Primer Museo Virtual de la Arquería en la Argentina

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La Arquería en la Literatura Universal

 

Robert Ludlum - Múltiple Identidad - Editorial Atlántida - Buenos Aires - 1993

 

Página 102:
Alzó el cuchillo de obsidiana. Su negro cristal volcánico, "la uña de la flecha relampagueante", estaba afilado al máximo. Lo levantó hasta apuntar a la cara inferior de su lengua estirada, y luchando contra el dolor lo clavó allí, mordiéndose para permitir que la lengua siguiera fuera de la boca mientras el cuchillo la perforaba hasta salir por la cara superior. después se atravesó lentamente el orificio con aquella cuerda espinosa, hasta que una a una fueron pasando todas las espinas y la sangre cayó por las tiras de papel goteando en el cuenco
Páginas 136 / 137:
Pensando en el grave asunto que le preocupaba, Delgado oprimió el botón que establecía la comunicación.
-Arrow- dijo utilizando la palabra de código que lo identificaba - Que pasa?
Entre ruidos estáticos de una comunicación de larga distancia, una voz muy áspera -que Delgado reconoció como la de uno de sus fieles ayudantes -respondió con otro nombre de código:
-Quiver. Se trata de la mujer.

Nota del Web Master: Arrow (flecha) - Quiver (Carcaj - porta flechas) Palabras Inglesas específicas de la disciplina del Tiro con Arco

Páginas 455 / 456:
Cuando el rostro de Raymond golpeó con fuerza contra las losas, Buchanan vio que tenía la espalda llena de plumas. Eran flechas que acababan de clavarle allí.
Miró en dirección al punto desde el cual podrían haber venido las flechas, pero solo pudo ver el humo de siempre. Cuando oyó un leve ruido hacia su derecha, se volvió. El guardia, ya repuesto de los efectos causados por la caída desde lo alto de la terraza, sacaba ahora una pistola. Buchanan forcejó con la Uzi, la liberó del proyectil que la atoraba, insertó un nuevo cargador y disparó. Ahora el arma funcionó y la andanada recibida por el guardia en el medio del pecho bastó para que cayera hacia atrás, cubierto de sangre. ....
... Buchanan comprendió, se acuclilló con la Uzi lista. Volvió la vista hacia el otro extremo del terreno, ahora más cubierto de humo. Temía que en cualquier momento pudieran empezar a llover las flechas. ...
... Este nuevo escalofrío obedecía al hecho de que ahora se trataba de auténticos mayas, de escasa estatura y delgados, de cabello negro y tez oscura, las caras notablemente anchas y los ojos almendrados. Lo mismo que Raymond, estos aborígenes avanzaban con sus toscas armaduras de cuero y cascos emplumados, y durante un segundo que le pareció eterno su mente se convirtió en un torbellino incontenible. Fue como si una fuerza irresistible estuviera arrastrándolo hacia un millar de años atrás.

Los mayas llegaban armados con lanzas, machetes y arcos para lanzar sus flechas. El jefe no apartaba sus ojos de Buchanan y aquella mirada bastó para que él dejara de apuntar con la Uzi. Conservaba el arma en su mano, pero en forma paralela a la pierna derecha y con el caño dirigido a tierra.
Los mayas se detuvieron ante él mientras su líder seguía mirando a Buchanan, al parecer haciendo una evaluación de aquel blanco. Como fondo de aquella escena, el único movimiento era la ondulación de las llamas y sólo podía oírse al crepitar del fuego. ya no se oían disparos y Buchanan creía saber por qué: aquellos que tenía delante no eran los únicos mayas, que como reacción ante el ultraje de ver profanados sus lugares sagrados, habían terminado por rebelarse. Ya no se dejaban cazar como conejos indefensos. ...