DESDE
HACE
Desde
hace algunos años se han venido impulsado, en torno a la educación
media superior y superior, diversas acciones que forman parte del
proyecto en materia educativa, impuesto por el proceso de globalización
neoliberal.
Para
entender cual es la esencia de este proyecto, es necesario conocer
una de las características de la política que lo impulsa. El neoliberalismo
que se aplica en nuestro país a partir de 1982, para satisfacer
los requerimientos del capital financiero internacional, no llega
y rompe violentamente con lo establecido, sino que paulatinamente
empieza a modificar el marco legal y las condiciones concretas que
le permitan avanzar en el logro de sus objetivos. Así lo hizo en
el terreno económico, así lo hizo en el aspecto electoral y así
lo está haciendo en materia educativa.
El
proyecto neoliberal en materia educativa
A)
La modificación del marco legal.
Durante
el gobierno de Carlos Salinas (1988-1994), ya en pleno apogeo del
neoliberalismo, se producen dos reformas al Artículo Tercero constitucional.
La
modificación de 1991 -producida en el marco de la reforma de las
relaciones Estado-Iglesia-, se encaminó, fundamentalmente, a suprimir
la prohibición a las iglesias, a los ministros de culto y a las
sociedades por acciones, para impartir educación primaria, secundaria,
normal y la destinada a obreros y campesinos. Las modificaciones
de 1992, encaminadas a establecer la obligatoriedad de la educación
secundaria, incluyeron también una muy importante por lo que se
refiere a la educación media-superior y superior. En la redacción
anterior del Artículo Tercero, al referirse en el párrafo primero
a "la educación que imparta el estado" se entendía que esta podía
ser de todos los tipos y grados, mientras que en la redacción actual
se especifica, en ese mismo párrafo, que el Estado impartirá la
preescolar, la primaria y la secundaria, siendo estas dos últimas
obligatorias. Por lo que se refiere a otros niveles educativos,
en la fracción V se señala que el Estado promoverá y atenderá todos
los tipos y modalidades -incluyendo la educación superior-, y también,
que apoyará la investigación científica y tecnológica.
Lo
anterior significa que, con esta reforma realizada durante el gobierno
de Carlos Salinas, a propuesta del Secretario de Educación Pública
Ernesto Zedillo, a la vez que se elevaba a rango de obligatoria
la secundaria, se propiciaba que el Estado se desentendiera de su
responsabilidad respecto de los niveles superiores de educación.
La
redacción del Artículo Tercero, a partir de 1993, diferenció con
toda claridad la relación que el Estado tendría para cada nivel
educativo. Respecto de la educación preescolar, primaria y secundaria,
estableció el compromiso del Estado de impartirla gratuitamente,
además de señalar que las dos últimas serían obligatorias. Mientras
tanto, con relación a la responsabilidad del Estado respecto de
la educación normal, la media superior y la superior, sólo incluyó
el compromiso de promoverla y atenderla.
Un
análisis de las modificaciones realizadas en estos años al Artículo
Tercero constitucional nos lleva a las siguientes conclusiones:
Las
modificaciones neoliberales tienen un sentido opuesto a los avances
que se habían logrado con anterioridad. En primer lugar, abre las
puertas para que las escuelas particulares que imparten educación
media superior y superior no tengan que regirse por los principios
contenidos en el Artículo Tercero constitucional y, en segundo lugar,
suprime la obligación del Estado para impartir este tipo de educación,
ya que no es lo mismo impartir, es decir, considerarse obligado
a proporcionar ese tipo de educación, que promover y atender, lo
que implica tener en cuenta e impulsar la educación superior, ya
que ello exime al Estado de la responsabilidad de impartirla y puede,
sin que éste deje de cumplir con el mandato legal, limitar su acción
a proporcionar las condiciones adecuadas para que sea el sector
privado el que se encargue de impartir este nivel educativo.
B)
Las condiciones concretas.
Además
de esas medidas legislativas, el gobierno, ha tomado, entre otras,
las siguientes acciones concretas:
a)
En 1994 se celebró la III Reunión Trilateral sobre la Globalización
de la Educación Superior en el marco del TLC. En ese mismo año surge
el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior, A.
C. (CENEVAL), asociación creada para aplicar los exámenes nacionales
de ingreso y egreso para el nivel medio superior y superior.
b)
En 1997 los rectores de las universidades públicas y privadas, agrupados
en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación
Superior (ANUIES) aprobaron, en Asamblea General, el documento denominado
Sistema Nacional de Evaluación y Acreditación de la Educación Media
Superior y Superior, y de él brota el compromiso de realizar el
Examen General de Calidad Profesional, el cual tiene como objeto
evaluar la capacidad profesional de los egresados de licenciatura
y calificar la calidad del conocimiento adquirido, es decir, obtener
parámetros para certificar los programas de estudio, evaluar al
personal académico y a las instituciones y utilizar la evaluación
como criterio para asignarles recursos a través del presupuesto
federal, así como proporcionar al gobierno y a las empresas que
lo requieran, la información de la calidad académica de los egresados.
Los
antecedentes de esta decisión se remontan al año de 1992, cuando
el Dr. Ernesto Zedillo era Secretario de Educación Pública, en aquel
entonces cuestionó la viabilidad de la educación superior y planteó
la necesidad de que fuera la "excelencia académica" el objetivo
central de este nivel educativo y el establecimiento de requisitos
más severos, el mecanismo para lograrlo.
Es
evidente que esta política está claramente vinculada con las necesidades
que plantea la globalización del mundo actual y en particular, la
aplicación en nuestro país del proyecto neoliberal y la integración
subordinada de México a los planes de los Estados Unidos de establecer
bloques regionales supeditados a sus intereses, como es el caso
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y más
recientemente, la propuesta de constituir el Acuerdo de Libre Comercio
de América (ALCA), que incluye a todo el continente, excepto Cuba.
El
objetivo es contar con un modelo educativo utilitarista, sobre todo
en el nivel medio-superior y superior, que esté al servicio de las
finalidades económicas y políticas del capital financiero internacional.
Su ámbito de aplicación serán no sólo las instituciones de educación
de carácter privado, que por interés particular están interesadas
en el proyecto, sino las instituciones públicas, las cuales ya están
siendo presionadas, y lo serán en mayor grado en el futuro inmediato,
a través de coerciones económicas derivadas de la asignación del
presupuesto educativo gubernamental.
El
objetivo central es obligarlas, por esa vía, a aplicar programas
y planes de trabajo que correspondan a los intereses de las empresas
transnacionales que ocupan, cada vez más, el papel determinante
en la economía de nuestro país.
Además
de estos aspectos negativos, es necesario incluir también como hechos
opuestos a un proyecto educativo democrático y popular el que se
pretenda considerar como científicos sólo los proyectos educativos
destinados al mercado laboral; que se intente considerar a las disciplinas
sociales como no científicas, si no ajustan sus programas para orientarlos
solamente a sus aspectos prácticos, con lo cual se pretende cancelar
el libre examen y discusión de las ideas garantizado por la Constitución.
Con
todo lo anterior, el panorama que se presenta para las universidades
e instituciones de educación superior públicas y con ello para importantes
sectores de la juventud mexicana no puede ser peor, o se orienta
la educación superior para ponerla al servicio de los intereses
del capital financiero internacional o simplemente, se le reducen
los recursos para evitar su existencia o limitar su acción y con
ello se privilegia a los egresados de las instituciones privadas.
c)
A estas medidas se adicionan las que se refiere a los exámenes de
admisión que realizan los estudiantes para ingresar al nivel bachillerato
o profesional. Este tipo de exámenes ha sido criticado porque no
permite evaluar objetivamente los conocimientos adquiridos durante
los anteriores niveles educativos en unas cuantas horas. Además,
el hecho de que se realice en forma masiva, también es un elemento
que hace desconfiar de la veracidad de sus resultados.
Dichos
exámenes sólo tienen como objetivo limitar el acceso a un número
importante de jóvenes a estos niveles educativos, no porque carezcan
de los conocimientos necesarios, sino porque la institución no tiene
los recursos suficientes para atenderlos y esa falta de recursos
se ha agudizado por la política neoliberal de recortes presupuestales.
Esa política restrictiva de los fondos públicos destinados a la
educación motivó el reclamo de rectores de universidades y autoridades
de instituciones educativas, las que consideraron insuficientes
los recursos destinados a este nivel educativo en el presupuesto
federal.
Si
la situación del país no mejora o, como es de esperarse, empeora,
el gobierno contará con menores recursos para la atención de las
necesidades sociales de la población y, de manera particular, para
financiar la educación superior.
Debido
a lo anterior, ahora con mayor razón, el gobierno está interesado
en acelerar su proyecto educativo que estará, cada vez más, sustentado
en el estímulo y apoyo a las instituciones privadas y en el abandono
presupuestal para las instituciones públicas. Estas últimas, sólo
podrán ser consideradas por el gobierno federal, a condición de
que accedan a establecer el proyecto educativo que está interesado
en imponernos el capital financiero internacional y las empresas
transnacionales.
d)
Por si todo esto fuera poco, al examen de conocimientos se le adiciona
un cuestionario socioeconómico que tiene como finalidad evaluar
el nivel de ingresos de la familia del aspirante. Ello permite seleccionar
sólo a los aspirantes cuyas familias tienen ingresos suficientes
para que el alumno pueda continuar con sus estudios y no los abandone
por razones económicas. Lo anterior explica que un elevado porcentaje,
cercano al 95 por ciento de los universitarios, provenga de las
capas medias o de sectores de altos ingresos y que los hijos de
los trabajadores no tengan posibilidades de acceso real a este nivel
educativo.
Al
final, ambos aspectos que impiden el acceso de muchos jóvenes al
bachillerato y a la licenciatura, aparecen ante la sociedad como
una responsabilidad o incapacidad, económica o educativa del estudiante
y no de las instituciones y de la política gubernamental.
La
educación un derecho, no un privilegio
Además
de todo lo anterior el año pasado el Consejo Universitario de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), autorizó el incremento
de las cuotas en dicha institución, lo que generó un paro que duró
cerca de diez meses y que concluyó hace apenas un poco más de diez
días, con la entrada de la Policía a la UNAM. Sin embargo, el movimiento
aún no concluye, porque el problema universitario de nuestro país
aún no está resuelto.
Si
bien la implantación del proyecto educativo neoliberal en forma
gradual, lo hace extremadamente peligroso, ya que la mayoría de
los afectados advierten los riesgos cuando está en su fase final,
otro peligro lo representan las corrientes que plantean el problema
de las cuotas como el elemento fundamental que afecta el futuro
de las universidades e instituciones públicas de educación superior,
omitiendo abordar el problema de la orientación de dicha educación.
Dichas corrientes ocultan los graves problemas que se ciernen sobre
este nivel educativo y por ello se limitan a plantear paliativos
para tratar de justificar su posición.
Frente
a esa política demagógica que pugna por una educación gratuita sin
que le importe que esta esté al servicio del capital financiero
internacional y, en general, frente a todos los hechos comentados,
adquiere singular importancia no sólo el advertir sobre los peligros
del modelo educativo neoliberal, sino formular un proyecto educativo
que responda a las necesidades actuales.
Se
requiere una universidad pública que no solamente proporcione educación
media superior y superior gratuita a los hijos de los trabajadores
sino que, fundamentalmente, tenga una orientación nacionalista,
democrática y popular y para ello debiera ajustarse a los criterios
establecidos en el Artículo Tercero de nuestra Constitución que
establece que las universidades e instituciones de educación superior
a las que se otorgue autonomía, se gobernarán a sí mismas, determinarán
sus planes y programas y realizarán sus fines de educar, investigar
y difundir la cultura de acuerdo con los principios del propio Artículo
Tercero.
Y
esos principios señalan que: la educación tenderá a desarrollar
armónicamente al individuo, fomentará en él el amor a la patria
y la solidaridad internacional; será ajena a cualquier doctrina
religiosa y deberá basarse en los resultados de la ciencia, luchará
contra la ignorancia, los fanatismos y los prejuicios; pugnará por
la democracia, entendiendo por ella el constante mejoramiento de
las condiciones de vida económicas, políticas y sociales del pueblo;
deberá ser nacional y por tanto luchar por el desarrollo económico
independiente de México y por la continuidad y ampliación de la
cultura nacional y pugnará por el respeto a la dignidad del hombre,
por la integridad de la familia, por la fraternidad y la igualdad
de derechos de todos los hombres y contra los privilegios de razas,
sectas, grupos, sexos e individuos.
De
lo que se trata es de que la universidad pública sea formadora de
profesionales patriotas, conscientes, arraigados en nuestra historia
y no de toda una generación con niveles de excelencia pero globalifílicos
genuflexos, como el actual presidente de nuestro país y sus inmediatos
antecesores.
Necesitamos
un proyecto que haga que la educación superior en México contribuya
a la lucha de nuestro pueblo por su definitiva independencia. Y
necesitamos que esa educación, así concebida, sea un derecho para
todos y no privilegio de unos cuantos.
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