Espíritu de la Tierra, nuestro espíritu: una manera de entender el mundo


Por Consuelo Tomas (*)

La verdad, siempre me parecieron aterradoras aquellas narraciones (misoginia y canibalismo aparte) en las que brujas solitarias amenazaban con comerse a unos niños abandonados por sus padres, o en que el malo de la historia siempre era un pobre lobo hambriento amenazando a la niña tonta e ingenua (otra vez la misoginia) que finalmente era salvada por un hombre muy hombre inteligente y diligente.

Cuando leí Espíritu de la tierra…, me divertí tanto, que realmente me alegré de haber nacido en este lado del mundo, donde la imaginación es un tanto más generosa y condescendiente en proporción directa con humanos, especies y espacios naturales (al menos para mi). La maldad aquí es presentada, no como un asunto de villanos deformes y abyectos sino como un asunto de inteligencia y talento versus la arrogancia ingenua de quienes detentan un poder, cualquiera que este fuere.

Los paradigmas narrativos señalados por Vladimir Propp se cumplen aquí con claridad: la lucha del bien contra el mal; una situación normalidad que es rota o amenazada por un hecho desdencadenante. Un desenlace por lo general favorable para las fuerzas del bien. No obstante el bien y el mal visto en los relatos kunas que recoge este libro, no tienen la contundencia de la dicotomía blanco-negro. Los buenos aquí no lo son del todo, y los malos tampoco. En la lucha por los espacios y los recursos, el asunto ético adquiere una relatividad que apela a nuestra capacidad de ver más allá de los preceptos o las consignas.

Nos sugiere que el mundo es mucho más diverso, que los seres que lo habitan pueden equivocarse, que las pasiones anidan en el corazón y se expresan de muchas maneras positivas o negativamente, que el universo es mucho más amplio de lo que abarcan nuestros sentidos y que por lo tanto, sus leyes involucran a todo cuanto se encuentra en él.

La utilización de la fábula para explicar el origen de las cosas o para traducir al pueblo la orientación en el camino más apropiado de conducta social, ha sido utilizado por muchas civilizaciones incluso para la construcción de sus mitos. En el pueblo kuna, el relato oral traducido por los argar, es casi un asunto de sobrevivencia de la identidad y la cohesión.

Es importante cantar para los jóvenes, porque a ellos corresponde continuidad. Son importantes los viejos que cantan, porque ellos son depositarios de sabiduría y autoridad. Son importantes las mujeres porque están más conectadas con los secretos de la madre naturaleza. Es claro, todas las madres se intercomunican para enlazar esos secretos a favor de las vidas que protegen. No es casual que el capítulo ESPIRITUS del libro, varios de los relatos como, Baula: la mujer tortuga, Oloburdili; la mujer golondrina. Las Náyades y El Garzo tengan como protagonistas a mujeres.

En la mitología Kuna, donde los arquetipos nos son como los hombres de madera del Popol vuh. Sino seres con múltiples facetas. Las mujeres son una parte importante del relato. Es impensable una realidad sólo masculina. Las mujeres son valientes, sostenedoras de la tradición, hadas en busca de secretos.

Otro dato importante que revela los relatos de Espíritu dela tierra.. es la posibilidad de recuperación. Contrario al fatalismo castigador judeocristiano, para los kunas, aún en los tiempos más difíciles de dispersión y olvido de la identidad, hay alguna "medicina" que puede curar a quien ha perdido el camino o el sentido. Es asunto de paciencia curar a quien ha perdido el camino o el sentido. Es asunto de paciencia y amor. Es asunto de compresión. Casa con la idea del retorno permanente. O lo que los chinos del tao, dictaminan: "Se puede cambiar de ciudad, más no de pozo". El agua que bebiste originalmente, la patria de tu infancia, las enseñanzas de tus progenitores, siempre estarán contigo. Son parte de tu esencia, tu espíritu.

Esta es más o menos mi interpretación del libro que los padres kunas a través de Vianor nos entregan hoy. Un libro escrito con sentido del humor; sin teléfonos celulares, sin tarjetas de crédito, sin canibalismo, sin automóviles que comen tiempo, bocinazos que hacen los buses en las avenidas.

Frente a esos jaguares de cuello blanco, jugosas cuentas bancarias, autos rugientes como monstruos, apellidos de oropel y cuchillitos escondidos debajo de la manga, prefiero las tortuguitas que limpian mesas en los McDonalds, barren las calles de la venida central y luego se juntan a comer Dule Masi y a curtir sus bailes autóctonos en cualquier espacio libre de la ciudad. Al igual que el meracho del cuento, para mantener la hoguera encendida. El sentido de dignidad que me transmiten me lava la verguenza de vivir en un país que constantemente borra su pasado, ningunea a sus artistas, y se niega a pensar en el futuro, sobre todo cuando en la agenda de los que toman las decisiones, parecen no estar incluidos los más necesitados.

(*) La autora es escritora panameña.