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La justicia... los justicieros Búho Terco |
En la selva no sería un día como todos los demás… muchas pasiones habían sido generadas en los últimos tiempos por distintos animales que creían que sólo ellos podrían encontrar la solución para detener el avance del desierto… y como suele ocurrir en estos casos, se constituyen grupos de seguidores necesitados de Maestros, porque quizás ellos no se animan a construir respuestas junto con otros. Las discusiones se hacían interminables, y se escuchaban distintos tipos de soluciones ante el problema que había logrado preocupar a todos: “¡El avance del desierto lo evitaremos cultivando rosas blancas en los senderos!” “¡Los animales ancianos no pueden dar respuesta a los desafíos actuales de la selva!” “¡El problema son la técnicas desactualizadas para preparar a nuestros nóveles animales a enfrentarse con tamaño desafío!” “¡No se equivoquen! ¡Todos los inconvenientes son producto de la falta de capacitación para el cambio cultural!” Cada árbol se convirtió en una tarima en donde los eruditos manifestaban su saber. Para ellos era claro que la salida del problema no pasaba por luchar juntos compartiendo los distintos saberes, sino que para la emergencia era necesario gente que se ubicara por encima de los demás para indicar el camino… de allí luchas internas que no lograban poder encontrar un foco común para ordenar las distintas estrategias de control y dominio que cada erudito - mas enamorado de sí mismo que de la belleza de la selva - pretendía Un día el zorro, ni lerdo ni perezoso, se acercó al elefante y le dijo - ¿Te diste cuenta? - ¿De qué? (contestó el elefante) - Una hoja a caído sobre tu trompa… no te das cuenta ¿verdad? - ¿De qué? - Si no estamos en otoño y una hoja cae sobre tu trompa probablemente alguien lo haya provocado… algo hay detrás de esto… La mecha había sido encendida… a partir de allí era cuestión de tiempo… El elefante le comentó a sus amigos el suceso extraño de la hoja, y poco a poco la selva entera mostraba indicios de que en realidad las cosas que sucedían no eran producto del clima, del momento, de las circunstancias sino que detrás de ello había una intencionalidad oculta… seguramente algún animal quería acomodarse mejor ante la sequía que había comenzado. Era indudable que muchas acciones que el Concejo Superior de Animales había decidido en momentos en que el agua abundaba, vistas desde la actual sequía se consideraran un despilfarro de recursos… pero bueno, la mayoría de los animales de la selva había hecho lo mismo en períodos de abundancia pero resultaba más fácil presuponer imposibilidad de previsión en los otros que ver que ellos mismos no habían podido prever… Como se hacía muy difícil poder culpar a todos porque se corría el riesgo de que no fuera ninguno, la estrategia del zorro había provisto las herramientas necesarias para que se constituya UN solo culpable… sólo restaba ordenar los indicios y mostrarle a los demás que así había ocurrido en realidad, porque la verdad se desprendería de cómo se enunciaran los hechos, y aquel que lo hiciera mejor corría con la ventaja de poder adueñarse de la historia poniendo la responsabilidad en unos pocos (en lo posible en una sola persona), haciendo cómplices implícitos a todos aquellos que dudaban de dicha enunciación o simplemente pensaban que si en realidad así había ocurrido, era la justicia de la selva la que lo debería determinar y no los enunciados que se habrían construido. Cada árbol se convirtió en un Tribunal o un paredón grafiteado en el que distintos animales abogaban a favor o en contra de la cebra, marcada como única responsable de no haber previsto la sequía y haber gastado mucho en tiempos de abundancia. La selva se dividía entre los que luchaban y los indiferentes, aquellos que trataban de seguir día a día con sus cosas ocupándose de ver cómo hacían para mantener a sus noveles animales con semejante sequía. Poco a poco nace una nueva “casta” dentro de la selva… los JUSTICIEROS… aquellos que se adjudicaban la posibilidad de tener certeza de la verdad y por lo tanto, se habilitaban a sí mismos (y a sus seguidores) para impartir justicia por mano propia. Como tenían certeza de que la Cebra era la culpable, y todos los que no estaban de acuerdo con los Justicieros eran cómplices, la lucha comenzó a hacerse feroz… y muchos de ellos actuaron atentando contra los intereses compartidos de la selva en función de su criterio personal de Justicia… quizás habían recibido influencias de pequeños de los distintos géneros de historietas animadas en las que el superhéroe es aquel que imparte la Ley por encima de la justicia, ya que los archienemigos siempre son tan astutos que logran evadirla. Sólo unos pocos quedaron diciendo… “muchachos… ocupémonos de solicitar a la justicia que cumpla su rol, pero no nos olvidemos de que el desierto avanza día a día… si no plantamos algarrobales que asienten la tierra, si no canalizamos y nos ocupamos en construir pozos de agua que nos nutran, poca selva quedará para que podamos vivir” Animales que antes había compartido cacerías en común, se habían enemistado de tal manera que era muy difícil dar marcha atrás… cada uno se sentía ofendido en su Honor y la selva poco importaba, de la misma forma que la verdad. Finalmente cuando la justicia se expidió respecto a la investigación realizada, determinó distintas responsabilidades en distintas personas, simplemente porque todo lo que había pasado no pudo ser obra de un solo animal… Esto trajo más inconvenientes ya que, los Justicieros comenzaron a decir que en realidad el Tribunal se había equivocado y para unos no condenaba a quien debiera condenar con toda la fuerza, para otros responsabilizaba a quienes inocentemente nunca supieron lo que pasaba, y por último estaban los que decían que se habían equivocado. Y el círculo de lucha se relanzaba Mientras tanto… el desierto seguía avanzando más y más, hacia el corazón de la selva.
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