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El Códice de Yaocihuatl Coyolxauhqui.
Amoxtli Ce: El Largo Camino a la Redención.
Amatl Nahui (Capítulo 4): La Niña sin Manos.

Milagros y Tameme se dirigían a la escuela, pero ella tenía la mente muy lejos de
ahí, principalmente en dos cosas: la nueva entrenadora y el misterioso Caballero
Aguila.
Tameme: Oye, "no cihuanton"... Oye... ¡Oye...!
Milagros: ¿Qué?
Para su mala suerte, ella volteó a ver al perro justo cuando chocaba con un farol
de la calle, lo que resultó en un buen golpe en la cabeza.
Tameme: ...Cuidado con el poste.
Milagros: (Sentada en el suelo) Gracias, pero ¿no pudiste avisarme antes?
Tameme: ¡Hace 20 metros que trato de avisarte!, ¿pues en dónde andas?
Milagros: Bueno... (suspiro)... Me preguntaba quién es él...
Tameme: ¿Él?, ¿Quién en él?
Milagros: (Soñadoramente) El Caballero Águila...
Tameme: (Contrariado y tartamudeando) U-u-u-unn Ca-caca-ca-caba...
Milagros: Al fondo a la derecha.
Tameme: (Explotando de ira) ¿¿¿¡¡¡Te has encontrado con un Caballero Águila y no me
has dicho una palabra!!!??? ¿¿¿¡¡¡DÓNDE &%$$&ç##|%& TIENES LA CABEZA!!!???
Milagros: ¡M'ijito, no te conocía esa boquita!
Tameme: ¿No me cambies el tema!, ¿qué de...?
Dolores: ¡Hola, Milly!
Milagros agradeció mentalmente la llegada de Lola, mientras que Tameme tuvo que
cerrar la boca (perdón, el hocico) y tragarse su coraje.
Dolores: ¡Oye, parece que tu perro acabara de ver a un gato! ¿Le hiciste algo malo?
Milagros: Pues si lo hice, no puedo recordar qué fue...
¡En ese momento casi se puede ver el humo que le sale a Tameme por las orejas!
Dolores: ¡Diablos, ya se nos hizo tarde! Tenemos qué correr si queremos llegar a la
escuela a tiempo.
Milagros: ¿Pues qué esperamos? (A Tameme) ¿vienes?
Pero el perro ya se dirigía al otro lado.
Dolores: ¡Nena, debes de haberle hecho una buena pero en serio...!

Tameme iba de regreso a casa de Milagros, todavía furioso
Tameme: (Para sí mismo) ¡Un Caballero Águila!, ¿Cómo pudo ocultarme algo tan
importante?, ¿Cómo demonios puede estar segura de que no es un enemigo?
Voz: No te preocupes. Él está con nosotros.
El Perro gris casi se volvió blanco cuando le hablaron. Al ver quién le había
descubierto, se encontró con una bella mujer madura. Era Bertha Domínguez...

Mientras tanto, Milagros estaba en su clase de Taller de Mecanografía, pero habían
pasado 30 minutos y su maestra no había llegado.
Milagros: ¡Qué raro!, la señorita Lira nunca se tarda tanto en llegar.
Alumno: Es que hay reunión de maestros.
Milagros: ¿Ahorita?, ¿y tú cómo sabes, Beto?
Beto: Porque quieren hacerle un "huequito" a la nueva "fenómeno" del pueblo.
Milagros: ¿Fenómeno?
Beto: Sí. Una nueva alumna.
Milagros: ¿Pero por qué la llamas "fenómeno"?
Beto: Ya lo sabrás en el recreo.
Milagros: ¿En el recreo?
Beto: A menos que la incluyan en nuestro grupo, pero creo que ella quiere entrar al
grupo de Dibujo Técnico.
En ese momento, uno de los prefectos entró al salón.
Prefecto: OK, jóvenes, tienen una hora libre. Pueden ir al salón de su siguiente
clase.
Todo el grupo lanzó un grito de alegría y dejó el salón, pero Milagros quedó
realmente "picada" de curiosidad por la nueva alumna.
Milagros: ¿"Fenómeno"?, ¿qué quiso decir Beto con eso?
Dolores: ¡Oye, chica, tú sí que andas dormida hoy!
Milagros: ¡Ah, hola, Lola!, ¿tú sabes si es cierto que suspendieron las clases por
una nueva alumna?
Por un momento, Milagros sintió algo extraño en la mirada de su amiga. ¿Desagrado?
Dolores: Bueno..., sí, pero no es algo muy agradable de comentar...
Milagros: ¿Pero qué pasa?, ¿Tiene dos cabezas, o qué?
Dolores: Bueno... Puede decirse que algo así...
Milagros: (Maliciosamente) ¡Vamos a la oficina del director!
Dolores: (Con un gotón) ¿Qué?, ¿sabes lo que pasaría si nos atrapan?
Milagros: Tal vez, pero Beto y tú ya picaron mi curiosidad, y ahora DEBO saber qué
pasa con mis propios ojos.
Dolores: ¡Oh, no! ¡Ahí sí yo no me meto!, además tarde o temprano te la vas a
encontrar...
Milagros: ¿Entonces por qué no me dices qué hay de raro en ella?
Dolores: Porque es muy desagradable.
Milagros: Ni modo. Te veré después. (Camina hacia los salones más cercanos a la
dirección).
Dolores: ¡Milly, no cuentes esta vez conmigo! (Algo molesta) ¡Vuleve aquí, por
favor!
Milagros: No te preocupes por mí.
Dolores: (Ya de plano molesta) ¡Muy bien. Nada más no digas que no te lo advertí!
(Se va a su salón).
Milagros: (Para sí) Tal vez esto no sea bueno. Quizás debería ir a mi salón y
olvidarme de todo esto... ¡¡Pero es que NECESITO saber!!
En el camino se encontró a otro de los prefectos de la escuela, y éste la observó.
Hombre: ¿Algún problema, señorita?
Milagros: ¡Oh, no, no! Sólo tengo que ir al baño.
Milagros entró al sanitario, y empezó a buscar en su mochila (otra vez toda
revuelta), hasta que encontró unos binoculares.
Milagros: Llevo casi cuatro meses cargándolos para nada, pero sabía que algún día
me serían útiles.
Se trepó a uno de los viejos lavabos y empezó a ajustar el enfoque. Cuando lo logró
vió a una bella muchacha sentada enfrente del director. Desde donde estaba sólo
podía verla del pecho hacia arriba, y no pudo ver nada anormal. Tenía un hermoso
cabello azul, quizás peinado en un estilo de "ala de cuervo" fuera de época, pero
que sin duda no era como para llamarla "fenómeno".
Milagros: Tiene que haber algo más. A lo mejor se trepo otro poquito...
Trató de pararse sobre las puntas de sus pies, pero justo en ese momento el lavabo
empezó a ceder bajo su peso.
Milagros: ¡¡¡¡¡oh-oh-no-pera-Wwwwwaaaaaaooooohhhhh!!!!!
Lavabo y chica fueron a dar al piso, provocando una gran fuga que empapó por
completo a la muchacha. El prefecto entró a ver qué había causado el ruido, y sólo
el coraje de lo que ella había hecho le impidió reírse con ganas.
Prefecto: Bien, señorita. Se nota que necesitaba ir al baño.
Milagros: (Contrariada)...

Poco después, el prefecto la llevaba ante la oficina del director, y tocaba a la
puerta.
Voz: ¿Sí?
Prefecto: Señor Director, tuvimos un "accidente" en el baño y aquí la traigo a la
"causa".
Un momento después se abrió la puerta y el prefecto metió a Milagros, todavía
escurriendo agua.
Director: ¿Qué sucedió, señor Cruz?
Sr. Cruz: Al parecer la señorita estaba parada sobre un lavabo, y este no soportó
su peso.
Director: ¿Hay fuga?
Sr. Cruz: Sí, señor.
Director: Muy bien. Hágame el favor de llamar al plomero, estoy seguro de que los
padres de esta niña no tendrán ningún inconveniente en pagar la reparación.
La cara de Milagros se puso inmediatamente blanca.
Sr. Cruz: Sí, señor. (Milagros se preparó para seguirlo)
Director: ¡Hey, hey, hey!, espere un momento, señorita. Usted todavía no ha
respondido a lo más importante: ¿por qué?
Milagros: (Si fuera posible, aún más pálida) ¿Po-po-por q-qué?
Director: ¿Qué hacía usted parada sobre un lavabo?
Milagros: Bu-bueno... yo...
Director: ¿Tal vez tenía usted curiosidad acerca de nuestra nueva alumna?
Milagros: Bueno... pues yo... es decir...
Director: Me temo que no era necesario que se tomara usted tantas molestias.
Permítame presentarle a la señorita Malinalli González.
La niña sentada se paró lentamente, y dirigió a Milagros una mirada gélida y muy
dolida. Como Milly ya había notado, tenía un hermoso cabello azul obscuro. Su cara
también era muy bonita. Tenía una figura agraciada, lucía bien del cuerpo, sus
piernas estaban bien formadas, al igual que sus brazos, y... y...
La cara de Milagros se sonrojó por la vergüenza, lo que su palidez hizo aún más
notorio: ¡Aquella niña no tenía manos!
Milagros: ¡Oh, por Dios...! Pero... es que yo...
Malinalli: (Fríamente) Me alegra ver que hay "espectáculos" mejores que yo.
Milagros: (Bajando la mirada) Lo-lo lamento... no debí... no tenía derecho.
Director: De acuerdo, jovencita. Ahora usted tendrá que llevar a la señorita
González a su primera clase.
Milagros: (Con convicción) ¡Sí, sí señor, con gusto, sí!
Director: Y espero verla por aquí después de su última clase...
Milagros: ¡??????!
Director: ...para lavar los baños que usted dañó.
Milagros: ¿Qué?
Director: ¿O acaso prefiere usted que les pida a sus padres hacerlo?
Milagros: (Llorando) ¡Oh, no señor, por faavor!, ¡lo que sea menos eso!, ¡haré lo
que usted me pida! (Sin pensarlo, ¡se trepó para arrodillarse sobre el escritorio!), ¡Lo que sea!
Director: Bueno, bajarse de mi escritorio sería un muy buen comienzo.
Milagros: ¡Oh! (Se baja todavía más roja)
La escena fue tan graciosa, que Malinalli y el adulto que la acompañaba no pudieron
evitar una pequeña risa. "Es hermosa la sonrisa de esta chica", pensó Milly.
Director: De acuerdo. No se preocupe, señor González, nos haremos cargo de su
sobrina. Y usted, señorita González, considérese bienvenida.
Malinalli: Gracias, señor.
Director: Muy buen, señorita...
Milagros: Tuchmetztli. Milagros Tuchmetztli.
Malinalli: ¿"Touché"-qué?
Tío: Maly...
Malinalli: Perdón, tío.
Director: De acuerdo. Lleve a la señorita González al aula 14, por favor. Su
primera clase será... Matemáticas.
Malinalli: Sí.
Tío: Muchísimas gracias, señor.
Director: No hay de qué.
El hombre y las dos chicas salieron de la oficina, y Malinalli se adelantó un poco,
lo que Milagros aprovechó para hablar con su tío.
Milagros: ¡Señor González, en verdad tengo mucha pena con usted, se lo juro! Hice
sentir incómoda a su sobrina, pero fue sin querer. No sé qué me pasó. ¡Le juro que
yo no soy así!
Sr. González: Tal vez ella esté molesta contigo por algunos días, pero por favor,
no la dejes sola (Al decir esto último, su voz sonó algo preocupada).
Milagros: ¿Pasa algo?
Sr. González: Ella ha tenido problemas serios en sus otras escuelas, de hecho, casi
no ha hecho amistades desde que llegó de Jalisco.
Milagros: ¡Haré lo que pueda, señor!
Sr. González: Llámame Aniceto, ese es mi nombre. (A su sobrina) ¡Oye, Maly!, ya
tengo que irme (la niña corrió a abrazarlo y a besarle la mejilla). Estudia mucho.
Malinalli: Claro que sí, tío.
Sr. González: Y no seas tan dura con esta niña. Ella está realmente arrepentida.
Malinalli: (Viendo friamente a Milagros) Si tú así lo crees...
Sr. González: Hazme ese favor, ¿quieres? (Vuelve a besarla) Nos vemos, princesa. (A
Milagros). Nos vemos, niña.
Milagros: Puede usted llamarme Milagros, ese es mi nombre.
Sr. González: (Tras soltar una sonora carcajada) ¡Gracias, Milagros! No sé por qué,
pero creo que tú serás una gran amiga para mi sobrina. (Se dirige a la salida).
Ambas chicas lo ven irse.
Malinalli: (Sin voltear) Sólo dime dónde, ¿quieres?
Milagros: ¡Vamos!, ya me disculpé, ¿no? ¡No seas tan dura conmigo!
Malinalli: (Suspirando con fastidio) Bien... llévame si eso te hace feliz.
Ambas empezaron a caminar.
Milagros: ¿Entonces vienes de Jalisco?
Malinalli: Sí. De un rancho cerca de Tepatitlán.
Voz: ¡¡PIENSA RÁPIDO!!
Ambas chicas voltearon por instinto, pero Malinalli sólo sintió como quedaba
empapada. Le había arrojado un globo lleno de agua. Ahora ella estaba tan mojada
como Milagros, quien reconoció a uno de los chicos que aventaron el globo.
Milagros: ¡BETO, CÓMO TE...!
Pero Beto y el joven que lo acompañaba ya eran llevados de la oreja por el señor
Cruz, con rumbo a la oficina del Director.
Sr. Cruz: Muy gracioso, "caballeros", muy gracioso...
Malinalli: Bola de payasos. (En ese momento volteó a ver a Malinalli, quien
permanecía ahí, sólo viendo al piso, tratando de contener su rabia). ¿Oye, estás
bien?
Malinalli: Vete...
Milagros: P-pero...
Malinalli: (Empiezan a caer lágrimas de su rostro) Déjame sóla...
Milagros: Pero si yo no...
Malinalli: (Volteando a verla con rabia) ¡¡HE DICHO QUE TE LARGUES!!
Milagros: Bueno. Tu salón está por allá (lo señala). Realmente lo siento.
Milagros se fue, dejándo a Malinalli ahí parada, tratando sin éxito de contener las
lágrimas.

En el recreo, Malinalli estaba sentada en un lugar solitario del patio, comiéndose
su almuerzo. Con cuidado, una mano dejó un mensaje sobre su mochila.
Cuando ella volteó vio la nota, una sencilla hoja de papel doblada en cuatro. La
abrió y leyó en ella: "Espero que estés mejor. Sabes dónde puedes encontrarme
después de clases".
No tenía firma. No hacía falta.

A las dos de la tarde las clases se terminaban , pero Milagros fue directamente
hacia el pequeño cubículo del señor Cruz.
Milagros: Estoy lista, señor.
Sr. Cruz: ¡Caramba! Normalmente yo tengo que buscar a los castigados. De hecho,
debo buscar a dos sujetos que "estuvieron de acuerdo" en barrer el patio.
Milagros: (Contrariada sólo de pensar que tendría que lavar los baños de la
escuela). No crea que esto me hace feliz, pero lo merezco. Digamos que es una
"manda".
Sr. Cruz: Está bien. Por favor, espérame ante el baño que ya conoces. (Se va a
buscar a los chicos)
Tameme: ¿Qué?, ¿algún problema?
Milagros: (Otra vez sorprendida al ver al perro sentado de pronto a su espalda).
¿Es que siempre debes aparecerte de esta manera?
Tameme: Yo pregunté primero.
Milagros: OK, me castigaron por espiar en la oficina del director, ¿conforme?
Tameme: ¿Estabas espiando?
Milagros: ¡Sí, sí! Ya sé que hice mal, pero tenía curiosidad sobre una nueva
alumna.
Tameme: ¿Por qué?
Milagros: Bueno... (la consabida gota sobre la cabeza) eso no importa.
Tameme: Alguien viene.
Milagros: Vamos, escóndete en el baño.
Era el señor Cruz, que regresaba con los implementos de limpieza.
Sr. Cruz: Esos chicos se fueron. Lo siento por ellos, pues les irá bastante mal
cuando les digamos a sus padres lo que hicieron. Aquí tienes: cubeta, jergas,
trapos, cloro... Creo que es todo. Puedes empezar, mientras que yo reporto la huída
de esos vándalos al director.
Milagros: Sí, señor Cruz. (Entra al baño refunfuñando. Enseguida llena una cubeta
con agua limpia mientras se cubre boca y nariz con un pañuelo húmedo). Beto parece
más niña que yo...
Tameme: ¿Esto significa que no irás a tu práctica de tochito hoy?
Milagros: No, pero, ¡óyeme! a tí nunca te han interesado mis prácticas de futbol
americano. ¿De cuándo acá?
Tameme: (Gota) ¿Yo? No, por nada, simplemente reconozco que es algo importante para
tí, y pues... bueno... je, je...
Milagros: No te apures. Ya le pedí a Lola que avise a los coaches.
Tameme: ¡Bien! (Para sí) Gracias a los Dioses, eso me permitirá reponerme. A lo
mejor la riego si las veo juntas hoy.
Voz: ¿Estás hablando con alguien?
Milagros: ¿Malinalli? (Se asoma y ve a la chica nueva observándola) ¡Qué sorpresa!
Malinalli: (Sonriendo) Pareces un forajido de película de vaqueros. (Más
seriamente, viendo hacia el patio). Bueno, ¿por qué me invitaste a tan elegante
lugar?
Tameme notó la falta de manos de la chica y entendió la fuente de la curiosidad de
Milagros. Pero fuera de eso, nada más parecía extraño en ella. Es más, acaso le
parecía un poco... ¿familiar?
Milagros: Bueno, además de disculparme de nuevo, pues... pues... en verdad no lo
sé. (Empieza a limpiar) Supongo que sólo quería disculparme de nuevo.
Malinalli: Bueno, pues ya lo hiciste.
Milagros: ¿Y tú aceptaste?
Malinalli no había esperado esa respuesta, y por un momento permaneció callada.
Hasta entonces notó la presencia del perro.
Malinalli: ¡Oye! ¿quién es el hermoso peloncito a tu lado?
Milagros: Es mi perro. Se llama Tameme.
Malinalli: Está precioso, y es tan difícil encontrar Xoloescuincles.
Tameme infló el pecho.
Milagros: ¿Lo crees? La mayoría de la gente piensa que es una raza fea... (Tameme
voltea a verla, irancundo. A ella le sale la gota) ...Pero yo estoy de acuerdo
contigo. ¡Es un chico guapo!
Ambas permanecieron calladas un momento, mientras Milagros seguía limpiando.
Finalmente ella dijo:
Milagros: ¿Y?
Malinalli: ¿Y?
Milagros: ¿Me disculpas o no?
Malinalli: (Riendo bajito) Muy bien, tú ganas. Te perdonaré, pero sólo con la
condición de que me dejes acompañarte.
Milagros: No hace falta, de veras. Tameme está conmigo, y tu tío podría
preocuparse.
Malinalli: No te apures, que ya le llamé y estuve de acuerdo. Supongo que le alegra
que me decidiera a estar con alguien más.
Milagros. Pues gracias, creo. (Un poco para sí). ¡Diablos, sólo de pensar que debo
lavar los excusados me dan ganas de vomitar!
Malinalli: ¿Quieres que te ayude con los lavabos?
Milagros: ¿Cómo? (Se sonroja). ¡Oh. no!, ¡Perdona, quise decir...!
Malinalli: (Se ve molesta por un momento, pero se recupera al ver la sincera
vergüenza de Milly). No te apures. Estoy acostumbrada a estas cosas.
Malinalli dejó su mochila en el piso afuera del baño. La abrió con los dedos de los
pies (para ello siempre usaba sandalias) y sacó lo que parecían dos muñequeras
hechas de velcro. Con ayuda de sus pies las amarró cerca de sus muñones.
Malinalli: ¿Te sobra un trapo?
Milagros: Ahí, en esa jícara.
Tomó el trapo que le indicaran con una de las bandas, y pidió a Milagros que
pusiera algo de detergente. Esta puso un poco en cada lavabo mientras Malinalli
llenaba una de las jícaras con agua. Entonces empezó a limpiar, mientras Milagros
no podía ocultar su admiración.
Milagros: ¡Vaya!, Eres realmente buena.
Malinalli: A todo se acostumbra una, menos a no comer.
Milagros: ¡Esa frase está buena!
Ambas siguieron limpiando, cada una por su lado, por un rato más, mientras Tameme
se limitaba a observarlas.
Milagros: Oye, Malinalli, ¿puedo preguntarte algo?
Malinalli: ¿Qué?
Milagros: ¿Me prometes no enojarte?
Malinalli: ¿Por qué?
Milagros: ¡Oh, no, olvìdalo, por favor!, ¡Lo siento! (Regresa a limpiar los
inodoros).
Malinalli: ¿Quieres saber "cómo", no es eso?
Milagros: (Sonrojándose) ¡No, no, en serio! Si te hace sentir incómoda, olvídalo.
Malinalli: (Sus ojos se humedecieron) Todavía duele, y mucho. Por ahora sólo te
dire que fue un accidente. (Su voz se quebró un poco al terminar).
Milagros: (Con tristeza) Como quiera que haya sido, lo lamento deveras.
malinalli: Ahora lo sé. Gracias.

30 minutos después todo parecía listo. Milagros sequitó por fin el pañuelo de la
cara.
Milagros: ¡Vaya, se ve mejor que mi cuarto!
Tameme le dirigió una mirada de "puedes apostarlo" que no le gustó nada, pero tuvo
que guardar silencio.
Malinalli: Sí. Debo decir que hicimos un gran trabajo.
Milagros: (Al tiempo que le quitaba el trapo de la muñequera) De verdad te lo
agradezco. ¿me acompañas a dejarle sus cosas al señor Cruz?
Malinalli: Sale.
Milagros: ¡Vientos!, yo...
En ese momento, una luz roja pasó volando, y poco después un destello rojo surgió
detrás de los salones.
Milagros: (Tomando su mochila tras un rápido vistazo a su perro). Yo... yo...
olvidé un lápiz en mi salón. ¡Por favor, espérame aquí!
Malinalli: ¿Pero, por qué?
Milagros: (Corriendo hacia el patio) ¡No me tardo! ¡Tameme, quédate con ella!
Malinalli: Que chica tan rara...
Tameme: (Pensando) Ten cuidado, no cihuanton.

Cuando Milagros llegó al patio vió al señor Cruz tirado en el suelo.
Milagros: ¡Dios mío!, ¿señor Cruz? (Él se empieza a levantar lentamente) ¿Señor,
Cruz, está usted bien?
Pero cuando él volvió la cara, ¡sus ojos estaban rojos!
Milagros: Cielos... (Ella tomó el Nahuiollin, que esta vez llevaba prendido del
pecho, y mientras retrocedía, éste encontró la luna) ¡To Nantzin Metztli, Ollin!
Poco después, Milagros se había transformado en Sailor Coyolxauhqui.
Coyolxauhqui: ¡Deja a un hombre de bien como el señor Cruz en paz, y hazlo ahora
mismo!, ¡Soy Sailor Coyolxauhqui, Guerrera de la Luna, y para alcanzar mi
redención y proteger al Macuiltonatiuh, voy a detenerte!
Repentinamente, el cristal del corazón abandonó el pecho del prefecto, y una nube
negra salió de él, tomando forma hasta parecer un híbrido de mujer y abeja.
Demonio: Soy Mictlaxicotli, y mi señor Mictlantecuhtli me ordena destruírte.
Coyolxauhqui: ¿Por qué todos ustedes tienen que salirme con esa frase?
Repentinamente el demonio escupió algo, y Coyolxauhqui tuvo que brincar para
eludirlo. Se veía realmente pegajoso.
Voz: Milagros, se te olvidó...
Era Malinalli, que buscaba a Milagros con su mochila y Tameme.
Coyolxauhqui: ¡NO!, ¡¡HUYE, NIÑA!!
Pero el aviso llegó tarde, pues el monstruo ya le había arrojado su "miel",
atrapándola contra una pared.
Coyolxauhqui: (Corriendo hacia ella) ¡¡Malinalli!!
Ella y Tameme trataron de liberarla, pero en poco tiempo también quedaron pegada.
Malinalli: ¿Pero cómo sabes mi nombre?
Coyolxauhqui: Eso no importa ahora, ¡tenemos que salir de aquí!
Pero el Demonio ya se dirigía hacia ellas, preparando su aguijón. Ambas trataban
inútilmente de liberarse, cuando de pronto el pegamento salió volando junto con
ellas. Extrañadas, voltearon a ver al misterioso Caballero Aguila parado en donde
ellas se encontraban.
Caballero: (Al demonio) Esto sí que es nuevo. Normalmente yo tengo que sacar a los
demonios de sus víctimas.
Demonio: ¡Tonto!, tú eres mi verdadero objetivo.
Caballero: Eso está por verse.
El demonio brincó y empezó a agitar sus alas, apuntando su aguijón hacia el
guerrero, pero este lo desvió con su bastón de guerra. El monstruo siguió atacando
y el caballero repeliéndolo, mientras Coyolxauhqui conseguía al fin liberarse y
liberar a sus amigos.
Coyolxauhqui: Me temo que este no es lugar para tí. ¡Tienes que esconcerte,
deprisa!
Malinalli: Pero...
Coyolxauhqui: Nosotros nos encargaremos de esto, ¿de acuerdo?
En ese preciso momento, el demonio sorprendió al Caballero con su pegamenteo,
clavando su brazo y su bastón de guerra a una pared.
Coyolxauhqui: ¡CABALLERO! (Ella se apresuró para cubrirlo, levantó la mano derecha,
y gritó) ¡Detente ahí, Demonio! ¡Teocentzon Huitznahuac, Axcan!
Nada sucedió. Y mientras ella se preguntaba extrañada (con una gran gota en la
cabeza) qué había sucedido, el mictlacatecólotl aprovechó para capturarla,
pegándola de costado a la pared. Ella quedó dando la espalda a Malinalli y Tameme.
Coyolxauhqui: ¿Por qué no funcionó?
Tameme: ¡Porque no es de noche!, ¡¡Tienes que evocar a las Estrellas del Norte!!
Malinalli: (Sentada a espaldas del perro) ¡Tameme!, ¿tú dijiste eso?
El perro se dió cuenta de que había metido la pata, y volteó para tratar de
componer las cosas, cuando vió algo extraordinario: ¡Un raro símbolo brillando en
la frente de la muchacha!
Tameme: ¡Santos Dioses, es el signo del Malinametl!, ¡¡Tú eres ella!!
Malinalli: ¡¿Qué cosa?!
Sin perder más tiempo, Tameme empezó a correr el círculos, lo que no notó el
demonio, que seguía avanzando hacia los guerreros atrapados. Milagros, que no podía
ver lo que pasaba, apenas podía ver al monstruo acercarse.
Coyolxauhqui: ¡Tameme!, ¿qué tanto estás haciendo?
Pero el Caballero todavía tenía un brazo y sus pies libres, y con un gran esfuerzo
logró patear en la mandíbula al demonio, haciéndolo caer un buen trecho.
Caballero: (Luchando por liberarse) No... te preocupes... ¡Saldremos de esta...!
Coyolxauhqui: ¡Aquí viene de nuevo!, ¡¡TAMEME, AYUDAMEEE!!
Por fin Tameme se detuvo, y un broche muy parecido al de Coyolxauhqui, sólo que
plateado, quedó brillando en el suelo.
Tameme: ¡Toma esto, por favor!
Malinalli: ¿Pero qué significa todo esto?
Tameme: Tú eres una Yaocihuatl elegida, la Diosa del Maguey, Mayahuel. ¡Mi niña
Coyolxauhqui te necesita!
Malinalli: ¿Pero qué puedo hacer?
Coyolxauhqui: (Desesperada) ¡¡TAMEMEEE!!, ¡¡AUXILIIOOO!!
Tameme: ¡Sólo hazme caso, por favor! Toma el broche con tus brazos, y levántalo
sobre tu cabeza, apuntando al Sol (Ella lo hace). Ahora Grita: "¡To Nantzin
Calchiuhxochitl, Ollin!".
Malinalli: ¿Cómo?
Coyolxauhqui: ¡¡¡¡TAMEEEEMMMMEEEEE!!!!
Malinalli vió un momento a los Guerreros, y de alguna manera extraña desapareció
toda duda de que TENÍA que hacer exactamente lo que el perro le decía.
Malinalli: Muy bien. ¡TO NANTZIN CHALCHIUHXOCHITL, OLLIN!"
En ese momento la joya empezó a brillar, formando un cono de luz que la envolvió.
Ella abrió sus brazos y el Nahuiollin se quedó suspendido en el aire. Mientras ella
empezaba a girar lentamente, su disfraz se fue formando, cuando estuvo listo y ella
terminó de dar una vuelta, volvió a levantar los brazos para tomar el amuleto y
colocarlo sobre su pecho. Después cruzó los brazos sobre éste, con las piernas
abiertas algo más que el ancho de sus hombros, y de pronto dos grandes pencas de
maguey brotaron de sus "guantes". Así, completó su transformación en Yaocihuatl
Mayahuel.

Coyolxauhqui ya tenía el aguijón de Mictlaxicotli casi sobre su nariz, y estaba
totalmente aterrada.
Caballero: ¡Detente!, ¡dijiste que yo era tu objetivo!
Demonio: Corrección, ahora eres mi postre.
El demonio volvió a mirar hacia ella, preparándose para picarla. Ella cerró
fuertemente sus ojos, esperando lo peor.
Voz: ¡TEOHUITZMETL, AXCAN!
Repentinamente, el monstruo salió volando entre lo que parecía una lluvia de
espinas, y terminó clavado a una pared.
Mayahuel: ¡Creo que acabo de darte un poco de tu propia medicina!, ¡Soy Yaocihuatl
Mayahuel, Guerrera del Maguey y protectora de la naturaleza, y para preservar al
Macuiltonatiuh, voy a detenerte!
El monstruo gritó furioso, mientras Mayahuel cortaba la miel que aprisionaba a los
guerreros por medio de sus pencas.
Mayahuel: ¿Están bien los dos?
Coyolxauhqui: Sí, gracias... tú...
Caballero: ¡Hazlo ahora, Coyolxauhqui!
Coyolxauhqui: ¡Cielos, tienes razón! (Viendo al Demonio) ¡Estoy lista!
Ella preparó su nahuiollin, mientras el monstruo empezaba a liberarse de algunas
espinas, pero ya era demasiado tarde.
Coyolxauhqui: ¡Cochiquetzalmetztli, Axcan!
El Nahuiollin liberó su energía, y con ello el mictlaxicotli desapareció.

Poco después, los tres jóvenes y el perro devolvían su cristal del corazón al señor
Cruz, y corrían a esconderse a un salón vacío.
Caballero: Me alegra que hayas aparecido, Mayahuel. Serás de gran ayuda para el
Macuiltonatiuh. Ahora, debo irme.
Tameme: ¡Espera! (El Caballero se detuvo ante el llamado del perro) Entonces,
¿realmente eres tú?
Caballero: Por lo visto, ella finalmente te lo ha confiado... Sí, soy yo, pero
confío en tu discreción. Por ahora debo irme, pero cuida de las Yaocihuameh.
Debemos encontrar a cuantas podamos antes del descenso de Tlilcoatl.
Tameme: ¿El descenso de Tlilcoatl?, ¿Qué significa eso?
Caballero: Aún no lo sé con certeza, pero te prometo que lo averiguaré. Tenemos que
apresurarnos, amigo mío. (Volteando a las chicas). Señoritas, compermiso. (Se
retira)
Coyolxauhqui: ¡Espera! (Corrió hacia la ventana, pero ya no había astro de él,
entonces se volteó hacia Tameme) ¿Quieres decir que tú ya lo conocías?
Tameme: Esta es la prinmera vez que lo veo, ¿De acuerdo?
Coyolxauhqui: ¿Pero quién es?, ¿Qué quizo decir con "ella te lo ha confiado"), ¿qué
demonios significa "Tlilcoatl"?
Mayahuel: Perdona, por favor, pero yo aún me siento algo confundida.
Coyolxauhqui: No te apures, es... (Ella extendió su mano, y repentinamente notó
que, debajo de las pencas, ¡Mayahuel no tenía manos!). ¿Ma-Malinalli?
Mayahuel: ¿Qué...? ¿Pero cómo...?
Coyolxauhqui: (Sonriendo tiernamente). Te lo mostraré. Creo que te lo debo. (Cruzó
sus brazos sobre su pecho y dijo) Tlazohkamatih...
La luz del Nahuiollin volvió a envolverla, y cuando se disipó, ahí estaba Milagros.
Mayahuel: ¡¿Milagros?!
Milagros: Sí, soy yo.
Tameme: Sólo cruza tus brazos y dí lo mismo.
Mayahuel lo hizo y dijo "Tlazokamatih", volviendo a convertirse en Malinalli.
Tameme: Tú eres la segunda Yaocihuatl del Macu... del quinto sol, pues. Yaocihuatl
Mayahuel, Diosa del Maguey.
Milagros: Yo todavía creo que "Sailor" suena mejor.
Malinalli: ¡Espera, espera! ¿Me están queriendo decir que soy alguna especie de
Diosa prehispánica?
Milagros: Ambas lo somos. No sé por qué, pero lo somos.
Malinalli se arrodilló en el piso, abrazándose a sí misma, y empezó a llorar.
Milagros: (Abrazándola) Maly, lo lamento. ¡Puedo manejar esto por mí misma, te lo
aseguro!, ¡Por favor, olvida que todo esto pasó!, ¡Vete y vive tu vida como si
nada!
Malinalli: ¡Olvídalo!
Milagros: ¿¿Cómo??
Malinalli alejó un poco a Milagros. En efecto estaba llorando, pero, ¿acaso también
sonreía?
Malinalli: Tameme, ¿qué es lo que está en juego con todo esto?
Tameme: Todo cuanto conocemos.
Malinalli: Entonces eso significa que puedo hacer algo realmente grande, algo que
ya no parecía posible para alguien como yo...
Milagros: Tú ya eres extraordinaria, y lo digo en serio. No necesitas hacer esto.
Tameme: "No Cihuanton", tú no sabes qué tan poderoso puede ser nuestro enemigo, tú
sóla nunca podrías manejar esto.
Malinalli: No te apures, perrito, que yo no la dejaré hacerlo. (Milagros la miró
sorprendida) ¡No te extrañes tanto, nena! Finalmente me encontraste, y ya estoy
metida en esto. Nadie lastimará a mi tío ni a mi planeta sin pasar antes sobre mi
cadáver. Además, por lo que veo, te gusta pelear "por el amor y la justicia", ¿no
es cierto?
Milagros: M-Malinalli (ambas volvieron a abrazarse, llorando calladamente. Poco
después Milagros se rehizo) ¿Sabes? Lamento mucho nuestro comienzo, pero... (Ella
volvió a sonreír, ahora de manera juguetona) Soy Milagros Tuchmetztli, ¡encantada
de conocerte! (le ofreció su mano derecha).
Malinalli: (Ofreciendo su muñón derecho) Malinalli González. ¡El gusto es mío!

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FIN DEL CAPITULO 4

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