mismo?
-Sólo quisiera que el intento mío animara a otros para dar a conocer la enorme riqueza artística escondida en muchos pueblos españoles.
Esta frase la dice José Luis de Arrese con una gran esperanza. Pero empresas como la suya "para pocos están guardadas". Por eso, resulta más admirable y valiosa su exhaustiva aportación al conocimiento de la riqueza artística nacional.
(del Diario Pueblo) Julio Trenas