El ciclo teológico de los Purana

 

Los Purana (textos antiguos) son también fundamentales para la comprensión de la mitología  y de los cultos post-védicos.

Son 18 "grandes Purana" (Mahapurana), y al menos otros tanto menores (llamados Upapurana), estas obras en verso, compuesta por numerosos añadidos e interpolaciones, se pueden ordenar en realidad en torno a algunos temas recurrentes, como los ciclos cósmicos, las encarnaciones divinas, las genealogías, los cultos, las peregrinaciones.

Los temas más interesantes desde el punto de vista religioso están los relatos de la creación, que en parte se derivan de los védicos, pero que generalmente recurren a los nuevos aportes de la filosofía del Shamkhya.

El Dios creador (que recibe indistintamente los nombres de Brahman, de Vishnú, de Shiva) utiliza como instrumento de su obra o bien la naturaleza (llamada Prakriti y también pradhana cuyo desarrollo impulsa poniendo en movimiento los tres Guna o atributos de la naturaleza Sattva, Rajas y Tamas), o bien la Maya y el Yoga, que le sirven también de fuerzas operativas.

A Dios se le concibe siempre de manera monoteísta; aunque se le representa como Trimurti en sus funciones de creador, conservador y destructor del universo.

El cosmos, en efecto, está sujeto a ciclos de destrucciones periódicas seguidas de nuevas creaciones, siguiendo los ritmos de un perpetuo retorno.

Sin embargo, las almas humanas, aunque sujetas al ciclo del Samsara (transmigración),son independientes de la naturaleza, pues su reencarnación y su liberación definitiva de penden de otra ley; la del Karma (acción), es decir, de una causalidad de orden moral, que actúa bajo el control divino.

La intervención divina no se produce únicamente en el ordenamiento de los ciclos cósmicos, sino también en esos acontecimientos extraordinarios que son los que el Avatar (descensos de Dios a la tierra) o "encarnaciones" acontecimientos de Salvación que se producen cuando la Humanidad se encuentra en grave peligro.

Los más célebres de estos Avatares son los de Vishnú, habiéndose compilado una lista de diez encarnaciones divinas, aunque en algunos Puranas los Avatares son más numerosos, y se afirma que "infinitas pueden ser las encarnaciones de Dios.

De los diez Avatares clásicos, los tres primeros son de forma animal, reflejando, sin duda, mitos y cultos muy antiguos. El pez (Matsya), por ejemplo, está ligado al mito del diluvio (al gran aluvión).

El pez salvador, que arrastra sobre las aguas la barca de Manu (el primer hombre de nuestra era), es una figura transcultural, en la que se condensan muchas simbologías de orden esotérico.

El jabalí (varóha) es el tercer gran Avatar, anunciado en los Brahmanas, y surge en un acontecimiento salvífíco universal: la tierra estaba a punto de hundirse en las aguas, y Vishnú, en forma de jabalí acuático, la eleva y la vuelve a su lugar.

Los demonios que amenazan continuamente al mundo, y que representan calamidades físicas y morales, sÓlo pueden ser vencidos de manera definitiva por el propio Dios. Tenemos así un nuevo Avatar, el del hombre-león (Narasimha): Vishnú asume esta forma para matar al demonio Hiranyakashipu, que temerariamente había osado oponerse a los dioses en virtud de una garantía obtenida del propio Brahma, y según la cual, nadie, fuera hombre, dios o animal, podría matarlo jamás.

Mas, he aquí que Vishnú se presenta bajo la forma de hombre-león (ni hombre, ni animal): esta nueva intervención divina está determinada por la invocación del piadoso Prahláda, ferviente devoto de Vishnú e hijo del demonio Hiratiyákashipu.