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DECLARACIÓN DEL CAPITÁN D. JESÚS JIMÉNEZ ORTONEDA Don Angel Ruiz de la Fuente y Sánchez Puerta, auditor de brigada, secretario relator del Consejo Supremo de Guerra y Marina. CERTIFICO: Que en la información gubernativa instruída para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921, figura al folio 1.461 lo siguiente: Al margen: Declaración del testigo capitán D. Jesús Jiménez Ortoneda. Al centro: En Melilla, a 27 de octubre de 1921, ante el señor general de División, juez instructor, y el secretario que suscribe, compareció el testigo anotado al margena quien se advirtió la oblicación que tiene de decir verdad y la penas señaladas al falso testimonio; después de lo cual prestó juramento co arreglo a su fuero y PREGUNTADO por las generales de la ley, dijo que se llama D. Jesús Jiménez Ortoneda, es capitán de Infantería, con destino en las tropas de Policía indígena, mayor de edad y de estado casado. PREGUNTADO qué tiempo lleva de destino en las expresadas tropas, dijo que lleva diez años en las tropas, los cinco últimos en su actual empleo; que ha estado y continúa mandando la segunda mía (Nador) pero que, accidentalmente, le fue cometido en el mes de marzo el mando de la octava mía (Afsó), que desempeñó hasta el 22 de julio. PREGUNTADO dónde se encontraba durante los sucesos de este territorio, dijo que el día 18 ó 16 de julio se incorporó con todas las fuerzas disponibles a Dar Dríus, donde el coronel Morales le dió orden de quedar en Dar Mizian, a las órdenes del capitán Fortea, también de la Policía, prestando el servicio, en unión de la mía de éste, de descubierta y seguridad, entre Yebel Uddia y la posición "B", cuyo terreno es muy quebrado, con profundas barrancadas, y por donde podía hacer incursión el enemigo, subiendo de Igueriben o bajando del Tizi-Aza, situación en la cual permaneció hasta el día 22. PREGUNTADO cómo se desarrollaron los sucesos en su zona, dijo que aún cuando él no llevaba la gestión política en aquellas cabilas, por corresponder al capitán de la mía del territorio, tenía la impresión de que la cabila sería difícil que permaneciera indiferente a la caída de Igueriben, que presenciaron desde las alturas en compañía de los jefes de Beni-Ulixech, los cuales jefes subían todos los días a cooperar al servicio de la descubierta y seguridad. Dichos jefes insinuaron la conveniencia y aun necesidad de asegurar aquel trecho del frente mediante la ocupación de una nueva posición intermedia, como con efecto se dispuso realizar ante la apremiante petición del capitán Fortea, con mayor razón desde la caída de Igueriben; pero que la precipitación de los sucesos no permitió llevarla a ejecución en la mañana del 22, como se hicieron los preparativos adeciados. Hallándose el testigo con el demás personal en el referido día viendo cómo se hacía el replanteo de la posición, recibió el teniente coronel Primo de Rivera, que mandaba el conjunto de fuerza auxiliar de los trabajos, aviso de que marchara inmediatamente en dirección de Annual, para proteger la retirada de las fuerzas que evacuaban esta posición, y ante la gravedad de esta noticia y suspendidos los trabajos de fortificación, se encaminó el declarante, con el capitán Fortea, a quien acompañaba, a incorporarse a su servicio, que estaba al pie de Uddea; por esta razón no vió lo que ocurría a la fuerza de protección de los trabajos, no oyendo fuego en aquella dirección ni correrse moros entre "B" y Uddea; vieron, estando allí, arder la posición de Buimeyan, y la fuerza de Annual, que se retiraba por la carretera, así como, más tarde, arder la posición de Izumar. Como Uddea no tenía teléfono, sorprendidos por los sucesos que contemplaban y en la ansiedad natural de adquirir noticias, se dirigió a la posición "B" para hablar con su capitán, diciéndole éste que no tenía noticias ni órdenes de ninguna clase, pero que sabría morir cumpliendo con su deber. Regresó el declarante de nuevo a su servicio, y como había convenido con Fortea en alejar de allí a los jefes moros para que no viesen aquel desastre, cuando llegó se habían marchado ya los referidos capitán y notables moros. Como los policías de Beni-Ulixech no le inspiraban confianza y alguno había hecho ya defección, mandó a los suyos de Afsó que los rodearan, y, llevándolos a la posición, fueron todos desarmados, entregando este armamento al teniente jefe de la referida posición de Uddea, que también carecía de noticias de lo que estaba sucediendo y de órdenes particulares; por el Tauarda, entre la posición "A" y Uddea, se sentía fuego, poniéndose los servicios por esta parte. Más tarde, a eso de la una o las dos de la tarde, marchó el testigo a Dar Mizian con toda la fuerza, llevándose a los policías de Beni-Ulixech, quedando en Yebel Uddia su guarnición. Antes de llegar a Dar Mizian, se acercó el testigo a Ben Tieb, para ver si estaba el capitán Fortea, no encontrándolo allí, pero sí al comandante Villar, jefe del sector de Policía, a quien se presentó, poniéndose a sus órdenes. Este jefe, después de consultar por teléfono, les mandó seguir a Dar Dríus. Al trasladarse desde su servicio a Ben Tieb, vió las últimas fuerzas que se retiraban de Annual cubiertas en su retaguardia por los escuadrones de Alcántara, que, según pudo apreciar el testigo, venían bajo el mando de sus oficiales, en tanto que aquellas venían confundidas, despeadas y sin mando visible, en completo desorden. En el mismo Ben-Tieb había recibido también la orden del comandante de vigilar a los jefes Burrahay y Abd-Bidal-La, a los que debía dar muerte si trataban de escapar, acompañándolos a Dar Dríus desde Ben-Tieb, donde se encontraban, de regreso con la columna. Llegaron a Dríus a eso de las cinco o seis, encontrando que ya había terminado por allí la retirada de las fuerzas y había dispuesto el general Navarro que unos escuadrones de Alcántara cubriesen el servicio de seguridad en torno de este punto. Reunió el general a los oficiales de la Policía, mandándoles regresar inmediatamente a sus cabeceras e informarle de la situación de cada cabila de una manera clara y bajo su más estricta responsabilidad. Preguntó a un teniente de la mía de M´Talza si respondía de los jefes de esta cabila, contestando que sí, en contra de la opinión del otro oficial de la mía. El general mandó al testigo marchar a hacerse cargo de la mía de Mazuza, recibiendo igual orden por medio de telefonema de la oficina central. Antes de emprender la marcha dió instrucciones a los oficiales para que los jefes de Beni-Buyahi bajasen a Melilla. Marchando el testigo en un camión a Monte Arruí, desde donde mandó recado a Ben-Chelal para que aquella misma noche fuese a Zeluán a conferenciar con él, encaminándose el testigo a caballo, a ese mismo punto acompañado por cuatro jefes de Quebdana, que habían venido a formar las harkas amigas. En Zeluán encontró al teniente Fernández, que en ausencia del testigo mandaba la mía, por el que se informó de que la situación de la cabila era buena, que había causado impresión lo de Igueriben y que todavía ignoraba lo de Annual, y que en virtud de la orden de la oficina, había disuelto la harka amiga que se había formado el 21 y que no llegaron a ir a armarse a Batel. Mandó el declarante al teniente de Nador que llamase a todos los jefes para conferenciar, y acompañado de Ben-Chelal, aprovechando un tren de heridos, salió a media noche para Nador, donde conferenció con los jefes, encontrando en ellos buena disposición, la que comunicó al general Navarro aquella misma noche, recibiendo un oficial la comunicación y asegurando el testigo que Mazuza se mantendría fiel "si no había presión exterior", esto es, si no se sublevaban la cabilas vecinas. Al amanecer marchó el testigo a Zeluán, por ser día de zoco, el que se celebró sin novedad, tomando disposiciones para que no trascendiesen en la cabila, en lo posible, los sucesos de la línea avanzada. Regresó el declarante a Nador, donde los jefes moros tenían ya conocimiento de lo de Annual, por lo que estaban en actitud más reservaba. A eso de las cuatro de este mismo día 23 se entrevistó con el comandante Almeida, de la Disciplinaria, y se estuvo por teléfono pidiendo a Melilla que se evacuara la población civil, y como se ofreciesen algunas dificultades, dicho comandante y el teniente coronel, a quien luego vió, encargaron al testigo que, pues había de venir a la plaza, representara en Comandancia la situación y conveniencia de evacuar a la población civil, del cual parecer era también el testigo. En Melilla, el declarante, en unión del comandante Lopera, fue a la sección de Campaña, donde se expuso la situación, recordando que estaba presente el capitán Villalba, y la conveniencia de evacuar a la población civil, si no se mandaban fuerzas, las cuales eran esperadas de un momento a otro en la plaza. Inmediatamente regresó a Nador, comunicando al teniente coronel que se esperaban fuerzas y cuando llegaran se enviarían. En la oficina encontró el declarante al comandante Verdú, jefe del sector del Muluya, y a los jefes moros, en actitud cada vez más sospechosa. Durante la noche iba empeorando por momentos la situación, pasando las fuerzas en retirada del frente y difundiéndose entre los moros la inquietud y aumentando la desconfianza que inspiraban, hasta el punto de tener que pedir al teniente coronel Pardo que enviase un oficial con unos cuantos regulares, por haber recibido aviso de que intentaban asesinar a los de Policía. Se designó la fábrica de harinas al teniente coronel como único sitio de posible defensa, adonde quedaron en ir los oficiales de la Policía que quedaban. Recibió orden de la Comandancia de que estuvieran abiertas las agujas de la vía férrea para el paso de un tren de municiones que marchaba a toda velocidad a Arruí; para cumplimentarla pidió al teniente coronel que le enviase un oficial, respondiéndole no tener ninguno disponible, por lo que hubo de ir el mismo declarante a la estación a cumplimentarla, encontrando cerca de ella algunos soldados heridos y viendo que las fuerzas que estaban en un fortín y denominadas "Tetas de Nador" se encaminaban obedeciendo al toque de retirada que se había oído. En vez de llegar el tren de municiones, llegó de Melilla uno de viajeros, y como no tuviera fuerza alguna, por si eran agredidos armó a unos cuantos moros de confianza, pues se oían disparos hacia las huertas y Segangán; también mandó el testigo algunos de estos moros a las lomas, como punto dominante. Informado de que aún no había salido el tren de municiones que se aguardaba, hizo regresar a la plaza al de viajeros, así como otro que se formó con dos máquinas que allí había y una o dos bateas llenas de familias, momento en el cual vió que algunos moros desarmaban a los soldados. Los regulares que estaban vigilando por los alrededores de la oficina se retiraron también con su oficial, por orden del teniente coronel, comunicada por el teniente Bordonado, de la Policía. Estando el tren de viajeros en la estación, se sintieron gritos de que venían los moros, viendo al salir el testigo que ardían un barracón del campamento, oyéndose explosiones, que se creían tiros, origen de la alarma. Algunos soldados de Regulares y Policía y las moras del poblado comenzaron el saqueo del campamento y algunas tiendas, y al increpar por esta conducta a los jefes moros que con él estaban en paso a nivel, le dijeron que era inútil que permaneciera allí, y que debía regresar con ellos a Melilla, armándose un gran barullo al tirar el testigo de su pistola y disparar con ella, por lo que los jefes moros lo cogieron, lo ataron y lo llevaron a un coche de la Policía, pero particular, que el sargento Amar había traído del reducto, y, montando en él, a viva fuerza le llevaron a las proximidades del Atalayón, donde hicieron parar el tren de municiones que regresaba, en el que también a la fuerza montaron al testigo, desoyendo todas las voces de que el tren volviera, pues era de imprescindible necesidad que llegara a Monte Arruí: todo ello le ocurrió acompañado por cuatro jefes. En esta forma regresó el declarante a la plaza. El declarante volvió por la tarde hasta la segunda caseta, conversó con los jefes moros, ordenándoles hicieran guardias en Sidi-Musa, como lo efectuaron, teniendo ocasión de comprobarlo el general Sanjurjo en la madrugada del día 25, que, sin escolta de ninguna clase, estuvo en dicho lugar. Por esto cree el declarante que, de no haberse quemado los barracones, se podría haber sostenido Nador por lo menos durante todo el día 24, y quizá se hubiera podido salvar, de llegar a tiempo la harka levantada en Frajana por "El Gato" y orden del testigo, pudiéndose ocupar las posiciones de aquella zona, como se hizo pacíficamente, merced a la actitud de los jefes de las fracciones de M´Samer, Beni-Ensar y Frajana. PREGUNTADO si tiene algo más que añadir, dijo que desearía que se informase por la sección de Campaña acerca de su actuación, pues por haber estado en relación con ella, es de la misma perfectamente conocida. En este punto, el señor general instructor dió por terminada esta declaración, que leyó el testigo por sí mismo, ratificándose en ella en fe del juramento prestado y firmándola con dicho señor general, de lo que certifico.- Jesús
Jiménez Ortoneda. (Rubricado.) Y para que conste, expido el presente, visado por el excelentísimo señor consejero instructor, en Madrid, a 10 de octubre de 1922.- Angel Ruiz de la Fuente. |