ANARQUIA Y AUTODENTERMINACIÓN



El nacionalanarquismo y la cuestión identitaria




ANARQUISMO Y NACIÓN


Desde hace ya algunos años, existe una pequeña pero crecientemente influyente minoría en los medios libertarios contemporáneos que se desarrolla a partir de unas pases juzgadas como “heréticas” por la mayoría. Esta minoría, cuya voz es cada dia mas fuerte a pesar de los poderes, anarquistas y no anarquistas, interesados en silenciarla, apoya abiertamente las lucha de los pueblos por la soberanía, de los gruos énticos, de las naciones e individuos, asignando a estas luchas un fuerte potencial como factores determinantes para la construcción de una sociedad mas justa y liberada de la opresión capitalista. Esta tendencia “identitaria”, se caracteriza por una determinada “conciencia nacional”  en el seno de movimientos tradicionalmente conocidos como apátridas e internacionalistas, se constituye como un movimiento contestatario a la marcha forzada del mundo hacia un monocultivo global, una homogeneización, uniformización, de la humanidad animada por los intereses del Gran Capital Internacional, pero también  y sobretodo como una manifestación de la resistencia del pueblo a la autoridad oficial con el fin de preservar y hacer valer sus propios particularismos culturales y vitales. Tal es nuestra posicion y creemos que ésta debería ser compartida por todos aquellos que posean ideales con una voluntad emancipadora, sea cual sea su tendencia.

Existe un gran número de anaquistas “ortodoxos” y de gente de “la izquierda” o de extrema-izquierda, que repudian este enfoque, no dudando en denunciarlo como una forma derivada del “anarco-nacionalismo”.  Se cierran en la idea preconcebida de que unos entusiasmos étnicos o nacionales de este tipo serían “básicamente conservadores e inevitablemente opresivos”, y que favorecerían sistemáticamente el desarrollo del racismo y el chauvinismo.

Estas dos posiciones friccionantes y aparentemente irreconciliables destacan en dos aspectos importantes de esta problemática, y su consideración permite definir las bases de una marcha que debe ser seguida para una mayor comprensión mutua o, incluso, para llegar a puntos de labor común.

En primer lugar , por muchos  argumentos que pueden oponer los defensores de la tendencia “dominante” a sus disidentes “minoritarios”, serán siempre  los segundos y no los primeros los que permanecen fieles a la tradición libertaria mas clásica. Una gran figura de esta tradición, el revolucionario ruso Michael Bakunnin, condenaba inequívocamente al “liberalismo” egoista y destructivo que implican cada vez mas los enfoques del anarquismo “mayoritario” actual, y se complacía en repetir, no sin razón, que el hombre es el animal mas individualista y a la vez mas social de  la Naturaleza.   Bakunnin reconocía que esta parte social del ser humano, se expresaba a través de dinámicas comunitarias de las tribus, de los clanes, de las culturas y de las naciones. Cada una de estas dinámicas comunitarias constituye un fenómeno único, no repetido en la historia y que aporta una contribución particular a la Humanidad.


Estas ideas también fueron claramente expuestas por otra gran figura del socialismo libertario, Gustav Landauer, alemán de origen judío nacido en 1870 e inspirador del sistema de “consejos de trabajadores” (o soviets). Fue asesinado en 1919 por los esbirros de la reacción, constituida por los cuerpos francos (Freikorps).


Gustav Landauer proclamó:

“Las difrencias nacionales son factores de primera importancia en las realizaciones que deben llevarse a cabo en la humanidad para aquellos que saben distinguir entre la abominable violencia oficial del hecho vigoroso, bello y pacífico de la Nación”


Como  “nación”, del mismo modo que Bakunnin,  Landauer entendía una entidad cultural, y no a una entidad política. Y tambén como Bakunnin, se situaba a favor de la soberanía de los pueblos dentro de un contexto libertario y antiimperialista. Louis-Auguste Blanqui, miembro de la Comuna de París y  figura obstinada en las revoluciones de 1830 y de 1848, padre de la famosa sentencia de “Ni Dieu Ni Maître” (ni dios ni patria) tan significativa para todos los anarquistas, creía también en una conciencia nacional marcada. También fue el caso del teórico P.J. Proudhon, del socialismo liberario. Del mismo modo, la insurrección anarquista de los partidarios de Néstor Makhno en Ucrania (1918-21) revestía un inegable factor de lucha de liberación nacional, y tambén un marcadísimo sentimiento de la misma índole.

Esa  confusión  tan actual y nada inocente que pretende asimilar al término Nación en el concepto de “Estado-Nación”, debe denunciarse de ahora en adelante. No debe continuar siendo atendida.

Por supuesto, en la actualidad no es necesario dedicar un culto idólatra a Bakunnin, Landauer, Blanqui, Proudhon o Makhno, los desafíos de que ellos enfrentaron son distintos a los de nuestros tiempos, pero sería bueno tener en cuenta  las ideas defendidas por estos grandes hombres del anarquismo. Sobretodo ahora, que bajo la influencia de unos prejuicios propios  del orden actual, de sus intereses, algunos “anarquistas”  de la tendencia dominante pretenden relegar este tipo de discurso a los cubos de basura de la Historia, un poco de reciclaje puede ser una importante labor higiénica.


En el futuro, cada vez mas libertarios y contestataros de todas las clases terminarán por reconocer en su justa medida la inevitable interdependencia que existe entre el individuo y las unidades orgánicas que constituyen el marcho en el que se desarrolla su vida: los vegetales, los animales, y la biosfera entera. Admitimos que estas unidades, constituyendo cada una de las comunidades,  tienen no  solamente que tienen  el derecho innegable a existir sino que también que son estructuras impresicindibles en su gran diversidad.   Y si esto es así, ¿qué las diferencia de las comunidades naturales de los seres humanos? ...


Los libertarios que rechazan los conceptos de indentidad y de soberanía popular, y que se niegan a preocuparse por la supervivencia de culturas y etnias, no se basan en ninguna fuente del anarquismo “ortodoxo”, sino en necesidades e intereses de nuestro tiempo; y no siendo anarquistas, deberían ser considerados mas bien, en base a sus objetivos y sus actos como sociogenocidas (“socio-genocidaires”).


Dicho esto, reconozcámoslo, la tendencia mayoritaria de los anarquistas “apátridas” a menudo ha tenido razón al destacar algunos aspectos potencialmente negativos del sentimiento étnico, racial y nacional. En efecto, ¿cómo evitar que este sentimiento degenere en conservadurismo social, o peor, a la aparición de reacciones violentas o incluso a la aplicación de medidas racialistas criminales promovidas por su paroxismo?

¿Cuáles son los medios que permitirían trabajar para concebir un sistema que permita la coexistencia pacífica entre distintas nacionalidades, cada una beneficiándose de su propia autonomía, cada una cultivando su propia identidad y todas enriqueciendo con su aporte a la diversidad y la riqueza de la Humanidad? – o – ¿Qué nacionalismos son legítimos y qué nacionalismos no lo son? – pero también – ¿quién puede decidir algo así?

El nacionalismo Boer en Sudáfrica, por ejemplo, es una secuela manifiesta del colonialismo blanco y el Apartheid, y no una expresión de diversidad indígena. La misma cosa se puede ser dicha de los lealistas ingleses del norte de Irlanda, así como del Sionismo israelí, clara expresión vengativa del nacionalismo judío de fundamento religioso y racista. Pero todos estos son casos de nacionalismos falsos y explotaodres o  de estados multiénticos, en los que una Nación niega a otra.




Es allí donde se situan los verdaderos problemas, y las cuestiones que conviene plantearse en adelante. El fanatismo chauvinista que reina, entre otras cosas, en la antigua Yugoslavia y en algunas regiones de lo que fue la URRS, son un testimonio dramático de las desastrosas consecuencias que puede conllevar la imposición autoritaria de un Estado multiétnico en el que se obliga a comunidades distintas a cohabitar. Estas cuestiones ilustran también, por fuerza, lo que mucha gente de izquierda o de sensibilidades libertarias denuncian en lo que llaman – a tientas – el “verdadero” nacionalismo, cuyas devastaciones observan con inquietud. Esta gente, de cuya sinceridad y buenos sentimientos no se puede dudar, permanece en realidad atrapada en unos prejuicios fuertemente inculcados desde los que creen que todo ideal nacionalista es indisociable del concepto de “Estado-Nación”, fundado sobre las bases del centralismo autoritario y de las relaciones de dominación. Esta visión reduccionista de las cosas se ha impuesto en los espíritus de muchas personas como un verdadero tópico que, aun cuando se basara en hechos reales,  lo centra todo en una imagen simplista de  unas clases dirigentes explotando las pasiones énticas y nacionalistas para mantenerse en el poder. Pero si se profundiza un poco, esta visión muestra todas las generalizaciones arbitrarias típicas en los fallos de interpretación.

No es la conciencia étnica o nacional en si misma lo que es fuente de conflictos entre pueblos, sino los que a veces pretenden  desviarla  e instrumentalizarla para su beneficio personal. No, no es la conciencia identitaria lo que oprime al pueblo, lo que destruye la libertad, lo que crea violencia, lo que enajena y niega al individuo, pero en cambio sí que hacen todo eso los gobiernos, las clases dirigentes, los partidos políticos del Sistema, las religiones represivas y universalistas, el espíritu de la jerarquía, la plutocracia y las desigualdades sociales basadas en factores exclusivamente materiales. En aquellos que unen su visión a la de Bakunin, Landauer, Blanqui, Proudhon y Makhno, los que apoyan a los pueblos del mundo, los que luchan en nombre de un nacionalismo de liberación, en todos aquellos que hoy se identifican como Nacional-Anarquistas o anarcoidentitarios, no existe ninguna relación con los “cripto-fascistas” o con los “nazis” como pretenden encasillarnos según qué individuos con unos modos  de terrorismo intelectual digno de los peores regímenes totalitarios. ¿Y en nombre de qué se atreven a  calificar algo  de “anaraquista de derechas”, cuando esa definición se debe precisamente a que viven completamente inmersos en los prejuicios del sistema capitalista y pseudodemocrático actual?



Los Nacional-Anarquistas no son nada de todo eso que pretenden según quienes. Para comenzar no se sitúan ni a la izquierda ni a la derecha del Sistema, porque están fuera y en frente de él. Los anarrcoidentitarios simplemente quieren incitar al pueblo, a los grupos afines y a los individuos para que se liberen de las instituciones opresivas y degradantes, con el fin de permitirles ir hacia la Unidad en la Diversidad. Y aquí volvemos a esto dque Landauer designó como el principio de AUTODETERMINACIÓN. Allí se sitúa la clave del problema: Nada de “pequeño nacionalismo” oficial y centralizador, pero la autodeterminación nacional, la total libertad para los colectivos nacionales y las agrupaciones voluntarias de individuos para poder administrar ellos mismos sus propias vidas, en la medida que ese ejercicio de libertad no pise la de los demás.


La autodeterminación, del mismo modo que la autogestión, es la la esencia del ideal libertario, de una vida ajena a toda forma de tutela coercitiva. Es el núcleo del concepto de Libertad en el anarquismo, y la Libertad, como ya dijo Bakunnin, es individible: debe aplicarse a todos sin excepción, sin un solo fraude, sin ninguna máscara de privilegios, porque esto significaría el gérmen de una nueva tiranía. Nadie debe ser obligado a definirse  o a formar parte integrante de cualquier grupo étnico, nacional o cultural. Esta elección debe pertenecer al individuo y solo a él.




¿ABOLICION DE LAS FRONTERAS?



La cuestión de las fronteras entre distintos territorios, lleva también a debates apasionados. Obviamente, las fronteras políticas de los actuales Estados-Nación, que no tenien en cuenta las realidades históricas, lingüísticas, culturales y regionales, no son únicamente arbitrarias, sino sobretodo aberrantes y de todo  inaceptables. Pero si vamos a pedir la opinión a los indios de América, a los pueblos africanos o a los palestinos qué es loq ue piensan de vivir en la completa ausencia de fronteras reconocidas, nos daremos cuenta de lo ilusas que son algunas actitudes.



Algunas personas piensan que la supresión de las fronteras, abriendo las puertas de los paises industrializados a una inmigración en masa de las poblaciones pobres,  constituiría el remedio a todas las ya viejas injusticias.  Ademas de su carácter ciertamente irresponsable, esta idea, por generosa que pueda parecer a primera vista, no tiene en cuenta un hecho del todo evidente: los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos de los paises del Tercer Mundo no se solucionarían con una fuga en masa de sus nacionales hacia los paises “ricos”, sino al contrario. Para los paises de recepción, el impacto en la Ecología, así como en sus sociedades, de un flujo migratorio de tamaña embergadura sería catastrófico. Y eso sin contar los desequilibrios etno-demográficos que generaría. En cualquier caso, sean cuales sean las políticas de inmigración que se tomen, Occidente tendrá tarde o temprano que enfrentar las consecuencias de su constante explotación de las naciones de África, Asia y América Latina.




La verdadera solución a las miserables condiciones que sufren los pueblos de estos tres continentes reside, como para cualquier otro pueblo, en una verdadera revolución social emancipadora, en su liberación de los yugos oscurantistas y teocráticos que los oprimen y en la consevación de sus particularismos etnoculturales más enriquecedores para ellos y para la Humanidad en su conjunto. La supresión de las fronteras es un tema actualmente muy extendido en la propaganda de los movimientos “radicales” de corte libertario o de extrema-izquierda. Con todo, este concepto implica evoluciones racistas, imperialismos y daños ecológicos devastadores que no suelen ser tomados encuenta. Curiosamente, los neoliberales del Capital, tienden también a negar las fronteras y a fomentar la homogeneización de las identidades.

De fronteras se han crado muchas en el pasado y han acabado cayendo, otras se crearán en el futuro y volveran a caer y así en lo sucesivo. Y los pueblos  de  las distintas regiones del Mundo seguiran sufriendo cambios mas o menos acentuados a lo largo de su existencia. Tales son los imperativos de la Historia. Todos los libertarios comparten  el internacionalismo, antioficial por supuesto,  incluso por  los Nacional-Anarquistas, para los que solidaridad internacional es una palabra apreciada. Los problemas que implia  el mantenimiento de las fronteras actuales son evidentemente escandalosos para un pueblo sin soberanía reconocida como el de los vascos, los bretones, los corsos, los kurdos, cuyas tierras han sido expoliadas, ignoradas por líneas trazadas sobre un mapa; o también para los afroamericanos, que tienden cada vez mas a constituirse en una nación separada  del poder federal.


Los gobiernos y los estados no deben interponerse en el camino hacia la autodeterminación de pueblos o individuos. Y no deben existir fronteras que limiten la solidaridad, la ayuda mutua y la cooperación voluntaria. Así pues, la causa internacionalista, sobre este compromiso,  debe ser aplicado en el sentido mas franco y equitativo: “nada de fronteras”, pero diciendo que no debe haber fronteras impuestas contra la voluntad  de los grupos humanos sin soberanía.

Por el rechazo de toda lógica genocida o asimilacionista, conviene luchar  por el etnopluralismo, por la diversidad de las culturas, lenguas y tipos raciales, por ser cada uno de ellos fundamento de la riqueza de la Humanidad. Por la solidaridad con los puebos en lucha contra el imperialismo en el mundo, con viene optar por un internacionalismo sincero que, en vez de negar y rechazar las diferencias, las reconozca y las defienda.




¡XENOFOBIA NO! ¡MIXOFOBIA SÍ!


El núcleo duro de los cosmopolitas afirma que cualquier lucha  identitaria por la preservación de la identidades populares y de los particularismos nacionales son una fuente perpetua de odio, racismo y de división del género humano. El racismo, con sus implicaciones supremacistas y genocidas, funciona a menudo  en una doble dirección, y no se basa únicamente  en la exclusión y la diferencia, sino que también se expresa a menudo de una  forma asimiladora  que pretende borrar toda diferencia. Lo cierto es que, al intentar imponer el mestizaje generalizado y la sociedad multiétnica, el cosmopolita militante se convierte finalmente en cómplice  de un etnocidio múltiple con todas la implicaciones racistas y totalitaristas que esto trae consigo.


En efecto, ninguna persona de sensibilidad verdaderamente libertaria, y en consecuencia ningún Nacional-Anarquista digno de este nombre, podría poner en duda la dignidad de un individuo que haya nacido bi-racial o con un orígen multiétnico, o tampoco tendría ningún problema en aceptar el derecho de algunos a vivir en una comunidad multiétnica, multicultural o multirracial si tal es su elección. Todo individuo que desee vivir en tal medio social debe tener el derecho a esa elección y posibilidad. No obstante, esto no le confiere ningún derecho  a imponer sus propias opciones sociales a otros individuos que aspiren a vivir de un modo distinto a él. 

Un argumento simple y de una lógica imparable contra todos aquellos que se oponen a la mera existencia del etnodiferencialismo de los nacionalanarquistas. El espíritu libertario está basado en  el respeto a las libertades individuales. Ahora bien, un individuo que no sea su propio soberano, no podrá ser nunca libre; la misma consideración debe ser aplicada a un grupo humano y a su espacio vital.

Y en otro aspecto, si los individuos tienen un “derecho a la intimidad”, las tribus, las culturas, los pueblos y las naciones deben poseer el mismo derecho. La territorialidad, sea cual sea la forma en que ésta se presente, sera siempre la expresión material del derecho a la autodeterminación de un pueblo.



Bien lejos de algunos de estos principios tan sensatos, en nombre de una toma de partido por lo “políticamente correcto” y monolítico, el asimilacionismo, el cosmopolitismo y el mundialismo querrían, pues, hacer desaparece por siempre las características de la cultura bretona, de la cultura irlandesa, de la cultura escocesa, de la cultura vasca o incluso de las culturas corsa, alemana, japonesa, kabil, lapona, lituana, islandesa, chechena, magiar, kurda, mongola, catalana, swahili, zuni, amerindia en sus tan diversas versiones, gala, aborígen, maorí, kanaka o de muchas otras, cualquiera que sea.

¿Constituyen la homogeneización y el conformismo  un factor de progreso y de enriquecimiento para la humanidad? ¡Por lo menos que permitan dudar!

Entonces, ¿son los nacionalanarquistas xenófobos? ¡Ciertamente no!

Por lo arriba expuesto se les puede asignar una tendencia mixofóbica, la cual es probable que, tal y como andan las cosas, no tarde en ser incluida en la lista de los crímenes contra el pensamiento correcto que los Nuevos Inquisidores propagan e inculcan machaconamente a través de los medios de información de masas, mass media.



¡AUTODETERMINACIÓN PARA TODOS!


Este texto no tiene como objetivo lanzar una propuesta  a favor de la instauración de un “Apartheid”, ni de sugerir cualquier necedad por el estilo. Es una llamada a favor de la ecología humana, un grito de libertad (de elección y de asociación).

Incluso cuando a priori ya se hayan escuchado las calumnias de los adversarios del Nacional-Anarquismo, deformando y malinterpretando el sentido de cada palabra, un estudio atento, objetivo y honesto del conjunto de las afirmaciones hechas en este artículo permitirá al lector adquirir una visión mas clara y mas precisa de lo que es la filosofía del Nacional-Anarquismo, la cual se basa en principios antiautoritarios y favorables a la autodeterminacion de todos.

Uno de los elementos que constituyen las peores expresiones de violencia en las sociedades actuales reside en la ignorancia, principal activo del poder, del sistema jerárquico. Luchemos juntos para superar esta ignorancia y no perdamos nunca de vista este concepto emancipador: ¡La libertad de UN individuo y de UNA colectividad, depnenden de la libertad de TODOS los individuos y de TODAS las colectividades!






Hans CANY,  26 de octobre de  2003 (Era Vulgar)