Las armas, los guerreros y el Pentathlón.


Arturo Ortega P.

Las armas acompañan a los guerreros. Su unión es indisoluble, eterna. Un guerrero jamás podrá acometer una acción propia de su condición sin estar acompañado de su arma.

No podríamos imaginar siquiera a los personajes arquetípicos de la Casta Guerrera sin el acompañamiento perene de su arma.


Escolta Nacional del Pentathlón zona Jalisco armados y en uniforme de gala.

¿Que sería de el Cid sin su larga Tizona, de Arturo sin Excalibur, Thor sin su Martillo?, armas que incluso en el mundo de la leyenda han rebasado la figura del guerrero.

Las armas de los guerreros están llenas de simbolismos. La espada tiene un carácter sagrado, es también una cruz.

Quien no tenga, venda su manto y compre una espada dice el Evangelio.

Un arma está ligada a la idea del combate, un arma es para pelear.

El primer combate que librará un guerrero es precisamente para dominar su arma. De ahí que solo aquellos que la conquisten serán dignos de empuñarla, otros no.

Se podrá empuñar un arma mediante la preparación, el adiestramiento y luego de pasar arduas pruebas, pero también cuando se nace con la dignidad para ser guerrero.

Dominar el arma es ya un paso en la realización heroica. Dominar la espada forma parte del combate tanto interior, del hombre consigo mismo, como del hombre contra otros hombres. Lo que el Coran llama la “pequeña” y la “gran” guerra santa. Entendiendo por “pequeña” el combate interior.

Las armas del guerrero son un recuerdo permanente de la muerte. Son también al mismo tiempo el recordatorio de aquella vieja inscripción en el frontispicio de la ciudad griega de Esparta: “sólo el desprecio a la muerte da la libertad”.

Las armas de los guerreros generalmente tienen dos filos (hacha, lanza, espada), que simbolizan una duplicidad: con ellas se rompe y se mata, pero también se gobierna, es decir se establece tras la Victoria la “pax triunphalis”, por el poder de la espada se establece el orden sobre el caos.

Los guerreros han usado desde siempre una armadura que reviste y protege al corazón. Esa armadura, es una coraza, que también simboliza la “defensa espiritual” de la que habla San Pablo. La coraza aísla al guerrero pero también lo identifica.

La espada es más larga en cuanto mayor dignidad es de quien la empuña.

La espada es un arma blanca, larga, recta, aguda y cortante con guarnición y empuñadura. En la tradición espartana sin embargo se consideraba un alto honor combatir con una espada más corta, de esa manera se estaba más cerca del corazón del adversario. Aunque sabemos que entre más corta la hoja de la espada, esta arma se transforma en espadín, marrazo o daga.

Existen diferentes tradiciones sobre la espada. En la Sagrada Escritura, la espada es el símbolo del Verbo, San Juan en el Apocalipsis, dice que “el aspecto de la espada era como el sol cuando resplandece con toda su fuerza”. En el Génesis, encontramos una espada llameante que separa a Adán y Eva del Paraíso tras su caída. Es una espada la que empuña Matatías para encabezar al ejército de los Macabeos y con una espada San Pedro defiende al Maestro cuando es aprehendido.

En el Islám, la espada va unida a la palabra.

En el Japón tradicional cuyo heroico exponente era El Samurai, el Emperador asumía la “triple Joya”, consistente en El espejo, La Espada y la Perla. La espada simboliza el poder espiritual y temporal y con ella debía decapitar al dragón de ocho cabezas.

Junto a la espada, el guerrero lleva la lanza y la daga. La lanza representa la rectitud, un vector. Es también un símbolo de la restauración, de vengar al amigo.

Durante la incomprendida Edad Media, los Caballeros imprimieron un sentido espiritual a la vida militar. Fueron siglos de ascecis, espiritualidad y arte militar. No solo fue simbolismo ni guerra, fue la encarnación de los valores más altos de la espiritualidad guerrera.


La caballería cristiana medieval, inspiró el arte gótico, los castillos y edificaciones militares, la literatura heroica, y el arte de la guerra. Pero también la señera figura del Caballero Cristiano.

Hoy asistimos a la decadencia de la tradición heroica. Las máquinas para matar han sustituido al encuentro entre hombre y hombre propio de la Caballería.

Ya nunca renacerá una caballería de Monjes Guerreros, el hombres mitad monje y mitad soldado del que nos hablaba San Bernardo, con su “A Dios rogando, y con el mazo dando”.

En el siglo XX, lo más cercano a este modelo fueron los cuerpos de elite, las tropas selectas

(schutzstaffeln, waffen ss, Boinas Verdes, Chutas, Legionarios ...), quienes en diferentes momentos y lugares escribieron las más recientes y bellas páginas de heroísmo.

Hoy asistimos a la denigración de las Fuerzas Armadas ¡en todo el mundo!, al afeminamiento de sus oficiales, hoy vemos recorrer la ola de pacifismo sobre las conciencias, cuyo espectro en no pocas ocasiones se acerca al Pentathlón. Hoy vemos con tristeza como se ataca al servicio militar, esa actividad tan noble como necesaria.

Es incomprensible que se pretenda sustituir al glorioso Ejército Mexicano por una pandilla de marxistas enmascarados, glorificados por buena parte de gobernantes estúpidos y por intelectuales de la bien llamada izquierda exquisita, como los Monsivaís y los Poniatowska.

El Pentathlón

Los integrantes del Pentathlón cuya mística es la del trabajo constante en beneficio de la Patria, establece en sus reglamentos el uso de armas blancas y de fuego durante el servicio, la instrucción y eventos especiales.

Entre las conocidas como armas blancas están la Espada, el Marrazo (o marrazete), la Daga para oficiales y el Espadín, armas de acompañamiento, diseñadas exclusivamente para el Pentathlón que sus militantes las usamos con alto respeto y que entendemos muy bien aquello de que “no me envaines sin honor”.

Entre las de fuego esta reglamentado el uso de la pistola calibre 45 para oficiales con mando de tropa.

Ocasionalmente el Pentathlón en algunas zonas del país, y dependiendo del manejo de las relaciones con las autoridades de la zona militar respectiva, se ha contado con el depósito de armamento reglamentario para la tropa particularmente el máuser 7 mm.

En la zona Jalisco todavía hacia 1974 llegamos a contar con el depósito de 200 mosquetones y esporádicamente las autoridades militares y policiacas han facilitado armamento para servicios y maniobras así como para desfiles. Recuerdo que en 1962 cuando ingresé al Pentathlón, en el interior del edificio de la XV zona militar donde se encontraban las oficinas, a un costado se ubicaba el depósito de armas, en el que muy ordenadas se encontraban en unos bancos de madera, numeradas, inventariadas y a diario los cadetes pasaban en formación a armarse para la instrucción.

El uso de la Espada se reserva para los Oficiales y Jefes del Pentathlón, Es niquelada, de hoja recta, con punta de dos filos, con puño metálico, con una o dos cabezas de águila y vaina metálica. Lleva tahalí de cuero o de cadena dependiendo el uniforme y dragona de charol o seda. Algunos oficiales y jefes del Penta han logrado adquirir auténticas y bellas espadas toledanas y los más adquieren las de fabricación nacional.

Gustavo Agraz Lozano, pentathleta, relojero de profesión, gustó por el coleccionismo de relojes pero también de armas blancas. Antes de morir logró reunir en su colección decenas de piezas extraordinarias: espadas alemanas, españolas, francesas, italianas, etc., de diferentes épocas y que con orgullo mostraba a sus amigos. En su colección a las armas del Penta reservaba un lugar especial en el centro de la galería.

La Daga es un arma también para oficiales y jefes de nuestra institución, aunque debo comentar que solamente he observado un solo ejemplar. Es de 27 cm de largo, puño de madera esmaltada, el remate del puño con dos cabezas de águila, la cruz consistente en dos garras de águila vueltas hacia abajo, la vaina de cuero negro en el que va el escudo del Pentathlón. El tahalí es de dos cadenas planas.

El espadín es el arma de acompañamiento propia de los cadetes, se usa en los uniformes de media gala, gala y gran gala. Dos cabezas de águila en el puño, la hoja recta sin filo de 27 cm. La vaina de cuero negro con guarniciones plateadas. tahalí y dragona de cuero negro.

La disciplina y el orden, como parte en la formación integral del carácter de los pentathletas, se complementa con su presentación externa, misma que en una institución como la nuestra, también denota unidad y uniformidad en la forma de ser de sus elementos.

Su observancia, con cuidado y celo, reflejará la formación interna de quien orgullosamente porte nuestros uniformes y divisas.

Roberto Hernández Jones

Jefe Nacional del P.D.M.U.

Es importante que nuestra institución siga teniendo épocas de oro y que cuidemos su imagen haciendo uso adecuado de las prendas de los uniformes, sus divisas y sus armas. Hay que evitar la anarquía. Dar la seriedad que se requiere.

El espíritu pentathlónico debe impregnar las almas de los pentathletas. Que siga siendo esa la consigna, que palpite siempre en nosotros esa preocupación por la imagen. Debemos sacudirnos a los elementos indignos, aventureros que no observan los reglamentos y ni siquiera comprenden el ideal del Pentathlón.

Como pentathletas egresados y activos, debemos contribuir todos a evitar el descrédito del Pentathlón si alguien hace mal uso de los uniformes y de las armas.

Igual que los guerreros del medioevo los pentathletas debemos ser responsables en el uso de las armas, sobre todo las de fuego, que no son juguetes, no pocas veces en la zona Jalisco fuimos sancionados severamente por esa irresponsabilidad.

Que no desaparezca el coraje y la emoción por el Penta y su imagen. Los hombres que nos antecedieron en el mando del Pentathlón eran también de carne y hueso, se enfrentaban a problemas similares a los de ahora, sin embargo, con disciplina, orden y voluntad llevaron a latitudes inimaginables a nuestra institución, dotándola de una imagen que perdura hasta nuestros días.

Los que hemos conocido el Ideal pentathlónico debemos aspirar a ser Caballeros en toda la extensión de la palabra, de día y de noche, con o sin uniforme, activos o egresados, con las divisas de siempre: la dignidad, el decoro, la nobleza, el sentido del honor, y la fidelidad a la palabra empeñada.