DECLARACIÓN DEL COMANDANTE D. EMILIO ALZUGARAY GOICOECHEA


Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina.

CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 1.116 lo siguiente:

Al margen: Declaración del testigo, comandante D. Emilio Alzugaray Goicoechea.

Al centro: En Melilla, a 29 de Septiembre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, compareció el testigo que se nombra al margen, a quien se advirtió de la obligación que tiene de decir verdad y de las penas en que incurre el reo de falso testimonio. Enterado de ellas y después de prestar juramento con arreglo a su clase, fué:

PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que se llama D. Emilio Alzugaray Goicoechea, que es comandante de las tropas de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, mayor de edad y de estado casado.

PREGUNTADO qué tiempo lleva de residencia en el territorio y desempeña este destino, dijo que lleva catorce años residiendo en el territorio y en su destino desde principios del año actual.

PREGUNTADO qué conocimiento o presunción de los sucesos hubiera tenido por razón de su larga permanencia en el territorio, dijo que del levantamiento del país no abrigaba la menor sospecha hasta que se produjo; pero que en la pérdida de Abarrán se notó el poco tiempo en que ésta se perdió, y que mientras las fuerzas de Regulares tuvieron el sesenta por ciento de las bajas, la Policía las tuvo escasísimas, llegando a Buimeyan la mayor parte desarmados. Respecto a la ocupación de Abarrán tiene que decir: primero, que, a pesar de ser el testigo el jefe de Ingenieros del sector, no tuvo noticia de la operación hasta que ésta estaba decidida, y por verdadera casualidad, al ir a la sección de campaña para pedir un asiento de automóvil en el Cuartel general y poder asistir a la operación. En el despacho del jefe de la sección de campaña, jefe de las tropas de Ingenieros, preguntó qué posición había de ocuparse al día siguiente, contestándole el jefe de la sección que Abarrán. El que declara manifestó que dicha posición no cumplía ningún objetivo militar, no podría abastecerse después ni socorrerse, caso de ser atacada, porque para todas estas cosas era preciso disponer de una fuerte columna en Sidi Dris, cosa que no podían tener, dado el escaso contingente de la zona. A esto contestó el jefe de la sección que las operaciones se hacían en plan amigable. En cuanto a la caída del frente, no sorprendió al que declara, porque siempre que tuvo ocasión, oficial y particularmente, informó diciendo que el frente era débil y mal elegido. La posición de Annual, por ejemplo, está dominada por todas partes: es un ángulo muerto tan grande el que tiene en cualquier frente, que no se puede descubrir al enemigo hasta que está en la alambrada; tiene la aguada a tres kilómetros, a donde hay que llegar por un camino que está a completa disposición del enemigo, batido por todas partes. Por todo ello, el testigo entendía que la línea que debía tener era Sidi-Dris, Talilit, Beni-Medani, Buimeyan, Loma de los Árboles, Igueriben y Tizi-Aza.

PREGUNTADO por las fuerzas de Ingenieros que hubiese en Annual al ocurrir los sucesos, dijo  que hasta el día 18 de julio había dos compañías: la segunda y la quinta; dicho día o el 19 el que declara pidió al coronel Manella hiciera bajar las compañías de Izumar, primera y cuarta, para tener un contingente mayor de fuerza, y ese día, en el intento de llevar el convoy a Igueriben, las cuatro compañías de Ingenieros, con dos de África, cubrieron todo el flanco derecho de la operación, y la segunda y cuarta compañías sostuvieron la retirada de toda la columna.

PREGUNTADO cómo se ejerce el mando de las tropas de Ingenieros de esta plaza, dijo que el mando de todo lo asume el coronel, como ingeniero comandante. El teniente coronel, jefe de instrucción, es el verdadero jefe de las tropas. Las compañías en el campo, donde estaban siempre, funcionaban independientemente, aunque siempre que había una operación en la que tomaba parte más de una compañía el coronel daba el mando de las tropas a los jefes de la Comandancia, yendo uno con cada columna. Los comandantes son ingenieros de obras, y aunque asumían eventualmente dicho mando, se da el caso anómalo de que no son plazas montadas, siéndolo toda la oficialidad de las compañías.

PREGUNTADO dónde se encontraba al declararse los sucesos culminantes de este territorio y la intervención que en los mismos haya tenido, dijo que se encontraba desde el día 17 en Annual; formó parte de la junta de jefes que provocó el Comandante general el 21 por la noche, después de la perdida de Igueriben. A las doce y media de la noche, y llamado el testigo por el jefe de Estado Mayor del Cuartel general para presentarse en la tienda del general, allí encontró al jefe de las tropas indígenas, coronel Morales; al de San Fernando, teniente coronel Pérez Ortiz; al de Ceriñola, teniente coronel Marina; el jefe del grupo de Artillería, comandante Ecija, y al jefe de Estado Mayor de la columna, capitán Sabaté. El general tomó la palabra para decirles casi textualmente: 

"Señores: estamos sitiados en Annual; no tenemos elementos con qué formar una columna que nos socorra; no hay que pensar, por consiguiente, más que en lo que tenemos hoy y en nosotros mismos. En esta situación tan grave, quiero que todos ustedes decidan conmigo si debemos quedarnos o hay que abandonar Annual."

El coronel Morales, que fue el primero que contestó, dijo que debían quedarse allí, que era tarde para retirarse, y que él sabía no podrían llegar a Ben Tieb. A pesar de que todos insistieron con el coronel para que les dijera por qué una columna de cuatro mil hombres, que en una semana de combate constante había demostrado un gran espíritu, no había de poder llegar a Ben-Tieb, el coronel no dió razón alguna de su modo de pensar. Después de los hechos ocurridos, supone el testigo que acaso se refiriera a la falta de confianza en las tropas indígenas y cabilas sometidas, pues, según le ha dicho el capitán Fonseca, el coronel tenía esas confidencias, transmitidas por el coronel de Alhucemas al Comandante general, en que se anunciaban el levantamiento de la cabilas limítrofes a la harka, para cumplimiento de lo cual habían dejado rehenes. 

Los tenientes coroneles Pérez Ortiz y Marina pensaban que debía evacuarse la posición, lo mismo que el comandante Ecija, y de la misma opinión era el testigo, que preguntó al jefe de Estado Mayor qué municiones y víveres había en la posición para resistir, a lo que contestó aquel que víveres, para cuatro días; agua, ninguna, pues había de sostener un combate para hacerla, y municiones, contando con las dotaciones que tenían los Cuerpos, incompletas para el combate de aquel día, unas doscientas mil de fusil, y en la batería que más, veinte disparos por pieza; de modo que resultaba que había municiones escasamente para un combate, y que de ser atacada la posición, al cabo de un cierto tiempo, relativamente corto, tendría que entregarse. Al enterarse de esto, el mismo coronel Morales les dijo que él también era de opinión de retirarse, aunque la retirada sería difícil o, mas bien, imposible.

En esta situación, y conformes todos, el general les dijo que a la mañana siguiente, a las seis se organizaría la retirada; que no dijesen nada a sus oficiales hasta el momento de salir y que no lo trasluciesen a la tropa absolutamente para nada, para lo cual el campamento quedaría exactamente igual que estaba, los soldados saldrían a la ligera, como si fueran a un combate, y no se llevarían más que las municiones y los heridos.

A la mañana siguiente y cuando estaba el que declara tomando disposiciones para cumplimentar la orden de la noche anterior, fue avisado de nuevo por el jefe de Estado Mayor para celebrar otra reunión en la tienda del general. Allí, además de los jefes que concurrieron a la anterior, estaba el de Regulares, comandante Llanos; el de Sanidad, comandante Gómez Moreno; el coronel Manella, jefe de la circunscripción, que también había asistido a la anterior junta. El general manifestó que, a pesar de lo resuelto en la reunión anterior, había decidido que no se retiraran; que había puesto un radiograma al Ministro de la Guerra y al Alto Comisario pidiendo "los refuerzos que tantas veces le había pedido"; que el Ministro de la Guerra le decía daba orden al Alto Comisario para que mandase aquí toda la fuerza disponible, y el Alto Comisario ofrecía mandar dos banderas del Tercio, un tabor de Regulares, una batería y una ambulancia, que debían desembarcar en Sidi-Dris; pero que no era posible, porque habiendo un fuerte contingente de harka en Beni-Medani, no podrían llegar a Annual, por lo que se había decidido que el desembarco se hiciera en Afrau.

El declarante se permitió hacer observar al general que Ras-Afrau está a más distancia, con camino y terreno muchísimo peores que Sidi-Dris, y que la columna de desembarco tropezaría todavía con mayores dificultades, sobre todo, no habiendo un guía de confianza. El coronel Morales hizo constar que él no disponía de ninguno, y entonces el general pensó que los refuerzos vinieran a Melilla, para desde allí encaminarlos a Annual; pero como de Ceuta no podían salir antes del 24 ni estar en Annual antes del 27, no se decidía el general por el dilema que se le presentaba, y que era retirarse o aguardar estos refuerzos. En esta situación propuso el coronel Manella ponerse en contacto con Abd-el-Krim para ver si se podía entrar en un arreglo, que, por lo menos, permitiese ganar días. Pero el coronel Morales dijo que Abd-el-Krim no tenía influencia entre los suyos más que tratándose de ir en contra nuestra; pero que poniéndose en situación amigable con nosotros no conseguiría nada de los harkeños. El general dijo, además, que qué podría afrecerle que tuviese la seguridad de poderle cumplir, cuando no le mandaban nada de lo que pedía, hasta el extremo de que a los camilleros de los convoyes les estaba pagando con tres meses de retraso. El camino de Annual a Ben-Tieb había consumido el crédito de caminos militares de todo el año, más 10.000 pesetas que se debían; que no quedaban ya posiciones disponibles, es decir, material de ellos en el territorio, habiendo tenido que emplear material viejo, recogido de otras posiciones, para completar las existentes en ese momento, y que en esta situación nada podía ofrecer.

Fue llamado al radio por el Alto Comisario, y al mismo tiempo el capitán Carrasco, de la Policía, entró a avisar al coronel y enseñarle la harka, que venía sobre Annual en tres columnas, formada como tropas regulares, sumando cada una más de dos mil hombres. El general, antes de irse a la conferencia con el Alto Comisario, decidió retirarse a la línea Ben-Tieb, Beni Said, y hacerse fuerte en ella hasta que llegasen los refuerzos. 

El coronel Manella, de acuerdo con el general, organizó la retirada en dos columnas: una que debía salvaguardar el camino viejo, por la izquierda de la posición "C", en la dirección de retirada, y formada por la Policía, a que debía apoyar la fuerza de Infantería de San Fernando. Por este camino viejo iría la impedimenta de mulos. La segunda columna, haciendo lo mismo con la carretera, por donde debían ir los heridos y material pesado, para lo cual las fuerzas Regulares tomarían, como todos los días, las lomas de la derecha de ese camino en el mismo sentido de la retirada y los de aguada. La vanguardia de esta columna de la derecha, y una vez cubierto el objetivo de los Regulares, debían formarla cuatro compañías de Ingenieros, una de África y una batería de Artillería de Montaña, al mando del testigo, no pudiendo recoger dicha batería, porque la noche anterior, al retirarse del combate de Igueriben, recibió orden de marchar a Izumar, según le ha dicho después el comandante Ecija. Seguirían a esta vanguardia el convoy, y cerraría la marcha de la columna la fuerza de Ceriñola.

El reducto de las fuerzas regulares debió quedar guarnecido por dos compañías de Infantería. Organizadas las compañías de vanguardia y tomando la orden del general para emprender la marcha, el que declara recibió la orden expresa y terminante del Comandante general de llegar hasta el segundo jefe personalmente y darle cuenta de lo ocurrido en la retirada, tan difícil como preveía el coronel Morales.

Al emprender la marcha con sus compañías ya el reducto de regulares estaba en poder del enemigo; además, la Policía había perdido ya los contrafuertes de las alturas del camino viejo, repleglándose sobre el nuevo y obligando a toda la fuerza de San Fernando e impedimenta a meterse por la carretera. Como al mismo tiempo la posición "C" había sido evacuada, quedando únicamente ocupada la avanzadilla por fuerzas indígenas, que habían roto el fuego sobre la columna, que ya estaba en gran parte en la carretera nueva, resultó que lo que debía haber sido vanguardia era casi retaguardia de la columna. Como al mismo tiempo los harkeños trataban de llegar a las lomas de la derecha del camino de Izumar, el que declara ordenó al capitán de la Policía Aguirre que las ocupara con unos catorce individuos que le quedaban afectos, como lo hizo, siendo apoyado en este movimiento por otros quince o veinte soldados que el testigo mandó en persona. De este modo se pudo conseguir que las unidades, aunque desorganizadas y mezcladas, entraran por el fondo del barranco, por donde se continuó la marcha hasta Ben-Tieb, pues al querer apoyarse en Izumar para reorganizar alguna fuerza, esta posición había sido ya también evacuada y desde ella hacían fuego. Como el terreno no permitía hacer una reacción ofensiva, hubo que desistir de apoyarse en la posición. 

La "A" pudo observar que se sostenía, aunque sin fuego. Llegaron a Ben Tieb sufriendo 127 bajas solamente en las cuatro compañías de Ingenieros que el declarante llevaba, y una más, que era la del capitán Andújar, que salió a reforzar la posición "B" y se les agregó en el camino. 

Recogieron muchos heridos, llevándolos hasta donde pudieron, y dejándolos abandonados cuando no los podían llevar, así como los muertos; para transportarlos sirvieron las acémilas de las compañías, que también salvaron su armamento. 

Al  llegar a Ben Tieb y preguntar al capitán Fortea por el general Navarro para cumplir la orden del Comandante general, le dijo que estaría en Drius; aprovechando el automóvil que conducía el alférez Fernández Silvestre, lo tomó para ir a Drius, en donde el capitán Dolz, de Estado Mayor, le manifestó que el general Navarro estaba en Melilla; pero que, probablemente, iría para Drius. El testigo siguió en el mismo automóvil para encontrar al general, al que encontró cerca de Arruí, en donde pudo cumplimentar la orden recibida. Rogó el testigo al general Navarro que se lo llevara para incorporarse a Drius; pero el general lo mandó a la plaza, a pesar de lo cual, y viendo cerca de Zeluán un automóvil en dirección a Drius, paró en el que iba con el hijo del general y bajó para tomar el otro, en el que iba su teniente coronel Ugarte, el jefe de las tropas, y emprendieron la marcha hacia Drius, adonde no pudieron llegar porque una "panne" de motor les tuvo hora y media, y siendo las siete y media de la noche, regresaron en el coche a la plaza, en tan malas condiciones, que se invirtieron dos horas en 25 kilómetros de camino.

PREGUNTADO qué otro jefe u oficial pudiera dar noticias de las sucesivas etapas de la retirada de sus compañías, dijo que el único oficial superviviente de aquellas fuerzas es el capitán Aguirre, que se encuentra prisionero.

PREGUNTADO si cree que pudo influir las operaciones intentadas sobre la izquierda del Amekran en la hostilidad de las cabilas fronterizas, dijo que cree que no, pues dicha hostilidad nacía de nuestros propósitos de avanzar hasta Alhucemas, si bien la pérdida de Abarrán considera fuese un poderoso estímulo para la facilidad de concentración de enemigo.

PREGUNTADO si las expansiones del territorio estima que eran proporcionales a los recursos de que dispusiera el Mando, dijo que era excesivo el territorio ocupado para la fuerza disponible y recursos con que se contaba.

PREGUNTADO por las causas que hayan podido influir en la rápida caída del territorio, dijo que las posiciones a retaguardia no tenían elementos con qué hacerlas puntos fuertes de apoyo, ni víveres ni municiones, ni fuerzas; y por punto general, las del Kert en adelante no respondían a necesidades militares, ni estaban elegidas por la Comisión que marca el Reglamento de campaña, sino que atendían sólo a razones políticas. En todas ellas era precario el suministro de agua.

PREGUNTADO en qué forma encontró la columna de retirada cuando la atravesó para dirigirse a Dríus, dijo que los flanqueos los llevaba la Caballería de Alcántara y la mía del capitán Fortea. Las tropas de Infantería iban, en su mayor parte, armadas, pero mezcladas y confundidas; el convoy de heridos llegó entero a Ben-Tieb; la mayor parte de los mulos de Artillería iban desembastados y sin material. 

PREGUNTADO qué disposiciones pudieron haber sido adoptadas para hacer la retirada en mejores condiciones, dijo que que, a su entender, y visto el resultado dudoso de las fuerzas indígenas, debió haberse dejado a las tropas europeas el cuidado del flanqueo.

PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que no.

El señor general instructor dio por concluida esta declaración, que leyó por sí mismo el testigo, ratificándose en su contenido en fe del juramento prestado, y firmándola con el señor general, de lo que certifico.-

Juan Picasso.
Emilio de Alzugaray. Juan Martínez de la Vega. (Rubricado.)

Y para que conste, expido el presente, visado por el Excmo. Sr. Consejero Instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.-

Angel Ruiz de la Fuente.
V° B°: Ayala.