1971
Un hito en el amanecer de nuestra historia.
L. D.
APUNTES TAURINOS DE CORELLA Y SU PLAZA DE TOROS
F. A. V.
JOSE MARIA IRIBARREN Y LOS PUEBLOS NAVARROS
Agustin Fernandez Virto.

Un hito en el amanecer de nuestra historia.

Bajo la mirada serena de Dña. Margarita de L'Aigle, sobrina de Rotrón II el Grande, Conde de Perche, que pronto presidirá la plaza-jardín de San Miguel, nueva aportación al casco histórico urbano de Corella, repasemos con rapidez estos ocho siglos que nos separan de élla.

La Ciudad entera, con sus dominios, sus calles, sus mansiones, es testigo elocuente de la hidalguía de nuestros antepasados. La riqueza histórica de Corella se fundamenta en la personalidad de sus habitantes orientados de cara al futuro. Hijos de una raza noble, nuestro deber esencial debe centrarse en la unión de todas las fuerzas vivas para continuar y desarrollar el patrimonio heredado. Este patrimonio monumental, puede traducirse hoy día en realizaciones sociales y tecnológicas, sin para éllo separar el pasado del presente, pero más bien continuando unidos, y este puente o lazo de unión, no puede se otro sino el empeño de los corellanos que llevamos la misma sangre de aquellos dignos y valerosos caballeros, que ayudaron a D. Alfonso el Batallador a reconquistar toda la Ribera de Navarra.

Es pues, Dña. Margarita de L'Aigle (del Aguila), el punto de partida de una historia fecunda, honra y prestigio de nuestra Ciudad, semejante a la realeza del águila que corona nuestro escudo y que puede ser el acicate que despierte nuestras conciencias y que anime nuestras voluntades para un Corella mejor y más humano.

L. D.

(Margarita de L'Aigle, Reina de Navarra, 1134-1160, Señora de Corella, como sucesora de tío Rotron el Grande, Conde de Perche, Conquistador y Primer Señor de Corella (1115), creó el Heraldo de la ciudad.)

APUNTES TAURINOS DE CORELLA Y SU PLAZA DE TOROS

El florecimiento de nuestra Ciudad del siglo XVII, se fue prolongando paulatinamente a primeros del XVIII con la venida del Rey Felipe V. Con este motivo, fueron organizados una serie de actos entre los que se menciona algún espectáculo taurino, pero que el Rey rechazó por no gravar excesivamente la hacienda municipal. Esto no obstante, las aficiones taurinas se mantuvieron y a mediados del mismo siglo, D. Miguel Poyales, en sociedad con los Sres. Díaz y Nieva, dieron un gran incremento en Corella a nuestra fiesta nacional, siendo artífices de nuestra plaza.

La construcción de la actual plaza de Toros de Corella, se llevó a cabo entre los años 1847 y 1848.

Para llevar a cabo esta construcción, se constituyó una sociedad denominada «SOCIEDAD DE LA PLAZA DE TOROS» que estuvo inicialmente integrada por cincuenta y seis socios, poseedores de distinto número de acciones, desde los que tenían invertidos 4.769 reales vellón, hasta los que solo aportaron 120.

Las mayores aportaciones en la cantidad primeramente indicada, correspondieron a D. Miguel Poyales, D. Claudio Díaz y D. Hipólito Nieva.

Todas las acciones totalizaban la cantidad de 57.227 reales vellón cantidad ésta, o parecida que hace suponer fue el coste de la construcción de la plaza. Los jornales que se abonaron en estas obras a los peones fueron de siete reales vellón, cinco reales a los muchachos y tres a las mujeres.

Todos los títulos fueron comprados por los citados mayores accionistas por los años 1854, 55 y 56, a mitad de precio de su valor, excepto la Sra. Vertiz, que consiguió íntegro su importe. La empresa así formada, fue muy importante en el mundillo taurino; el 24 de Agosto de 1851, dieron una corrida en Pamplona en la que intervinieron como toreros, Cúchares y Alegría, que cobraron 32.241 reales.

En ese mismo año y los días 26 y 27 de Agosto, dieron en Tudela dos corridas de a seis toros con los mismos toreros, Cúchares y Alegría. El importe de cada toro en vivo era de 1.300 reales y el precio de su carne, 256 reales. Es curiosa la correspondencia de los Sres. Poyales y Díaz con el torero Antonio Sánchez «el Tato», en la que D. Saturnino Monasterio, se interesa para que sea contratado para torear en Tudela.

Solicita le sean abonados 22.000 Reales y habla de corridas a torear en Madrid y Tarazona. La ganadería de Poyales, en sociedad con D. Claudio Díaz, residente en Corella, fue importante. El 12 de Julio de 1857, según se lee en el programa, fueron toreados en Pamplona toros de esta ganadería. Con fecha 25 de Marzo de 1854, solicitan de Bayona a los Sres. Díaz y Poyalos, toros de cinco y seis años, escogidos por persona inteligente, superiores a los que se corran en Pamplona y San Sebastián.

Con fecha de 30 de Julio de 1857, solicitan de Azpetia y por medio del Alcalde al Sr. Poyales, sostener el acuerdo de la entrevista de Pamplona para la función de toros en la villa y solicita que brinquen por encima del toro.

Por estas fechas de mediados del siglo pasado, la empresa de la Plaza de Toros, organizó en esta Ciudad, dos medias corridas y una novillada en los días 6, 7 y 8 de Septiembre, con toros de cuatro años y medio de buena estampa y gordos, si bien había dos tuertos del ojo derecho y se lidiarían uno en cada tarde, de las ganaderías de D. Severo Murillo, de Ejea de los Caballeros, y de D. Miguel Poyales. El espada que intervino fue Gonzalo Mora, y como sobresaliente actuó Vicente García. El espada citado, toreó varias temporadas y la correspondencia sostenida con él es variada.

Los abonos de los palcos se venderían a partir del día uno de Septiembre en casa de D. Manuel Francés, plaza de la Verdura. La ganadería de D. Miguel Poyales, fue adquirida posteriormente por D. Melitón Catalán Sesma y éste la traspasó a D. Paco Urzaiz, de Sevilla, residente en Zaragoza.

Los espectáculos taurinos de Corella, no obstante, se remontan a fechas muy anteriores a la existencia de la plaza, celebrándose las corridas de toros en la plaza del Mercado previamente enarenada.

El popular y tradicional espectáculo de la vaca ensogada, tiene en nuestra Ciudad remotísimo origen, puesto que documentos del archivo Municipal de finales del siglo XV, hacen referencia a él.

F. A. V.

Agradecemos la colaboración prestada por los Sres Herederos de Don Claudio Diaz, poseedores de ésta documentación.

JOSE MARIA IRIBARREN Y LOS PUEBLOS NAVARROS

No digo, que cada pueblo de Navarra debiera levantar un monumento a José María Iribarren, no. Sin embargo no me parecería tan descabellada la idea de que esa erección tuviese lugar en la capital como ubicación de la oferta de todos los pueblos navarros a quien fue un enamorado de ellos y plasmó ese amor en numerosas publicaciones de innegable éxito dentro y fuera de nuestra provincia,

Había que verle vibrar ante una palabra o una frase espontánea y contundente, dicha por un hombre representativo de la filosofía del pueblo, conservada tradicionalmente sin menoscabo de su pureza y no siempre acorde con los rigurosos textos gramaticales. Ahí está ese «Vocabulario Navarro», fruto de una pacientísima labor, que en sus numerosos millares de vocablos y locuciones adverbiales no incluidos en el Diccionario de la Academia, recoge la enjundia del habla del pueblo, exponiéndola de una manera amena sin disquisiciones filológicas ni lingüísticas, que no lo haría apto para cualquier lector. Aquí conviene poner de manifiesto una de las virtudes de Iribarren, ya que en la citada obra y anteponiéndola a todo el trabajo, publica la completa lista de colaboradores que tuvimos el honor de unir nuestro nombre al suyo, lo que demuestra una evidente honradez profesional del escritor.

Sus cartas son de lo más interesante. En una de ellas me decía que le explicase, el significado de una «serie de palabrejas», alguna de las cuales la había sacado de mi "Diálogo entre dos corellanos de pura cepa". Y, al final, me decía: «En el Diccionario de Navarra de Teodoro Ochoa (Pamplona 1842), al hablar de Corella, dice que en ella abundan las canteras de piedra «cicuña». ¿ A qué llaman piedra cicuña ?, preguntaba.

En otra carta dice que «El Cotilleo», que publiqué en un programa de fiestas de Corella, «está mucho majo», y se interesaba por el significado de teinada, marcega, roza, pasadilla (refiriéndose a la cosecha de aceituna) y marigüelas.

Con motivo de su artículo publicado en «Pregón» sobre la procesión de Semana Santa de Corella, me exponía cuatro dudas que le quedaban después de ver dicha procesión. Una de ellas era si los alabarderos, al tiempo que pisotean el suelo con el pie derecho, golpean el suelo con la contera de la alabarda o la llevan terciada entre las manos. Otra era si el que hace de Rey de Armas lleva en el pecho coraza negra o ferreruelo estilo Felipe II. Y añadía "Hablo del que iba junto a "El Chino, el guarda". En fin, que no se le escapaba nada.

He leído el artículo antes citado sobre la procesión y es curioso que en sus cuatro páginas completas es de una fidelidad que asombra. Hubo, no obstante, quien creyó que el autor se reía y se burlaba de nuestra querida y tradicional procesión. Nada más lejos de la realidad. La opinión auténtica que José María Iribarren se llevó de ella fue la que escribió al final del ya citado, artículo de «Pregón»: «Estupenda. Para mi es la mejor, la más castiza y la más pintoresca de Navarra».

¿Y qué diremos de "El Moro Corellano"? Este personaje le entusiasmaba. Cuando me mandó un ejemplar de esa obra me decía que creía que Eleuterio Ochoa pasaría a la posteridad gracias a él. Y en una entrevista con un periodista de La Voz de España, de San Sebastián, emocionado, decía: «Hoy yo le defendía a este hombre y le saco con dos años».

Siguiendo la referida entrevista, añadía: «Tengo también en cartera otro tipo corellano digno de una biografía. Un fraile de la guerra de Filipinas a quien los nativos de Ilo-Ilo llevan a matar. El va a la muerte con una serenidad que escalofría, liando un cigarrillo. Lo atan a un árbol para matarle y él, mientras tanto, los insulta llamándolos «chongos», una palabra denigrante en aquel idioma. Y muchas otras cosas... Pero en el momento en que van a matarle aparecen los norteamericanos y entonces los indígenas huyen aterrados, pero no de los yanquis sino del fraile corellano a quien aquellos desatan las ligaduras. El padre Joaquín, si. Todo un hombre». No quiero ser pesimista; pero veo francamente difícil que en muchos años se ocupe alguien de las cosas de los pueblos de Navarra con el profundo conocimiento de ellas, con el cariño y con el éxito obtenido por José María Iribarren.

Y éste que comenzó siendo un artículo para nuestro programa de fiestas, artículo con el que he intentado corresponder a la deferencia de quienes me ofrecieron este espacio, ¿no podría terminar con una llamada a todos los pueblos de Navarra para que se uniesen en un homenaje a José María Iribarren, patentizándolo en algo material y duradero, bien fuese un monumento, bien nominando alguna calle, Centro o fundación... ?

Como buen amigo que le recuerda, como navarro y como corellano quisiera haber dejado tranquila mi conciencia con esta iniciativa, aunque estoy dispuesto a insistir si fuese preciso.

No, José Mari, no me lo agradezcas desde ahí arriba, que de verdad te lo mereces.

Agustin Fernandez Virto.

Estando ya en prensa el articuldo precedente, hemos leido en el Diario de Navarra del día 31 de Agosto, que su en Tudela, ciudad natal de Iribarren, se le erigirá un monumento, obra del escultor Loperena. Aunque ya lo esperábamos nos ha producido una gran satisfacción.