Introducción
LA
PETROLIZACION
de nuestra economía, el enorme crecimiento de nuestra deuda externa
y la profunda crisis que sacudió al país a principios de la década
de los 80, durante el gobierno de José López Portillo, sirvieron
de extraordinario pretexto a los neoliberales para empezar a aplicar
en México las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y
del Banco Mundial (BM).
Esos
organismos financieros al servicio del imperialismo norteamericano,
aprovechando la situación de crisis creada por ellos mismos al propiciar
una política generalizada de endeudamiento, más allá de las posibilidades
reales de los países subdesarrollados, particularmente de los de
América Latina, les impusieron su proyecto neocolonial. En México
a través de las llamadas cartas de intención suscritas por el gobierno
y el FMI se adquirieron muchos compromisos, entre ellos la política
consistente en deshacerse de las empresas públicas, la de establecer
topes salariales y otras similares, todas ellas contrarias a los
intereses nacionales y populares.
El
nuevo proyecto, proponía superar la profunda crisis económica que
aquejaba al país, lograr un crecimiento sostenido de la economía
y mejorar las condiciones de vida de los mexicanos. Durante los
últimos 17 años los resultados de la aplicación del neoliberalismo
en nuestro país son los siguientes:
Primera
etapa: el desmantelamiento del sector estatal
A partir
del gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) se inicia, con el
pretexto de que la crisis se había presentado porque el Estado estaba
obeso y que por ello no podía cumplir con su función fundamental
que es la de proporcionar bienestar a los mexicanos, la aplicación
en nuestro país del proyecto neoliberal. La primera medida consistió
en realizar el proceso llamado, eufemísticamente, de desincorporación
de empresas públicas por las siguientes vías: la extinción, la fusión,
la liquidación, la transferencia a las entidades federativas y municipios,
la venta a los trabajadores de la empresa que se desincorpora, y
sobre todo, la venta a los empresarios privados nacionales y extranjeros.
El
3 de diciembre de 1982, apenas dos días después de haber tomado
posesión como presidente de la República, Miguel de la Madrid envió
al Congreso de la Unión, un par de iniciativas para modificar la
Constitución1. Dichas propuestas fueron aprobadas y entre las modificaciones
realizadas es indispensable destacar las relativas al los artículos
25 y 134 constitucionales.
En
el nuevo artículo 25 se incluyeron tesis ajenas y contrarias al
proyecto emanado de la Revolución Mexicana. Al definir al Estado
como rector se le suprimió, en la práctica, su papel de productor
directo de bienes y servicios y en contra partida se le dejó solamente
la facultad de dictar las normas, a partir de las cuales deberían
desarrollar sus actividades los particulares, es decir, se sentaron
las bases para convertir al Estado mexicano en algo similar al Estado
policía que propone el neoliberalismo. El objetivo central era debilitarlo,
como paso previó para poder desarrollar el proyecto económico dependiente
del imperialismo.
Partiendo
del principio que establece que en derecho constitucional lo que
no está expresamente facultado no lo puede realizar la autoridad,
se realizaron las modificaciones al artículo 134 de nuestra Carta
Magna para incluir en dicho ordenamiento el sustento jurídico del
gobierno mexicano para vender las empresas del Estado, sustento
que no estaba incluido en ningún otro artículo constitucional.
Al
amparo de estas y otras modificaciones legales, durante el sexenio
de Miguel de la Madrid, se produjeron los siguientes hechos: si
durante el primer año de ese régimen, el gobierno federal participaba
en 45 ramas de la economía, para el último solamente lo hacía en
23; si en 1982 tenía 1155 empresas: 744 de participación estatal
mayoritaria, 231 fideicomisos públicos, 102 organismos descentralizados
y 78 empresas de participación estatal minoritaria, en 1988 tenía
solamente 412; de las 705 empresas desincorporadas 219, es decir,
el 30 por ciento, fueron vendidas2. El gobierno federal proporcionó
la información anterior en un documento en el que se establecía
que sólo se había procedido a desincorporar empresas que no eran
estratégicas ni prioritarias para el desarrollo nacional, que el
18 por ciento de las empresas vendidas tenían como nuevo dueño al
sector social, es decir, a los sindicatos y otras organizaciones
de trabajadores y que en más del 90 por ciento de los casos los
compradores habían sido inversionistas nacionales.3
A pesar
de que también informó de los ingresos totales obtenidos por las
ventas, no proporcionó el monto de lo que correspondía a cada una
de ellas y qué porcentaje del total correspondió al sector social,
cual al capital privado nacional y cual al extranjero. Esos importantes
datos hubieran evidenciado, como en realidad sucedió, que el monto
mayor correspondía al capital externo.
El
gobierno de Miguel de la Madrid afirmó que a partir de su gobierno
se podría iniciar una mejor etapa de la historia del país, que las
bases sólidas se estaban fincando a partir de una readecuación presupuestal
y disciplina estricta del gasto público. Las principales líneas
de su política económica fueron el saneamiento de las finanzas públicas;
el redimensionamiento del sector público; la apertura económica;
la reconversión industrial; y, la contención salarial.
Además,
casi al finalizar su gestión, en diciembre de 1987, propuso a los
sectores productivos del país la suscripción de un Pacto para la
Estabilidad y el Crecimiento Económico, que obligaba al gobierno
a no incrementar los precios de los bienes y servicios que proporcionaba
a través de sus empresas; establecía, violando los derechos de los
trabajadores, el tope a los incrementos salariales y solamente recomendaba
al sector privado el no incremento de sus precios por encima de
los costos reales. Con ello, decía, se estabilizaría la economía,
esta empezaría a crecer y los trabajadores irían recuperando, poco
a poco, el poder adquisitivo de sus salarios.
Sin
embargo, los resultados de esa política económica no pudieron ser
más desastrosos, se continuó incrementando la deuda externa pública
y total, la inflación creció a tasas muy elevadas, 86.7 por ciento
de promedio anual; el Producto Interno Bruto tuvo saldo negativo
en el sexenio y el salario mínimo real perdió, durante esos seis
años, el 41 por ciento de su poder adquisitivo.
Segunda
etapa: la profundización del proyecto neoliberal
En
el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el proyecto
neoliberal se fue profundizando y se plantearon ya con más claridad
los principales postulados de la política económica gubernamental
y se fue definiendo con mayor descaro el rumbo antinacional y antipopular.
Carlos
Salinas vendió empresas del Estado con el argumento de que había
que vender bienes para remediar males, que con los ingresos provenientes
de esa venta, se resolverían problemas fundamentales para el pueblo:
agua potable, drenaje, alcantarillado, vivienda, etc.
Sin
embargo, es muy significativo que el monto obtenido por el gobierno
de Salinas de Gortari por la venta de empresas, que fue de 64 mil
millones 894 mil 306 pesos4, o lo que es lo mismo, un poco más de
20 mil millones de dólares, era una cifra equiparable a lo que México
había pagado por intereses de la deuda externa.
Lo
anterior refleja que el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol),
creado durante ese sexenio y que supuestamente tenía el propósito
de resolver los problemas más lacerantes de los sectores más desprotegidos
de la sociedad, como decía la propaganda oficial, fue solamente
una nueva forma para engañar a los mexicanos. El propósito de esa
política publicitaria era el de evitar que el pueblo protestara
por la política privatizadora de los bienes de la nación; fue una
estrategia bien montada para hacerle creer que en verdad, lo obtenido
por la venta de las empresas era para resolver los problemas de
la población de menores recursos, que era para ayudar a los que
menos tienen.
Era
evidente que a pesar de que Salinas de Gortari seguía aplicando
el mismo proyecto que Miguel de la Madrid, lo estaba haciendo con
mayor profundidad. Ahora ya no se trataba de un Estado obeso e ineficiente,
sino de la aplicación de un proyecto denominado por el propio Salinas
como liberalismo social que trataba de hacernos creer que recogía
lo mejor de nuestra historia: el liberalismo de la época de Juárez
y el contenido social de la Revolución Mexicana de 1910. Sin embargo,
el análisis de los postulados de ese proyecto remitía necesariamente
a las tesis en boga en materia económica, las tesis impulsadas por
los gobiernos conservadores de Margaret Tatcher en Inglaterra y
de Ronald Reagan en los Estados Unidos: el neoliberalismo.
Al
gobierno de Carlos Salinas de Gortari, en materia de reformas jurídicas
de carácter económico, le correspondió promover las constitucionales
al artículo 27 para dar fin al reparto agrario, privatizar los ejidos
y propiciar la compra de tierra por parte de los capitalistas nacionales
y extranjeros; y al artículo 28 para dar autonomía al Banco de México.
Por
lo que respecta a la autonomía del Banco de México, esta decisión
se produjo involucrando aspectos económicos, pero también políticos,
ya que le permitió al gobierno de Salinas dejar por varios años
al frente de dicha institución a un funcionario que compartía su
política monetaria y crediticia y a través de esa designación pretendía
influir en la marcha de la economía del país.
Adicionalmente,
la autonomía del Banco de México, puede ser utilizada como un poder
paralelo, en el caso de que en el año 2000 o posteriormente, el
titular del Poder Ejecutivo federal provenga de un una corriente
contraria a la que actualmente gobierna, sobre todo si pretende
modificar aspectos esenciales de la política económica neoliberal
que estén vinculados a la política monetaria o crediticia.
En
cuanto a las leyes secundarias, impulsó modificaciones a casi todas
ellas, para suprimir el derecho del Estado y de algunos sectores
como el de las cooperativas, para actuar en forma exclusiva en ciertas
actividades económicas; para abrir las puertas a fin de que el capital
extranjero pudiera participar en esas áreas y, en general, para
desregular la actividad económica en favor de los intereses del
gran capital.
Otra
medida legislativa, consistió en convertir a Pemex en una empresa
controladora de varias empresas, que a partir de la modificación
legal se llaman, Pemex petroquímica, Pemex exploración, etc. Este
mecanismo lo establecieron para poder apartar Pemex Petroquímica
y así poderla vender. Además, pretenden hacerle creer a la opinión
pública que apartar esta empresa y venderla al capital privado,
inclusive al capital extranjero, no significa atentar contra Petróleos
Mexicanos, ni contra el país, ni contra la historia, ni contra los
objetivos que se propuso la nacionalización de 1938.
Por
lo que respecta a los reglamentos que corresponde modificar al titular
del Poder Ejecutivo federal aplicó la misma política y continuó
con los cambios iniciados por el gobierno anterior para suprimir
de la relación de productos petroquímicos básicos la gran mayoría
de éstos, convirtiendo a través de un decreto a decenas de ellos
en secundarios y reduciéndolos finalmente a ocho.5
De
esa manera se abrieron los cauces para iniciar el proceso privatizador
de la industria petroquímica y de Petróleos Mexicanos.
También
realizó modificaciones en materia de inversiones extranjeras, primero
al reglamento y después a la Ley correspondiente, con la finalidad
de suprimir la prohibición para que los extranjeros puedan participar
con un capital mayor al 49 por ciento en las empresas. Durante este
sexenio también se suscribió del Tratado de Libre Comercio con Canadá
y los Estados Unidos lo que representa no sólo un acuerdo comercial
para suprimir barreras arancelarias, sino el inicio de una política
de integración subordinada al imperialismo norteamericano.
Dicho
tratado no es algo que surja de la dinámica misma del crecimiento
o del desarrollo de nuestra economía, sino que nos fue impuesta
desde el exterior. Ello fue posible porque se contó con la complicidad
de los funcionarios que comparten las tesis ideológicas del neoliberalismo
y que ocupan los principales cargos gubernamentales desde 1982.
Al
amparo de los objetivos y compromisos adquiridos con la suscripción
del TLC, se modificaron muchas leyes y se tomaron importantes decisiones
que resultaron contrarias al interés nacional y al de diversos sectores
como el de la micro, pequeña y mediana industria, el agrícola y
el laboral, ya que los empresarios y productores mexicanos fueron
puestos en clara desventaja frente a los monopolios del exterior
y los trabajadores resintieron los efectos de una política gubernamental,
que apartándose de la ley, aplicó medidas para favorecer los requerimientos
del capital financiero internacional. No importó en ningún momento,
que para aplicar esa política antinacional y antipopular, se tuviera
que actuar, inclusive, en oposición flagrante a lo establecido por
las normas constitucionales de nuestro país.
Uno
de los ejemplos más claros, de modificaciones anticonstitucionales
a la legislación del país, es el relativo a la Ley de Energía. Inicialmente
se incluyó en el texto del TLC, la figura de los productores independientes,
posteriormente, esa figura fue incluida en la Ley de Energía, aunque
en ambos casos era contraria a lo establecido en la parte final
del párrafo sexto del artículo 27 de la Carta Magna que señala que
"Corresponde exclusivamente a la Nación generar, conducir, transformar,
distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la
prestación de servicio público."
El
TLC, que profundizó la apertura comercial iniciada en el sexenio
anterior; la privatización de grandes y productivas empresas estatales
como los bancos y la telefonía; y, la entrada en grandes proporciones
de inversión extranjera, gran parte de ella de cartera, fueron los
ejes centrales de la política del sexenio de Carlos Salinas. A partir
de ella, prometió un crecimiento sostenido de la economía del 6
por ciento y reducir la inflación a un dígito, porcentaje semejante
a los que tiene los otros integrantes del Tratado: Estados Unidos
y Canadá.
Los
resultados tampoco fueron los prometidos; se continuó incrementando,
aunque en menor proporción, la deuda externa pública y total, la
inflación creció 15.9 por ciento de promedio anual; el Producto
Interno Bruto creció aproximadamente el 3 por ciento en promedio
en el sexenio y el salario mínimo real siguió perdiendo parte de
su poder adquisitivo, en este caso casi el 24 por ciento durante
el sexenio, es decir, que en 12 años había perdido cerca del 66
por ciento.
Tercera
etapa: la política de las promesas, las propuestas y los compromisos
incumplidos
Al
gobierno del Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000) le ha correspondido
también, promover modificaciones negativas en el plano legislativo.
En el terreno constitucional, la relativa al párrafo cuarto del
artículo 28 para suprimir del listado de áreas estratégicas, la
comunicación vía satelital y los ferrocarriles, para incluirlas
sólo como prioritarias, con el objetivo de permitir la participación
del capital privado en ellas o de plano, para entregárselas totalmente.
En las llamadas de carácter secundario, para modificar la Ley del
Seguro Social con el propósito de crear las Administradoras de Fondos
para el Retiro (Afores) y a fines de marzo de 1997, la relativa
a la legislación financiera y bancaria, entre otras cosas, para
permitir que el capital extranjero pueda detentar el control de
los bancos que tengan un capital contable mayor al 6 por ciento
del total nacional de la banca mexicana. En esa situación se encuentran
tres bancos que concentran, en conjunto, el 56.8 por ciento de ese
capital: Banamex con el 25.9 por ciento; Bancomer con el 21.6 por
ciento y Serfín con el 9.3 por ciento.6 Esta propuesta representa
un retroceso de más de 30 años, ya que en 1965 fue el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz el que propuso medidas legislativas para impedir
que la banca mexicana pudiera subordinarse o quedar controlada por
el exterior, de que el capital extranjero, a través de la banca,
se convirtiera en un factor determinante de la política económica
del país.
El
sexenio de Ernesto Zedillo, se puede caracterizar por su incapacidad
para llevar a cabo aspectos fundamentales de su proyecto. Propuso
convertir su propuesta económica en política económica de Estado,
pero jamás pudo lograr el consenso con las otras fuerzas políticas
para modificar el marco legal constitucional, necesario para tal
fin.
Se
comprometió con el capital financiero internacional a privatizar
la petroquímica. El rechazo de diversos sectores de la sociedad:
investigadores, académicos, partidos políticos, organizaciones sociales
y el propio sindicato de Pemex, obligaron al gobierno a dar marcha
atrás en la privatización de las 61 plantas petroquímicas.
Lo
mismo sucedió con la industria eléctrica, la que hasta el momento,
por la actitud asumida por el Sindicato Mexicano de Electricistas
y numerosos sectores de la sociedad, incluyendo destacados militantes
del PRI, no se ha podido realizar y se espera no se logre en los
escasos meses que le quedan de su gestión, antes de que se inicie
formalmente la campaña electoral en enero del 2000.
Además
Zedillo candidato se planteó7 como retos, lo que ahora podemos afirmar
que son propuestas incumplidas, cuando menos, las siguientes:
1.-
Crear un promedio anual de un millón de empleos. A pesar de que
el gobierno afirma haber creado 2.5 millones de empleos de fines
de 1995 a la fecha, a ello habría que restarle las centenas de miles
de empleos perdidos en 1995 debido a la crisis de inicio de sexenio.
Esta meta no pudo lograrse, no se llegó ni siquiera al 50 por ciento
de lo prometido y como consecuencia el desempleo siguió creciendo
durante su mandato.
2.-
Pasar de la estabilidad y el ajuste estructural, a una decidida
política de fomento a la inversión y crecimiento económico a una
tasa superior al 5 por ciento durante el sexenio. En 1995 el PIB
cayó 6.2 por ciento y aunque en los siguientes años creció, cada
vez lo hace a tasas menores, por lo que la tasa del 5 por ciento
no podrá lograrse.
3.-
Lograr una mejor educación y mejores servicios de salud para que
los trabajadores sean más productivos y estén mejor remunerados.
La Universidad Nacional Autónoma de México, la máxima institución
educativa del país, lleva más de seis meses en paro por lo que miles
de estudiantes han perdido ya un semestre y están en riesgo de perder
otro. Las modificaciones a la Ley del Seguro Social tienen a limitar
la atención médica a los sectores de menores ingresos.
4.-
Poner al fisco al servicio de los contribuyentes a través de un
órgano descentralizado, moderno y autónomo, que sea la autoridad
fiscal encargada de ejecutar las leyes fiscales, recaudar y cobrar
los impuestos. A escasos meses de concluir su mandato, ni siquiera
existe una propuesta legislativa al respecto.
5.-
Establecer la tasa de interés de un dígito. Las tasas de interés
están todavía por arriba del 20 por ciento.
6.-Estimular
una competencia más intensa en el sistema financiero y extender
los beneficios del fondeo a largo plazo de la banca de desarrollo
a las pequeñas y medianas empresas; impulsar el surgimiento de instituciones
financieras locales que canalicen recursos de la banca de desarrollo
y promuevan el ahorro popular; promover nuevos mecanismos institucionales
y operativos para que el crédito llegue al campo con oportunidad
y a bajo precio; y darle impulso a un mercado secundario de créditos
hipotecarios que canalice más recursos a la construcción de vivienda.
El sistema bancario entró en crisis y la respuesta del gobierno
ha sido la de entregar a los banqueros apoyos a través del Fondo
Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) primero y del Instituto
de Protección al Ahorro Bancario (Ipab) después, por un monto mayor
a los 700, 000 millones de pesos. Solamente este año, del presupuesto
federal, más de 50 mil millones de pesos serán utilizados para pagar
parte de la deuda que, violando la Constitución, solicitó el gobierno
para rescatar a banqueros y empresarios corruptos.
7.-
Lograr una mayor desregulación la que se extenderá a todos los sectores
de la actividad económica, reduciendo barreras de entrada, eliminando
ventajas y fijando reglas claras, a través del establecimiento de
mecanismos de coordinación con estados y municipios en torno al
transporte y al uso del suelo, para abrir nuevas oportunidades para
pequeños y medianos empresarios y comerciantes atrapados en regulaciones
caprichosas y obsoletas y de promover reformas legales para que
concesiones y servicios públicos sean otorgados con criterios de
eficiencia, para fomentar activamente la política de competencia.
Jamás hubo intentos de realizar algo al respecto.
8.-
Lograr una mayor participación de los particulares en la construcción
y operación de la red carretera. El gobierno tuvo que entrar al
rescate de los empresarios ineficientes que invirtieron en la construcción
de carreteras en el sexenio anterior, lo que también fue pagado
con recursos públicos. No hubo nuevos proyectos de particulares
en el ramo.
9.-
Realizar una profunda transformación de la estructura ferroviaria
para modernizar el comercio interior y reducir costos de importaciones
y exportaciones; y en las telecomunicaciones, lograr su modernización
y una vigorosa competencia en el sector. En el primer caso la modernización
no se dio y a duras penas ha podido privatizar algunas ramas ferroviarias.
En el segundo caso sí se modernizó pero no hubo competencia, el
capital monopólico se apropió de ese sector.
11.-
Consolidar y perfeccionar Procampo, dar prioridad al desarrollo
de la infraestructura; y, acabar con el intermediarismo excesivo.
Procampo ha sido utilizado con fines electoreros, no hay importantes
inversiones en infraestructura y el intermediarismo sigue creciendo
con el consiguiente incremento de los precios de los productos agrícolas.
12.-
Establecer un nuevo federalismo en lo fiscal y transferencia de
facultades, autoridad, atribuciones y recursos, a estados y municipios,
y genuina división de poderes. No hubo modificaciones legales ni
medidas concretas en materia fiscal, ni para asegurar un nuevo federalismo,
ni mucho menos para lograr una adecuada división de poderes.
Por
otro lado un somero balance de lo obtenido en el sexenio nos lleva
a las siguientes conclusiones: la inflación sigue siendo un pesado
lastre para la economía del país; la deuda pública externa ha seguido
creciendo y rebasó por primera vez la barrera de los 100 mil millones
de dólares y la pobreza extrema, la pérdida del poder adquisitivo
del salario -que durante este sexenio se espera pierda más del 30
por ciento, con lo que sumando los tres sexenios habría perdido
más del 80 por ciento- y el desempleo, continuaron su avance afectando
a un mayor número de mexicanos.
En
estos resultados tuvo una gran influencia la crisis financiera de
1994, que se produjo apenas unas semanas después que el actual gobierno
iniciara su gestión. Dicha crisis conocida como el error de diciembre
que generó el llamado efecto tequila, reflejó los efectos de la
apertura comercial y la suscripción del Tratado de Libre Comercio
y de la política antiinflacionaria sustentada en bases falsas y
en perjuicio de los trabajadores; las consecuencias de abrir la
puerta de par en par al capital extranjero, gran parte de él de
carácter especulativo; las consecuencias de la política de privatizaciones
que desmanteló el sector estatal de la economía; los resultados
de la política de los pactos, que después de siete años fueron incapaces
de mejorar el poder adquisitivo del salario y que por el contrario
contribuyeron a la gran concentración de la riqueza y de la injusta
distribución del ingreso; en fin, los profundamente negativos resultados
de aplicar un proyecto neoliberal antinacional y antipopular, que
sólo ha servido para beneficiar al gran capital nacional y a los
monopolios extranjeros.
El
gobierno actual al continuar aplicando dicho proyecto ha contribuido,
además, a generar otros problemas que ahora se están presentando
en nuestra economía y que se suman a los anteriores. Entre estos
signos preocupantes está el incremento de las exportaciones, el
decremento de las importaciones y el consecuente aumento del déficit
en la balanza comercial; la inestabilidad cambiaria y de la Bolsa
Mexicana de Valores y la ausencia de certidumbre acerca del futuro
económico del país.
Estos
resultados reflejan que la política económica neoliberal aplicada
por Ernesto Zedillo no es capaz de resolver los problemas de la
nación, ni tampoco de satisfacer las necesidades de la población.
Todo
lo señalado en el párrafo anterior, evidencia que los ofrecimientos
de campaña, de hacer crecer la economía y de proporcionar bienestar
a las familias mexicanas, no pudieron ser cumplidos, porque el proyecto
neoliberal no permite que existan las condiciones objetivas para
hacerlos realidad.
Sintetizando,
podemos afirmar que después de más de tres lustros de soportar esa
política depredadora que ha hecho más dependiente a México respecto
del capital financiero internacional y a su pueblo más pobre debido
a la cada vez más injusta distribución del ingreso y la riqueza,
podemos afirmar que el neoliberalismo que nos fue impuesto bajo
el supuesto de que a partir de él era posible superar la crisis
de nuestro país, nos ha llevado a una situación insostenible que
de agudizarse podría ser el preludio de profundas conmociones sociales
de resultados impredecibles.
La
verdad es que la política neoliberal aplicada en México a partir
de 1982 no sólo no ha logrado ninguno de los objetivos que se propuso,
ya que la crisis aún está presente en la economía nacional, el crecimiento
sostenido no ha podido lograrse y la población es ahora más miserable
que cuando se inició la aplicación de esa política contraria a los
intereses nacionales y populares, sino que ella misma ha demostrado
su incapacidad para enfrentar los retos del presente
El
hecho concreto es que el neoliberalismo en México, al igual que
ha sucedido en el mundo entero, ha entrado a su vez en crisis, la
cual sólo podrá remontarse si se le sustituye por un proyecto que,
recogiendo las mejores tradiciones de nuestro pueblo y las más valiosas
experiencias de los avances conseguidos a lo largo de nuestra historia,
particularmente en el presente siglo, se articule tomando en cuenta
las nuevas condiciones políticas y económicas del mundo actual y
nos conduzca a un desarrollo económico con independencia del exterior
y a la elevación de las condiciones de vida del pueblo. Un proyecto
que nos permita transitar por el sendero que nos pueda llevar a
nuestra liberación definitiva.
1 Derechos
del pueblo mexicano. México a través de sus constituciones. México,
Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, 4a edición, LV legislatura,
1994. Tomo III, pp. 252-263 y 1106-1119.
2 La venta de empresas del sector público. Fundamentos, procedimientos
y resultados 1983-1988. México, Secretaria de Hacienda y Crédito
Público, 1988. p. 60.
3 La venta de empresas del sector público... op. cit. p. 72.
4 Rogozinski, Jacques. La privatización de empresas paraestatales.
México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 204.
5 El gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, por un decreto presidencial
de octubre de 1986, convirtió en secundarios 36 de los 70 productos
petroquímicos básicos. En agosto de 1989 y en agosto de 1992, Carlos
Salinas de Gortari, a través de sendos decretos, convirtió en petroquímicos
secundarios 14 básicos en el primero y 12 en el segundo, o sea,
que a través de 3 decretos presidenciales se reducen de 70 a 8 los
productos de la petroquímica básica, convirtiendo a 62 de ellos
en secundarios. Adicionalmente, en la última de estas reclasificaciones,
algunos productos definidos como petroquímicos secundarios fueron
excluidos de la relación y por tanto, a partir de ese momento, fue
posible que participaran en su producción los inversionistas privados,
nacionales y extranjeros.
6 Podrían extranjeros controlar los grandes bancos mexicanos en
El Universal, México, viernes 27 de marzo de 1998. (Con datos de
Banamex, Molsa Mexicana de Valores y bancos).
7 Acerca del tema ver Zedillo, Ernesto. Propuestas y compromisos.
México, Editorial Limusa, 1994.
|