Principal
  Regresar
  Contacto
Movimiento Mexicano
Juarista Bolivariano

POR LA SOBERANIA Y LA UNIDAD DE LOS PUEBLOS
DE AMERICA LATINA Y EL CARIBE
Declaración de Panamá
  • Los días 13, 24 y 25 de noviembre de 1999 se celebró en la ciudad de Panamá la Conferencia Anfictiónica Bolivariana de América Latina y el Caribe. A este importantísimo evento concurrieron delegaciones representativas de 10 países de la región: Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Luego de tres días de intensos debates, conferencias, ponencias y discusión fraternal, se llegó a la aprobación por unanimidad del documento que a continuación publicamos y que, de alguna manera, constituye un antecedente con respecto de la Primera Conferencia Mexicana Juarista-Bolivariana por la soberanía y la unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe, convocada para realizarse en la ciudad de México los días 20 y 21 de marzo próximo

LOS PARTICIPANTES de la Conferencia Anfictiónica Bolivariana de América Latina y el Caribe (III Congreso Anfictiónico), reunidos en Ciudad de Panamá del día 23 al 25 de noviembre de 1999, compartimos el regocijo del pueblo panameño por alcanzar la soberanía e integridad de todo el territorio nacional; por el desmantelamiento de las bases militares extranjeras de su territorio y. por la recuperación plena del Canal de Panamá. Este hecho marca un hito en la historia de la lucha emancipadora de América Latina y el Caribe. Sin lugar a dudas, la lucha indomable del pueblo panameño, el liderazgo del General Omar Torrijos Herrera y la solidaridad latinoamericana y de los países del Tercer Mundo han sido factores decisivos en esta victoria, que se formalizará al mediodía del 31 de diciembre de 1999.

Sin embargo, la víspera de la finalización de la vigencia del Tratado Torrijos-Carter, surgen nuevas y sutiles formas de prolongación de la presencia militar de los Estados Unidos sobre la vía acuática y el resto del territorio panameño, bajo el pretexto de la seguridad del Canal y del peligro del narcotráfico. Convocamos a la opinión pública internacional a movilizarse para impedir se concrete una nueva imposición de Estados Unidos sobre Panamá. Asimismo, parte del territorio ocupado por las fuerzas armadas de los Estados Unidos en la República de Panamá se haya contaminada con explosivos, minas y municiones no detonadas y otros tóxicos de origen militar, a pesar de la proximidad de su transferencia a este hermano país. Ello pone en peligro la vida, salud y seguridad de los panameños y panameñas que habrán de utilizar dichas áreas a partir del momento en que éstas se incorporen al territorio nacional.

La recuperación del territorio por parte de Panamá y su Canal, y de la zona donde se asentaban las bases militares debe contribuir al fortalecimiento de la soberanía e integración anfictiónica de América Latina y el Caribe, en la perspectiva planteada por Simón Bolívar cuando soñó con el istmo de Panamá como escenario unitario y solidario del papel que debía jugar nuestra América en el concierto de las naciones. Es en esta dirección que brindarnos todo el apoyo a la convocatoria que hace el Presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, de realizar un Congreso Anfictiónico en Caracas, en el mes de julio del año 2000.

Las potencias hegemónicas, bajo las banderas del neoliberalismo intensifican su ofensiva para uncir a los pueblos latinoamericanos y caribeños a nuevos yugos financieros, jurídicos, estratégicos, militares y culturales. En consecuencia, debemos librar nuevas campanas de independencia para afirmar nuestra autodeterminación e integración contra estas formas de servidumbre.

A tal efecto, debemos librarnos ante todo de la esclavitud de una Deuda Externa en su mayor parte contraída en forma inconstitucional o ¡legal, fraudulentamente exagerada en su monto, devoradora de los recursos indispensables para la educación, la salud y el desarrollo, cuya cuantía original ha sido sobradamente cubierta por las cancelaciones de intereses, y técnicamente impagable. En ésta, como en las restantes contiendas por nuestra autodeterminación, sólo triunfaremos si sabemos integrarnos para defender conjuntamente nuestros derechos y hacer valer mancomunadamente nuestras fuerzas mediante la integración de organizaciones y bloques de deudores, la revisión jurídica para establecer los montos reales de los débitos, y las iniciativas morales y humanitarias para imponer la remisión de esta carga inmoral, parasitaria y destructiva.

La lucha contra el cepo de la Deuda triunfará en la medida en que invalidemos y denunciemos asimismo las cadenas jurídicas que imposibilitan en forma absoluta nuestra liberación de tales obligaciones. Son contrarios a nuestras soberanías, a la equidad y a la armonía entre los pueblos los contratos de empréstito que permiten la elevación unilateral de los intereses; los recetarios, paquetes o agendas que subordinan los intereses nacionales a los de los acreedores; los tratados contra la doble tributación que exoneran a los inversionistas extranjeros de cancelar tributos en nuestros países, los acuerdos de protección de las inversiones que limitan el derecho de expropiar, nos obligan a garantizar beneficios económicos y arrebatan el derecho de favorecer nuestras economías; los préstamos condicionados a la implantación de reformas hacendísticas, educativas o políticas, y las cláusulas que someten a nuestros países a la jurisdicción de tribunales o juntas arbitrales extranjeras.

Para imponer o perpetuar estas relaciones desiguales, Estados Unidos y otras potencias hegemónicas aplican sistemáticamente contra nuestros países una escalada que comprende desde la agresión comunicacional hasta el fomento de los conflictos de baja intensidad, la desestabilización económica, la descertificación en la lucha antidroga, la aplicación de medidas de seguridad nacional, el envío de asesores, agentes y espías, el aporte de armamentos para el derrocamiento de regímenes u opositores independientes, el magnicidio, la instalación encubierta o abierta de bases, los bloqueos y las agresiones armadas directas. Consideramos lesivo a nuestras soberanías, a nuestra seguridad y a nuestra independencia, que Estados Unidos mantengan bases militares en Isla de Vieques y Roosevelt's Road en Puerto Rico, en Guantánamo en Cuba, en Soto de Cano en Honduras, en los aeropuertos de Aruba y Curazao; que Ecuador haya puesto a su disposición la base de Manta y el Perú las de Huallaga y Santa Lucía. Con idéntico rechazo condenamos la ocupación inglesa en las Malvinas.

En este marco anotamos que en América Latina y el Caribe un pujante movimiento de protesta se levanta, demandando la limpieza de áreas infectadas de explosivos como ocurre en la isla portorriqueña de Vieques, en El Salvador, Nicaragua, Colombia, áreas fronterizas de Ecuador y Perú, y de Perú y Chile.

La coyuntura presente nos impone denunciar con energía la agresión en curso de "propaganda gris" contra la revolución pacífica y democrática de Venezuela, así como las medidas encaminadas a intensificar la presencia militar estadounidense en Colombia y a arrastrar a otros pueblos hermanos a intervenir en dicho conflicto, por lo cual llamamos a la más decidida solidaridad con el pueblo colombiano y su derecho a la autodeterminación sin ingerencias extrañas. En el mismo espíritu debemos ratificar nuestros votos por la autodeterminación de Puerto Rico; el cese al bloqueo contra Cuba; el desmantelamiento de las bases militares estadounidenses todavía instaladas en América Latina; la devolución de las Malvinas y la interrupción de las políticas de intervención solapada mediante el envío de supuestos asesores, entrenadores y misiones, que en realidad interfieren en los asuntos internos de nuestros pueblos. Con especial énfasis exigimos el efectivo y puntual cumplimiento de los acuerdos Torrijos-Carter sobre el Canal de Panamá, así como rechazamos los intentos de perpetuar con diversos pretextos una presencia militar estadounidense después del 31 de diciembre de 1999, lo cual violaría los tratados sobre la materia y el derecho internacional vigente. En este sentido exigimos un compromiso efectivo por parte de los Estados Unidos de continuar con la limpieza de todos los explosivos o sustancias tóxicas dejadas en las instalaciones o áreas reintegradas, en base al principio de que "quien contamina, limpia".

Observamos que las organizaciones hemisféricas y los tratados inspirados en el Panamericanismo han sido ineficaces para prevenir estas agresiones, por lo cual se impone la creación de nuevas organizaciones, doctrinas y convenios que permitan integrar nuestras fuerzas desde la legítima perspectiva de los intereses comunes de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños.

Con idéntico rechazo verificamos que las potencias hegemónicas adelantan medidas tendientes a debilitar nuestros ejércitos latinoamericanos, limitando su talla, sujetándolos a las directivas de la Organización de Estados Americanos y de la Drug Enforcement Administration.

Tales estrategias de debilitación o subordinación de los ejércitos se inscriben dentro de planes de más amplio alcance de fraccionamiento político y administrativo de los Estados latinoamericanos. Voceros estadounidenses han considerado o sugerido hipotéticas secesiones del Norte de México, el sur de Brasil o la ciudad costera de Guayaquil. Los medios de comunicación anuncian o publicitan planes para dividir a Colombia y para secesionar el Zulia, la provincia petrolera más rica de Venezuela. Todos ellos se articulan en supuesta defensa de etnias y culturas locales o regionales, pero trazan fronteras divisorias puramente económicas.

Los planes de secesión dura son complementados con los proyectos de secesión blanda de los federativismos o descentralizaciones extremas, cuyo objetivo consiste en fragmentar el poder entre las oligarquías locales para impedir a los estados nacionales coordinar cualquier política administrativa, estratégica, económica, social o cultural. Por cuanto el proyecto de nuestros libertadores consistió en la "Patria Grande", debemos coordinar alianzas estratégicas y diplomáticas que dificulten tanto las intervenciones secesionistas como el reconocimiento de nuevas entidades producto de tales desmembraciones. Pero el mejor medio de impedirlos consiste en la integración de grandes bloques latinoamericanos y caribeños que rescaten el ideario del Congreso de Panamá.

Asimismo las potencias hegemónicas intentan adueñarse de nuestras reservas naturales, nuestros ecosistemas y nuestra biodiversidad para someterlas a la misma explotación atroz ya aplicada contra los pueblos. Instalaciones mineras criminales envenenan el agua de los ríos y aniquilan la mayoría de las especies acuáticas. Gases producidos en los países industrializados agujerean la capa de ozono sobre la Antártida. Plantas y vegetales son estudiados para patentar y monopolizar sus secretos biológicos. Se avanzan planes para el dominio estratégico de las cabeceras de los grandes sistemas fluviales. La preservación de la ecología latinoamericana sólo puede ser enfrentada en forma integracionista.

La agresión contra las culturas nacionales es el arma más eficaz de disociación del cuerpo social y político. Esta agresión se centra en los campos de la educación, la ciencia, el arte y la comunicación social. A través de la OEA y el World Bank los Estados Unidos promueven de manera consistente una política educativa para América Latina y el Caribe cuyas directrices consisten en la privatización de la enseñanza, o por lo menos de los estudios universitarios y en el retiro de los contenidos relativos a la Historia, la Geografía, la Cultura y los estudios sociales nacionales latinoamericanos y caribeños. Nuestras instituciones científicas tienden a veces meramente a plantearse problemas ya trabajados e incluso asignados por los países de mayor desarrollo.

Las intelectualidades de América Latina, al igual que sus oligarquías, son con frecuencia atraídas hacia la fácil mimesis de los conceptos, valores y doctrinas en boga en las metrópolis. La última moda de éstas prescribe el Pensamiento Único y la abjuración del compromiso. Para sobrevivir, debemos interpretar el mundo con ideas distintas de las de nuestros opresores, mantenemos fieles a ellas y divulgarlas en la medida de lo posible.

La deuda, los acuerdos desiguales, las intervenciones militares, la desarticulación de los ejércitos, la progresiva balcanización de nuestra América, el saqueo de sus recursos encuentran cómplices u ocultadores en gran parte de los medios de comunicación que operan en el área. Buena porción de ellos son propiedad de grupos extraños a ella. La mayoría simplemente replica o mimetiza los puntos de vista y los programas de las grandes cadenas transnacionales. Prácticamente todos banalizan la información o la creación estética reduciéndola a los patrones degradados de la gran industria cultural.

Los latinoamericanos y caribeños debemos recuperar el control sobre nuestros sistemas educativos y sus programas, sobre los medios y los mensajes que ellos difunden. A las asociaciones de propietarios de los medios, debemos oponer la fuerza de los comunicadores que trabajan en ellos. Antes que los derechos de los patronos, debemos tomar en cuenta los de los receptores. A la desinformación hay que oponer el derecho a la réplica.

Educación, cultura, investigación y difusión son las batallas que debemos librar para tener derecho a pensamos como una gran nación. No sólo debemos integrar países, sino lograr la acertada e indispensable conexión entre los planos político estratégico, jurídico, económico, social, ecológico y cultural. Si aquel que divide impera, quien se une prevalece.

Panamá, 25 de noviembre de 1999

   
 
 

| SUBIR | REGRESAR | PRINCIPAL | CONTACTO |

anfictionico@yahoo.com

 

http://www.oocities.org/anfictionico