La criminología:
es una disciplina que posee sus raíces en las concepciones científico-filosóficas
del Iluminismo. Fue Cesare Beccaria el pionero que formuló los principios de la
denominada Criminología Clásica, cuyos supuestos se basaban en las teorías
del control social de Hobbes, Montesquieu y Rousseau.
Teoría
clásica de la criminología, su
base estaba apoyada sobre la teoría del contrato social, que sostenía que los
hombres se reunían libremente en sociedad conforme a una serie de acuerdos que
garantizaban el orden y la convivencia. Es en relación a este consenso, que se
proponía el castigo de aquellas conductas que eran perjudiciales o peligrosas
para el cuerpo social, y la recompensa de aquellas que de alguna manera contribuían
al mantenimiento del equilibrio del mismo. De esta forma, se establecía una
tipología de aquellas conductas consideradas como desviaciones que
posibilitaban clasificar a un individuo como delincuente. En base a esto, las
penas que la ley imponía aseguraban el buen funcionamiento y la supervivencia
de la sociedad. Esta criminología clásica, que también podríamos denominar
criminología jurídica- se sustentaba básicamente en el derecho, basado
"en un derecho que controla con rigidez y rectitud la vida del pueblo, y
que admite o necesita el Estado como centro de las relaciones comunitarias.
hay
siempre dos grupos, dos categorías de individuos..." . Esta estructura
binaria que atraviesa la sociedad, instituye un esquema de explicación marcado
por la asimetría, en donde hay "una raza puesta como la verdadera y única
(la que detenta el poder y es titular de la norma) y los que constituyen otros
tantos peligros para el patrimonio biológico. En ese momento aparecerán todos
los discursos biológicos-racistas sobre la degeneración y todas las
instituciones que, dentro del cuerpo social, harán funcionar el discurso de la
lucha de razas como principio de segregación, de eliminación y de normalización
de la sociedad" (Foucault, pag. 56. 1996).
Es
justamente a partir de este mismo discurso, que se va a desarrollar la idea de
desviación con la que se caracteriza a la conducta del delincuente. El desviado
es un ser inferior que presenta una patología, esta debe ser "sanada"
a partir de los procesos de normalización vinculados específicamente al
encierro institucional.
Si
bien, a lo largo del desarrollo de la disciplina criminológica se han sucedido
una serie de cambios de paradigma en lo que respecta a la concepción del
"hombre delincuente", actualmente se siguen sintiendo en nuestras
instituciones y prácticas institucionales los efectos de este discurso: el
delito es una enfermedad portada por determinados individuos que tuvieron una
"mala socialización" y que deben ser excluidos y encerrados para
"resocializarlos" e integrarlos como miembros sanos de la sociedad.
El
positivismo: La
criminología, como dijimos anteriormente, ha sufrido desde sus inicios una
serie de cambios de paradigma vinculados a la concepción que se tenía en cada
momento histórico sobre el "delito" y la "conducta
delincuente". Básicamente nos interesa recortar, para los fines del
presente trabajo, esta sucesión y superposición paradigmática en tres etapas:
la Criminología Clásica, el Revisionismo Neoclásico y la Revolución
Positivista (Taylor, I.; Walton, P.; Young, J. cap 1).
Paradigma
positivista: se
fundamenta en la aplicación a los fenómenos sociales, en general, y al
comportamiento humano, en particular, de los instrumentos y técnicas que se
estipulan como fundamentales y eficaces para el estudio del mundo físico. Es así
que, los positivistas, impulsan y avalan técnicas para la cuantificación del
comportamiento, a partir de las cuales pueden aproximarse a la realidad objetiva
(idea de neutralidad del observador) y descubrir las leyes subyacentes de la
acción humana que, para el caso particular de la criminología, podían ser
descubiertas a partir del análisis de las estadísticas y la posterior
generalización de los resultados (lo cuantitativo es más importante y de carácter
definitorio respecto de lo cualitativo).
Es
importante destacar que, como aseveran Taylor, Walton y Young, existen distintas
modalidades o formas del positivismo. Para este trabajo, nos interesa referirnos
al "positivismo biológico", ya que las premisas de éste,
establecieron un modo de ver y concebir el tema de la conducta delincuente,
sobre todo a partir del concepto de "desviación", el cual, como vimos
en la introducción de este trabajo, estuvo siempre presente (en mayor o menor
medida) desde los orígenes de la criminología.
3-LA ANTROPOLOGÍA Y
EL POSITIVISMO BIOLÓGICO DE LOMBROSO:
La
Teoría de la Evolución sustentada por Darwin, dio pié para el desarrollo del
paradigma evolucionista (tanto en su manifestación biológica como social),
bajo el cual se desarrollaron disciplinas tales como la antropología y la
criminología.
La
antropología -al igual que la criminología- tiene sus raíces en la filosofía
del Iluminismo, cuando gran parte del mundo ya había sido explorado y se habían
tenido contacto con otros pueblos de características totalmente diferentes al
mundo europeo del momento. Como asevera Paul Mercier: "en esta época
aparecen ya diversas orientaciones del pensamiento, que prefiguran los
ulteriores debates antropológicos. Pueden distinguirse dos grandes corrientes:
la que insiste en el relativismo social y cultural y la que, deseosa de
establecer las normas de la sociedad ideal, se refiere al ‘salvaje’ en una
interpretación de la evolución humana". Es a partir de este período que,
lentamente, esta disciplina comienza a deslizarse desde lo filosófico a lo
científico, culminando este proceso con la formación de una antropología
científica a mediados del siglo XIX, "cuando un clima general de
pensamiento e investigación preparó la revolución darwiniana" (Mercier,
Paul. 1969).
La
primer escuela de esta etapa científica de la antropología es el
evolucionismo, tanto en su forma biológica como social. El concepto unificador
de la misma es la idea de evolución; idea que estará presente en muchos ámbitos
a partir de 1830.
Es
en este marco que Cesare Lombroso, considerado como el fundador del positivismo
biológico, desarrolla desde un poco antes de 1876 su teoría del hombre
criminal. Lombroso, quien pertenecía a la llamada escuela de antropología
criminal, establece el concepto de criminal atávico, según el cual el
delincuente representaba una regresión a estados evolutivos anteriores,
caracterizándose la conducta delincuente por ser innata. Este criminal atávico
podía ser reconocido debido a una serie de estigmas físicos o anomalías, como
por ejemplo, el excesivo desarrollo del cerebelo, asimetría del rostro, dentición
anormal, y lo que se considera como la característica más atávica en los
criminales, a saber, el hovuelo en medio del occipital.
En
base a sus estudios sobre las características físicas del hombre criminal,
Lombroso desarrolla la tesis que explicita que éste presenta -en cuanto a su
conformación morfológica- ciertas similitudes con el hombre salvaje, como por
ejemplo senos frontales muy pronunciados, mandíbulas voluminosas, órbitas
grandes, etc. En esta tesis se considera al criminal como una subespecie anormal
del género humano. Asimismo, esta subespecie estaría compuesta por una serie
de tipos criminales, como los asesinos, los ladrones, las prostitutas, etc.;
todos con características morfológicas comunes pero también propias que los
diferencian del resto.
Con
anterioridad, y en relación a las distintas fases por las que atravesara la
criminología, hicimos referencia al cambio sufrido por la misma desde una
concepción unidisciplinar (basada en el derecho) hacia una concepción que
integraba perspectivas de carácter social en lo que respecta a la interpretación
del delito. Pero, con el advenimiento de la teoría de Lombroso, se inicia una
etapa que corre paralela a la anterior -aunque de mucha más importancia-, en
donde se deja de lado el problema de las interpretaciones del delito con base en
lo social para pasar a considarar los aspectos individuales de la conducta
criminal.
Como
aseveran Taylor, Walton y Young, citando a Lindesmith y Levin: "lo que
Lombroso hizo fue invertir el método de explicación habitual desde la época
de Guerry y Quetelet, y, en lugar de sostener que las instituciones y las
tradiciones determinaban la naturaleza del criminal, sostuvo que la naturaleza
del criminal determinaba el carácter de las instituciones y las
tradiciones" (pag. 56).
Dado
que las explicaciones biológicas de la conducta pasaban por un momento de gran
auge, las interpretaciones basadas en lo social pasaron a tener un segundo plano
respecto de aquellas de índole genética. Esta importancia de las teorías genéticas
de Lombroso se debe al gran impacto que estaba ocasionando el desarrollo de la
teoría de la evolución de Darwin, hecho que lleva su paulatino deslizamiento
hacia las explicaciones en el campo de las ciencias sociales.
Particularmente
en el contexto de la criminología, la influencia de Lombroso, ya en el siglo
XX, hace que se desplace la importancia de los científicos sociales en el
estudio del delito en favor de la participación del médico y del psiquiatra.
4-INTENTOS POR SUPERAR
EL INNATISMO:
A
lo largo de la historia del desarrollo de las ciencias de la conducta, el
comportamiento humano se ha intentado explicar a partir de su comparación con
el comportamiento de los animales; sobre todo, de aquellos que en la escala
filogenética están más próximos al Hombre y que comparten un Orden Biológico
con éste: los Primates. Es en este marco que se expresan dos posiciones
contrapuestas en lo que respecta al comportamiento y que involucran la
consideración, en éste, de factores innatos o de factores adquiridos. La
disputa entre ambas tiene ya muy larga data.
En
un primer momento, las explicaciones de la conducta a partir de los factores
innatos adquirieron gran importancia, sobre todo, como mencionamos
anteriormente, a partir del desarrollo de la Teoría de la Evolución por
Charles Darwin y su aplicación al campo del mundo social humano en forma de lo
que se llamó Darwinismo Social; el cual cobra existencia a partir de mediados
del Siglo XIX y principios del Siglo XX (aunque sus efectos se siguen sintiendo
en la actualidad). La aplicación de las ideas positivistas al campo de la
conducta, motivó la búsqueda de leyes generales a las cuales estaba sometido
el comportamiento humano. Como consecuencia de esto, se establecía la
existencia de un determinismo del mismo.
De
esta manera, se explicaron "nuestro salvajismo, el comportamiento
pecaminoso de los hijos, la delincuencia juvenil, el rapto, el asesinato, el
robo y la guerra, por no mencionar todas las formas de violencia. Todo esto se
debe a la agresividad innata del hombre" (Montagu, pag. 194).
El
positivismo biológico ejerció una gran influencia en la criminología, como se
desprende de lo dicho por Vera Regina Pereira de Andrade sobre esta disciplina
en el marco de dicho paradigma: "teniendo por objeto la criminalidad
concebida como un fenómeno natural, causalmente determinado, asume la tarea de
explicar sus causas siguiendo el método científico o experimental y el auxilio
de las estadísticas criminales oficiales y de prever los remedios para
combatirla. Ella indaga, fundamentalemente, lo que el hombre (criminal) hace y
por qué lo hace".
El
antropólogo Ashley Montagu, desarrolla en un pequeño ensayo una crítica al
punto de vista innatista, mantenido principalmente por Konrad Lorenz y Robert
Ardrey, entre otros. Según la misma, esta posición de la "agresión
innata" constituye un leit-motiv que se dirige no a la explicación de ese
comportamiento agresivo, sino, principalmente, a sugerir el ejercicio de algún
dispositivo de control sobre el ser humano; y agrega, "los puntos de vista
de Lorenz y de Ardrey padecen precisamente del mismo defecto, a saber, la
atribución de cualidades de otros animales al hombre" (Montagu, pag. 195).
Arguye además, en este sentido, la influencia que pueden tener los prejuicios
del hombre en la concepción del mundo y de las problemáticas surgidas en él".
Específicamente
se refiere a la argumentación que da Ardrey respecto de algunas experiencias de
violencia que tuvo durante el transcurso de su vida y que lo llevaron a
convencerse de la "naturaleza asesina del hombre".
Cuando
se refiere a Lorenz y a sus errores de apreciación, cita un párrafo de su
libro "Sobre la Agresión...": "innegablemente, deben existir
factores muy fuertes capaces de superar la voluntad de la razón individual de
manera tan completa que es obvio que son impenetrables de ser experimentados...
Todas esas asombrosas paradojas, sin embargo, encuentran una explicación espontánea,
que se coloca de por sí como la pieza de un rompecabezas, si se presume que el
comportamiento humano, lejos de ser determinado sólo por la razón y la tradición
cultural, es todavía objeto de todas las leyes prevalecientes en todo
comportamiento instintivo adaptado filogenéticamente. De esas leyes poseemos un
buen conocimiento por el estudio de los instintos en los animales"
(Montagu, pag. 197).
Estas
referencias hechas por Montagu, indican la fuerte presencia de las concepciones
positivistas en las ideas que se tenían sobre la conducta delincuente a finales
del siglo pasado y a principios de este.
5-CRIMINOLOGÍA ,
ANTROPOLOGÍA Y LA RELATIVIDAD DE LA IDEA DE DELITO:
Antes
hemos dicho que, bajo la concepción del positivismo biológico, el criminal era
considerado en términos absolutos como un ser anormal, una desviación con base
biológica que representaba una regresión a estados primitivos del ser humano y
que podía catalogarse como una patología. Esta concepción responde a la
reproducción de un fuerte paradigma cuyos efectos aún hoy siguen teniendo
vigencia en ciertos campos de nuestra cultura occidental contemporánea. Los
componentes de este paradigma se articulaban en la secuencia bio-psico-social;
en donde el primer componente era el más importante, y el último -lo social-
muy pocas veces se tenía en cuenta.
Pero
ocurre que, con el correr del tiempo, el surgimiento de nuevas concepciones teóricas
y la relación de distintas disciplinas entre sí, se comenzó a prefigurar
-sobre todo en la temática del delito- una concepción de carácter relativista
basada ya más en lo social que en lo biológico.
Tanto
la antropología como la criminología, se han desarrollado a partir del estudio
de los "otros". En el primero de los casos, el "otro"
cultural; en el segundo, el "otro" como individuos o grupos de
"desviados". En lo que respecta a la última, esta concepción de carácter
sociocéntrica, se fue paulatinamente diluyendo (aunque no de forma total) en
favor de una consideración del delito como fenómeno social normal.
En
contra de todas aquellas posiciones que toman al delincuente como un desviado
que de alguna manera manifiesta cierto tipo de patología, se hace
imprescindible partir de una cita de Emile Durkheim (esto no implica que se esté
completamente de acuerdo con los supuestos -algunos explícitos y otros implícitos-
presentes en la misma, aunque sí con la idea de generalidad y relatividad
respecto del fenómeno del delito en cuanto situación social):
"El delito no se observa solamente
en la mayoría de las sociedades de tal o cual especie, sino en las sociedades
de todos los tipos. No hay una en la que no haya criminalidad. Ésta cambia de
forma, los actos así calificados no son en todas partes los mismos; pero en
todos los sitios y siempre ha habido hombres que se conducían de forma que atraían
sobre ellos la represión penal. Si al menos, a medida que las sociedades pasan
de los tipos inferiores a los más elevados, el índice de criminalidad, es
decir, la relación entre la cifra anual de los delitos y la de la población,
tendiese a bajar, se podría creer que, aún siendo todavía un fenómeno
normal, el delito tendía, sin embargo, a perder su carácter. Pero no tenemos
ningún motivo que nos permita creer en la realidad de esta regresión. Antes
bien, muchos hechos parecen demostrar la existencia de un movimiento en sentido
inverso. [...] Por tanto, no hay fenómeno que presente de manera más
irrecusable todos los síntomas de normalidad, puesto que aparece estrechamente
ligado a las condiciones de toda vida colectiva. Hacer del delito una enfermedad
social sería admitir que la enfermedad no es una cosa accidental, sino, por el
contrario, una cosa derivada en ciertos casos de la constitución fundamental
del ser vivo..." (DURKHEIM, E.
pag. 92).
Profundizando
un poco más en los criterios de la cita precedente, podemos decir que cuando
una serie de personas se reúnen formando un grupo, siempre existen entre ellas
un conjunto de acuerdos explícitos o implícitos en lo referente a la forma de
desenvolvimiento del mismo. Estos acuerdos están vinculados a lo que es
deseable hacer y esperar de los demás y a lo que no lo es. En este tipo de
situación no es importante la extensión de dicho grupo -el cual puede estar
constituido por dos o más personas- sino el cumplimiento de los deberes
asumidos (aunque sea de manera implícita) para con los demás miembros del
mismo en base al código estipulado.
El
incumplimiento de este código es considerado una transgresión. La transgresión
es un fenómeno generalizado en cualquier sociedad. Para que exista transgresión,
debe existir también un consenso dentro del grupo que estipule cuáles
conductas son deseables y cuáles no lo son.
Es
así que, en cada escenario social se forma una concepción generalizada
respecto de lo que significa la acción de transgredir ciertas normas, ciertas
pautas. La acción de delinquir está vinculada básicamente al acto de
transgresión.
En
el marco de la idea del delito como producto social, podemos citar a Montagu,
quien explicita que: "Los crímenes y los criminales son producto de la
sociedad, y a la vez, instrumentos y víctimas de la misma sociedad. La sociedad
criminal y delincuente culpa de sus crímenes y delitos a los criminales y a los
delincuentes y luego los castiga por los daños que, en la mayoría de los
casos, la misma sociedad los indujo a cometer. Un crimen es lo que la sociedad
escoge definir como tal. Algo que puede ser considerado como un crimen en una
sociedad puede no serlo en otra. Pero sea lo que sea lo que una sociedad pueda o
no considerar como un crimen, todas las sociedades definen al crimen como un
acto cometido en violación de una ley prohibitiva o un acto omitido en violación
de una ley prescriptiva. De aquí que la sociedad sea la que define al criminal
y no el criminal quien se define a sí mismo. Y sugiero aquí que casi
invariablemente la sociedad es la que hace al criminal porque los criminales, en
realidad, se vuelven tales, no nacen así" (pag. 71. 1970).
Todo
esto significa una ruptura con el paradigma bio-psico-social y una reformulación
de la idea de delito desde una óptica relativista. Además, remarca la concepción
que, si bien el delito puede ser una conducta no deseable en el seno de alguna
sociedad, es un hecho perfectamente normal en la vida de cualquier grupo.
Según
este mismo autor, es dable considerar al delito consuetudinario como una forma
de buscar seguridad por parte del delincuente. Aclara Montagu que la idea de búsqueda
de seguridad no debe entenderse en términos simplistas, sino que debe
contemplarse como una "hipótesis de trabajo que puede ser de utilidad práctica
para el entendimiento de algunas de las condiciones y motivaciones que guían al
crimen" (pag. 74).
En
otras palabras, podríamos decir que en algunos casos, el delito debe ser
entendido como una estrategia de supervivencia; la cual se desenvuelve porque la
sociedad no provee las condiciones necesarias para la seguridad de los
individuos.
Es
importante recalcar que, en nuestra sociedad occidental se han desarrollado una
serie de dispositivos -con base en el derecho- que procuran un tratamiento
de la persona considerada delincuente que lleva a su "resocialización".
En este término existen implícitos aquellos presupuestos vinculados a la
posición positivista sobre la desviación patológica de la conducta y la
necesidad de su normalización.
En
nuestra sociedad, el hecho de haber sido delincuente o haber estado preso, es
condición suficiente para ser marginado y estigmatizado, sin posibilidad de
redención, a pesar de que haya todo un discurso que estipula lo contrario.
Si,
por el contrario, tomamos en consideración la forma que en otras culturas
tratan el tema del delito y el delincuente, es posible que aprendamos algo sobre
ciertas alternativas respecto del tratamiento y la redención del sujeto
criminal que pueden servir de base para la reconsideración de nuestras prácticas
punitivas.
Según
Malinowski, quien trabajó en uno de sus libros el tema del delito entre los indígenas
de las Islas Trobriand, existen entre éstos, una serie de mecanismos que
permiten, además de restablecer el orden social, la redención plena -y no de
palabra como ocurre en nuestra cultura- del sujeto que se sospecha ha
transgredido la ley de la comunidad. Uno de estos mecanismos es la hechicería,
el otro el suicidio. Respecto del último, si bien es un dispositivo extremo de
redención, es muy eficaz en el sentido que permite conservar el buen nombre de
la familia del sujeto que se cree ha delinquido. La muerte voluntaria del
individuo, producida en una acto ritual público, es considerada como una
demostración de inocencia del sujeto.
En
cuanto a la hechicería, sabemos de la importancia que ésta tiene para las
comunidades tribales. Si una persona comete una transgresión a la ley y se
demuestra que ha actuado bajo la influencia de un embrujo mágico, este sólo
hecho es suficiente para garantizar su inocencia y la no estigmatización del
individuo por parte de la comunidad.
Con
este sucinto ejemplo, queremos dejar en claro que, en otras comunidades no
complejas, el fenómeno del delito posee una mayor contención comunitaria, y no
ocurre como en nuestra cultura que, a pesar que se juzga y se penaliza al
delincuente, una vez cumplida su pena, éste sigue siendo considerado un
criminal, tratándoselo de acuerdo a su rótulo permanente de
"delincuente".
6- CONCLUSIÓN:
Según
lo dicho por Antonio Beristarain, la criminología contemporánea a dejado atrás
su originaria concepción unidisciplinar para constituirse en una ciencia
-aunque este carácter es aún muy discutido- de índole multidisciplinaria,
basada principalmente en las ciencias sociales. Su punto de partida no es el
derecho sino la sociedad, adoptando de esta manera una inclinación sociológica.
Si bien esta última representa una ventaja respecto de la etapa clásica
anterior, todavía no es plenamente satisfactoria en tanto y en cuanto hay aún
presentes en ella concepciones que privilegian la posición del Estado y del
derecho como rector de las relaciones interpersonales y comunitarias.
Beristarain
apunta a la formación de una criminología que supere ampliamente estas ideas
sociocéntricas (basadas en el estado de derecho sin tomar en cuenta la
diversidad cultural), que fomente y admita estudios comparativos de las
diferentes tradiciones legales y culturales. Es en este sentido que debemos
hablar de una criminología pluralista que integre en su seno las diferentes
criminologías particulares "en beneficio de la variedad". Considero
que la Antropología, que sustenta en su seno una metodología comparativa,
puede aportar un núcleo de fundamentos teóricos que permitan el
enriquecimiento de la disciplina de la criminología, además de la contribución
al fortalecimiento del paradigma socio-psico-bio de base relativista.