ACEDIA EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

        Las Sagradas Escrituras nos ofrecen una galería de retratos de la acedia en todas sus formas, desde la indiferencia al odio. Nos dan también pistas para comprender la naturaleza de la acedia, que nos ayudan para reconocerla en sus formas históricas y actuales, y nos permiten comprender mejor su mecanismo espiritual. En los casos clínicos bíblicos se ve cuáles son las causas y los síntomas de la acedia.

1. La acedia de Judas:"Seis días antes de su Pasión, Jesús vino a Betania, (...) María, tomó una libra de perfume de nardo puro, muy caro, y ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos". Pero: "Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, el que lo había de entregar, dijo: "¿Por qué no se ha vendido ese perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?" (Juan 12,1-5). El gesto de María manifiesta el gozo de su caridad. Lo que para María es expresión gozosa de su amor a Jesús, es para Judas motivo de tristeza, mezclada de fastidio e irritación: acedia.

En este pasaje bíblico se ve que la acedia implica un menos-precio de Jesús que se irá manifestando durante la Pasión: en la venta por treinta monedas, en las burlas de la soldadesca. La burla nace del menosprecio y siembra más menosprecio. En los ejemplos siguientes vuelve a manifestarse la acedia como menosprecio y burlas.

2.  La Acedia de Mikal, Esposa de David: Mikal se irritó viendo a David bailar delante del Arca de la Alianza en la fiesta de la Traslación. La danza de David era una manifestación del gozo de la caridad. La irritación de Mikal por la devoción de David es acedia. Ver 2 Samuel 6, 14-23

3. La Acedia de los Hijos de Jeconías: El Arca de la Alianza fue devuelta por los filisteos a los israelitas, para librarse del azote de la peste. Se alegraron con el retorno del Arca los habitantes de Bet-Shémesh. Excepto una familia, que fue por eso duramente castigada. He aquí otro ejemplo de lo que es acedia: "ausencia de la debida alegría a causa de la presencia de Dios; indiferencia". (Ver 1 Samuel 6,13-21)

4. El Menosprecio de un Profeta: El profeta Eliseo iba subiendo por el camino hacia Betel cuando unos niños salieron de la ciudad y se burlaban de él, diciendo: "¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!". Él se volvió, los vio y los maldijo en nombre del Señor. Salieron entonces dos osos del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos (2 Reyes 2,23-24).

El relato quiere inculcar el respeto a los profetas, a un pueblo que, por acedia, se inclinaba a rechazarlos y aún a matarlos. En efecto, la persecución a los profetas, y en general a los justos, empieza con burlas pero tiende a terminar en sangre. Estos niños reflejan el menosprecio aprendido de sus mayores. Eliseo ve, en ese menosprecio, más que una inocentada infantil, ve la manifestación de un pecado social, nacional. La acedia tiene sus raíces infantiles, puesto que también desde niños hay en Israel piedad e impiedad, religión e irreligión, gozo de la caridad o acedia.

5.  Esaú menosprecia la Primogenitura: Esaú le vendió a su hermano Jacob la primogenitura por un plato de guiso. Es otro ejemplo clásico de acedia como menosprecio - y consiguiente postergación y pérdida - de los bienes espirituales, debido a lla compulsión y a la urgencia de un apetito. Esaú llegó hambriento del campo y Jacob aprovechó la ocasión: "Véndeme ahora mismo tu primogenitura". Esaú respondió: "¿Qué me importa la primogenitura?". Jacob lo urgió para que se la vendiera con juramento: "Y él se lo juró vendiendo su primogenitura a Jacob. Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y este comió y bebió, se levantó y se fue. Así desdeñó Esaú la primogenitura", concluye melancólicamente el relato (Génesis 25,29-34).

6.  Jesús, en una ocasión, reprocha la acedia que se manifiesta en forma de indiferencia, de los que se han rehusado a compartir sus sentimientos: "Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado." (Lucas 7, 31-35)

La actitud de acedia como un "no" a la fiesta, o sea un no a las alegrías de Dios y a su oferta de comunicarla y participarla, la ilustran las parábolas de los invitados al Banquete (Mateo 22,1-14; ver también 8,11-12; Lucas 14,16-24).

7. El pecado de Caín: El papa San Clemente romano en su Carta a los Corintios, para explicar el mal que está aquejando a dicha comunidad eclesial, se remonta a trazar un panorama de la acedia en la historia de la salvación, comenzando justamente por el pecado de Caín: "Ya veis, hermanos, cómo los celos y la acedia produjeron un fratricidio. A causa de la acedia, nuestro padre Jacob tuvo que huir de la presencia de su hermano Esaú. La acedia hizo que José fuera perseguido hasta punto de muerte y llegara hasta la esclavitud. La acedia obligó a Moisés a huir de la presencia de Faraón, rey de Egipto, al oír a uno de su misma tribu: '¿Quién te ha constituido árbitro y juez entre nosotros? ¿Acaso quieres tú matarme a mí, como mataste ayer al egipcio?'. Por la acedia, Aarón y María hubieron de acampar fuera del campamento. La acedia hizo bajar vivos al Hades a Datán y Abirón, por haberse rebelado contra el siervo de Dios, Moisés. Por celos no sólo tuvo David que sufrir envidia de parte de los extranjeros, sino que fue perseguido por Saúl, rey de Israel" (S. Clem. a los Corintios 4,7-13)

El Pecado de Caín: Habitualmente se considera el pecado de Caín (Génesis 4,3-8), como un pecado de envidia hacia su hermano Abel. Y lo es. Pero no de envidia simplemente. Sino de aquella especie de envidia que llamamos acedia respecto del bien de su hermano, cuya ofrenda fue acepta a Dios; pero también acedia, respecto de la complacencia de Dios sobre la ofrenda de Abel. Si Caín hubiese estado en actitud de amistad con Dios, se habría alegrado por la alegría de Dios con la ofrenda de su hermano.

8.  Son también ejemplos de acedia en la Sagrada Escritura:

El Pecado Original: "Por acedia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen" (Sabiduría 2,24).

El menosprecio de la Tierra Prometida: "Despreciaron una Tierra envidiable" (Sal 105(106),24)

Números Caps. 13-14 y Deuteronomio 1,19-46. El pueblo no se alegró con el bien de la Tierra Prometida, que le pintaban Caleb y Josué, los buenos exploradores, testigos fidedignos de la bondad de la tierra, fieles a la verdad. El pueblo, en cambio, prefirió creer al testimonio de los malos exploradores, testigos falsos.

La Acedia de Pedro ante la Cruz: Pedro se niega a recibir el testimonio de Jesús acerca del misterio de la cruz. Por eso se hace acreedor del nombre de Satanás, y en vez de piedra fundamental se convierte en piedra de escándalo (Mateo 16,18), no sólo para los más pequeños (Marcos 9,42), sino para Jesús mismo (Mateo 16,23).

 

       Ya se ve la importancia que tiene el pecado de acedia en toda la Sagrada Escritura. Si se ignora lo que es la acedia no se puede entender la Escritura ni el drama de Jesús. La acedia es ceguera para el bien de Dios y confusión espiritual del mal por bien y del bien por mal. Es lo que muestran los dos ayes proféticos que siguen:

        Dos Ayes Proféticos sobre la Acedia: 1) Acedia como ceguera o a-percepción: "¡Maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo apartando del Señor su corazón! Es como el tamarisco en el desierto de Arabá y no verá el bien cuando venga" (Jeremías 17, 5-6).En cambio: "los rectos lo ven y se alegran" (Salmo 106,42) "En tu luz vemos la luz" (Salmo 35,10); "Abreme Señor los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad" (Salmo 118, 18); "Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios" (Salmo 49,23)..

        Acedia como dis-percepción: "¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal; los que dan la oscuridad por luz, y la luz por oscuridad; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5,20-21). Entristecerse por el bien del que goza la caridad, como hace la acedia, es dar por mal ese bien, dar lo dulce por agrio o por amargo, dar la luz por tinieblas.

         Es propio de Dios el mostrar o hacer ver los bienes salvíficos: "hasta el día de hoy no os había dado el Señor corazón para entender, ojos para ver, ni oídos para oír" (Deuteronomio 29,3).