Comentario a En
mi sed me dieron vinagre
por el Dr.
Alberto Sanguinetti Pbro.
[En la revista: Soleriana 22(1997/1) N° 7, págs. 197-198]
El Padre Bojorge nos regala una obra típica de él: rica en detalladas observaciones sobre las palabras, con un manejo de las Sagradas Escrituras, que siempre nos hace descubrir y re-descubrir pasajes; aparece el conocedor de la palabra de Dios y de las palabras humanas.
El libro en primer lugar plantea una realidad muy poco atendida: la acedia, de la cual ‘no se suele hablar’ (p. 13). Ese pecado o vicio capital que, según definición de Santo Tomás es ‘tristeza por el bien divino del que goza la caridad’ (p.15), relacionado con la envidia y con la pereza o desgano en las cosas de Dios.
El autor nos presenta ejemplos de acedia en las Sagradas Escrituras (Judas frente a María de Betania, Mikal, los hijos de Jeconías, la generación que se presentó a Jesús, Caín, la ceguera y la idolatría). Analiza las consecuencias de la acedia en la visión de las cosas, como apercepción (no ver el bien) y dispercepción (trastocando el bien y el mal).
También presenta lo que él llama la ‘pneumodinámica de la acedia’, es decir, cómo se desarrolla en el espíritu del hombre, sus causas y consecuencias.
El lector no va sólo aprendiendo esa cosa de nombre tan raro, sino que poco a poco, se va comprendiendo involucrado en el dinamismo de la caridad y su gozo y en el dinamismo de la tristeza de la acedia y sus efectos. Tanto por los ejemplos bíblicos, por los ejemplos y doctrinas de maestros espirituales, particularmente de san Ignacio como por agudas observaciones sobre los hombres, no se pasa indiferente por esta lectura, sino que se descubren movimientos del alma, actitudes, acciones y posturas, que llevan a una profunda revisión personal.
El autor subtituló su obra, con razón, ‘Ensayo de teología pastoral’, por cuanto no se circunscribe a ver la acedia en el corazón individual, sino que anota y critica las ramificaciones públicas, culturales y sociales, de tal pecado. En ese sentido toda una sección está dedicada a la ‘civilización de la acedia’ (p.69-129). Este análisis, sin ser exclusivo, da un punto [de referencia] teológico y teologal, para los juicios de la relación Iglesia-mundo y para las apreciaciones de las opciones pastorales. El gozo de la caridad divina - la amistad con Dios - y la acedia que lo combate, son un óptimo paradigma para apreciar la vida de la iglesia y su acción pastoral.
Nos ofrece el autor una relación de acedia con acidez, de acuerdo con la etimología latina. La raíz griega aportaría ulteriores desarrollos. Akêdeía es falta de cuidado, negligencia, indiferencia, y akêdía descuido, negligencia, indiferencia, tristeza, pesar. Se refiere de modo particular – en los griegos – al descuido de los muertos, insepultos, por lo cual no tenían descanso. Porque es una negación de la kêdeía alianza, parentesco: funeral, honras fúnebres. Es decir, son los cuidados que brotan de la alianza, del parentesco, de la afinidad que brota de la alianza matrimonial. Todo esto tiene grandes resonancias con la relación nueva de parentesco con Dios que brota de la alianza – el Goel que ha estudiado Bojorge -, de la alianza nupcial que se sella coon la encarnación del Verbo y su muerte y resurrección, de la caridad como amistad con Dios, que se funda en la communicatio del hombre con Dios y en la societas, unión que Dios nos dio con su hijo (cf. S. Th. I-II, q. 23, a. 1). El gozo de esta kêdeía es la caridad y mueve toda la vida desde tal relación nueva con Dios. Lo persigue y destruye la acedia, en los hombres y en la sociedad.
Agradecemos al autor este recorrido por nosotros mismos, la Iglesia y la civilización actual, con una mirada que hace penetrar en los corazones y ayuda a discernimientos profundos y concretos. Da aire en medio de tanta repetición e ideología
Dr. Alberto Sanguinetti Pbro.