Advertencia: Sailor Moon es propiedad de Naoko Takeuchi, Kodansha, TOEI
Animation, TV Asahi,DiC y otras. Sus derechos en Mexico son propiedad de Ban-
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Yaocihuatl Coyolxauhqui y cualquier otro personaje desarrollado originalmente
en este Fanfic es propiedad intelectual mía. Por favor, no haga uso de ellos
sin autorización previa.
Aunque ubicada en zonas geográficas reales, los sitios específicos,
situaciones y personajes descritos son obra de la imaginación del autor,
cualquier semejanza con hechos o personas reales es obra de la casualidad.

Nota de autor: Este capítulo describe situaciones de sangre, y otras que
podrían ser calificadas de amorales en diversos círculos (como DiC). Estas
situaciones, sin embargo, considero que están dentro de los cánones normales
de la serie de Sailor Moon. De cualquier modo, recomiendo consultar con un
adulto responsable antes de leerlo.

Malinalli se encontraba sentada al pie del árbol favorito de Milagros,
disponiéndose a comer una de sus predilectas barras de amaranto.
Malinalli: (Pensando) Qué extraño. Hoy no vi a Milagros a la entrada...
Voz: ¡Cómo estás! ¿Puedo acompañarte?
Malinalli levantó la vista para encontrarse con Dolores, la mejor amiga de
Milagros.
Malinalli: Adelante. Oye, ¿no has visto a Milagros?
Dolores: Es exactamente lo mismo que te iba a preguntar. Para nada.
Malinalli: (Suspirando) Yo tampoco, y para serte sincera, me siento algo
inquieta.
Dolores: (Tratando de cambiar el tema) ¿No es increíble cómo la cancha de
basquetbol se rodea de gente cuando la chica nueva se pone a jugar.
Malinalli: ¿Te refieres a Ilhuicamina, la compañera de salón de Mily? Hay que
reconocer que es muy buena para el basquetbol.
En eso, ambas escucharon una voz varonil del otro lado de la barda.
Voz: ¿Está por ahí la señorita Malinalli González?
Ambas chicas pusieron cara de asombro, pero a Malinalli le empezó a temblar
una ceja. ¿Acaso era la voz de Tameme?
Dolores: (Levantándose rápidamente y brincando para apoyar sus antebrazos
sobre la barca, muy molesta) ¡¿Qué es lo que está buscando?! (Pone cara de
asombro, voltea para ambos lados y le sale un gotón) ¿Adónde se fue? ¡Oye,
Maly, aquí no...! ¡Espera! ¿No es este el perro de Milagros?
Malinalli se sintió palidecer. En ese momento, intuyó que algo realmente grave
estaba sucediendo.

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El Códice de Yaocihuatl Coyolxauhqui
Amoxtli Ce: El Largo Camino a la Redención.
Amatl Mahtlactli uan Yei (Capítulo 13): La Búsqueda de Bertha.
Por: Mahtlactli Atl.
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Malinalli: (Muy nerviosa) ¿E-en serio? ¡Tengo que llevarlo a su casa!
Dolores: ¡Vamos, no es para tanto! Lo que me preocupa es ¿quién te estaba
llamando? No veo a nadie.
Malinalli: ¡Pero es que "Tameme" nunca había venido sólo! Además, ¿qué tal que
se lo llevan los de la perrera? ¡Además, a lo mejor Milagros está enferma, o
algo así? ¡Tengo que ir a verla?
Dolores: ¡Entonces voy contigo!
Malinalli volvió a palidecer, ¿qué tal que era algo relacionado con "su Club"?
¡cómo podrían hablar libremente con Dolores ahí?
Dolores: ¡No... espera...! ¡¡MALDICION!! ¡Se me olvidaba que tenemos examen
sorpresa en la siguiente hora!
Luego de suspirar aliviada y bendecir mentalmente al maestro de Lola...
Malinalli: No-no te preocupes. Yo le daré tus saludos a Mily. Si no pasa nada
grave, a lo mejor nos vemos en el campo de entrenamiento.
Dolores: ¡Por favor, no dejes de llamarme para lo que sea! ¡Saliendo de la
escuela iré para allá!
Malinalli: ¡Pero y tu entrenamiento?
Dolores: ¡Demonios! ¿Quién cuernos piensa en eso? ¡Yo le avisaré a mi primo!
Malinalli: (Sonriendo y poniendo un muñón sobre el hombro de Dolores)
Gracias... ¡Te avisaré de lo que ocurra! (Va corriendo rumbo a su salón)

Bárbara estaba jugando basquetbol en la pequeña cancha de la escuela, cuando
de pronto sintió como una descarga eléctrica en su espina dorsal. Sin saber
por qué, en cuanto volvió a tener el balón, avanzó hacia la canasta, eludió a
dos rivales y saltó hacia la canasta con todas sus fuerzas, clavando el balón
con tal fuerza que ¡el frágil tablero de la escuela quedó colgando de su
brazo!
El profesor de educación física y el subdirector de la escuela llegaron ante
el alboroto y los aplausos que varios estudiantes dedicaban a Bárbara, y se
quedaron con las cejas temblando del asombro y contrariedad. Por toda
respuesta a la ovación, Bárbara entregó el aro de la canasta al subdirector.
Bárbara: Debo irme.
Profesor: ¿Pe-pe-pe-pero qué hiciste, "Mikami"?
Subdirector: Se-se-señorita Ilhuicamina, tendrá que venir conmigo a la
dirección.
Bárbara: (Alejándose brincando) ¡"El Viejo" se encargará de esto, lo prometo!
Acto seguido, salió corriendo rumbo a la entrada de la escuela.

Malinalli salió corriendo rumbo a la parada de autobuses, cuando un lujoso
automóvil compacto frenó a su lado.
Bárbara: (Abriendo la portezuela) ¡Sube, deprisa!
Malinalli: ¡Espera! ¡Ahí viene Tameme!
En efecto, el xoloitzcuintli negro de Milagros venía corriendo velozmente
hacia ellas.
Malinalli: (Haciéndose a un lado) ¡Sube!
Bárbara: ¡VAMONOS!
Bárbara puso en movimiento su coche incluso antes de terminar de ayudar a
Malinalli a cerrar la puerta.
Malinalli: ¿Qué está sucediendo, Tameme?
Tameme: (Entre alterado y asustado) ¡Es... es No Cihuanton! ¡Está muy mal!
Malinalli: ¡¿Pero qué le sucede?!
Tameme: ¡A ciencia cierta no lo sé! Me temo que... esté recordando...
Malinalli: ¿Recordando? ¡¿RECORDANDO QUE?!
Tameme: (Titubeando y sonrojándose) Partes de su pasado...
Malinalli: ¿De su pasado?
Tameme: Ya no me preguntes más, No Cihuanton. ¡No debo hablar antes de que al
menos siete Yaocihuameh estén reunidas y listas para enfrentar a Tezcatlipoca!
Malinalli: ¡No me vengas con eso a-¡
Bárbara: (Poniendo una mano sobre el brazo de Malinalli) ¡Cálmate...!
Malinalli y Tameme voltearon sorprendidos a ver a Bárbara. Nunca imaginaron
que ella fuera la que pusiera la calma cuando ellos, los dos "centrados" del
grupo, estaban discutiendo. De no haber estado tan preocupados, se habrían
reído con ganas.
Malinalli: Díscúlpame, Tameme.
Tameme: Perdóname tú a mí, No Cihuanton.
Malinalli: Por cierto, Bárbara, ¿tú cómo te enteraste?
Bárbara: (Rascándose la cabeza) La verdad, aún sé qué cuernos están pasando.
Malinalli y Tameme: (Con gotón) ¿¿Cómo??
Bárbara: Sentí algo... muy extraño... como una urgencia de venir... (Trata de
sonreír) La verdad, sólo sé lo que ustedes dos estaban discutiendo... y
"sentí" que era algo relacionado con "La Abuelita"... (Suelta otra de sus
carcajadas, pero esta vez con cierto nerviosismo, y luego se dirige a Tameme)
Debo estar loca, ¿no, "peloncito"?
Malinalli: (Tocando con su muñón izquierdo el brazo de Bárbara, y sonriéndo
con gratitud) Créeme que no. ¡Gracias!

Poco después, Bárbara se estacionaba apresuradamente ante la casa de los
Tuchmetztli, encontrándose con que Ameyali salía a recibirlos. Empezaron a
dialogar mientras entraban a la casa.
Malinalli: ¡Hola, Ame! ¿A qué hora llegaste?
Ameyali: Hace ratito. Purita me llamó. ¡Hemos estado llamando a la puerta del
cuarto de Milagros, pero no nos abre!
Bárbara: ¿Y dónde está "La Pirinolita"?
Ameyali: Se encerró a rezar en su cuarto. ¡Creo que está más asustada de lo
que nos podamos imaginar!
Malinalli: ¿Y sus papás? ¿Y su hermano Servando?
Ameyali: Dice Purita que desde ayer se fueron a una corrida en Tlaxcala, donde
su hermano se presentaría. No hemos podido encontrar el teléfono del hotel al
que fueron.
Tameme: ¡No perdamos más tiempo! ¡Hay que entrar!
Malinalli: Es verdad. Ameyali, ¿por qué no vas tú a tratar de consolar a
Purita, mientras Bárbara y yo tratamos de convencerla de que nos abra?
Ameyali: Buena idea. Las alcanzaremos ahí.
Así, las tres subieron al segundo piso, y mientras Ameyali se dirigía al
ático, Bárbara y Malinalli iban al cuarto de Milagros.
Malinalli: Es aquí. (Patea quedito la puerta, a manera de llamado) ¿Milagros?
(Patea de nuevo) ¡Soy yo, Malinalli! (trata de abrir la puerta con los
muñones) ¡No puedo! ¡Tiene puesto el seguro!
Bárbara: Permíteme. (Trata de girar la perilla un par de veces, y después
golpea con el puño) ¡Sí no abres ahora mismo, "abue", me canso que te mando al
asilo!
Tameme: (Desde dentro del cuarto) ¡¡APRESURENSE!!
Tanto a Malinalli como a Milagros les salieron gotones.
Bárbara: ¿Cómo #$"$# entraste ahí, "cacharro"?
Tameme: ¡Eso no importa!
Malinalli: ¡Tameme! ¿Puedes quitarle el seguro a la puerta?
Tameme: ¿Cómo hago eso?
Malinalli: Algunas puertas tienen una perillita, con otras hay que jalar la
perilla completa hacia atrás, y en otras basta con darle la vuelta desde
adentro. ¡Inténtalo!
La puerta era del segundo tipo, pues se oyó un "click" cuando Tameme la jaló
hacia adentro.
Malinalli: ¡Ya abrió! ¡Deprisa! (A tropezones, ambas entraron al cuarto)
¡Milagros! ¿Estás...?
Malinalli se quedó viendo hacia la cama de Milagros, y entonces dejó escapar
un grito de terror.
Bárbara: ¡OH, MY GOD!
En eso, se escucharon los pasos de Ameyali y Purita, quienes llegaban
corriendo.
Ameyali: ¿Qué sucede?
Cuando ambas llegaron, las cuatro chicas se quedaron mudas y aterradas ante la
escena. Milagros estaba tendida boca abajo en su cama, como muerta, con una
horrible mancha roja de sangre en la espalda de su camisón.
Malinalli: (Llorando) No... no puede ser... ¡¿quién hizo esto?!
Tameme: (Lamiendo su espalda y sin voltear a ellas) Nadie... nadie entró a
esta habitación anoche...
Bárbara: ¡No me vengas con que ella se lo hizo sola!
Tameme: Tampoco.... (En eso se aparta de Milagros, y se dirige a Purita) No
Cihuanton... (Ella parece no reaccionar. Se queda viendo fijamente a Milagros)
¡No Cihuanton!
Purita sólo bajo la mirada hacia Tameme.
Tameme: Tienes que intentarlo... ¡por favor!
Purita volteó a ver a las demás, como buscando apoyo. Ameyali y Malinalli
tocaron sus hombros.
Malinalli: Adelante...
Ameyali: Sólo tú puedes hacerlo...
Purita asintió con una leve sonrisa, volteó a ver a Milagros con un hondo
suspiro, se persignó, y luego quitó de su pecho el medallón que llevaba
prendido. Entonces lo levantó en dirección al sol, y exclamó.
Purita: ¡¡TO NANTZIN YOLLOXOCHITL, AXCAN!!
Así, Purita se transformó en Yaocíhuatl Tlazolteotl, pero sabía que aún le
faltaba lo más crítico.
Caminó hacia el cuerpo inerte de Milagros y se sentó a su lado. Por un momento
titubeó sobre si debería voltearla y tomar sus mejillas como la primera vez
que la curó. Cerró los ojos y levantó la cara, como buscando una respuesta en
su interior o en el cielo. Entonces, con sumo cuidado, bajo el camisón de la
espalda de Milagros.
Entonces, todas notaron que, en realidad, eran dos heridas muy profundas las
que Milagros tenía en la espalda.
Malinalli: ¡Dios... mío...!
Bárbara: Parece...
Ameyali: (Sacudiendo a Bárbara) ¿Qué cosa?
Bárbara: Parece... ¡que le hubieran clavado unas banderillas!
Malinalli: (Volteando furiosa) ¿QUÉ DEMONIOS ESTAS DICIENDO?
Bárbara: ¡Seguido el viejo me llevaba a Corridas de Toros en los palenques
cuando era Presidente Municipal! ¡Te digo que esas parecen marcas de
banderillas como las que se usan en las corridas de toros!
Ameyali: ¡Pero eso es absurdo! ¡Su hermano no haría tal cosa, por odioso que
sea! Además, ¿tú ves unas banderillas por aquí?
Tameme: ¡CALLENSE, POR TODOS LOS DIOSES!
Las chicas voltearon a ver que Tameme y Tlazolteotl los miraban con dureza.
Ambas bajaron la mirada, y Malinalli y Ameyali juntaron sus manos, como
rezando.
Tlazolteotl volvió a ver las heridas de Milagros, y con todo cuidado puso las
yemas de sus dedos sobre cada una de ellas. Entonces se concentró, cerró los
ojos y levantó la cara al cielo. Tomó aire, y exclamó:
Tlazolteotl: ¡COCOXCATZINTLI, CUALLI IC XINEMI!
Una luz muy blanca empezó a crecer en las manos de Tlazolteotl, hasta hacerse
cegadora. Poco a poco decreció y al hacerlo, las heridas habían desaparecido.
Ambas se quedaron esperando en silencio. Unos instantes después, Milagros
hacía un leve intento por levantarse. Por un instante, todas las demás
lloraron aliviadas, pero enmudecieron al ver que Milagros se abrazaba con
desesperación a Tlazolteotl, y lloraba incontrolablemente, con sollozos que
más parecían aullidos de dolor. Malinalli fue prácticamente "corriendo a
gatas" hacia ella, y cuando la tocó, Milagros se aferró a ella prácticamente
sin verla, sollozando sin control. Ameyali salió corriendo de la habitación.
Malinalli: (Tratando de controlar sus propias lágrimas) Mily... Mily... ¿qué
sucedió aquí, por Dios?
Poco después, Ameyali regresaba con un vaso de refresco.
Ameyali: Milagros... (Pero Milagros no podía dejar de llorar) ¡MILAGROS!
(Milagros, Malinalli y Tlazolteotl voltearon a verla al unísono) Toma esto.
Bébelo poco a poco. Has llorado demasiado.
Bárbara: ¿Y qué es eso?
Ameyali: Refresco de manzana con una pizca de sal. Es lo que usamos en mi
equipo de clavados como "suero" cuando no encontramos rehidratante.
Milagros tuvo que luchar contra su temblor de manos para beber lo que Ameyali
le dio. Todas guardaron silencio hasta que ella se terminó el líquido, y
volvió a caer en la cama.
Ameyali: ¿Ya te sientes mejor?
Milagros asintió con su cabeza.
Malinalli: ¿Recuerdas qué fue lo que pasó?
Milagros volvió a asentir.
Malinalli: ¿Qué fue?
Milagros: (Muy débil) La... la pesadilla...
Bárbara: ¿La pesadilla? ¿Qué es eso?
Malinalli: Desde que conoció su otra identidad, Milagros ha tenido una
pesadilla, al parecer relacionada con su vida pasada...
Bárbara: ¡¿Y me vas a decir que UNA PESADILLA le hizo eso?
Milagros asintió furiosamente, y nuevas lágrimas salieron de sus ojos.
Tlazolteotl: ¡Cálmate, Milagros! ¿Quiéres volver a dormir!
Milagros: (Levantándose de pronto y agitando a Tlazolteotl) ¡NO, POR FAVOR!
Malinalli: (Abrazándola) ¡MILY, MILY! ¡TRANQUILIZATE!
Milagros: ¡No me dejen dormir, por amor de Dios! ¡No me dejen dormir!
Bárbara se adelantó, y sacudió fuertemente a Milagros, quien volteó a verla
con ojos aterrados.
Bárbara: ¡Ya "aplácate", abue! (Deja de sacudirla pero sigue sujetándole los
brazos). Vamos a hacer un trato. Nosotras no te dejamos dormir, pero nos vas a
contar cómo es eso de la pesadilla, porque por lo menos yo no entiendo ni
"papa" de esa cosa, y qué fue lo que paso esta vez. ¿Estamos?
Milagros se la quedó viendo fijamente, y Bárbara volvió a sacudirla.
Bárbara: ¡¿ESTAMOS?!
Milagros: (Bajando la mirada) Sí...
Ameyali: Bueno, mejor vamos al comedor. Y tú, Purita, mejor transfórmate. No
vaya a ser que llegue alguien de improviso.
Purita: ¡Jesús, María y José! ¡Adelántense ustedes! Yo tengo que buscar el
teléfono del hotel de los señores.
Milagros: (Tomando su brazo mientras Ameyali y Bárbara la ayudaban a
levantarse) ¡No lo hagas, Purita! (Tlazolteotl volteó a verla, y ella la miró
con ojos suplicantes) A ellos no...
Tlazolteotl: Pero es que yo...
Milagros: Estaré bien... te lo prometo...
Tameme: Vamos abajo. Tú sólo revierte la transformación, No Cihuanton.

Poco después, las chicas estaban sentadas en el comedor de la casa de
Milagros, y Malinalli terminaba de explicarles lo que Milagros le contó sobre
su pesadilla.
Bárbara: ¿Y el cuchillo te quema la mano? ¡Diantres!
Ameyali: Pero, Milagros, hasta ahora habías podido controlarlo, ¿no?
Milagros sólo asintió.
Ameyali: ¿Y qué pasó ahora?
Malinalli: ¡Es cierto! Milagros, ¿hubo algo diferente esta vez?
Milagros: Sí... y mucho...
Purita: Cuéntanos.

Milagros empezó a contarles su pesadilla, la cual era idéntica a la anterior.
Les contó cómo el Caballero Aguila trató de defenderla, sólo para ser
arrastrado por un río que aparecía de repente, y cómo después de ello, su mano
era obligada a tomar aquel cuchillo de obsidiana.
Milagros: ...Y fue entonces...
Malinalli: ¿Sí?
Milagros: (Empezando a llorar de nuevo) ...entonces...
Malinalli se levantó a abrazarla, y Milagros se llevó las manos al rostro.
Milagros: ¡Y fue entonces que la pesadilla volvió a crecer!
Todas las chicas se quedaron viendo entre sí, mientras Milagros retomaba su
narración, al tiempo que recordaba su sueño.

Coyolxauhqui: ¡MI MANO! ¡AAAAAAAYYYYY! ¡¡ME QUEMO!!
Voz: Ahora ve y cumple con tu deber, mi pequeña.
Coyolxauhqui: ¡NOOO! ¡NO QUIERO!
En ese momento, por si no tenía suficiente dolor, ella sintió algo que le
quemaba la espalda.
Coyolxauhqui: ¡¡YYEEEEEAAAAAAARRGGHH!!
Ella sintió de inmediato como su mirada se nublaba del todo, trataba de
tirarse al suelo, pero el mismo cuchillo se lo impedía. Trató de volver la
cabeza, y alcanzó a ver un bastón decorado que debía estar colgado de su
espalda, pues rápidamente desapareció de su vista, y entonces...
Entonces se encontró con su hermano Servando, parado de perfil, vestido con su
traje de luces y con un extraño antifaz sobre los ojos, pero Coyolxauhqui aun
así lo reconoció.
Coyolxauhqui: ¡Hermano! ¡Ayúdame, por favor!
Voz: Lo siento mucho, pequeña mía, pero esto también es parte de tu destino.
Ella, muy asustada, volvió la mirada hacia donde venía la voz.
Coyolxauhqui: ¿Qué estás queriendo decir?
Entonces, ella volteó hacia su hermano, y este lentamente sacó desde su
costado... ¡el estoque que utilizaba para matar a los toros!
Coyolxauhqui: ¡NNNNNOOOOOOOOOOOOOO!
En eso la imagen se vuelve negra, y sólo es cruzada por una raya roja.
Purita: ¡YAAA BASTAAAAAA!
Milagros salió de sus recuerdos cuando encontró a Purita llorando y
abrazándola fuertemente, arrodillada a sus pies. De hecho, todas sus amigas
tenían lágrimas en sus ojos, incluso Bárbara.
Bárbara: ¡Te juro que cuando tenga a tu hermano enfrente, le voy a sacar los
ojos!
Ameyali: ¡No digas tonterías! ¿quiéres?
Milagros: Chicas... lo siento. Supongo que otra vez me dejé llevar, pero...
En eso Milagros se quedó callada, como recordando algo. Entonces bajó la vista
y vio a Purita.
Milagros: Purita, ¿por qué estabas transformada?
Purita no pudo evitar palidecer al oírla.
Milagros: ¡OH, POR DIOS!
Sin que las chicas pudieran evitarlo, Milagros salió corriendo rumbo a su
recámara.
Tameme: ¡No Cihuanton, espera!
Pero Milagros nunca había subido las escaleras tan rápido en su vida. Cuando
llegó a su cuarto, vio su cama ya tendida; entonces corrió a sacar las cosas
del cubo de la ropa sucia, y encontró la sábana manchada de sangre.
Milagros: Entonces... ¡Entonces era cierto!
Malinalli: Milagros...
Milagros: (A Tameme) Tameme, qué significa esto.
Tameme: No-no Cihuanton.
Bárbara: Creo que no tienes más remedio...
Milagros: ¡Díme de qué se trata todo esto!
En eso se escuchó el timbre de la entrada.
Milagros: ¡No contesten!
Voz: ¡Buenas tardes! ¿Hay alguien aquí?
Malinalli: (Susurrando) ¡Es tu entrenadora!
Milagros: ¿Quién dejo abierto?
Bárbara: No lo entiendo. ¡Estoy segura de que cerré!
Voz: ¡Hay alguien en casa!
Milagros: ¡Ya voy! (Susurra a Tameme) Ya hablaremos, tú y yo (Baja al
recibidor, seguido por las demás chicas).
Tameme: (Suspirando) ¡Gracias, mi señora!

Milagros: (Desde la escalera) Coach Domínguez...
Bertha: ¡Ah, hola, Milagros! Dolores me comentó que tal vez estarías enferma.
¿Cómo te encuentras?
Milagros: Bien, bien. Ya mejor. Bueno, creo que ya conoce a Malinalli, a
Purita y a Bárbara.
Bertha: A Bárbara sólo de vista. Creo que no fuimos presentadas, pero tal vez
ya me puso algún apodo.
Bárbara: (Sonrojándose, mientras las demás la veían acusadoramente) Bárbara
Ilhuicamina...
Bertha: Mucho gusto, Bárbara, y sólo estaba bromeando, ¿de acuerdo?
Milagros: Y esta es mi amiga Ameyali Alvarez. Ella vive en Naucalpan.
Bertha: Mucho gusto, Ameyali. Lamento que tengas que venir desde tan lejos
para ver a Mily.
Ameyali: ¿Para qué son los amigos si no? (Le tiende la mano) Mucho gusto.
Cuando Bertha respondió al saludo, tuvo la misma sensación extraña que
sintieron todas las demás.
Bertha: ¿Sucede algo?
Ameyali: No... (Trata de sonreír mientras le sale un gotón) No es nada ¡ja,
ja! ¡De verdad, Olvídelo!
Bertha: Milagros, ¿podría hablar contigo a solas?
Bárbara volteó hacia arriba, y vió como Tameme ponía cara de asustado y movía
la cabeza como para decir no. Casi casi podía decir que estaba pálido, y movió
los labios como para decirle "te lo mereces".
Milagros: ¿A solas? ¿pero por qué?
Bertha: Milagros, me preocupa esa mirada que tienes. No quiero hablarte como
tu entrenadora, sino como tu amiga.
Todas las chicas vieron a los ojos de la entrenadora, y casi sin pensarlo...
Malinalli: Tiene razón. Milagros, no sé por qué, pero creo que tu entrenadora
te puede ayudar.
Milagros: Tienes razón. Señorita Bertha, vamos a hablar a mi recámara. ¿No les
molesta, verdad, chicas?
Ameyali: No, claro que no.
Purita: ¡Pásele!
Milagros y la señorita Domínguez subieron las escaleras rumbo al cuarto de
Milagros. Poco después de que la puerta se cerró, Tameme bajó corriendo a toda
velocidad.
Ameyali: ¡Tameme, creo que le debes una explicación a Milagros!
Tameme: (Enseñando los dientes) A-PAR-TA-TE...
Las chicas nunca habían visto a Tameme tan enojado.
Bárbara: Oye, pero qué...
Tameme: ¡HE DICHO QUE SE HAGAN A UN LADO!
Malinalli: No.
Tameme se volvió hacia ella, gruñendo, y Malinalli se arrodilló.
Malinalli: Tameme, yo no te voy a preguntar nada.
Tameme dejó de gruñir, y unas lágrimas amenazaron con salir de sus ojos.
Malinalli: Ninguna de nosotras conoce nuestra misión mejor que tú, y si algo
te impide revelarnos de qué se trata, sea lo que sea, yo lo respeto...
Tameme cerró entonces la boca.
Malinalli: (Con ojos brillosos) ...y lo respeto, no tanto... no tanto por la
misión en sí. ¿Sabes por qué?
Tameme sólo negó con la cabeza.
Malinalli: Porque... (extiende sus brazos hacia él) porque tú también eres mi
amigo.
Tameme: (Corriendo hacia Malinalli) ¡YA NO PUEDO MAAAS! (Se arroja a sus
brazos, y llora incontrolablemente).
Purita: (Arrodillándose para acariciarlo) Perdónanos, "chiquito". Tú sabrás
cuándo decirnos todo.
Ameyali: Confiamos en tí y en Milagros... para lo que sea.
Bárbara: (Poniendo las manos tras su nuca, y apoyándose en la pared con
desgano) Pues yo cada vez entiendo menos...
Todos los demás voltearon a verla, y Bárbara sólo lanzó otra de sus horrorosas
risotadas.

Milagros se sentó en su cama, mientras que Bertha lo hacía en una silla
cercana. Ambas permanecieron calladas un buen tiempo.
Milagros: Coach. Lamento no haber ido a las prácticas esp-
Bertha: Milagros, ya te dije que no estoy aquí como entrenadora, sino como
amiga. Y antes de que tú me cuentes qué te pasa, déjame contarte un problema
que tengo.
Milagros: (Sorprendida) ¿Usted, un problema?
Bertha: Sí... Verás, ¿alguna ves te has preguntado cómo fue que llegué tan
repentinamente al equipo?
Milagros: (Luego de pensarlo unos instantes) Pues no, la verdad no.
Simplemente, pensé que usted era una amiga de Manuel... perdón, quiero decir
del coach Zamudio.
Bertha: (Sonriendo) Está bien. Manuel no es una persona que se ofenda con
cosas así. Creo que eso es lo que lo distingue para ser un entrenador femenil.
Pero ese no es el punto...
Milagros: ¿Cuál es, entonces?
Bertha: Verás, la verdad... es que estoy buscando a mis hijos.
Milagros: (Aún más sorprendida) ¡¿Sus hijos?! ¡¡¿Pero usted es madre?!!
Bertha: Madre soltera, para ser más exacta.
Milagros: Pero... ¡no puede ser! Luce usted tan joven...
Bertha: Gracias, Mily. ¿Puedo llamarte así?
Milagros: (Sonriendo por primera vez en el día) Por favor, lo prefiero mil
veces a "Tuca".
Bertha: Verás, el problema es que apartaron a mis hijos de mi lado.
Milagros: ¿Cómo? ¿Tiene más de uno?
Bertha: Tuve dos, un niño y una niña.
Milagros: ¿Y tuvo a los dos fuera del matrimonio?
Bertha: (Levantándose de la silla, y caminando hacia la ventana) No, sólo al
menor, al niño. Lo más triste de todo, es que mi hija no pudo aceptarlo, y
constantemente tuve problemas por eso.
Milagros: (Titubeando) Y, ¿ellos huyeron?
Bertha: (Volteando hacia fuera) No lo sé.
Milagros: ¿Cómo que no lo sabe?
Bertha: Verás... mi hermano, su tío, siempre tuvo una gran influencia en mi
hija... y creo que él fue quien los separó de mi lado.
Milagros: ¿Un hermano de usted? Perdóneme que se lo diga, pero su familia era
realmente muy "rara".
Bertha: Supongo que no puedo negar eso... Quiero creer que mis hijos están
bien, con una buena familia, y tal vez... tal vez que lograron perdonarme...
Milagros: ¿Perdonarla? (Milagros pensó un momento, y entonces se levantó y
caminó tímidamente hacia su entrenadora) Coach, ¿puedo preguntarle algo?
Bertha: Adelante...
Milagros: ¿Por qué tuvo a su segundo hijo?
Bertha: Por lo mismo que tuve a la primera: por amor.
Milagros: ¿Amó usted a los padres de ambos?
Bertha: Mucho.
Milagros: ¿Trató de imponer a la chica al padre del muchacho?
Bertha: (Volteándose a Milagros y acariciando sus cabellos) Eres una chica muy
madura para tu edad, ¿lo sabías? Ven, mira qué hermoso está el cielo hoy.
(Milagros se apoyó en la ventana, y ambas vieron el hermoso azul del cielo)
Volviendo a tu pregunta, mi hija nunca conoció a mi segundo esposo. El...
murió antes de que mi hijo naciera.
Milagros: Lo siento. Pero debió ser difícil para su hija aceptar que venía un
hermanito así como así, y además, siendo usted sola.
Bertha: Supongo que sí. Siempre me molestó que la gente me señalara con el
dedo por ese niño que venía, y más aun que el peor de todos fuera mi propio
hermano.
Milagros: ¿Sabe? No sé por qué, pero me hizo pensar en el tío de Malinalli. Es
una gran persona.
Bertha: Y tus padres, ¿cómo son?
Milagros: (Apoyando la cabeza entre sus manos) Son maravillosos. Mi madre es
mi mejor amiga, y mi padre... bueno, no sólo es un gran guía, sino una persona
muy bondadosa. ¿Sabe usted? él no sólo trajo a vivir a Purita a nuestra casa,
sino que le está pagando sus estudios, pese a todas las habladurías de la
gente.
Bertha: ¿Habladurías?
Milagros: Sí... muchos vecinos cuchichean cuando Purita me acompaña a la
escuela, y me han llegado rumores de que ella es una "aventurilla" de mi papá.
Bertha: ¿Y eso te molesta?
Milagros: No, porque yo sé la verdad.
Bertha: Me alegro. ¿Tienes hermanos?
Milagros: Sólo uno, mayor que yo.
Bertha: ¿Y qué opinas de él?
Milagros: (Suspirando) La mayoría del tiempo es un idiota. No sólo es un tipo
hiriente y presumido, ¡sino que además le dio por ser TORERO! En serio, no
puedo soportar la manera en que se dirige a Purita, y a veces siento que él me
odia de gratis.
Bertha: ¿Y así tú lo quieres?
Milagros: ¿Cómo dice?
Bertha: Dime, ¿amas a tu hermano?
Milagros cruzó los brazos ante su cuerpo, y apoyó una mejilla en ellos, viendo
a su entrenadora.
Milagros: Sí. Pese a todo lo estúpido que pueda llegar a ser, es mi hermano y
lo amo.
Bertha volteó a ver a Milagros con los ojos húmedos. Parecía que esa última
respuesta le había conmovido más de lo que cabía esperar.
Bertha: Me alegro... (Acariciando el cabello de Milagros) ¿Sabes?, quiero
pensar que mi hija hoy en día es como tú; que sepa amar pese a que la gente y
hasta las circunstancias le digan lo contrario.
Milagros: (Tomando la mano de su entrenadora) Estoy segura de que así será.
¿Cree usted que sus hijos estén por estos rumbos?
Bertha: (Volviendo a ver hacia fuera, como tratando de evitar que Milagros
note su sonrojo) Bueno... creo que sí. Por eso decidí asentarme aquí por un
tiempo.
Milagros: ¿Es usted novia del coach Zamudio?
Bertha: (Se rie cubriendo su boca con la mano) No. Sólo somos buenos amigos.
¿Tú crees en que pueda haber amistad sin romance entre hombres y mujeres?
Milagros: ¡Claro que sí!, aunque...
Bertha notó el titubeo en Milagros
Bertha: ¿Qué sucede?
Milagros: Bueno, es que hace poco conocí a un chico..., y creo que nos hemos
hecho buenos amigos, pero...
Bertha: ¿Pero tú crees que estás sintiendo algo más por él?
Milagros: No lo sé. La verdad, creo que me gusta otro chico, pero...
Bertha: ¿Pero...?
Milagros: No... nada, olvídelo.
Bertha: ¿Hay algún problema para la relación entre ustedes dos?
Milagros: Sí. Uno más grande de lo que le podría contar.
Bertha: Creo que entiendo. Si algún día crees encontrar las palabras para
contármelo, y sientes que puedo ayudarte, no dudes en hacerlo.
Milagros: Gracias.
Bertha: ¿Ya te sientes mejor?
Milagros: Sí. (Se estira como si acabara de despertarse) ¡Huuummm! La verdad
es que me siento mucho mejor.
Bertha: Me alegro. Ya tengo que irme.
Milagros: ¿Tan pronto?
Bertha: Sí. Dejé a Manuel sólo para el entrenamiento, pero tenemos que tratar
de conseguir más partidos. Se nos están acabando las semanas que el señor
García nos consiguió de plazo. ¿Crees que puedas acompañarnos mañana?
Milagros: Como hyan estado las cosas últimamente, no podría asegurarlo, pero
espero que sí.
Bertha: (Besando los cabellos de Milagros) Todas en el equipo te estaremos
esperando. No olvides que eres muy importante para nosotras.
Milagros: Gracias, coach. (Bertha se iba, cuando Milagros apretó su mano) En
serio, se lo agradezco.
Bertha: Nos veremos mañana, "Metztli". (Sale)
Milagros: (Con una interrogación saliendo de su cabeza, al tiempo que pone
cara graciosa) ¡¿Eh?! ¿Cómo me dijo?
Justo al momento en que se hacía esta pregunta, una luz roja cruzaba el cielo.
Milagros: ¡Oh, no! ¡Hoy no!

(Continuará...)
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FIN DEL CAPITULO 13.

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