Podría suceder que no diera el Amante
ningún oído a tu palabra de oro,
y que, siendo el Amante la mitad de un amor,
insistiera en llorar su visible rotura.
Le enseñarás entonces la ingeniosa lección
de ortopedia celeste que yo te di en su tiempo
y en virtud de la cual un Amante partido
sabe reconstruir la mitad que le falta.
Pero, escucha: no es útil enseñar mi receta
si el operario es flojo y el material endeble.
Para el llagado Amante que se dice
la mitad solitaria de un entero amoroso,
es mejor ir saltando con la única pierna
y el ojo impar que le dejó la muerte
hacia el Polo feliz donde se juntan
y se bendicen todas las mitades de amor.