Advertencia: Sailor Moon es propiedad de Naoko Takeuchi, Kodansha, TOEI
Animation, TV Asahi, DiC y otras. Sus derechos en Mexico son propiedad de Ban-
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Yaocihuatl Coyolxauhqui y cualquier otro personaje desarrollado originalmente
en este Fanfic es propiedad intelectual mía. Por favor, no haga uso de ellos
sin autorización previa.
Aunque ubicada en zonas geográficas reales, los sitios específicos,
situaciones y personajes descritos son obra de la imaginación del autor,
cualquier semejanza con hechos o personas reales es obra de la casualidad.
Una misa de pueblo está a punto de terminar.
Sacerdote: ...Podéis ir en paz. La misa, hermanos míos, ha terminado.
Feligreses: (En Coro) Demos gracias a Dios.
La gente salió poco a poco de la pequeña parroquia. En las afueras de la
iglesia, el sacerdote se acercó a una de las feligresas.
Sacerdote: Hermana Purificación...
La pequeña adolescente volteó lentamente hacia el párroco, sonriéndole con su
par de dientecillos sobresalientes. Respetuosamente le besó la mano que le
tendía.
Purita: ¿Sí, padre?
Sacerdote: Hermana, me han hablado de que sabes tocar algunos instrumentos
musicales. ¿Es eso cierto?
Purita: (Bajando la mirada) Sí, padre.
Sacerdote: ¿Has llegado a considerar la posibilidad de unirte a la
estudiantina de la iglesia?
Purita: En... En verdad no, padre, 'hora no puedo. Tengo muchas cosas que
atender con mis patrones.
Sacerdote: Conozco a los Tuchmetztli, y si quieres que hable con ellos.
Purita: No, padre, 'horita no. ¿Sabe?
Voz: Purita...
El sacerdote y la niña voltearon a ver a otra pequeña joven, de cabello verde,
acompañada de una perra gris, que cualquiera podría pensar que era un coyote.
Terminaba de persignarse, y saludó respetuosamente al padre.
Purita: Debo irme 'horita, padre. Gracias.
Sacerdote: De acuerdo, hija. No olvides tu penitencia.
Purita: Sí, Padre. (Se dirige hacia la otra joven) Gracias, niña Ameyali.
Ameyali: Al contrario, gracias a tí.
Luego de un ratito caminando, Purita volteó a todos lados para asegurarse que
no había nadie cerca.
Purita: ¿Y la "Rosita Fresita", no vino contigo?
Cicitl: ¿Quién?
Purita: ¡Tú sabes!, la Bárbara...
Cicitl: ¡Ah! No pudo... no, más bien no quiso venir. La verdad es que tuvo
problemas con su abuelo otra vez.
Purita: ¿Otra vez?
Cicitl: (Suspiro profundo) Sí... Me temo que su relación siempre ha tenido
muchas altas y bajas.
Ameyali: ¿Por qué, Purita? ¿Querías hablar con ella?
Purita: (Negando con vehemencia) No. A decir verdad, es con ustedes dos con
quienes quería hablar. ¿Sabes? (Se persigna y suspira) Ando medio "agüitada"
por Milagros y por Tameme...
Cicitl: ¿Cómo?
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El Códice de Yaocihuatl Coyolxauhqui
Amoxtli Ce: El Largo Camino a la Redención.
Amatl Caxtolli uan Ce (Capítulo 16): Lecciones de "Tochito".
Por: Mahtlactli Atl.
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Ameyali: Entonces... ¿ya apareció otra de nosotras?
Purita: (Afirmando con la cabeza) Ajá, pero... creo que está molestando
bastante a Milagros.
Ameyali: Pero, ¿por qué?
Purita: Pos parece que anda tras los "huesos" de Donají.
Cicitl: ¿De Donají? Es decir... ¿No Teo Quetzalcoatl?
Purita afirmó de nuevo.
Ameyali: ¿Pero cómo está eso?
Purita: La verdad no lo sé del todo. Malinalli fue la que estuvo ahí, pero
también Tameme anda muy raro desde ese día, muy "apachurrado", y no quiere
soltar prenda.
Ameyali: Oye, ¿y Maly?
Purita: Le dije que viniera a la casa para que ella les explicara como estuvo
"la cosa". Espero que la encontremos allá.
En eso, un joven pasó por la otra acera.
Joven: Buenos días.
Purita: ¡Buenas!
Cicitl: (Susurrando) Oye, Purita, ¿quién es ese joven?
Purita: Es otro de los feligreses. Es de los que tocan la guitarra en la
estudiantina de la parroquia, y...
Cicitl: ¿Qué pasa?
Purita: Oh-oh...
Cicitl y Purita voltearon lentamente a ver a Ameyali, quien se había congelado
en el piso, viendo al joven que se alejaba con corazoncitos en la mirada.
Cicitl: Joven, apuesto y con lentes...
Purita: Ajá...
Ambas suspiraron con cansancio.
Milagros se encontraba acostada en su cama, como venía haciendo en los últimos
tres días en que ni siquiera había tenido ganas de ir a los entrenamientos de
su equipo, pero hoy ni siquiera había querido ir a la escuela. Por más que lo
intentaba, no podía quitarse de la mente la imagen de aquella escena en la
pequeña tienda de regalos, luego de vencer al último enemigo.
* * *
Xochiquetzal: ...Es mejor que estés preparada.
Mayahuel: ¿Cómo?
Xochiquetzal: Este hombre es mío. Mío desde el inicio de los soles, ¡y he
regresado por él! ¡Más te vale no tratar de impedirlo!
Mayahuel: ¿Qué tonterías estás diciendo?
Xochiquetzal: Tú también harías mejor en hacerte a un lado, pero si quieres
problemas, también puedo contigo. (Se inclina ante Quetzalcoatl, y acaricia
una de sus mejillas) Mi señor, tú y yo estamos destinados a ser el uno para el
otro. Lo sabes bien, así que no te resistas a la Diosa de la Juventud y la
Belleza...
* * *
Los días siguientes fueron muy difíciles para Milagros, quien no podía
soportar los pequeños detalles y las burlas veladas que Atzimba hacía de ella
en cuanto podía, siempre cuidando de que los maestros y las autoridades de la
secundaria no se dieran cuenta, y contando con la complicidad de algunos
chicos de su "séquito" particular. Tan molesta se sentía, que ni siquiera
había notado los muchos intentos de Donají, de su amiga Dolores y de Malinalli
por animarla. Ni siquiera los que había hecho la nueva amiga de Malinalli,
Anastasia.
Y es que también se sentía abandonada por Tameme.
En su perrera del jardín, Tameme se mantenía también acostado. El tampoco
podía olvidar la impresión que había sentido al ver el símbolo resplandeciendo
en la frente de Atzimba.
Tameme: (Pensando para sí) Es obvio que Xochiquetzal recuerda mucho más de lo
que pasó entonces... si alguna de las demás lo supiera, toda la misión se
perdería. Pero... (Recuerda la mirada de dolor de Coyolxauhqui al alejarse
Xochiquetzal, y la pregunta que Mayahuel le dirigiera)
Mayahuel: ¿Tú sabías que esto podía pasar, Tameme?
Una y otra vez, la pregunta resonaba en su mente.
Tameme: (Pensando para sí) ¿Hice lo correcto? ¿Realmente fue lo correcto?
En eso, una sombra se atravesó entre él y el sol, y una voz femenina le habló.
Cicitl: ¡Hola! ¿Qué te sucede?
Prácticamente al mismo tiempo, el timbre de la puerta principal de la casa de
los Tuchmetztli sonaba.
Servando: ¡Yo abro! ¿Sí, que...? ¡Wow!
Servando se encontró frente a frente con una mujer que aparentaba unos 28
años, con una enorme belleza y largo cabello púrpura. Llevaba puesta una larga
falda de baile, en una mano llevaba una grabadora y en la otra, y apoyado
sobre su hombro, un costal.
Mujer: Buenos días. ¿Se encuentra Milagros?
Servando: (Poniendo cara de conquistador) ¡Hola, "maja"! ¿qué haces por acá?
La mujer puso cara de asombro al ver al joven, como si reconociera algo
extraño en él.
Servando: ¡Haló! ¿Te impresioné, verdad?
Lentamente la joven mujer se recuperó, y se rió por lo bajo.
Servando: ¿Y ahora?
Mujer: Disculpa. No sabía que Milagros tuviera familiares españoles.
Servando: (Inflando el pecho) No, maja, que soy mexicano, y la próxima
sensación del toreo nacional, por si no lo sabes.
Mujer: Bueno, nadie es perfecto. ¿Se encuentra Milagros?
La frase de la mujer había caído como un balde de agua fría sobre Servando,
quien de inmediato observó a la joven con frialdad. Estaba a punto de decir
algo, cuando su madre se acercó.
Sra. Tuchmetztli: ¡Servando! ¿Qué pasó?... Buenos días, señorita. ¿Podemos
ayudarle en algo?
Amablemente, la muchacha dejó la grabadora en el suelo y ofreció su mano a la
señora.
Mujer: Buenos días, Señora. Soy Bertha Domínguez, la entrenadora de "tochito"
de su hija Milagros.
Servando: ¿Tocho? ¿No me digas que eres...?
Sra. Tuchmetztli: ¡Servando, no seas grosero!
Bertha: ¿Por qué? ¿Qué pasa?
Sra. Tuchmetztli: No le haga caso. Suele ser muy grosero con todas las
compañeras de equipo de Mily.
Servando: ¡Vamos, mamá! ¡Tú sabes que todas las que juegan tocho son...!
Bertha: (Mirándolo con dureza) ¿Qué somos?
Servando no se esperaba que una mujer la interrumpiera de esa manera.
Servando: ¡No se haga la inocente! ¡Usted sabe que a ustedes les gusta...!
Sra. Tuchmetztli: ¡Servando, basta!
Bertha trató de contenerse, pero de pronto empezó a reírse a carcajadas.
Servando: ¿Qué pasa?
Sra. Tuchmetztli: ¿Por qué se ríe, señorita?
Bertha: (esforzándose para contenerse) Jajaaaa... ayyy... perdone... pero es
que no pude evitar pensar lo que en mi casa se opina de los toreros.
Servando: (Retador) ¿Qué cosa?
Bertha: ¿Ah, verdad? (Viéndolo muy seria) Pero más que eso, ¡pienso que no
conocerías menos a tu hermana si en verdad acabaras de llegar de España! ¿Cómo
te atreves siquiera a pensar eso?
Servando: Bueno, no mi hermana, claro. Pero en general...
Bertha: (Palmeando condescendiente su mejilla) Hmmmm, mi'jito. Creo que nunca
te has parado en un partido de tochito.
Servando: Ni falta que me hace.
Bertha: (A la señora Tuchmetztli) ¿Por qué no vienen al próximo partido del
equipo, señora? Sería un placer para mí poder invitarlos.
Servando: ¡Yo paso! Además, mis padres vendrán conmigo a la corrida, así
que...
Sra. Tuchmetztli: Lo pensaré.
Servando: (Contrariado) ¿Qué tú...? ¡Pero madre...!
Sra. Tuchmetztli: ¡Dije que lo pensaré, y respétame, que soy tu madre!
Servando bajó la mirada, y se dirigió afuera de la casa, no sin dirigir una
mirada gélida a Bertha, quien simplemente le sonrió, pero le sostuvo la mirada
con decisión.
Bertha: Si no puedes este domingo, tendré gusto en invitarte cualquier otro
día. Estoy segura de que a Milagros también leagradaría mucho.
Servando estuvo a punto de responderle algo, pero algo extraño sintió con la
amable mirada que Bertha le ofrecía, y no supo qué responder.
Bertha: De verdad.
Servando: (Suspirando y dándose la vuelta) Sí, gracias. (Se aleja)
Sra. Tuchmetztli: (Permitiendo a Bertha entrar a la casa) Discúlpelo,
señorita. Me temo que el tacto hacia las mujeres no es el fuerte de mi hijo.
Bertha: Es un joven muy apuesto. Se ve que han sabido educarlo muy bien.
Sra. Tuchmetztli: ¿Cómo dijo?
Bertha: ¿Eh? ¡No, nada! (Risa nerviosa) Es decir... en fin, venía a buscar a
Milagros. Hace ya dos días que no viene a entrenar.
Sra. Tuchmetztli: (Con mirada preocupada) Es cierto. Hoy ni siquiera quiso ir
a la escuela. Dice que no se siente bien, pero desde el viernes pasado está
algo preocupada, y no me quiere decir qué le ocurre.
Bertha: Eso pensé, por eso vine preparada.
Hasta ese momento, la señora Tuchmetztli se dio cuenta de los aditamentos que
traía Bertha.
Sra. Tuchmetztli: Discúlpeme, coach Domínguez.
Bertha: Por favor, llámeme Bertha.
Sra. Tuchmetztli: Gracias... Bertha. Te decía que... más pareces una maestra
de baile regional, que una entrenadora de tochito.
Bertha: (Guiñando un ojo traviesamente) Es que hoy vengo a darle un
entrenamiento especial. ¿Puedo pasar, Señora Tuchmetztli?
Sra. Tuchmetztli: Claro, y por favor, llámame Teresa.
Bertha: Gracias... Teresa. (Empieza a subir las escaleras. Al tercer escalón
se voltea hacia la señora) ¿Me permites decirte algo más?
Teresa: ¿Sí?
Bertha: En verdad, tienes dos hijos hermosos. Te estoy muy agradecida.
Teresa: ¿Agradecida? ¿Y eso por qué?
Bertha: (Con un pequeño gotón en la frente) Bu-bueno... (risa nerviosa) no
sé... es que Milagros es tan talentosa para el futbol americano... jaja...
Teresa: Bueno... pues... de nada.
Bertha: Compermiso...
Teresa: Este... Bertha.
Bertha: (Deteniéndose en el séptimo escalón) ¿Sí?
Teresa: Si puedes sacar a mi Mily de esta depresión, créeme que te lo
agradeceré como no tienes idea.
Bertha: (Guiñándole un ojo) Dalo por hecho. ¡Con permiso!
La joven entrenadora terminó de subir las escaleras, y llamó a la puerta de
Milagros. No tuvo respuesta, y llamó otra vez.
Bertha: Milagros... (Nula respuesta) Milagros, ábreme.
Milagros: ...
Bertha: ¿Cómo? ¡No te entendí!
Milagros: ¡Que no tengo ganas!
Bertha: ¡Sigo sin oírte!
Milagros: (Abriendo la puerta, furiosa) ¡¡Dije que no tengo ganas!! ¿Ya me
oyó??
Un chispazo de preocupación, y hasta de temor, pasó por los ojos de Bertha,
pero se repuso de inmediato y entró deprisa al cuarto, antes de que Milagros
pudiera volver a cerrar la puerta.
Bertha: ¡Vaya! Me parece que tienes suficiente energía como para estar
enferma.
Milagros: ¿Qué viene a hacer aquí? ¿No tiene que estar con el equipo?
Bertha: Lo estaría, de no ser por tí.
Milagros: (Golpéandose las caderas con disgusto) Claro. ¡Ahora también voy a
ser culpable de eso!
Milagros se tiró a la cama boca abajo, todavía furiosa, pero Bertha la miraba
casi con terror. Rápidamente se sentó junto a ella, y la volteó rápidamente.
Bertha: ¿De qué más eres culpable?
Milagros se quedó muda al ver la expresión de dolor y hasta de miedo de su
entrenadora, y su propia mirada pareció suavizarse.
Bertha: ¡Milagros, por favor! ¿De qué más eres culpable?
Milagros: ¿Co... cómo? ¿yo dije eso? ¿Qué... qué quise decir?
Bertha pareció tranquilizarse ante la reacción de Milagros, y la abrazó contra
su pecho.
Bertha: No te preocupes. Debe haber sido un "lapsus".
Milagros sintió algo extrañamente familiar en el abrazo de Bertha, una calidez
que creyó recordar como algo lejano, y lentamente respondió a su abrazo.
Milagros: Gracias, coach.
Bertha: Todos en el equipo estamos preocupados por tí, ¿sabes?
Milagros: De cualquier modo, para lo que nos queda...
Bertha: (Bajándo de la cama y arrodillándose junto a Milagros) ¡Oye, oye! ¿qué
quisiste decir con eso?
Milagros: (Tendiéndose en la cama, mirando al techo) ¿Para qué nos hacemos
tontas? La directiva del club no nos quiere, si van 10 personas a vernos ya es
mucho... Creo que lo mejor sería que el equipo desapareciera...
Por unos instantes el cuarto permaneció en silencio.
Milagros: ¿Señorita Bertha?
Por toda respuesta, escuchó como le echaban el cerrojo a su puerta, y
enseguida un fuerte puñetazo sobre la puerta. Milagros se enderezó en la cama,
justo a tiempo para recibir un balón que volaba hacia su cara. Casi por
instinto, lo tomó con ambas manos.
Milagros: ¡Oiga...!
Con el mismo movimiento que había lanzado el balón, Bertha había vuelto a
voltearse hacia la puerta.
Bertha: Así que... así que eso piensas. ¿Sabes que hemos estado haciendo
todos?
Milagros se quedó callada. No esperaba esa respuesta.
Bertha: ¿Te has puesto a pensar en Manuel y en Lola? ¿En el señor García? ¿En
Susana Alberti? ¿En tus demás compañeras? ¿en mí?
Milagros se quedó callada, bajando la mirada hacia su regazo. Lentamente negó
con la cabeza.
Bertha: (Golpeando otra vez la puerta) ¡¡CONTESTAME, CON UN DEMONIO!!
Milagros: N-no...
Hécha una furia, Bertha se acercó a ella y la encaró con una ira que Milagros
nunca le había visto.
Bertha: No, ¿qué?
Milagros: ...
Bertha: NO, ¿QUÉ?
Milagros: No, coach.
Bertha: ¡NO TE ESCUCHO!
Milagros: ¡NO, COACH!
Bertha se levantó lentamente, como una serpiente a punto de atacar.
Bertha: Pues te lo diré. ¡Dolores lloró ayer conmigo, al termino de nuestro
entrenamiento! Ella está haciendo un gran esfuerzo para aprender a jugar
defensiva, pero ella realmente tenía ilusión de que la acompañaras en el
campo.
Milagros permaneció callada.
Bertha: ¡Manuel no ha recibido un solo pase en toda la temporada! El coach
Cuevas lo ha mantenido en la banca, y le ha insinuado que podrá volver a jugar
hasta que abandone al equipo femenil. ¡Y el muy bruto sigue cuidando de tipas
como tú!
Milagros apretó los ojos, tratando de no llorar, y tal vez de no seguir
escuchando.
Bertha: ¡Ah, me olvidaba de Susana, esa güera boba que tanto te choca! Ella
misma está tratando de aprender a jugar ofensiva también, e incluso convenció
a su prima Romina de ir al equipo. ¡Romina es la peor jugadora que he visto en
mi vida, pero se está esforzando para ayudarnos a todas!
Milagros apretó las sábanas de su cama.
Bertha: Pero el señor García... ¡El señor García es el más bruto de todos! ¡Se
ha echado en contra a casi toda la directiva del club, por permitirles usar el
campo, y ya mucha gente le está pidiendo a Cuevas que se postule para
presidente! ¡Cuevas ya hasta le puso una trampa, y él sigue luchando para que
el programa femenil siga en pie... y tú nos sales con esto!
Milagros: ¡Ya no siga!
Bertha: ¡¡YA NO SIGA, ¿QUÉ?!!
Milagros: ¡YA NO SIGA... COACH!
Bertha se volteó, apoyó la espalda contra la puerta, y lentamente se deslizó
al piso, como si se sintiera exhausta de pronto.
Bertha: Milagros... ¿siquiera has volteado a ver a tu amiga Malinalli?
Milagros: Qué hay con ella... "coach"...
Bertha: Malinalli estuvo con Lola y conmigo ayer. Ella también está muy triste
por la manera en que has dejado de hacerle caso.
Milagros se llevó las manos al rostro, cubriéndolo con las sábanas.
Bertha: Malinalli... va a tratar de jugar con el equipo, aunque sea nada más
de pateadora...
Así, sentada en la cama y cubriéndose el rostro con las sábanas, Milagros
empezó a llorar ruidosamente. Bertha la dejó desahogarse libremente unos
minutos. Lentamente se incorporó, y lentamente tocó su cabeza.
Bertha: Milagros...
Milagros: (Abrazándose a ella, al tiempo que deja caer la sábana de su rostro)
¡PERDÓNEME! (Entre sollozos) ¡Perdóneme, coach! ¡Perdónenme todos!
Bertha devolvió el abrazo a Milagros, acariciando su cabeza y meciéndola
suavemente, como si de su propia hija se tratase.
Bertha: Milagros... lo único que queremos todos es que siempre seas la niña
alegre que todos conocemos y amamos.
Milagros: (Tras unos instantes más sollozando) Lo... lo intentaré.
Bertha: Milagros... tú sabes que una jugadora de americano no debe decir eso.
No es suficiente.
Milagros: (Tratando de reír entre sus lágrima) Lo... ¡lo haré, coach!
Bertha: (Sonriendo) Mientras no vuelvas a portarte tan mal, no hace falta que
me llames "coach". ¿De acuerdo?
Milagros sólo asintió, cerrando los ojos y sintiéndose muy tranquila, como no
se sentía desde que besara a Donají por primera vez. De pronto, la calma se
vió interrumpida por unos ladridos furiosos provenientes del jardín.
Voz de Teresa: ¡TAMEME! ¡Milagros, hija! ¡Tu perro se fugó!
Milagros se levantó rápidamente de su cama, y corriendo las cortinas de la
ventana, se asomó a tiempo para ver a Tameme salir corriendo despavorido,
perseguido por la mascota de Bárbara.
Milagros: ¡Tameme, regresa!
Bertha: ¡Vístete, Milagros! Yo te espero abajo para ir a buscarlo.
Milagros: Pero es que... bueno, no me tardo. (Le sonríe).
Desde la puerta, Bertha devuelve la sonrisa y sale.
Al poco tiempo, Milagros baja las escaleras, con unos jeans y una falda.
Teresa: ¡Ay, hija! No sé cómo se metió esa perra, pero me siento preocupado
por tu perro.
Milagros: (Sonriendo) No te preocupes, mamá. Lo encontraremos rápido.
Bertha: (A Teresa) Puedo encargarle la grabadora, señora Tuchmetztli.
Teresa: ¿En qué quedamos?
Bertha: (Sonriendo) Gracias, Teresa. No nos tardamos.
Bertha y Milagros salieron a la calle, Bertha llevando su costal al hombro.
Teresa se sonrió, al verlas alejarse.
Teresa: Gracias, entrenadora. Tal vez el deporte sea bueno para mi hija,
después de todo.
Bertha y Milagros llegaron a la cancha de basquetbol donde ocasionalmente
hacían sus prácticas especiales.
Bertha: ¿A dónde pudo haber ido tu perro?
Milagros: (Con gotón, pensando para sí) Eso no me preocupa. Lo malo es que
Sisi se veía muy enojada, y no quiero que vayan a "meter la pata" y hablar
delante de Bertha.
Bertha: Oye, ¿no es esa tu amiga?
Milagros volteó a la cancha de basquetbol, y en efecto, se encontró a Bárbara
jugando ahí... sin embargo, había algo extraño. Bárbara no tenía la fluidez de
movimientos de siempre, que tanto la maravillaba al verla jugar. Esta vez
parecía una principiante con suerte, encestando varias veces la pelota, pero
botándola muy erráticamente, a veces con las dos manos. Una botella de brandy
al pie de la canasta, medio vacía, les permitió notar lo que pasaba.
Bertha: (Caminando hacia la cancha) ¡Oye, oye!
Bárbara siguió tratando de botar la pelota y de enfocarse a la canasta, como
no escuchando nada.
Bertha: Oye, ¿qué no sabes que ejercitarse así, es pésimo para tu hígado?
Bárbara: ¡Ssshhhhhhhh!
Bárbara apuntó a la canasta y se dispuso a tirar, pero antes de hacerlo,
Bertha corrió y le arrebató la pelota. Corriendo de banda a banda, se quedó
botando la pelota y encarando a Bárbara.
Bertha: ¿Ahora sí me vas a escuchar?
Bárbara: ¡Eh, eh! Qué esh lo que te traís... *hic*
Milagros: Bárbara...
Bárbara: ¿Eh? Ah, la "Abuela"...
Milagros: ¡No me digas "Abuela"!
Bárbara vio la cara de enojo de Milagros, y empezó a reírse como una loca.
Bárbara: BWOIJOIJOIJOI... *hic* ¡Vaaaayya! ¡Por fin salió del claustro, la
"Jefa"! (Finge un saludo militar) ¿Qué, me trajishte a tu "biscabuela"? *hic*
(Señala hacia Bertha) ¡JOIIIJOIJOIJOI!
Bertha: (Carcajeándose) HAHAHAHAAAH... ¿Te sientes muy sabrosa, "Mikami"?
Bárbara: (Dejando de sonreír) ¡Hey!... *hic* hey... ¿a qué hora te dije que
podías llamarme ashí?
Bertha: A la misma hora que yo te dije que podías llamarme "biscabuela".
Bárbara: (Observando a Bertha como si estuviera estudiando si realmente era
humana) Hmmmm... ¿Sabess que mi abuelo puede meterte en grandes problemas,
*hic* si yo se lo pido?
Ambas se miraron unos momentos, entonces Bárbara se encaminó hacia su botella
de brandy, pero Bertha arrojó la pelota de basquetbol, la cual pasó rozando la
oreja de Bárbara y golpeó justo en la botella, arrojándola lejos de alcance.
Bárbara se volteó asombrada a ver a Bertha.
Bertha: Pero supongo que tú ya eres toda una mujer, como para permitir que tu
abuelo te siga resolviendo tus problemas.
Bárbara: (Caminando hacia ella, ya con sólo algunos tambaleos) ¿Quién te crees
que eres?
Bertha: (Cruzando los brazos ante sí) Sólo una entrenadora de tochito
banderola. ¿Crees poder ganarme en eso?
Berbara: ¿En eso? (voltea a ver Milagros) ¿Oíste, "abue", en eso?
¡JOOOOOIJOIJOI! ¡Ese es un juego estúpido! *hic* He visto a varios amigos, y
un equipo de balonmano o de basquetbol, con dos semanas de práctica (Pone una
"V" con sus dedos ante los ojos de Bertha) ¡Dos! *hic*, ¿entiendes? Con dos
semanas, ¡les daría una paliza!
Bertha: Tú me pareces una buena jugadora de basquetbol. ¿Crees tener lo
suficiente para ganarme en dos semanas?
Bárbara: ¿En... *hic* dos semanas? ¡JOIJOIJOI! Aquí y ahora, "sabrosita"
Milagros: Ya basta, Bárbara. No estás en condiciones de...
Bárbara: (Palmoteando para alejar a Milagros) ¡AQUÍ Y AHORA! Y es más, ¡A las
dos!
Bertha: Entonces, te seré más fácil yo sola, supongo.
Bárbara: ¿Tú sola? ¿En verdad crees ser rival para mí?
Bertha: Sólo hay un modo de averiguarlo. Milagros, ¿podrías sacar dos
cinturones y un balón del costal?
Milagros: Claro. (Va hacia la bolsa y se acuclilla, entonces piensa asombrada)
¿Cómo se le ocurrió a la coach traerse el costal? Esto sí que es suerte.
Milagros entregó los dos cinturones y el balón alargado a Bertha, quien arrojó
un cinturón a Bárbara.
Bertha: Ponte el cinturón así, con la pinza al frente. (Trata de ayudarla)
Bárbara: ¡Puedo yo sola!
Bertha: De acuerdo... (Revisa cuando Bárbara fija la pinza sobre el otro
extremo del cinturón) Muy bien. Ahora, saldremos a cuatro metros de distancia,
que es a lo que la pasadora se pone del centro, ¿de acuerdo?
Bárbara: ¿Y entonces?
Bertha: La que tenga el balón, debe llegar al extremo del campo que defiende
la contraria, en cuatro oportunidades. Cada oportunidad termina donde le
quitan el cinturón, y ahí mismo empieza la siguiente. Luego del cuarto intento
o de anotar, la rival toma el balón, ¿de acuerdo?
Bárbara: Y después de anotar, ¿dónde empieza la otra?
Bertha: ¿Qué te parece la línea de tiro libre?
Bárbara: Ajá. "Pichones sacan". Tú empiezas.
Bertha: ¿Estás segura?
Bárbara se limitó a contar cuatro pasos desde la línea libre, y se colocó en
posición de defensa de basquetbol.
Bárbara: Dije que tú sacas.
Bertha: Como quieras... ¡Ah, algo más! No es válido sujetar el cinturón en
ningún momento, ni bloquear la mano de la rival cuando trate de sujetar una de
las tiras, ni soltar el balón hacia delante cuando se está delante de donde se
inició la jugada.
Bárbara: Desde atrás, ¿sí se puede?
Bertha: Seguro. Milagros, ¿tú podrías indicar el inicio y término de cada
jugada?
Milagros: (Se sonroja) ¿Yo? Se... seguro...
Sonriendo confiada, Bertha extendió el brazo derecho ante su cuerpo, sujetando
el balón en su mano.
Bertha: ¿Lista? ¡Va!
Bertha acunó el balón bajo su codo, y dio un par de pasos hacia Bárbara. Esta
extendió una mano hacia ella, pero con un ágil brinco hacia un costado Bertha
se la quitó de encima, y sobre la banda de la cancha de basquetbol llegó al
otro lado, con Bárbara tratando inútilmente de seguirla.
Bertha: ¿Qué pasó?
Bárbara: Apenas estoy calentando. ¡Va mi turno!
Bertha no contó cuatro, sino cinco pasos tras la línea de tiro libre, pero
Bárbara no dijo nada. Sin decir nada, Bárbara trató de sorprender a Bertha
iniciando la jugada de inmediato. Trató de hacer lo mismo, pero antes de poder
moverse a un extremo, Bertha ya tenía su cinturón en la mano.
Bertha: Segunda aquí.
Bárbara colocó el balón donde Bertha estaba parada, se volvió a poner el
cinturón, y tomó el ovoide.
Bárbara: Ahora verás quién soy yo.
Pretendiendo ganar ventaja de sus habilidades en el basquetbol, Bárbara dio un
paso atrás y lanzó el ovoide hacia arriba y adelante, corriendo hacia la
canasta. Al caer el balón, Bárbara brincó para ganar el balón, pero Bertha
estaba brincando a su lado. Ella trató de lanzarle un codazo con toda mala
intención, pero Bertha giró para darle la espalda, alcanzando a cubrirse con
su propio brazo, y ligeramente tras su cabeza ganó la pelota. Cayendo al
suelo, Bertha enpezó a correr... ¡en reversa! Mientras Bárbara lanzaba
manotazos inútiles para arrebatarle el cinturón.
Milagros veía maravillada la escena. Bertha iba "pedaleando" hacia atrás, a
mayor velocidad de lo que Bárbara corría normalmente. Casi para llegar al otro
lado, Bárbara tropezó y cayó sobre el áspero piso de cemento de la cancha,
raspándose una rodilla.
Milagros: ¡Bárbara! ¿Estás bien?
Bárbara: (Sudando copiosamente) Claro, "abue". Sólo me distraje.
Bertha: (Caminando ante Bárbara) Tienes suerte, eres jóven y tu cuerpo desechó
el vino al sudar, pero si sigues abusando de tu cuerpo, puedes tener graves
problemas.
Bárbara: (Arrojándole el cinturón a Bertha) Supongo que eres mejor de lo que
pensé, pero sigo pensando que con dos semanas te doy un baile.
Bertha: Bueno, pues yo entreno un equipo al que le quedan seis semanas de vida
si no gana, y creo que sería un buen reto para ti. ¿Te gustaría intentarlo?
Bárbara: ¿Me estás invitando al equipo?
Bertha: Dices que es muy fácil, ¿no?
Bárbara: Bueno... (sonrisa medio cínica) Puedo ser bastante difícil de
entrenar.
Bertha: ¡Ah, no! Tienes que someterte a la misma disciplina que las demás, y
eso significa nada de alcohol.
Bárbara: ¿Qué cosa?
Bertha: ¿No me dirás que es motivo suficiente para que rechaces el reto?
Bárbara: (Pensando un momento, y después sonriendo) ¿Sabes? Creo que podrías
enseñarle dos o tres cosas de política a mi abuelo. (Le tiende una mano, y la
otra a Milagros) ¿Me ayudas a pararme?
Ambas le ayudaron, y entonces Bertha fue hacia el costal y sacó un folder
engargolado, que le arrojó a Bárbara) Toma esto.
Bárbara: ¿Qué es esto?
Bertha: Es el libro de reglas. Estúdialo, y cualquier cosa que no entiendas,
me llamas por teléfono. Está anotado en la última página.
Bárbara: (Hojeando el libro) Huuummm... Yo no estudio ni los cuerpos de mis
novios, ¿sabes?
Bertha: Si no quieres que los árbitros me hagan ganarte a "pañuelazos",
tendrás que hacerlo, ¿entendido?
Bárbara: De acuerdo.
Bertha: ¡Y recuerda: si pruebas algo de alcohol, pierdes!
Bárbara: Oye, ¿y qué estamos apostando?
Bertha: ¿No quedó claro? Estamos apostando que nuestro equipo ganará su último
partido... mejor dicho, su partido dentro de 6 semanas.
Bárbara: Bueno, pero si ganamos ese día, ¿qué gano yo?
Bertha: Eso lo determinaremos el día anterior, ¿te parece?
Bárbara: ¿Y si perdemos?
Bertha: Perderemos al equipo. Creo que es suficiente.
Milagros: ¿Cómo dice, coach?
Bertha: Ven a la práctica mañana. Manuel lo anunciará. A ti también te espero,
Bárbara, aunque tal vez todavía no entrenes con el equipo.
Bárbara: ¡Oiga...!
Bertha: Hey, hey, hey. A partir de ahora, soy tu entrenadora, así que te
espero. ¿Entendido?
Bárbara: Sí.
Bertha: ¿Cómo dices?
Bárbara: (Con un saludo militar) ¡Sí, coach!
Bertha: De acuerdo. Milagros, ¿podrías llevar mi grabadora al entrenamiento de
mañana?
Milagros: Claro, pero ¿y mi perro?
Bertha: Mira allá.
Milagros observó a Tameme y a Cicitl, sentados uno al lado del otro.
Bárbara: ¡Hey, Sisi! ¿Qué haces aquí?
Mansamente, la coyota se acercó a su dueña. También Tameme se acercó a
Milagros.
Bertha: Bueno, los dejo. Recuerden que las espero a ambas mañana.
Milagros: Por supuesto.
Bertha tomó el costal, y empezó a caminar, cuando se detuvo y volteó a ver a
Milagros.
Bertha: Ah, Milagros. Tenemos un entrenamiento especial pendiente tú y yo, así
que no se te olvide el cassette que tengo en la grabadora, ¿de acuerdo?
Milagros sólo asintió, y Bertha se alejó del campo.
Cicitl: ¿Qué paso aquí, Barbie?
Bárbara: Pues... ajúuuuum... Creo que me afilié a un equipoooo... (Lentamente,
se tira a dormir sobre el cemento).
Milagros: (Sacudiéndole el hombro) Bárbara... ¡Mikami!... ¡Oye, yo no te voy a
cargar a tu coche! ¿me oyes?
Tameme se quedó viendo a Bertha, agradecido.
En una calle cercana, Bertha se acercó a un vehículo que la esperaba, donde la
voz de un hombre joven le habló.
Hombre: ¿Cómo la viste?
Bertha: Me sentía muy preocupada. Por un momento ví esa mirada otra vez... La
misma de aquella noche.
Hombre: Yo también. Por eso pensé que tú podrías ayudarla mejor que yo.
Bertha: (Sonriendo y negando con la cabeza) No, ella es una chica mucho más
fuerte en su espíritu. Ahora sé que saldrá adelante.
Hombre: ¿Tú crees... que logre salir adelante cuando llegue el momento?
Bertha: Te refieres a... (un dejo de incertidumbre cruza su mirada) No lo sé.
¡Daría lo que fuera porque ninguna de ellas tuviera que vivir ese momento!
Hombre: Yo también. Créeme que yo también, por eso sigo buscando.
Bertha: Lamentablemente está escrito.
Hombre: Pero si el destino de ella está cambiando, ¿no podría eso cambiar
también?
Bertha: (Abrazándose a sí misma) Tienes razón. Si encontramos la fórmula, y
puede depender de mí y no de ella, no dudes en decírmelo, ¿de acuerdo?
Hombre: De acuerdo, pero procuraré que no dependa de ninguna de ustedes, sino
de mí. Para eso soy hombre.
Bertha: (Sonriendo de nuevo) ¡Oye, esas actitudes deben terminar!
Hombre: Si no hay más remedio, sí, pero un hombre debe hacer lo que un hombre
pueda hacer, ¿no, mi señora?
Bertha: Recuerda. Aquí soy tu prima, ¿de acuerdo?
Hombre: De acuerdo. ¿Nos vamos?
Bertha aborda el vehículo en el que estaba apoyada, y éste se aleja del lugar.
Rato después, Milagros regresaba a su cuarto, con la grabadora de Bertha en la
mano. Con curiosidad, conecta la grabadora y empieza a escuchar el cassette.
Para su sorpresa, empieza a escuchar música de la Huasteca. Las notas de "El
Querreque", para ser más exactos.
Milagros: (Asomándose por la ventana para ver la luna) ¿Qué significará esto?
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FIN DEL CAPITULO 16.
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