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Yaocihuatl Coyolxauhqui y cualquier otro personaje desarrollado originalmente
en este Fanfic es propiedad intelectual mía. Por favor, no haga uso de ellos
sin autorización previa.
Aunque ubicada en zonas geográficas reales, los sitios específicos,
situaciones y personajes descritos son obra de la imaginación del autor,
cualquier semejanza con hechos o personas reales es obra de la casualidad.
Este capítulo está especialmente dedicado a la memoria de Don Francisco
Gabilondo Soler, "Cri Cri", uno de los mejores compositores de canciones
infantiles en el México del siglo XX.

Milagros pasó muy tranquilamente esa noche. Ni siquiera podría recordar si
soñó algo, bueno o malo.
Mamá: (Sacudiéndole el hombro) ¡Hijita, ya son las siete! Hora de irse a la
escuela.
Milagros: Ya.... ¡Ajjjúúúúúmmm!... Ya voy... ya voy, má'...
Mamá: ¡Ándale, no te tardes!
Milagros: (Volviéndose a acurrucar y sonriendo) Qué extraño que esta ves ella
no... (De pronto abre muy grandes los ojos) ¿Ella no...?
Se sienta en su cama, y no puede creer lo que ve
Milagros: ¡¡¿Dónde quedó mi cuarto?!!

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El Códice de Yaocihuatl Coyolxauhqui
Amoxtli Ce: El Largo Camino a la Redención.
Amatl Mahtlactli (Capítulo 10): Educando a Purita.
Por: Mahtlactli Atl.
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Milagros: ¡¡MAMÁÁÁÁ!!
Mamá: ¿Sí, cariño?
Milagros: ¿Pero qué pasó aquí?
Ambas dieron un vistazo en torno al cuarto, y en verdad que parecía otro.
Estaba impecablemente arreglado.
Mamá: ¿Te gusta? Purita insistió en arreglarlo antes de que despertaras. Yo
sólo le indiqué dónde debía ir cada cosa.
Milagros: (Levantándose lentamente de la cama) ¿Dónde están mis faldas de
baile?
Mamá: En el segundo cajón del closet, donde siempre deberían estar.
Milagros: ¿Y mis libros para las clases de hoy?
Mamá: En la repisa de arriba de tu escritorio, donde deberían estar.
Milagros: ¿Y mi vestido de baile de La Huasteca?
Mamá: Colgado en el closet, donde...
Milagros: "donde debería de estar" (se sonroja). Gracias, mamá. ¿Y Purita?
Mamá: Anoche prefirió quedarse a dormir en el ático. Entre ella y tu papá lo
arreglaron. Anda, apúrate a bañarte. (Sale, pero se detiene en la puerta) Por
cierto, Tu papá acompañará a Purita el sábado por la mañana para recoger las
últimas cosas de su cuarto. ¿No quieres acompañarlos?
Milagros: ¡Claro! Gracias, mamá.
Con una sonrisa, la señora sale del cuarto.
Tameme: ¡Santos Dioses! ¡En verdad que No Cihuanton Purita es una maga!
Milagros volvió a llevarse un buen susto, y no pudo evitar revolver algunas
cosas de su tocador.
Milagros: ¡Pe-perro! ¡Qué susto me diste!
Tameme: ¡Uuuummhh! Es que no podía perderme de ver algo así. Después de lo
humillante que fue para mí enredarme en esa sábana.
Milagros: ¡Era un mantel!
Tameme: Como sea. De cualquier modo, después del ridículo que me hiciste pasar
ese día, quiero saber que se siente... ¡AAAAAAAAHHHHH!
Tameme evidentemente no se esperaba que el piso estuviera tan limpio, ya que
se resbaló y sus patas se abrieron a los lados, cayendo pesadamente sobre su
panza. Milagros trató de resistirse un poco, pero finalmente se soltó riendo a
carcajadas.
A Tameme sólo le salió un gotón y una crucecita de coraje en la frente.
Grito: ¡¡¡LARGO DE AQUÍ!!!
Milagros: (Corriendo hacia fuera) ¡Es Servando!
Cuando Milagros se asomó al cuarto, su mamá estaba deteniendo a su hermano.
Ella fue corriendo a abrazar a Purita, que estaba sentada en el suelo.
Mamá: ¿Qué pasa contigo?
Servando: (Furioso) ¡No quiero que la nueva "gata" de mi hermanita ponga un
pie en mi cuarto!
Mamá: ¡Ya basta, Servando! ¡Ni ella es una "gata" ni es la criada de tu
hermana ni de nadie más! ¡Ella es una trabajadora doméstica contratada por TU
PADRE! ¿Te quedó claro?
Servando: ¿Ah, sí? ¡Pues yo no quiero que nadie entre aquí a arreglar mis
cosas, fuera de tú y yo!
Muy molesta, la señora le dio una bofetada a Servando.
Mamá: Escúchame bien, Servando, y quiero que te quede muy claro. ¡En esta casa
mandamos tu padre y yo, y si queremos que Purita arregle tu cuarto, lo va a
hacer, te guste o no!
Servando estaba fuera de sí, y sólo regresó a su cuarto para tomar una muleta
de torero.
Servando: ¡Me voy a entrenar!
Servando pasó junto a su madre y por donde Milagros abrazaba a Purita. Hizo un
gesto que incluso asustó a Milagros.
Servando: (Susurra a Purita, como conteniendo su ira) No te acerques a mi
cuarto, ¿está claro?
Mamá: ¡Servando, regresa aquí! ¡¡Servando!!
Pero Servando bajó rápidamente las escaleras y sailó de la casa dando un
fuerte portazo. Purita se separó de Milagros rápidamente, y se fue corriendo
hacia el ático.
Milagros: ¡Purita!
Mamá: ¡Espera! Será mejor que la dejemos sola un momento. Yo entraré a hablar
con ella en un ratito más. Tú apresúrate, o llegarás tarde a la escuela.
Milagros quizo decir algo, pero prefirió no arriesgarse a dar otro motivo de
disgusto a su madre.
Milagros: Esta bien, mamá.

A la hora del recreo de ese día, Milagros fue a refugiarse bajo su árbol
favorito. Ese día no había platicado con nadie, ni siquiera con Tameme.
Malinalli: ¿Te puedo acompañar?
Milagros levantó la vista y se encontró con su amiga Malinalli. Era curioso
notar que, por una vez, era ella la que trataba de dar optimismo a Milagros, y
no al contrario.
Malinalli: Desde que llegaste te he visto muy molesta. ¿Te pasa algo?
Milagros: Nada, es sólo que los hombres son unos tontos.
Malinalli: ¡Vamos, no generalices! Cuéntame qué te sucedió.
Milagros le contó lo sucedido. Cuando terminó, Malinalli lucía casi tan
molesta como ella.
Malinalli: ¿Pero qué demonios tiene tu hermano en la cabeza?
Milagros: (Sosteniendo su cabeza entre las manos) No lo sé. Créeme que casi
nunca he comprendido al "Capea", pero esta vez sí que se pasó.
Lola: ¡Hola, chicas! ¿Les sucede algo?
Con mucho desgano, las chicas levantaron la mirada y se encontraron con
Dolores. La invitaron a sentarse, y le contaron lo que había sucedido.
Dolores: ¿Así que llegó una nueva criada a tu casa?
Milagros: ¡Por favor, no uses esa palabra! Servando la utiliza en una forma
tan horrible...
Dolores: (Sonrojándose) Bueno... es difícil... pero, bueno ¡no es que esté de
acuerdo, ni mucho menos!, pero es que... bueno... creo que yo pasé por lo
mismo que tu hermano... con Malinalli.
Malinalli: ¿Cómo dices?
Dolores: (Desviando la mirada) No sé, es que, bueno... no sé... creo que,
cuando tú llegaste aquí, más que tu incapacidad... creo que me molestó el
hecho de que con ella tuvieras algo que llamara la atención. Bueno... creo
que, yo era tan estúpida sintiéndome la "gran pasadora", que, pues... creo que
me dieron celos, o algo así.
Malinalli: Es cierto. Suena estúpido, pero puede que sea cierto.
Dolores: Sí, lo es. (Voltea hacia Malinalli, ambas están sentadas a los lados
de Milagros) Pero, ¿sabes una cosa? Desde que cambió mi opinión respecto a tí,
me ha servido de mucho. (Sonríe) ¿Sabes qué? Creo que hasta juego mejor. (Le
tiende la mano derecha) Gracias.
Malinalli: (Sonrojándose y tendiendo su muñón derecho) Gracias a tí.
Milagros vió el saludo entre ambas, y soltó un suspiro agotado.
Milagros: Aaayy, me alegro por ustedes, pero esto no nos ayuda ni a mí ni a
Purita. ¿Cómo hago para que mi hermano deje de ser tan rudo con ella?
Dolores: Bueno, me temo que eso no está en las manos de ninguna de las
presentes.
Milagros: (Con un gotón) Ay, no. No me digan eso.
Malinalli: (Ahora ella apoya la barbilla sobre sus muñones) Me temo que así
es. Eso es algo que sólo tu hermano podrá arreglar. No creo que esté en manos
ni siquiera de Purita.
Milagros: ¡Eso es terrible! Yo sé lo chocante que puede ser Servando, y no
creo que una chica tan frágil como Purita logre soportarlo.
Malinalli: No lo sé, pero tengo el presentimiento de que Purita puede ser más
fuerte de lo que creemos.
Milagros: ¿Tú crees?
Dolores: Por cierto, ¿cómo la conocieron?
Tanto a Milagros como a Malinalli les salió un pequeño gotón.
Malinalli: Bueno... pues..., ¡es que mi tío ya la conocía, tú sabes...!
Milagros: Sí, sí. Además, mi mamá necesitaba ayuda en la casa...
Dolores: ¿Contigo?
El gotón de Milagros se convierte en tres gotitas.
Dolores: ¡Vamos, sólo bromeaba!, aunque sé cómo sueles traer tu mochila. (En
eso suena la campana indicando el final del recreo). Bueno, será mejor que
regresemos a clases.

Ese día, Milagros tuvo la fortuna de que su maestro de la última hora se
reportara enfermo, así que fue a su casa antes del entrenamiento de futbol
americano. Siguiendo un impulso, decidió ir al ático, y cuando llegaba empezó
a escuchar una guitarra. Era Purita quien la tocaba a ritmo de vals, y empezó
a cantar. Era una triste canción infantil, que Milagros había escuchado muchas
veces, pero nunca como Purita la interpretaba. Lo hacía con ese sentimiento
que sólo puede imprimir a sus canciones quien las ha "vivido".
Purita:
"Muñequita, le dijo el ratón,
ya no llores, tontita, no tienes razón.
Tus amigos no son los del mundo
porque te olvidaron en este rincón.
Nosotros no somos así...

Te quieren la escoba y el recogedor, 
Te quiere el plumero y el sacudidor,
Te quieren la araña y el viejo veliz,
También yo te quiero y te quiero feliz.
                     (Canción "La muñeca fea". Letra de Francisco G. Soler)
Tameme: Canta muy bonito, No Cihuanton, ¿no te parece?
Milagros: Cierto. Creo que voy a hablar con ella.
Tameme: Hazlo. Yo te esperaré abajo para acompañarte a tu práctica.
Fue entonces que Milagros se decidió a tocar tímidamente a la puerta.
Purita: (Abriendo la puerta) ¿Sí, señito? ¡Milagros!
Milagros: ¿Puedo pasar?
Purita abrió más la puerta para dejarla pasar, y Milagros se sorprendió al ver
que el ático estaba arreglado ¡casi igual al cuarto en que Purita había vivido
anteriormente!, pero decidió no decir nada al respecto, por temor a herirla.
Milagros: ¿Sabes? He escuchado muchas veces "La Muñeca Fea", pero tú la cantas
muy bonito.
Purita: (Sentándose en la colchoneta que había tendido en el piso) Gracias.
Esa me la cantó Don Ticho muchas veces antes de irme a dormir.
Milagros: Don Ticho... (Toma la foto donde Purita sale junto al señor ya
grande) ¿Es este señor?
Purita asintió con la cabeza.
Milagros: ¿Es tu papá?
Purita negó con la cabeza.
Milagros: ¿Es acaso un familiar tuyo?
Purita: No, el solamente era Don Ticho.
Milagros: ¿Era? Lo siento...
Purita: No te preocupes. Creo que él ya lo sabía.
Milagros: Mira, lamento mucho lo que hizo mi hermano. El es un zoquete. Si
quieres yo podría...
Purita: ¡NO!
Milagros se sorprendió ante la reacción de Purita. Ella se levantó y se
arrodilló ante la pequeña repisa en la que había puesto su estatuilla de la
Virgen de Guadalupe.
Purita: (Tomando su rosario entre sus manos ante su rostro, como cuando
Milagros la conoció en aquel callejón) Si en verdad quieres ayudarme, no hagas
nada que pueda dañar a tu familia.
Milagros: Pero, ¡Es que fue injusto!
Purita: (Apretando aún más sus manos) No te preocupes por eso. No me volveré a
parar en su cuarto, y punto.
Milagros: Pero él no se detendrá por eso.
Purita: (Apretando los ojos) ¡QUE TU NO TE APURES!
Milagros se sentó en la cama, sorprendida por la reacción de Purita, quien
empezó a llorar en la misma posición.
Purita: Mi mamá se fue sin despedirse, Don Ticho se fue sin despedirse, ¡Yo me
fui sin despedirme! ¡Ya no quiero más huídas, por favor! (Sin dejar de estar
arrodillada ni soltar su rosario, Purita apoyó la frente en el piso).
Milagros pensó en irse sin decir nada, pero justo cuando tomaba la manija de
la puerta, se acordó de lo que Purita acababa de decir, y decidió no hacerlo.
Sólo se sentó ante la puerta.
Milagros: Yo nunca te haré tal cosa, te lo prometo. ¿Puedo acompañarte?
Purita sólo asintió con la cabeza, y empezó a recitar el Salmo 141.
Purita: "Jehová, a tí he clamado; apresúrate a mí, escucha mi voz cuando te
invocare..."

Unos minutos más tarde, cuando ambas se sentían más tranquilas, Milagros
convenció a Purita de acompañarla a su entrenamiento. Junto con Tameme, ambas
se encaminaron al campo de entrenamiento.
Milagros: Purita, ¿puedo preguntarte algo?
Purita: Claro, niña Milagros.
Milagros: (Sonriendo) ¡Vamos, no me digas "niña Milagros"!, Recuerda que no
eres mi empleada. Tú y yo somos amigas.
Purita volteó a verla.
Milagros: Tenme confianza. Me gustaría que me llamaras Mily. Todos mis amigos
lo hacen.
Purita: Eso no. Suena muy "pocho".
Milagros: ¿Te suena "pocho"? Bueno, entonces llámame Milagros.
Purita: Sale. ¿Qué me iba... perdón, qué me ibas a preguntar, Milagros?
Milagros: Lo del convento que le dijiste a mis papás cuando llegaste, ¿es
cierto?
Purita: Claro que es cierto. Don Ticho era bastante fachoso, y no era muy
religioso que digamos.
Por un momento, Milagros tuvo la tentación de preguntarle más sobre el
convento, pero prefirió empezar por Don Ticho.
Milagros: Se ve que querías mucho a ese señor Don Ticho.
Purita: ¡Y cómo no! El me enseñó lo poquito que sé de música. Además, me cuidó
cuando me fugué del convento.
Por un momento, Milagros se puso pálida.
Milagros: ¿Te fugaste del convento? ¡¿Pero por qué?!
Purita: (Encongiéndose de hombros y viendo al piso) Ni yo lo sé. Creo que me
empecé a enamorar de un mal chico.
Milagros decidió no preguntar nada más. Sólo puso una mano sobre el hombro de
Purita.
Purita: Gracias, Milagros.
Tameme venía extrañamente callado, pero sonrió ante la escena.

Ambas llegaron al campo de entrenamiento, y se encontraron que la práctica aún
no comenzaba. La coach Domínguez estaba a la entrada del campo, y recibió a
Milagros.
Bertha: ¿Cómo estás, Milagros? Quisiera hablar contigo.
Milagros: Hola, coach. Mire, le presento a mi amiga Purita. Llegó a vivir a mi
casa ayer, y creo que me acompañará en algunos entrenamientos.
La coach extendió su mano a Purita.
Bertha: Mucho gusto, Purita. Soy la entrenadora Bertha Domínguez.
Cuando Purita respondió el saludo de la entrenadora, tuvo una sensación
extraña. Ambas se vieron a los ojos, pero ella bajó la mirada rápidamente.
Bertha: ¿Pasa algo? (suavemente, le levantó la cara) ¡Vamos, estás entre
amigas! No tengas pena.
Purita: No es eso. Es... bueno... es que no sé qué onda...
Bertha: No te preocupes. Sé que "Tuca" puede ser desconcertante a veces.
Milagros: ¡Coach, me costó mucho trabajo que Purita no se enterara de ese
apodo!
Purita volteó a ver a Milagros, y sonrió.
Purita: Tú nomás no me llames "Cara Sucia", ¿sale?
Milagros: Es un trato. ¿Qué me quería decir, coach?
Bertha: Es verdad. Mily, no sé si te causaría algún problema entrenar una hora
más los viernes. Deseo empezar a preparar algunas jugadas especiales con
Dolores y contigo.
Milagros: ¿Conmigo? ¿por qué conmigo?
Bertha: Creo que ustedes dos tienen un gran potencial para el "tocho-bandera",
y creo que podemos empezar a trabajar en algunas jugadas. Sólo piénsalo y, si
decides aceptar, píde permiso a tus papás. ¿Estamos?
Milagros: Lo haré, coach. ¡Gracias!
Bertha: (Sonriendo) Te espero en el campo.
Mientras Bertha se dirigía al centro del campo, Milagros llevaba a Purita a la
tribuna, donde se encontró con...
Milagros: ¡Vaya, otra vez tú por aquí!
Donají: ¡Hola! Veo que tienes una nueva amiga.
Milagros: ¡Ajá! Te presento a mi amiga Purita.
Donají: Me llamo Donají De la Paz. Mucho gusto.
Cuando Purita contestó su saludo, tuvo la misma sensación que con la
entrenadora de Milagros, pero igualmente, no podía definir qué era.
Purita: Pu-Purificación De la Cruz. Mucho gusto.
Donají: ¿Purificación? Es un nombre muy original.
Purita: ¿Ya ves? Prefiero que me llamen Purita.
Donají: Como gustes, Purita.
Milagros: Ahí te encargo a mi amiga. Nos vemos luego.
Y Milagros se fue rápidamente al campo, donde Dolores la recibió y empezaron a
platicar muy animadamente.

Al terminar la práctica, los coaches reunieron a las chicas para su plática
acostumbrada. Manuel había estado bastante serio desde la primera práctica
después del juego, pero ese día parecía estarlo especialmente.
Manuel: Bueno, chicas... Antes que nada, quiero que sepan que estoy muy
agradecido con todas las que han permanecido firmes en el equipo. Bertha y yo
sabíamos el riesgo que corríamos al pactar ese juego, y por eso estamos más
agradecidas con todas ustedes. (Susana levanta la mano) ¿Sí, Susana?
Susana: ¿Soy sólo yo, o esto suena como una despedida?
Manuel: No, claro que no... al menos aún no...
Otra jugadora: ¿Qué quieres decir con "al menos aún no"? ¿Ocurre algo grave?
Manuel: Bueno, Lilia, voy a ser muy sincero con ustedes. La directiva del club
está muy molesta con la derrota del equipo, y por el hecho de no usar el
nombre del club.
Milagros: ¡Pero si ellos mismos nos prohibieron usarlo!
Manuel: Lo sabemos "Tuca", pero bueno, hay algunas corrientes...
Dolores: ¿La "Corriente Cuevas"?
Manuel: No daré nombres. Sólo diré que hay quienes desean prohibirnos el
acceso al campo.
Todas las jugadoras: ¡¡¿Cómo?!!
Manuel: Así es, chicas. Me temo que parte del club quiere aprovechar la
derrota para desmantelar al equipo femenil.
Dolores: (Levantándose indignada) ¿Y tú que dices, Manuel?
Manuel: Bueno. Yo estoy con ustedes, pero, bueno, al coach Cuevas no le gusta.
Dolores: (A punto de llorar del coraje) ¡Dilo de una vez! ¿Te ha amenazado?
Manuel: (Con un gotón) No exactamente, pero se ha puesto bastante exigente, y
recientemente me insinuó que debía decidirme entre coachear y jugar...
Milagros: ¿Cómo dices? ¿Quiéres decir que te impedirán jugar si nos sigues
entrenando?
Bertha: Perdona, ¿Es "si entrenas" o "si LAS entrenas"?
Dolores: Es cierto, ¿también te quitó de dirigir a la categoría infantil?
Manuel: (Tocando su silbato) Calma, calma todas. No hablamos nada de los
niños. La situación, hasta el momento, sólo se trata de ustedes.
Dolores empezó a caminar hacia la casa club, y Manuel tuvo que apresurarse a
detenerla.
Manuel: ¡Espera, espera! ¿A dónde vas?
Dolores volteó, y ya lloraba del coraje.
Dolores: ¡Me va a oír! ¡¡Ese viejo me va a oír!!
Bertha: ¡Tranquilízate y siéntate!
Manuel y Dolores, y de hecho el resto del equipo, voltearon sorprendidas a ver
a Bertha.
Bertha: (Suavizando su tono) Vamos, regresa al grupo, y déjame hablar.
Dolores regresa a su lugar.
Bertha: Chicas, quiero que tengan en claro dos cosas. La primera, es que
debemos apreciar el esfuerzo que Manuel ha hecho hasta ahora. El es quien está
en medio de ambos fuegos, y creo que lo más justo es que todas lo apoyemos.
Todas las chicas aplaudieron a Manuel, quien se emocionó notablemente.
Bertha: (Subiendo el tono para detener el aplauso) ¡Y la segunda...! (las
chicas se callan) La segunda, chicas, y de la que creo deben estar más
conscientes, es que el equipo no es el campo.
Varias chicas la vieron extrañadas.
Bertha: ¡Sí, chicas! Si nos prohiben entrenar aquí, ¡nos iremos a un parque
público, o nos iremos al cerro, o a donde haga falta!, pueden prohibirnos
estar aquí, usar su nombre o sus colores; pero jugar a lo que deseamos jugar,
¡eso nadie puede evitárnoslo!
Las chicas aplaudieron más fuertemente.
Bertha: Así que, Manuel, tú no te preocupes. Si tienes que dejar al equipo, lo
entenderemos perfectamente.
Manuel: Bueno, de hecho sí tomé una decisión. (Varias chicas lo ven con
ansiedad). Gracias al señor García, nos han dado dos meses de plazo para
demostrar la viabilidad del equipo. Así que Bertha y yo vamos a tener que
intensificar las prácticas y pactar más juegos.
Bertha: Además, vamos a preparar algunas jugadas especiales, y todas ustedes
tendrán que aprender a jugar tanto ofensiva como defensiva.
Susana: ¿Cómo?
Bertha: Así es, Suza. Como somos muy pocas, será necesario que cualquiera
pueda entrar en sustitución de una o más de sus compañeras. ¡Vamos, véanse!
¡Véanse entre ustedes!
Las chicas lo hicieron, y al cabo de unos instantes entendieron lo que Bertha
quería decir.
Bertha: Después de ver a sus compañeras de equipo, las que se quedaron después
de ese 55-0, díganme: ¿Están dispuestas a hacerlo?
Milagros y Dolores: (Saltando de sus lugares) ¡Sí, coach!
Bertha: ¿Y las demás?
Todas las demás: ¡¡Sí, coach!!
Bertha: ¡Genial! Entonces las esperamos mañana a la misma hora. ¡Todas aquí,
todas aquí! (Las chicas levantaron su mano diestra y la juntaron con la de
ella) ¡UNO, DOS TRES...!
Todas: ¡¡¡...CELESTES!!!
Así, las chicas enfilaron a sus respectivas casas.

Purita y Milagros caminaban en silencio rumbo a su casa.
Purita: ¡Híjole, Milagros! Ha de ser padre jugar con un equipo.
Milagros: ¿Tú nunca has jugado a nada?
Purita: A veces me echaba mis "cascaritas" con los chavos de la vecindad, pero
ha de ser más padre jugar en un equipo "hecho y derecho", ¿no?
Milagros: Creo que sí. Oye, ¿me ayudarías a practicar después de los
entrenamientos?
Purita: Pos, es que no le sé mucho a eso. Y nunca fui muy buena para aventar
cosas, ni para patear...
Milagros: Tú sólo échale ganas, y yo te enseño. ¿Me ayudas?
Purita: (Sonrojándose y besando su rosario) Haré lo que pueda, Milagros.
Milagros: Gracias.
Ambas siguieron caminando, y en eso un paletero pasó junto a ellas.
Paletero: ¡Paletas, paletaaas! ¡De limón, de tamarindo, de fresa las
paletaaas!
Milagros: (Sonriendo a Purita) ¡Vente, te invito una paleta! (Alcanzando al
paletero) ¿De qué tiene, señor?
Paletero: (Sonriente) hay de limón, tamarindo, piña... fresa y guayaba.
Milagros: ¿Tú de qué quieres?
Purita: De limón está bien.
Milagros: A mí me la da de fresa, por favor.
Paletero: (Sacando las paletas) Sale de limón... y sale de fresa. ¡Cuatro
pesitos, por favor!
Milagros: (Dándole el dinero) Aquí tiene, gracias.
Paletero: Vaya con Dios, señito.
Purita: Amén.
Paletero: ¡Paletas, paletaaas!
Purita: (Chupando su paleta) Está de lujo. Gracias, Milagros.
Milagros: De nada.
Purita de pronto se detuvo.
Milagros: ¿Qué te ocurre?
Purita: Algo va a pasar. No sé qué, pero algo va a pasar.
Milagros: ¿Pero qué...? ¡Oh, por Dios!
Purita volteó a ver hacia donde Milagros veía, y vieron una luz roja volando
por donde ellas estaban. Esta pasó muy cerca de sus cabezas y golpeó
directamente al paletero.
Purita: (Persignándose) ¡Jesús Bendito!
Milagros: ¡Santo Cielo!
Tameme: ¡No cihuantoton, por aquí!
Las chicas voltearon a donde estaba Tameme, que desde un grupo de árboles les
gritaba. De inmediato corrieron hacia donde él estaba.
Milagros: (Llegando a un claro entre los árboles) ¿Pero por qué atacar a un
paletero?
Tameme: (Exasperado) ¿Y yo qué sé? ¡Transfórmense de inmediato!
Ambas chicas asintieron, y sacaron sus respectivos medallones. Milagros fue la
primera en actuar.
Milagros: ¡¡TO NANTZIN METZTLI, OLLIN!!
Luego de su secuencia de transformación, siguió Purita.
Purita: ¡¡TO NANTZIN YOLLOXOCHITL, OLLIN!!
Esta vez sí podemos ver su secuencia de transformación. Luego de levantar su
medallón y ser cubierta por su luz, ella da un giro de 90 grados y toma a su
Nahuiollin de lado. Entonces lo baja al tiempo que cierra los ojos y se
arrodilla, y lo apoya sobre su nariz. Entonces la luz se intensifica y su
"fuku" empieza a formarse, mientras la "cámara" le da una vuelta completa. Al
terminar, ella se levanta, coloca el medallón en su lugar y junta las manos
ante su barbilla, como en un rezo.

El paletero seguía caminando, aparentemente normal, pero había bajado su gorra
sobre sus ojos, y había dejado de pregonar. Entonces escuchó una voz a sus
espaldas.
Coyolxauhqui: ¡Alto ahí!
El paletero permaneció impávido, y Coyolxauhqui le gritó desde la copa de un
árbol cercano.
Coyolxauhqui: Sabemos que has poseído a este señor, cuyo único delito es
ayudarnos a pasar dulcemente el verano. ¡Soy Sailor Coyolxauhqui, y para
alcanzar mi redención y proteger al Macuiltonatiuh, voy a detenerte!
El paletero siguió sin moverse.
Coyolxauhqui: (Con una vena hinchada en la cabeza y humo saliéndole por las
orejas) ¡Oye, por lo menos podrías poner atención cuando te hablo!
En eso el paletero volteó, y lentamente abrió sus ojos enrojecidos, mientras
lanzaba una sonrisa burlona que asustó bastante a Coyolxauhqui.
Coyolxauhqui: (Con un gotón, y moviendo la mano como para pedir calma) ¡Vamos,
no es para que te pongas así!
Paletero: (Abriendo lentamente el carrito de paletas, sin dejar de ver a
Coyolxauhqui) ¿Tanto te preocupa un simple macehual? (Saca una paleta, voltea
a verla y después vuelve a ver a Coyolxauhqui) ¿Te gustan los "hielos" que
vende? ¡Prueba uno?
El hombre lanzó con furia la paleta sobre ella, pero una mano enguantada la
tomó en el aire. Una sailor algo más bajita, con colores rojo y café en su
vestimenta, lo había hecho. Acto seguido, brincó al suelo con la paleta en la
mano.
Tlazolteotl: ¿Por qué le haces esto a este señor? Si tu misión es atacarnos,
hazlo, pero deja en paz a inocentes. Yo soy Yaocihuatl Tlazolteotl, Guerrera
de la Confesión y el perdón, y te suplico que te rindas, por favor.
Luego de un momento de seriedad, el paletero lanzó a Tlazolteotl la misma
sonrisa socarrona.
Paletero: No esperes que me rinda, pero por otro lado tienes razón. Este
macehual sólo me estorba. ¡¡¡AAAAAAAAHHH!!!
Al tiempo que gritaba, el cristal ennegrecido del corazón del paletero salía
volando. De este brotaba una nube que tomaba la forma de un hombre-alacrán.
Demonio: Mi nombre es Mictlacólotl, y mi señor Mictlantecuhtli me ordena
destruírlas.
Coyolxauhqui: (Asustada) ¡Uuuuyyy! ¡Siempre me han asustado los alacranes!
Demonio: (Sin dejar su sonrisa) Y espera a ver esto.
El demonio tomó su larga cola, y lanzó un chorro de veneno sobre Coyolxauhqui.
Esta brincó al suelo, pero el líquido tocó la copa del árbol, e inmediatamente
éste se secó por completo. Coyolxauhqui lucía aún más asustada, con gotitas de
sudor rodeando su cabeza.
Tlazolteotl: ¿Por qué no lo intentas conmigo?
Demonio: No sé, tal vez me gustas más para ¡esto!
El monstruo dio un rápido giro, y su cola golpeó brutalmente a Tlazolteotl,
lanzándola por los aires hacia un árbol cercano.
Coyolxauhqui: ¡Tlazolteotl!
Demonio: Muy bien, ¿en qué estábamos tú y yo?
Voz: Creo que en la parte en que tú le dices a tus jefes que fracasaron de
nuevo.
Demonio: (Con un gotón) ¿Eh, eh? ¡¿Quién dijo eso?!
Sobre el tronco del árbol seco, el demonio y Coyolxauhqui se encontraron con
el...
Coyolxauhqui: ¡Caballero Aguila!
Caballero: Creo que debiste hacerle caso a Tlazolteotl y rendirte. Creo que
ella fue muy amable.
El Demonio lanzó su sonrisa socarrona al Caballero, pero notó que éste tenía
una igual, y eso le molestó profundamente.
Demonio: No tendrás esa sonrisa por mucho tiempo. ¡Toma esto! (Lanza un chorro
de veneno).
Caballero: ¡TEO TOQUIAEHECOATL, YE!"
El ataque de viento del Caballero dispersó el veneno, pero con tal mala suerte
que varias gotas salieron hacia...
Caballero: ¡Oh, no! ¡Tlazolteotl!
La guerrera apenas empezaba a volver en sí, y era obvio que no esquivaría el
ataque a tiempo, pero ¡Coyolxauhqui la cubrió con su cuerpo!
Caballero: ¡¡NNOOOOO!!
Demonio: ¡Je, je, je! ¿Creés que por ser una inmortal mi veneno no le
afectará?
Tlazolteotl: ¡Coyolxauhqui!
Coyolxauhqui: ¿Es-estás bien? (Trata de levantarse, pero lo hace
tambaleándose).
Tlazolteotl: ¿Pero qué hiciste?
Coyolxauhqui: Estoy... estoy bien...
Demonio: No por mucho tiempo.
Caballero: ¡Eso crees tú!
Furioso, el Caballero Aguila arremetió sobre el Demonio, golpeando su cola,
aunque no logrando cortarla.
Demonio: ¡¡¡Aaaaayyy!!! ¡Desgraciado!
Ambos empezaron a luchar, mientras Tlazolteotl trataba desesperadamente de
levantar a Coyolxauhqui.
Tlazolteotl: ¡Coyolxauhqui! ¡¡Coyolxauhqui!! ¿Crees que puedas destruírlo?
Coyolxauhqui: (Sudando frío y temblando por la fiebre) So... sosténme, ¿qui-
quieres?
Tlazolteotl se paró a su espalda, y la sujetó por las axilas. Coyolxauhqui
reunió todas sus fuerzas para tratar de sostener su Nahuiollin, y
concentrarse. Cuando la energía estuvo casi reunida, el Caballero Aguila y el
Demonio se dieron cuenta de lo que ocurría.
Demonio: ¿Qué están haciendo?
Tlazolteotl: ¡Caballero, apártate!
El Caballero dio un último golpe al alacrán para hacerlo caer en el mismo
sitio. Entonces Coyolxauhqui, con un gran esfuerzo, gritó:
Coyolxauhqui: ¡COCHIQUETZALMETZTLI, AXCAN!
Demonio: ¡¡Es imposibleeeee....!!
En medio de ese grito, el Demonio se desvaneció, entonces las rodillas de
Coyolxauhqui se doblaron, y ella y Tlazolteotl se sentaron en el piso.
Caballero: Coyolxauhqui, ¡Coyolxauhqui!
Tameme: ¡No Cihuanton!
Tlazolteotl: (Tocando su frente, y persignándose) ¡Dios mío, su fiebre es
altísima!
Tameme: ¡Tienes que ayudarla, no cihuanton!
Tlazolteotl: ¡Dime cómo! ¡Por favor, dime cómo!
Tameme: ¡No lo recuerdo, maldición! ¡no lo puedo recordar!
Tlazolteotl cerró los ojos. Al poco tiempo los abrió, puso delicadamente la
cabeza de Coyolxauhqui sobre el suelo, y tocó delicadamente sus mejillas.
Entonces alzó la mirada al cielo, volvió a cerrar los ojos, y exclamó:
Tlazolteotl: ¡COCOXCATZINTLI, CUALLI IC XINEMI!
Las manos de Tlazolteotl empezaron a brillar, y al cabo de unos instantes se
"apagaron lentamente". Al tiempo que apartaba sus manos, Coyolxauhqui parpadeó
un par de veces.
Coyolxauhqui: ¿Qué... qué sucedió?
Tameme: (Brincando sobre ella) ¡No cihuantontzin Coyolxauhqui! (Empieza a
lamerla alocadamente)
Coyolxauhqui: ¡Oye, basta! ¡Basta, "Dino", ya basta!
Tameme: (Deteniéndose extrañado) ¿Quién es "Dino"?
Coyolxauhqui: (Con un gotón) Olvídalo. (Voltea a ver a Tlazolteotl) Tú me
salvaste. Gracias, Tlazolteotl.
Tlazolteotl: Tu ya me has salvado a mí... dos veces. (Se persigna) Alabado sea
Dios.
Desde lo alto de un árbol, el Caballero Aguila vió con tristeza toda la
escena, y pensó para sí.
Caballero: Coyolxauhqui, por mi falta de experiencia, esta vez corriste un
peligro demasiado grande. Es obvio que aún no es el momento de conocernos
mejor. Adiós. (Se va)

Poco después, vemos a Milagros, Purita y Tameme continuando su camino a casa.
Milagros: (Suspirando) Me pregunto qué sucedería con él...
Tameme: ¿El Caballero Aguila?
Milagros: Sí.
Purita: Me dejó algo preocupada. Creo que no se sentía bien consigo mismo.
Milagros: (Viendo al cielo) Si por lo menos pudiera verlo, le diría que no se
preocupara, que no fue su culpa...
Purita: Creo que lo harás un día... (Milagros voltea a verla, y ella sonríe)
No me preguntes por qué. Digamos que lo presiento. (En eso sacó su mano
derecha, mostrando la paleta que el Demonio les había arrojado, casi
completamente derretida) ¿Una probadita, Milagros?
Ambas chicas se rieron, y Milagros dio una probada al palito de madera, casi
sin nada de hielo encima.
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FIN DEL CAPITULO 10.

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