Alfa. Revista de la AAFI.


LA IDEA DE SUSTANCIA EN EL ENSAYO SOBRE EL ENTENDIMIENTO HUMANO: LOS TEXTOS PRINCIPALES

 

José Ramos Salguero*

 

En este artículo se trata de probar analíticamente, mediante la revisión de un par de textos principales, frecuentados por la crítica tradicional, que la noción de sustancia, en primer lugar, tiene un origen racional para Locke: concepción no ambigua y coherente -no incompatible- con su tesis general sobre el origen empírico de las ideas, en tanto en cuanto esta tesis no pretende otra cosa que acentuar críticamente que la experiencia sensorial es el origen y límite de los contenidos "positivos" de nuestras ideas, no de su significación onto-lógica en absoluto. En segundo lugar, que la sustancia lockeana es contemplada desde la perspectiva de la esencia, mientras que la noción de sustrato (sujeto individual) le parece derivada, innecesaria y absurda, pese a la apariencia, nuevamente, de ambigüedad e inconsistencia con que la crítica tradicional ha investido su doctrina.

 

Para comprender la caracterización lockeana de una noción tan crucial en la filosofía del Ensayo sobre el entendimiento humano como es la de "sustancia", y dada la ausencia, en la crítica tradicional, de una lectura detenida y capaz de advertir coherencia en la doctrina se requiere una revisión o, mejor, un análisis completo del informe que se nos ofrece directamente de ella en el capítulo II,xxiii. Allí es donde Locke la aborda formal y directamente por primera vez. Con la pretensión prioritaria y sesgada, hay que advertir, de defender la peculiar tesis 'empirista' sobre el "origen" de las "ideas" y el conocimiento en general que defiende en el Libro II de su obra. Una tesis no estrictamente sensualista, sino que se limita a enfatizar tanto el condicionamiento sensorial para el descubrimiento de la noción como, sobre todo, la ausencia de un contenido "positivo" de la misma, pues no hay más contenidos positivos en nuestro conocimiento que los que nos muestra la experiencia sensible (1). Leamos, pues, lo que allí se nos dice:

 

Estando la mente, como he declarado, surtida de un gran número de ideas simples, transmitidas por los sentidos según se encuentran en las cosas exteriores, o por reflexión sobre sus propias operaciones, toma noticia además de que un cierto número de esas ideas simples van constantemente juntas; las cuales, presumiéndose que pertenecen a una cosa, y estando dispuestas las palabras para las aprehensiones comunes, y siendo usadas para un rápido mensaje, son llamadas, así unidas en un sujeto, por un nombre; del cual, por inadvertencia, somos propensos a hablar de él y considerarlo como una idea simple, que en verdad es una complicación de muchas ideas juntas: porque, como he dicho, no imaginándonos cómo estas ideas simples pueden subsistir por sí mismas, nos acostumbramos a suponer algún substratum en el que subsisten y del cual resultan, el cual por tanto llamamos substancia (2).

 

Ante todo, ciertamente, y como ocurre en el análisis lockeano e las restantes nociones o ideas metafísicas ("potencia", "infinitud", "causa y efecto", "identidad"), la exposición de Locke intenta mostrar el papel que la experiencia sensible, externa o interna, tiene en el origen de ésta, la de sustancia. Es la "experiencia" la que propicia o da lugar -digamos asépticamente en principio- a tal origen. Pero hay que llamar la atención sobre el hecho de que, como también ocurre en los demás casos de las ideas metafísicas, la experiencia a la que se nos remite no es una discreta o, digamos con Locke, "simple". El primer término clave textual que revela esta circunstancia es el de "constantemente". Es más: la experiencia raramente nos ofrece ideas "simples" en su simplicidad, ni ha pretendido o insistido nunca Locke en este punto. La simplicidad de las ideas es, más bien, una caracterización lógico-analítica. Por supuesto, cabe tener experiencia simple de ideas simples. Lo que ocurre es que, en el caso de estas ideas metafísicas, la regularidad (tómese la palabra en su laxo sentido ordinario que no la liga aún, como le pertenece etimológicamente, a la legalidad; entiéndase más bien como uniformidad) es "el" dato empírico decisivo que las posibilita. Mejor dicho: la uniformidad de la experiencia -de ciertas experiencias- es una condición necesaria para el surgimiento de tales ideas. De donde se sigue claramente lo inadecuado de atribuir a Locke la pretensión de mostrar -lo consiguiera o no- que el origen, la significación y el valor epistemológico de la noción radique, pueda acreditarse o tenga su correlato en una percepción simple, discreta y directa, en un dato sensorial de sensación o/y de reflexión.

Ahora bien, en el caso específico de la noción de "sustancia", lo que la regularidad de la experiencia nos acredita es una "unidad" o, mejor dicho por ahora, una unión regular de ciertas ideas. Así, la experiencia nos muestra ciertos grupos de ideas "simples" "constantemente unidas". Entonces, de acuerdo con el examen e informe fenomenológico de Locke, es cuando se "presume" que constituyen "una [sola] cosa" ("one thing"). Tal presunción es evidentemente calificable, de acuerdo con los mismos rudimentos teóricos del Ensayo, como una "operación de la mente" (3). La cual, desde luego, por otra parte, está claramente distinguida, incluso por el mismo tipo de informe que aquí se nos ofrece, tanto de la sensación como, sobre todo, de la reflexión: aunque sea, obviamente, por modo implícito, la operación o la "vía" de la reflexión es la que precisamente se tiene que estar usando en este y en cualquier análisis. Si no, como insiste Locke, no habría idea alguna, clara o confusa, de nada, es decir: tampoco de las "operaciones" de la mente, aunque éstas pudieran estar teniendo lugar.

Se dan, pues, empíricamente, lo que Locke justamente llama "aprehensiones comunes" de "complicaciones de ideas" simples, esto es: de ideas complejas. Por esto se las denomina, pues para esa función de simplificación o economía comunicativa se arbitra el lenguaje, con un solo nombre. Pero el significado de "un sujeto" no puede ser aquí aún, para Locke, más que el meramente deíctico y, paralelamente, lógico-lingüístico. Se habla de las ideas complejas recurrentes con un solo nombre: se las hace sujeto de predicación. Ahora bien, el significado radical, más bien, aquello que se añade a la pura observación y utilización lingüística, comunicativa, de la operación de presunción es que a la complicación "común", "constante" o regularmente observada se la considera "una [sola] cosa". Más adelante se denomina a la presunción de otro modo: "suposición". El contenido de la operación mental ahora se aumenta o precisa; pues a la presunción de que se trata de "una cosa" se añade la "suposición" de un "substratum en el cual subsisten y del cual resultan".

Sin embargo, la verdadera y única razón de tal suposición, junto a la premisa de la observación regular de las mismas (o semejantes) ideas complejas está indicada en la frase: "al no imaginarnos cómo pueden subsistir" (subrayado nuestro). Esta es la auténtica clave, junto a la de "del cual resultan", para entender, según el propio informe lockeano, la "presunta" función ("what it does": lo que hace, decía en II,xiii,18) de la sustancia. Por tanto, como mínimo habría que observar -en el mismo informe lockeano, repetimos- que no es unívocamente identificable la interpretación natural o común que Locke atribuye al entendimiento: la del problemático -como se ve en la siguiente sección, II,xxiii,2- "substratum" "imaginado" que pudiera "estar debajo". Lo que parece imponerse interpretar no es tanto ya la propuesta concreta de un soporte, como la de un "no se sabe qué" -como dirá también después- hace que subsistan las ideas complejas como cosas (esto es, que permanezcan unidas, aun independientemente de su ocurrencia perceptiva u observación por nosotros).

Este "cómo" ("how") es decisivo para la interpretación, a nuestro juicio. Y no sólo porque, como hemos dicho, cumple el papel de "premisa menor" o dato desencadenante de la operación mental de cualquier suposición concreta, sino porque su propio carácter nos remite al "modus operandi" o la "manera" desconocida por la que, como puede verse antes en II,xxii,11, operan las "sustancias" en tanto que presuntos "agentes". Este es el nudo de la cuestión. Porque esto es lo no observado y lo esencialmente inquirido. Y, además, nuestra interpretación se refuerza por el énfasis que pone Locke en la expresión "pueden" ("can"), que claramente nos remite a la noción de "potencia" ("power"), en cuyo tratamiento aparecía la anterior (el "modus operandi"). Sin embargo, no es tenido en absoluto en cuenta por las interpretaciones habituales; ni siquiera Ayers apoya la suya -afín y estimuladora de la nuestra- en esta evidencia (expresamente, al menos). En cuanto al "substratum", sí que es ya una "imaginación", una propuesta de "suposición" concreta y derivada. Mas Locke mismo la considera absurda e irrelevante (4). No es, pues, en modo alguno, para Locke mismo, la "imaginación" el origen de la noción de sustancia, sino, hay que concluir por exclusión, el entendimiento mismo. Y en la próxima sección lo vuelve a manifestar así:

 

Así que si alguien quiere examinarse acerca de su noción de sustancia pura en general, encontrará que no tiene otra idea de ella, en absoluto, sino sólo una suposición de no sabe qué soporte de tales cualidades que son capaces de producir ideas simples en nosotros; las cuales cualidades son comúnmente llamadas accidentes. Si alguien se preguntara qué es el sujeto en el que inhiere el color o el peso, no tendría nada que decir sino las partes extensas sólidas; y si se le demandara qué es eso en lo que la solidez y la extensión inhieren no estaría en mejor situación que la del indio antes mencionado que, al decir que el mundo estaba soportado por un gran elefante, se le preguntó sobre qué descansaba el elefante; a lo cual su respuesta fue: una gran tortuga. Pero, siendo de nuevo interpelado su conocimiento sobre lo que daba soporte a esta tortuga de tan anchas espaldas, replicó: algo, no sabía qué. Y de este modo aquí, como en todos los otros casos en que usamos palabras sin tener ideas claras y distintas, hablamos como niños: los cuales, cuando se les pregunta qué cosa es esa que no conocen, prontamente dan esta satisfactoria respuesta: que es algo. Lo cual, en verdad, no significa otra cosa, cuando así se usa, sea por niños o por hombres, sino que no lo saben; y que la cosa que pretenden conocer, y de la que hablan, es de lo que no tienen idea distinta en absoluto, siendo así perfectamente ignorantes de ella, y estando a su respecto en la oscuridad. La idea que tenemos, entonces, a la que damos el nombre general de substancia, no siendo sino el supuesto pero desconocido soporte de esas cualidades que encontramos que existen, que imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin algo que las soporte, llamamos a ese soporte substantia; lo cual, de acuerdo con la verdadera significación de la palabra, es, en sencillo inglés, lo que está debajo o sostiene (5).

 

Una cosa debe resaltarse claramente de esta exposición. Y es que Locke aquí, al contrario que en la exposición de otras ideas, no parece simplemente dar un informe genético que justifique el uso de una abstrusa noción, mostrando la dependencia de su surgimiento con respecto a la experiencia. Aquí nos encontramos, por el contrario, con un rasgo crítico añadido: la descalificación de cierta "imaginación" respecto a la referencia objetiva o real de la noción, como un espurio sucedáneo de cierta radical ignorancia realmente implicada. Es decir, Locke no parece siquiera reconocer una ignorancia conformándose con su inevitabilidad. Al contrario, parece que esta vez quiere denunciar una concepción que enmascara una ignorancia: esta noción de sustancia, ya privilegiada al contarla en el Libro I, junto a la de Dios, entre las ideas principalmente candidatas al innatismo, no sólo surge en dependencia de la experiencia sino que no nos ofrece conocimiento material o positivo más allá de las ideas simples que ésta nos ofrece. Por tanto, el entendimiento común, al que Locke parece estar remitiéndonos siempre justificativamente, no parece significar aquí "entendimiento tal como sólo puede ser para nosotros"; sino "común", en la acepción de vulgar y desechable (6). Es decir: para Locke hay una dimensión esencial que no conocemos en la realidad que conocemos. Esta dimensión, cuyo contenido identificable y científicamente ideal desconocemos, cuyo desconocimiento podríamos ingenua -aunque comprensiblemente- eludir con la "imaginación" del "substratum", es lo que mencionamos en la noción de sustancia: la suposición de ese "puro" "algo" que ignoramos. No hay aquí ambigüedad o inconsistencia, sino una tesis.

¿Se basa, sin embargo, nuestra observación en un puntilloso análisis de este solo texto, a más de su correlación con el similarmente crítico -y no meramente descriptivo y conclusivamente escéptico- del de II,xiii? No. Se basa en la lectura global del Ensayo -incluidas las restantes y pendientes secciones de II,xxiii, igualmente omitidos por la crítica- y la advertencia de su intencionalidad no sólo polémica sino beligerante respecto al objetivo de establecer la nueva ciencia no ya siquiera cartesiana sino newtonianamente concebida. En el capítulo II,viii Locke expone una versión, la suya, de la hipótesis corpuscularista de Boyle y Newton. Ya en la "Epístola al lector" manifestaba su intención de hacer más claras algunas verdades que el falso saber verbalista de las Escuelas obstaculiza con su dogmatismo. Y, en efecto, el resto del Ensayo, con su doctrina crítica sobre el conocimiento de las "esencias reales", así como su esbozo de filosofía y metodología de la ciencia (libros III y IV, respectivamente), lo que pretende es propulsar la investigación empírica y las hipótesis -ya que no cabe definición "esencial" ni establecimiento de "leyes" de acuerdo con el riguroso criterio identificativo de la "conexión necesaria"- apropiadas para un "conocimiento útil y provechoso" (7).

Este marco teórico en el se inserta el análisis de la noción de sustancia debe llevarnos a reconocer aquí el trabajo de desbroce o "under-labouring" con respecto a la nueva ciencia con que justificaba Locke el valor de su Ensayo en la inicial "Epístola al lector". En las siguientes secciones de este mismo capítulo de II,xxiii aparecen sus sugerencias en este sentido. Pero hemos de advertir ya que es por ellas por lo que se explican los términos problemáticos de la primera sección (II,xxiii,1) que no analizamos antes. Nos referimos a los de "inadvertidamente" y "nos acostumbramos". Este último sugiere, para nosotros, no otra cosa que un indirecto reproche a la razón perezosa, como el que se hacía en I,iv,24 a propósito del innatismo. De ningún modo, pues, puede afirmarse que Locke funde, al modo que luego hará Hume, en la costumbre el origen de nociones como la que tratamos. Pero el anterior tiene que ver con la observación, que el propio Libro II se propone desarrollar, de que nuestras ideas son efectivamente "complejas". Esto es: registros de la observación (8). Y Locke quiere insinuar, como lo hará en los capítulos finales del Libro II y en los dos últimos Libros, que no conoceremos más que lo que observemos (e induzcamos a partir de ello). Y que no hay que confundir las palabras con las cosas, en toda su complejidad.

Así se explica que Locke enfatice, en la última sección citada, que el de "sustancia" es un nombre "general". Quiérese decir: no conlleva de por sí conocimiento positivo alguno de aquel fundamento (real, por supuesto, en su filosofía realista) desconocido que une y regula el curso de las cosas, y cuyo conocimiento nos evitaría (como pretendiera inicial e ingenuamente Descartes) los esfuerzos y la diligencia de la investigación y el análisis (9). Ni nos evita el recurso a la experiencia para llenar de contenido positivo y rico ("complejo") nuestras ideas de las esencias de las diversas clases de cosas. Para saber qué está unido y qué no, no hay más remedio que recurrir a una observación diligente, inexcusablemente. Pero aún hay que destacar otras importantes conclusiones del texto y de todo lo que llevamos dicho hasta aquí, en parte dibujando lo que no es sino una anticipación nuestra (10).

Una de estas conclusiones es que ese "supuesto pero desconocido soporte", a cuya dimensión radical de "sujeto" alude la propia palabra "sub[-]stancia", no puede situarse, para el propio Locke, más allá de "las partes sólidas" de la "materia", como repetirá en siguientes secciones. Lo cual quiere decir que habrá que entender lo que se busca en otro sentido, que se da a entender mejor en el resto del capítulo. Tal sentido, como ha visto muy bien M. R. Ayers, no es otro que el de la inteligibilidad de la experiencia: el "algo" postulado y desconocido tiene que ver con la estructura de los fenómenos que resultaría explicativa de los mismos (11). Así, Locke no es confundido lógicamente por la peculiaridad gramatical del discurso, sino que él mismo ridiculiza otra vez aquí la posible hipóstasis (pseudo-) metafísica del "sujeto" o "substratum" radical. Esto es tan evidente -visible- que no debería sorprender la presencia del siguiente texto, que puede aducirse como prueba incontrovertible de nuestra lectura. Se trata de uno en que es el propio Locke quien, al contrario de lo que suele suponerse, analiza críticamente la noción tradicional de "materia prima" como una efectiva hipóstasis en el sentido de lo que a él se le critica y atribuye erróneamente. Véamoslo:

 

Hasta qué punto los nombres tomados por las cosas son capaces de desorientar el entendimiento, la lectura atenta de los escritores filosóficos lo descubriría abundantemente; y eso quizá en palabras poco sospechosas de cualquier abuso semejante. Ejemplificaré sólo con una, y de un uso muy familiar. ¿Cuántas intrincadas disputas [no] ha habido sobre la materia, como si hubiera alguna tal cosa realmente en la naturaleza, distinta del cuerpo; ya que es evidente que la palabra materia representa una idea distinta de la idea de cuerpo? Porque si las ideas que estas dos palabras representan fueran precisamente lo mismo, podrían ser puestas indiferentemente, en todos los casos, la una en lugar de la otra. Pero vemos que, aunque sea apropiado decir que hay una materia de todos los cuerpos, uno no puede decir que hay un cuerpo de todas las materias: familiarmente decimos que un cuerpo es más grande que otro; pero suena mal (y pienso que nunca se usa) decir que una materia es más grande que otra. ¿De dónde viene esto, entonces? De esto, a saber: que, aunque materia y cuerpo no son realmente distintos, sino que donde hay lo uno hay también lo otro, sin embargo materia y cuerpo representan dos concepciones diferentes, de las que una es incompleta y no es sino parte de la otra. Porque el cuerpo representa una sustancia sólida con extensión y figura, de la cual la materia no es sino una concepción parcial y más confusa; pareciéndome que se usa por la sustancia y solidez del cuerpo, sin reparar en su extensión y figura: y es por esto por lo que, al hablar de materia, hablamos de ella siempre como una, porque en verdad no contiene expresamente sino la idea de una sustancia sólida, que es en todas partes la misma y uniforme. Siendo ésta nuestra idea de materia, no concebimos ni hablamos de diferentes materias en el mundo más de lo que lo hacemos de diferentes solideces; aunque tanto concebimos como hablamos de diferentes cuerpos porque la extensión y la figura son capaces de variación. Pero, puesto que la solidez no puede existir sin extensión y figura, el considerar que materia sea el nombre de algo que realmente existe bajo [under] esa determinación [precision] ha producido sin duda esos oscuros e ininteligibles discursos y disputas que han llenado las cabezas y los libros de los filósofos acerca de la materia prima; imperfección o abuso que, hasta qué punto pueda afectar a gran número de otros términos generales, lo dejo como objeto de consideración. Esto pienso que puedo decir al menos: que tendríamos muchísimas menos disputas en el mundo si las palabras se tomasen por lo que son, los signos de nuestras ideas solamente, y no por las cosas mismas. Porque, cuando argumentamos sobre la materia, o cualquier término semejante, verdaderamente sólo argumentamos sobre la idea que expresamos por ese sonido, tanto si esa precisa idea se conforma con cualquier cosa realmente existente en la naturaleza como si no. Y si los hombres dijeran qué ideas representan por sus palabras, no podría haber ni la mitad de esa oscuridad o desacuerdo que hay en la búsqueda o respaldo de la verdad (12).

 

Nos parece que valía la pena transcribir por entero, pese a su considerable extensión, esta sección. Uno que podría atestiguar no ya sólo, como reconoce A. J. Ayer en general, que Locke era ante todo un "analista" (13), sino que ofrece fundamento para considerar a Locke mismo como el fundador del análisis lingüístico, bien que sólo como método y recurso de la reflexión filosófica. Como Fraser mismo comenta en nota a pie, la crítica lockeana aquí a (cierta comprensión de, diríamos nosotros) la noción de "materia prima" vale por una crítica a la noción de "sustancia en general" (14). Pero, por supuesto -hemos de matizar-, entendida en el erróneo sentido hipostático a que nos referimos; ya que para Locke la idea de sustancia "pura" no se reduce a la "concepción" (empleando su propia expresión en el texto arriba citado) meramente lógica del sujeto gramatical, abstraído de todas sus determinaciones, ni meramente física o sensible de las "partes sólidas". Por lo demás, es claro, según lo que hemos subrayado, que Locke entiende por "sustancia" aquí la materia como existe "realmente", esto es: determinada en los diversos "cuerpos", aunque en nuestras "concepciones" y correspondientes "palabras" podamos distinguir "materia" de "cuerpos".

Así, pues, Locke mismo no puede estar entendiendo por "sustancia pura en general" en II,xxiii, donde mantiene la afirmación de su referencia ontológica al tiempo que y por el mismo hecho de afirmar nuestro desconocimiento de la misma, nada parecido a la "materia prima" aristotélica, con la dificultad de su elucidación ontológica que le es propia (15). Pero mucho menos puede interpretarse, entonces, que la mención "algo" con que Locke se refiere a ella pueda incurrir en una hipóstasis semejante. Locke no sólo usa el "algo", en II,xxiii,2, en un claro sentido crítico de indeterminación gnoseológica (no ontológica), sino que, igualmente, otros textos en que aparece en este mismo capítulo corroboran esta lectura. Lo que, sin embargo, ya desde ahora puede establecerse como otra conclusión es la de que no es tampoco el problema de la sustancia en tanto "individuo concreto" (la "sustancia primera" aristotélica) lo que ocupa la reflexión de Locke. Resulta incomprensible la inadvertencia de la crítica, en general, del significativo hecho siguiente: que Locke dedica todo un capítulo aparte, II,xxvii, al tema de la "identidad" individual (16). En cambio, ya desde la primera sección del capítulo II,xxiii puede advertirse que Locke está considerando la "sustancia" en su dimensión de razón de ser o causa inmanente de sus propiedades; esto es, en su dimensión de esencia o "sustancia segunda": como "sujeto" o "substratum" "de cual resultan" las "ideas" o cualidades observables.

Ahora bien, ¿supone una ingenuidad o una confusión el no limitarse a reconocer que la de sustancia es una noción que encarna el concepto general, lógico, de objeto; o bien que es una noción que "pone" la mente constituyendo así el "conocimiento empírico" o la "realidad objetiva"? Lo que a nosotros nos parece una ingenuidad es reducir la integral envergadura onto-lógica de esta categoría fundamental del conocimiento -como resulta ser en Locke, en texto que citaremos- a estos insuficientes señalamientos. Así como lo es no advertir que, como enseguida sugiere Locke en los restantes parágrafos, lo que importa aquí es el conocimiento, esto es: la ciencia posible para el entendimiento. De modo que el reconocimiento -tan efectivo que ni siquiera se cuestiona- de que la de "sustancia" es una categoría racional que expresa un postulado ontológico (como pediría la lectura "escolástica", además de las antes aludidas) también resultaría ingenuo e impertinente para Locke. La elemental dimensión lógica ya -hemos visto en loci anteriores- está, a estas alturas del Libro II, literalmente superada. Y la cuestión ontológica, también clara y críticamente reconocida (17). Es la propuesta de la nueva ciencia, como discurso onto-lógico posible, "útil y provechoso", al entendimiento humano, lo que interesa a Locke llegar a proponer, además de los análisis y reconocimientos anteriores (18).

 

 

* Profesor del I. E. S. "Sierra Sur" de Valdepeñas de Jaén. Doctor en Filosofía. Tesorero de la AAF y co-director de ALFA.

(Este reinterpretación o corrección interpretativa de la tesis genetista de Locke sobre el origen de nuestras ideas en tanto que materiales de nuestro conocimiento es la que hemos intentado establecer en la primera parte de nuestra tesis doctoral. De todos modos, se propone e intenta confirmar en el análisis que hacemos aquí de la noción de sustancia misma.)

(Este artículo extiende y complementa otro publicado en el número anterior de esta revista.)


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NOTAS:

  1. II,xxiii,1. Subrayado nuestro.
  2. Ya desde II,i,3 se mencionan los "objetos exteriores" y las "operaciones de la mente" como las fuentes objetivas de nuestras ideas de "sensación" y "reflexión".
  3. Véase nuestro anterior artículo en esta revista.
  4. II,xxiii,2. Subrayado nuestro.
  5. Precisamente de un modo análogo a como Kant atribuye las diversas ilusiones trascendentales al entendimiento mismo, pero criticando que son "ilusiones inevitables, aunque no irresolubles" por principio. Cfr., por ejemplo, KrV, B 397 y 399.
  6. Cfr., por ejemplo, II,xxxii,14 y IV,iii,29. Leamos estas líneas de IV,iii,29 (subrayado nuestro): "Las cosas que, hasta donde nuestra observación alcanza, constantemente encontramos que proceden regularmente, podemos concluir que actúan por una ley establecida en ellas; pero, sin embargo, una ley que no conocemos... sus conexiones y dependencias no son descubribles en nuestras ideas; podemos tener sólo un conocimiento experimental de ellas."
  7. Ayers,159-160 señala, en efecto, que el "acostumbramos" se refiere no al modo de adquisición de la noción, sino "a la situación en que nos encontramos cuando la empleamos habitualmente", así como que la "inadvertencia" es relativa al carácter "complejo" de las ideas específicas de sustancias.
  8. Véase al respecto de esto último tanto la "Epístola al lector" como II,xiii,28, por ejemplo.
  9. Si, no obstante, la consideramos necesaria, es teniendo en cuenta, sobre todo, la injustificable tergiversación por la que ciertos intérpretes atribuyen a Locke una confusión que él mismo critica y denuncia, y frente a la cual tiene una doctrina alternativa que pronunciar. Lo que, sin embargo, puede posibilitar estas lecturas parciales (en el sentido peyorativo de la palabra) es que, en este capítulo, el interés de Locke no es desarrollar positivamente su teoría sobre "el avance de nuestro conocimiento" (tema al que, por ejemplo, dedicará IV,xii). Su interés formal aquí es, sobre todo, mostrar que las nociones "abstrusas", las nociones metafísicas, no son sino categorías generales de nuestra intepretación de la realidad, pero que no nos ofrecen de suyo ningún conocimiento positivo. Es decir: si en el Libro I Locke se limita a decir sobre la sustancia que no es una idea innata, en el Libro II casi se limita a mostrar cómo surge, con ocasión de repetidas experiencias, como una "simple" operación mental de presunción. Pero el objetivo o, mejor, la consecuencia explícita de estos análisis es fundamentar la propuesta metodológica empirista, como correctivo metódico al apriorismo no ya sólo escolástico sino incluso cartesiano. Un correctivo que influyó decisivamente en la remodelación metódica que la ciencia adoptó a partir de Newton y el propio Locke. El propio Cassirer (2),72 lo reconoce, aunque no lo desarrolle en lo que respecta a Locke. Es más, lo mismo que Cassirer (ib.,20) avisa sobre la diversificación semántica de que la historia del pensamiento ha dotado al término "razón", tenemos que matizar que tampoco los conceptos de "experiencia" o -como hemos empleado antes- "empirista" tienen ya un significado unívoco. Precisamente aquí, en la obra de Locke, se está estableciendo y fundamentando epistemológicamente esa "nueva alianza entre el espíritu 'positivo' y el 'racional'" de que hablaba Cassirer (ib.,23), ya citado antes.
  10. Véase Ayers,155. Este autor cree, sin embargo, que el "algo" no es otra cosa que la "esencia real", mientras que para nosotros tiene que ver con la "conexión necesaria". No puede eludirse que Locke, en diversas secciones de II,xxiii, habla del "algo" como aparte de las esencias.
  11. Cfr. III,x,15 (subrayado nuestro).
  12. Cfr. Ayer,57.
  13. Cfr. Fraser,II,135,n.2. Ha sido Ayers,143-144 quien nos ha hecho reparar en la relevancia de este texto cara a nuestra -afín- interpretación.
  14. Aparte de lo que creemos haber demostrado y precisado, esta última indicación nos obliga a censurar como una injusta tergiversación equívoca (expresión, en última instancia, de la incomprensión generalizada de la obra de Locke) la de, por ejemplo, Finance,262. En efecto, allí nuestro autor es criticado por su tesis de que la "sustancia" resulte una "incógnita" porque, según interpreta el comentarista su pensamiento, "una sustancia, si es real, debe tener la posibilidad de ser conocida independientemente de sus propiedades". Pero con esto Finance elude (podría decirse que con una tendenciosidad escolástica que malamente oculta la incomprensión) la diversidad de sentidos que "sustancia" (al igual que "materia") puede tener en el aristotelismo, responsabilizándolo con injustificable especificidad con la complejidad y la dificultad de la problemática misma. Él mismo habla indistintamente, en las pocas líneas en que se refiere a nuestro autor, de "una sustancia" y de "sustancias" (en plural), cuando lo que nuestro autor examina es, con precisión, la "noción de sustancia pura en general". Pero, para hacer una contracrítica inmanente, hay al menos un sentido en que esta crítica es injusta e incoherente con la propia tesis del intérprete: ya que en la pg. 270, al referirse a la "sustancia" en el sentido de la individualidad, él mismo concede que "no es determinable con precisión. Ignoramus et ignorabimus".
  15. ¿Acaso, por demás, no es la "sustancia" una "incógnita" en el aristotelismo, por más que se afirme como principio ontológico, en tanto se entienda como "materia prima"? Y ¿qué decir de la diferencia entre el escolasticismo y Locke que Copleston V,95 pone ambiguamente en que "Locke habla como si la sustancia fuera un sustrato ajeno al cambio", si tenemos en cuenta la equivocidad dialéctica de la doctrina sobre la permanencia del sustrato cambiante? Es, como veremos enseguida, a la noción de sustancia en tanto que "forma sustancial" (el otro término de una "dualidad" asumida por Finance,222-223) a lo que va dirigida sobre todo (aparte ya la descalificación de la hipóstasis del "substratum" radical) la crítica de Locke. Pero vale la pena aún apoyar nuestra acusación con este otro señalamiento. Ontológicamente concebida -más precisamente que en su sentido físico habitual y más propio-, la "materia" no es sino "potencia". Así lo concluye Finance,230 (subrayado nuestro): "Por tanto, en el ser en devenir hay que afirmar, bajo las diversas determinaciones, una realidad determinable, pero de suyo indeterminada, a la que llamamos potencia". (Véase también al respecto Aubenque,418.) Pero, entonces, sólo con lo que llevamos visto -aunque sobre todo por lo que veremos en nuestra parte segunda: cfr. especialmente su capítulo tercero-, resulta patente la injusticia de la omisión de Locke cuando en la pg. 225 declara Finance: "En los modernos, la noción tomista de potencia acaba por desaparecer...".
  16. Allí se defiende la tesis de que es la "existencia", espacio-temporalmente identificada, lo que individúa a cada "sujeto". Esto se considera la observación pertinente sobre el "principium individuationis", que únicamente se considera problemático en el caso del ser personal. De todos modos, y esto es lo que nos interesa, "no es la unidad de la sustancia lo que comprende toda clase de identidad", dice Locke en II,xxvii,8. Esto es, en ese capítulo por "sustancia" se entienden, nuevamente, las "partes sólidas" identificables, de acuerdo con la doctrina corpuscularista. Por tanto, no hay confusiva problematización de la "sustancia" en el sentido de un "sujeto" radical transempírico.
  17. Ya hemos dicho que la cuestión ontológica acerca de la "sustancia", para Locke, tiene que ver con su dimensión de "esencia". Y, a este respecto, es pertinente aquí, como corroboración de lo dicho, citar estos pronunciamientos posteriores. En III,iii,15, por ejemplo, afirma Locke claramente que "no cabe ninguna duda de que tienen que existir constituciones o esencias"; mientras que en III,ix,13 nos dice: "su unión en la naturaleza [la de las ideas componentes de las ideas de sustancias o esencias nominales] es el verdadero fundamento de su unión en una idea compleja".
  18. Con este último comentario, pues, no resultan críticamente aludidos sólo los planteamientos lógico-analíticos contemporáneos (el de un Bennett, por ejemplo), o los lógico-trascendentales de raigambre kantiana (el de un Cassirer, por ejemplo). También los de índole neoescolástica (como los de Copleston, Finance o Melendo), en la medida en que ésta sigue a menudo sin advertir y conciliar con su realismo metafísico el significado epistemológico de la nueva ciencia, de la ciencia moderna. En este sentido, estas palabras de un "realista metafísico aquiniano" -tendríamos que matizar así- como Gilson son aplicables a muchos de los actuales escolásticos (cfr. pg. 169; subrayado nuestro): "La filosofía escolástica murió realmente en la medida en que su filosofía de la naturaleza había sido tomada, tanto por sí misma como por sus adversarios, por una ciencia de la naturaleza."

 

 

 

 


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