la nieve de París sucede siempre es un desierto desocupado lo que se extiende un abandono abandonado al abandono una gran casa sin pared con todas las puertas y ventanas cerradas selladas / sol brillante / corrió la cortina y se asomó a la ventana del hotel y la vio escribiendo su nombre en la nieve y lo aprendió con la memoria de aprender esas cosas del deseo que le despertó su trasero jugoso de francesa que camina por la Rue Ernestine a esa hora de la mañana blanca haciendo zig zag entre los carros quietos dormidos en la calzada indiferentes al trajín de los obreros ateridos que retiran del cemento la nieve gruesa animal espeso con uñas de gato que se descongela tirado / en el andén / y su risa dejó huellas blancas en el aíre seco y desde entonces es que ese olor a pescado que sube desde tu entrepierna no me abandona más tarde ya de tardita cuando vea tu burra pastando en la puerta de tu casa y a los muchachos del barrio hablándole a través de una moneda de cobre en sus orejas rondándola por la cola sonsacándola y con su complacencia les dirá que sí con un sobreentendido y es entonces cuando regresa ese tu olor a pescado / muerto que boquea / para ese entonces espero que los molinos de viento esten de pie desafiándo a los incrédulos y mostrándole el camino a los viajeros que vengan del norte y vayan de paso por el sur a calmar la sed de lo que pudo ser pero que no fué por el querer del medio ambiente o / porque no le dio la gana / |
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