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Quienes
no conocen a don Efraín Wachs, difícilmente sepan que aparte de
haberse consagrado campeón mundial en los diez mil metros y en cross
country en la categoría mayor de 85 años en el Mundial de San Juan de
Puerto Rico en el año 2003, Efraín fue un activo jugador de ajedrez,
presidente de la F.T.A. en la década del '60 y que hasta le ganó una
partida al genial Alekhine. AJEDREZ HISTÓRICO
quiso entrevistar a uno de los tipos más queridos y respetados que
integraron el ambiente ajedrecístico. AJEDREZ
HISTÓRICO: ¿Cómo
empezó Ud. la práctica del ajedrez? Efraín Wachs: Yo
nací en Rosario el 11 de marzo de1918 y cuando iba a la escuela
primaria me regalaron un juego. Siguiendo las instrucciones que había
en la caja fue como aprendí las reglas. Ya en la escuela secundaria iba
a un club de ajedrez muy humilde, muy modesto donde aprendí un poco más.
Todos los sábados se realizaba torneos ping-pong con ventaja de tiempo
y material por categorías. Yo estaba en tercera y cuando jugaba con los
de primera tenía ventaja de un peón y dos salidas. Hacía P4R y P4D y
dominaba el centro enseguida. El sistema de puntuación era muy
particular: en uno de los torneos, entrando la última fecha, un jugador de cuarta me llevaba
5/6 de puntos. Jugamos en la última fecha, le gané y lo pasé: 40
puntos a 39 5/6. Todos se reían. A H: ¿Recuerda
su partida con Alekhine? E.W.: Cuando yo tenía 20 años entré a trabajar en el Banco Nación y el gerente me destinó a Casilda y ahí le gané a todos, así que era el campeón casildense de ajedrez. En esos días (1938) llega a Rosario el campeón mundial Alekhine a dar una simultánea contra diez jugadores de Rosario, el campeón de San Nicolás y el campeón de Casilda. Él se cuidó de los grandes jugadores que conocía, como el campeón rosarino Cámara. La partida conmigo fue la última, me entregó un peón por un ataque terrible, tenía dos alfiles como puñales hasta que logro, devolviendo el peón, cambiar un caballo por un alfil y las damas. Y la partida se puso mas pareja. Hacia el final teníamos una torre y alfil por bandos, yo tenía un peón en séptima y el alfil rival me controlaba la casilla de coronación defendido por el rey. Le hice TxA+, me comió la torre, coroné. Entonces Alekhine que era un gran campeón pero un mal jugador, se enojó y volteó todas las piezas y no me quiso firmar la planilla. "No importa -le dije- mi firma vale igual que la suya". Tenía 20 años. Lamentablemente en una mudanza se me
traspapeló la partida, la cual era para mí era un gran honor. Pero,
por lo menos, me
queda el recuerdo. Hice carrera en el Banco y tuve que aceptar otros destinos. Cuando me recibí, de contador público (estudiaba de noche) me designaron contador inspector en Salta donde conocí a quien sería mi señora. Conozco todas las provincias del país. Y llegué a Tucumán. En Tucumán me
encantó la gente, me encantó Tucumán y me quede en Tucumán. En
1947, llegué a Santa Ana donde estuvimos 12 años. Una vez llevamos a
Santa Ana a Jacobo Bolbochán a dar una simultánea contra 12 a 15
jugadores, incluido el cura del pueblo. En la tercera o cuarta jugada el
cura sacó la dama y poco después perdió. Bolbochán bromeaba diciendo
que el padre había perdido por haber salido a pasear temprano con la
dama. En 1960 nos trasladamos a Tucumán. Allí jugaba los sábados el Torneo por
Equipos para Banco Nación en la categoría de ascenso. A.H.: ¿Recuerda
la formación del equipo? E.W.: Recuerdo
el equipo que consiguió el ascenso: Juan
Manuel García, grandísimo jugador y persona, era el primer tablero;
Walter Erviti, que entonces era estudiante de arquitectura y que algunas
veces íbamos a buscarlo a la facultad para llevarlo a jugar; yo era el
tercero y Arce el cuarto tablero. Después
que ascendimos, en primera era otro cantar. Pero igual le ganamos al
campeón de primera que era Estudiante, pero fue un zapallazo (riéndose). El
campeonato era muy importante. Eran
como cincuenta equipos, cada barrio tenía su club. Hasta la cárcel tenía
su equipo: por razones obvias los muchachos eran siempre locales. A.H.: ¿Era
complicado ir a jugar a la cárcel? E.W.: Era
riesgoso porque a los chicos de la cuarta categoría le enseñaban cómo
abrir los autos para robarlos. A.H.: ¿Qué
jugador recuerda por su calidad, por su nivel de juego? E.W.: En
Tucumán había grandes jugadores. Estudiantes lo tenía a Visconti que
atacaba por todos los lados: realmente era un gran jugador. Rubinstein
que también jugaba en Estudiantes, Kaufman, Dimond, Iván Rodríguez,
Lauro Varas. Recuerdo el equipo que se consagró tres veces seguidas
campeón argentino: Barea, Rubinstein, Rodríguez, Saleme. En 1960 viajamos a Mar del Plata a jugar el I Torneo "Ciudad de Mar del Plata" con un equipo formado por Rubinstein, Varas, Fernando Herrera (que empezaba a trabajar en Banco Nación), Osbel Visconti y yo de suplente. Había grandes equipos. Es sabido que
el inicio de la guerra en 1939, justo cuando se disputaba la olimpiada
mundial en Buenos Aires, hizo que muchos maestros se quedaran y que la
Argentina saliera ganando. Chacabuco tenía en sus filas como asesor a
Jiri Pelikan. Cuando Pelikán no pudo volver a Europa y quedó en la
calle, en Chacabuco le dieron casa y trabajo. En nuestro match contra
Chacabuco el segundo tablero introdujo una variante nueva enseñada por
Pelikán. Varas pensaba y respondía siempre la mejor. Cuando se acabó el análisis
casero, el de Chacabuco había consumido apenas 20 minutos y a Varas le
quedaba apenas diez minutos. Pero el bonaerense debía pensar ahora con
su cabeza. Consultó con su capitán y ofreció tablas que Varas aceptó
porque no quería entrar en un ping-pong infernal. Había igualado con
su talento. En
la penúltima fecha Visconti, que era muy bueno pero muy sobrador, al
querer enrocar tocó primero la torre y su rival se lo cobró. Osbel, que
hasta ese momento había ganado todas las partidas, terminó con el rey
en el centro y muy desmoralizado, así que yo lo reemplacé en la última
fecha: hice tablas con el cuarto tablero de La Plata y por medio
punto ganamos el campeonato. Era el primer triunfo de Tucumán. Cuando
regresamos a la provincia en el tren, el presidente de la Federación,
Carlos Polacco nos esperaba con una botella de champagne que vaciamos y
bebimos en la copa que habíamos obtenido. Efraín Wachs en el Campeonato Mundial de Atletismo A.H.: ¿Algún
jugador o dirigente que recuerdes especialmente? E.W.: A Gabriel Huespe que era el jugador mártir de la Sirio Libanesa. El mártir era un jugador dirigente que tenía que buscar y organizar al equipo todas las semanas a veces cuando había que viajar, tenía que liar con la novia o con la madre de los jugadores, y siempre sacrificaba un poco de su tiempo en desmedro de su preparación. Yo era el jugador mártir de Unidad Sionista, De la Rosa el de Mitre, etc. Fue entonces cuando Gabriel me ofreció que fuera presidente de la Federación, que él me apoyaría. Yo le devolví la gentileza y le dije que aceptaría si él aceptaba ser tesorero, que era un cargo fundamental. Siendo presidente,
para elevar el nivel de juego habíamos diseñado un plan que consistía
en traer a vivir a la provincia a Pelikán por unos o dos años para que
enseñara al mejor jugador de cada club y estos lo retransmitiera al
resto de los jugadores. Pero no se pudo dar porque Pelikan sentía una
deuda de honor con la gente de Chacabuco. Yo
recuerdo con mucho cariño a todos los dirigentes de la Federación, a
todos los jugadores de la Federación y a todos los clubes de la
Federación. A.H.: ¿Algún
gran amigo que le halla dejado el ajedrez? E.W.: Huespe,
por lo que ya dije. Y porque siendo el árabe y yo judío no dudó en
que trabajemos junto. Elías Nadra, Fernando Herrera, un gran amigo y
compañero de Banco Nación. A.H.: ¿Por
qué se alejó de la actividad? E.W.: Para
jugar ajedrez se necesita mucho tiempo. Yo había llegado a jugar el mayor pero,
sinceramente, me di cuenta que arriba mío había
un nivel de jugadores más fuerte y eso me desmoralizó un poco. Y así
paulatinamente me fui alejando. A.H.: ¿Y
algún consejo para la gente del ajedrez? E.W.: Fundamentalmente
que cultiven la amistad. Amistad entre los jugadores, entre los
dirigentes, en toda la vida deportiva. Y
así nos fuimos despidiendo de don Efraín que nos dejó alguna sus
ideas como la de enseñar ajedrez en los comedores escolares para darle
a esos pibes algo más que comida. Nos quedó una agradable impresión y su generosa invitación a volver a encontrarnos.
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