RESÚMENES


SIGMUND FREUD: A propósito de un caso de Neurosis Obsesiva (1909). El Hombre de las Ratas

Introducción

En estas páginas, Freud se propone:

a) hacer algunas comunicaciones fragmentarias del historial clínico de un caso grave de neurosis obsesiva, cuyo tratamiento llegó a feliz término antes del año, y
b) indicar algunas ideas sobre la génesis y el mecanismo fino de los procesos obsesivos, como continuación de indagaciones anteriores publicadas en 1896.

Comprender una neurosis obsesiva es más difícil que comprender una histeria: el discurso obsesivo es un dialecto de la histeria, y estos pacientes no suelen someterse al tratamiento tan fácilmente, haciéndolo cuando los síntomas ya son graves.

I. DEL HISTORIAL CLINICO

Un joven se presenta diciendo que tiene representaciones obsesivas desde la infancia, aunque particularmente intensas desde hace cuatro años. Lo principal son TEMORES de que le suceda algo malo a su padre y a una dama a quien admira. Además, dice sentir IMPULSOS OBSESIVOS (por ejemplo cortarse el cuello con una navaja), y producir PROHIBICIONES, aún relacionadas con cosas indiferentes. Todo ello le hizo rezagarse en sus estudios universitarios. Su vida sexual fue mas bien pobre, habiendo tenido el primer coito a los 26 años.

A. La introducción del tratamiento

Luego de prescribirle la regla de hablar de cualquier cosa, P relata que tenía un amigo a quien le preguntaba si él no era un criminal y si por ello no lo desprecia, y su amigo le aseveraba siempre que no era así. Antes, también tenía otro compañero que lo elogiaba mucho, pero que luego lo rebajó totalmente, cuando pudo usarlo para llegar a su hermana, que era quien en realidad le interesaba.

B. La sexualidad infantil

Enseguida después de lo anterior, cuenta una escena ocurrida hacia los 4 o 5 años donde le tocó los genitales a la señorita Peter por debajo de la falda. Desde entonces siente deseos intensos por ver mujeres desnudas. Recuerda también que a los 6 años espiaba a la señorita Lina cuando se desnudaba. Hacia los 7 años recuerda de dicha señorita un comentario hecho delante de otras personas donde lo menospreciaba en relación con su sexualidad, y P empezó a llorar.

Cuenta también que tenía erecciones ya a los 6 años y que acudió a su madre para quejarse. Surgió la idea enfermiza que sus padres sabrían sus pensamientos, cosa explicable por habérselos declarado sin oírlos él mismo. En esto P ve el comienzo de su enfermedad. Sentía además que iba a suceder algo malo si veía mujeres desnudas, (como por ejemplo que su padre moriría), por lo que hacía toda clase de cosas para impedirlo.

Lo que P marca como el comienzo de la enfermedad es ya la enfermedad misma: una neurosis obsesiva con todos sus elementos característicos.

Su deseo de ver no tiene al principio carácter obsesivo porque no entró en conflicto con el Yo, que no lo siente como ajeno, pero algo de ello hay por cuanto a dicho placer acompaña un afecto penoso: 'cualquier' cosa mala puede suceder. Esta imprecisión es típica de las neurosis, pero detrás de ella se esconde algo muy preciso: "si deseo ver a una mujer desnuda, mi padre tiene que morir". Frente a esta idea obsesiva luego instrumentará medidas protectoras.

Así, quedan configurados todos los elementos de la neurosis:
1) una pulsión erótica y una sublevación contra ella;
2) un deseo, aún no obsesivo, y un temor, ya obsesivo, que lo contraría;
3) un afecto penoso y acciones defensivas contra él.
También encontramos 4) una formación delirante: que sus padres sabrían sus pensamientos por haberlos declarado él mismo sin oírlos. Esto revela la existencia de procesos inconcientes: "digo mis pensamientos sin oírlos" suena como una proyección hacia afuera de nuestro propio supuesto, a saber, que él tiene unos pensamientos sin saber nada de ellos, como una percepción endopsíquica de lo reprimido.

Como toda neurosis, presenta aspectos absurdos, como por ejemplo porqué debe morir el padre si en P aparecen deseos concuspicentes. Más adelante Freud intentará mostrar que detrás del absurdo se enconde una lógica, sólo comprensible si nos remitimos a las primeras vivencias traumáticas, conflictos y represiones del paciente, que luego sucumbieron a la amensia infantil, amnesia que termina en P hacia los 6 años, y por ello es a partir de dicha edad que comienza la sintomatología.

Recordemos también que el origen de las neurosis obsesivas no ha de buscarse en la vida sexual actual (muchas veces normal, vista superficialmente), sino en la vida sexual infantil y más concretamente en una actividad sexual prematura.

C. El gran temor obsesivo

P cuenta una vivencia que fue su motivo de consulta a Freud. Un capitán, que no le gustaba por su crueldad, le cuenta un castigo donde sobre el trasero de la persona se le pone un tarro dado vuelta lleno de ratas, que penetran... "por el ano", completa P. en su relato.

Siente esto como una fantasía, en la cual se incluye también que dicho castigo lo sufre una mujer conocida de él a quien admira, así como también su padre (aún cuando éste había muerto hacía años). De esta fantasía se defiende pensando que será sancionado si fantasea lo descripto.

Al día siguiente del encuentro con el capitán, relata que alguien retiró por él unos quevedos que había pedido por correo, por lo que debía reembolsarle el dinero (3,80 coronas). Enseguida pensó: "si devuelvo el dinero se cumplirá la fantasía de las ratas en la mujer y en mi padre". Frente a este impulso de no devolver el dinero, P implementó toda una serie de tortuosas acciones destinadas a devolverlo a pesar de todo, es decir, quería oponerse al impulso de no devolverlo. Sólo en un tercer relato P empezó a aclarar estos recuerdos.

En la misma sesión expuso también sus argumentos en relación con sus actuales creencias (hasta sus 14-15 años había sido muiy religioso): "como no podemos conocer nada del más allá, no arriesgamos nada, por lo tanto, hazlo", que se puede traducir como creer por las dudas, aunque no por fe.

En la tercera sesión relata una serie de conductas y justificativos incomprensibles y disparatados, derivados de su obsesión por cumplir el juramento de pagarle a A la deuda. En P oscilan impulsos contradictorios de igual fuerza y por ello tiene muchas cavilaciones y dudas y no puede decidir, dejando que lo haga cualquier acontecimiento fortuito.

D. La introducción en el entendimiento de la cura

Un AUTORREPROCHE OBSESIVO: un año después de fallecer su padre y en ocasión de la muerte de una tía política, en P. se intensifican enormemente los reproches de no haber estado presente cuando su padre murió, por lo que se siente un criminal. Este sentimiento puede parecer desmedido en relación con la situación, pero hay que entender que se ha producido un falso enlace a partir de una representación original, que es la que hay que averiguar. Por lo demás, P. también espera encontrar a su padre en diferentes sitios, cosa que forma parte del normal trabajo de duelo.

En la sesión siguiente y ante un comentario de P, Freud le indica que el efecto curativo pasa por descubrir el contenido ignorado al cual pertenece el reproche y la culpa, es decir, por unir conciente (la persona ética) e inconciente (el mal). P intuye acertadamente el vínculo de lo inconciente con lo infantil. Freud le confirma esto diciendo que lo inconciente es aquella parte de la persona que una vez reprimió (suplantó) y no acompañó su ulterior desarrollo. P se pone contento cuando Freud le da un buen pronóstico por su edad y por lo intacto de su personalidad.

En la sesión siguiente relata un hecho acaecido a los doce años, cuando le acudió la idea de que una niña conocida le demostraría amor si a él le ocurría una desgracia: la muerte de su padre. A propósito de esta IDEA OBSESIVA, hablando con Freud, P se asombra diciendo que esta muerte no es un deseo sino un temor. Freud le dice que su intenso amor al padre es la contrapartida del odio reprimido hacia él: conciente e inconciente son opuestos. Es el mismo amor que impide al odio mantenerse conciente. Este odio no es, no obstante, destruído pues está unido con una fuente u ocasión, que son los apetitos sensuales a raíz de los cuales ha sentido al padre como perturtbador, siendo el conflicto entre sensualidad y amor infantil algo típico; na prematura explosión sensual determinó una gran contención de ella. El deseo de eliminar al padre como pertubador es muy antiguo, y anterior al sexto año, que es cuando se instala el recuerdo en forma continuada. Con esta construcción concluye provisionalmente la elucidación.

En la séptima sesión, P retoma el mismo tema, y dice no poder creer que alguna vez haya tenido deseos de eliminar al padre. Refiere a continuación una acción criminal que recuerda haber cometido pero al mismo tiempo no concibe que la haya hecho: fue cuando disparó contra su hermano, de quien tenía muchos celos por ser el preferido. Freud arguye que es probable que haya ocurrido lo mismo mucho antes con su padre, pero no lo recuerda. Lo que sí recuerda son fantasías de VENGANZA contra una dama que no le correspondía. En todas estas fantasías tambíén aparece el rasgo de la COBARDIA, que a él le parece horroroso: la venganza y la cobardía son mociones infantiles, surgidas antes de la aparición de una ética.

P dice que la enfermedad se acrecentó luego de la muerte de su padre: el duelo por él es la principal fuente de la intensidad de la enfermedad, y halló en esta su expresión patológica (un duelo normal no tiene, como aquí, duración ilimitada).

Hasta aquí queda relatada la parte expositiva del tratamiento, que abarcó unos once meses.

E. Algunas representaciones obsesivas y su traducción

Las representaciones obsesivas aparecen inmotivadas o bien sin sentido, y para aclararlas debemos hacer una traducción de ellas. Esto se consigue relacionándolas con el vivenciar del paciente, o sea explorando cuándo emergió por vez primera dicha IDEA OBSESIVA, y bajo qué circunstancias externas suele repetirse. Accedemos así a su significado, su génesis y su origen pulsional.

Un ejemplo es el IMPULSO SUICIDA de P, consistente en la idea de cortarse el cuello con una navaja. El nexo de esta idea con el vivenciar del paciente fue este: la idea le vino cuando su amada no estaba pues debía cuidar a la abuela. Por tanto, la abuela le impedía ver a la amada, y le vinieron ganas de matarla. Frente a este impulso muy censurable pensó entonces matarse él mísmo por semejantes pensamientos, utilizando aquí una defensa contra el impulso reprobable: la INVERSION, pues la acción de matar se volvía contrá él.

Otro ejemplo es una IDEA OBSESIVA: debía adelgazar porque estaba muy gordo, con lo cual no comía y hacía ejercicios. Tal idea le vino cuando la mujer que él apetecía estaba en compañía de un primo de nombre Richard (que significa gordo). Como en el caso del impulso suicida, vemos también aquí un impulso destructivo hacia el primo, del cual se defendía imponiéndose el autocastigo de adelgazar.

Encontramos en P otras ACCIONES OBSESIVAS: ponerle la capa a su amada para que no le pase nada (compulsión protectora), contar hasta 40 o 50 entre rayo y trueno, y quitar una piedra para que al carruaje que llevaba a la mujer no le pasara nada. Frente a esto último, se vio obligado a volver a poner la piedra en su lugar, por juzgar su anterior acción ridícula. Tras la partida de ella, se apoderó también de P la obsesión por comprender cada sílaba de lo que cualquiera le dijera.

Todos estos productos dependen de un episodio en relación con su amada. La compulsión de comprender derivaba de querer entender ciertas actitudes de ella hacia él, y que P desplazó a otras personas. La compulsión protectora era una reacción frente a una moción hostil hacia la amada, y la de contar es una defensa contra temores que significaban peligro de muerte. Asimismo, sacar y poner la piedra expresan también esta fuerte ambivalencia hacia la amada: cuidarla (amor) y destruírla (odio).

Tales acciones obsesivas en dos tiempos, donde el primero es cancelado por el segundo, es típico de la neurosis obsesiva, y expresan el amor y el odio, dos mociones de intensidad casi igual (a diferencia de la histeria, donde se mata dos pájaros de un tiro incluyendo ambos opuestos en una sola figuración). El paciente no ve la relación entre ellas y las justifica mediante una RACIONALIZACION.

En P, el conflicto amor-odio se expresa también en sus plegarias y en un sueño que trajo a sesión. Tal ambivalencia se manifestaba especialmente con su amada, a quien por momentos quería y por momentos pensaba que ella no valía la pena, o bien tenía fantasías de venganza hacia ella, muchas veces escondida en fantasías de ternura.

F. El ocasionamiento de la enfermedad

Un día P relata al pasar un episodio donde puede verse el ocasionamiento de la enfermedad, o al menos su ocasión reciente, hace seis años atrás. Esto ocurre en la neurosis obsesiva, porque en la histeria las ocasiones recientes sucumben a la represión y no se recuerdan: el neurótico obsesivo, en vez de olvidar el trauma, le quitó investidura de afecto quedando como secuela un contenido indiferente y considerado inesencial. Así, el neurótico obsesivo tiene noticia de su trauma pues no lo olvidó, pero no tiene noticia porque no discierne el significado de lo recordado.

Por eso, enfermos obsesivos con autorreproches anudan sus afectos a ocasionamientos falsos, sin comprender el significado de los primeros. Cita Freud el caso de la persona que no sentía escrúpulos en sus contactos sexuales con señoritas, pues los había desplazado al aseo de los billetes. Con tal desplazamiento consigue una ganancia de la enfermedad: puede obtener satisfacción sexual.

Freud describe seguidamente el ocasionamiento de la enfermedad de P. Su padre había intentado casarse con una mujer pobre, pero luego optó por una rica, lo que le permitió progresar en su trabajo. Este conflicto se reactualiza en P cuando siendo más grande debe optar por elegir a su amada pobre o a otra muchacha rica que le habían seleccionado sus parientes. Tal conflicto, que era entre su amor y el continuado efecto de la voluntad paterna, lo solucionó enfermando: empezó a andar mal en los estudios y en el trabajo. Este resultado de su enfermedad se halla entonces en el propósito (o motivo, causa u ocasionamiento) de ella. Sólo más tarde P pudo comprender que ello se originaba en el plan matrimonial que tenía su familia para él, cuando estableció una relación transferencial donde Freud era el padre y cierta chica que había visto en su casa era una hija rica que le ofrecía. Un sueño ilustra esto: "se ve ante sí a mi hija, pero tiene dos emplastos de excrementos en lugar de ojos", lo que se traduce como "se casa con mi hija, no por sus lindos ojos, sino por su dinero".

G. El complejo paterno y la solución de la idea de las ratas

Del ocasionamiento de la enfermedad mencionado en sus años maduros, un hilo nos lleva a la niñez de P. El conflicto entre la voluntad del padre y su inclinación enomarada es antiguo y primordial, planteándose ya desde los años infantiles del paciente.

Algo del orden de la sexualidad se interponía entre padre e hijo: el padre había entrado en oposición con el erotismo del hijo, tempranamente despertado. Sus ideas obsesivas infantiles se ven cuando años después de morir el padre, el hijo experimenta el placer del coito por vez primera exclamando "Esto es grandioso. A cambio de ello uno podría matar a su padre". El padre había desaconsejado a su hijo la compañía de la dama que quería.

P empezó su quehacer onanista hacia los 21 años, poco tiempo después de la muerte de su padre, pero, avergonzado por ello, lo practicó luego sólo en muy contadas ocasiones, o sea: había una prohibición pero también podía oponerse a ella.

Luego de fallecido, P fantaseaba con que aparecería su padre de noche: así lo alegraba pues lo encontraría estudiando, pero también lo desafiaba porque entonces tenía el impulso de verse en el espejo el pene desnudo. Vemos aquí nuevamente la ambivalencia hacia el padre, similar a la mostrada en relación con su amada en el episodio de la piedra.

En base a estos datos, Freud aventura una construcción: de niño, a los 6 años, su padre le había prohibido el onanismo, lo que acentuó su odio hacia él al perturbarle el goce sexual. El paciente recuerda, en efecto, una escena donde su padre le había hecho una reprimenda y él lo había desafiado e insultado. Ante la magnitud de esa ira, desde entonces se volvió cobarde, y sentía gran angustia ante situaciones de violencia.

P refiere que su madre recuerda que fue castigado entre los 3 y 4 años por haber mordido a alguien, presumiblemente a la niñera, aunque ella no le dio una connotación sexual.

Poco a poco el paciente comprendía que se había instalado desde una época muy temprana una ira contra su padre amado, devenida luego latente. Transferencialmente se comportaba con Freud como lo había hecho con su padre: lo insultaba, lo apreciaba, temía que le pegara, etc.

Poco a poco quedó así el camino abierto para comprender la representación de las RATAS. Recordemos que P había reaccionado violentamente a dos dichos del capitán checo: la tortura de las ratas, y su reclamación de devolver el dinero a A: algún contenido inconciente habrá sido tocado.

P se había identificado con su padre, también militar. Las palabras del capitán "Debes devolver el dinero al teniente A" le sonaron como una alusión a una deuda que una vez contrajo su padre, y que había quedado impaga. El padre había pedido dinero pues lo perdió jugando a las cartas ("spielratte" es jugador empedernido o rata de juego).

En cuanto a la representación del castigo con las ratas, ésta despertó pulsiones y recuerdos varios en el breve intervalo entre el relato de ese castigo y la reclamación del dinero, y aún después, y que adquirieron varios significados simbólicos. Las ratas equivalían para P a gusanos, a penes y a hijos. La relación rata=pene lleva a que el castigo era una repesentación del coito anal, y la relación rata=hijo lleva a pensar que la rata era una representación de sí mísmo pues él, como las ratas, había mordido a alguien y era perseguido y castigado por ello. P sintió, cuando el capitán contó el castigo, que este era su padre que lo amenazaba con el mismo. También hay una relación con la dama con quien iría a casarse (heiraten) y con quien no podía tener hijos pues había sido operada de los ovarios.

El castigo de las ratas, donde estas entran en el ano, es una inversión defensiva, una desfiguración de la entrada de las ratas=penes en el ano, fantasía basada a su vez en dos teorías sexuales infantiles: que los hijos salen por el ano, y que los varones pueden tener hijos como las mujeres. P había blasfemado como su padre y su amada, a quienes amaba. Esto pedía un castigo: imponerse una juramento imposible de cumplir, o sea, devolver el dinero a A. En el fondo de todo esto parece estar el conflicto entre obedecer al padre y permanecer fiel a su amada.

II. SOBRE LA TEORÍA

A. Algunos caracteres generales de las formaciones obsesivas (1924)

La definición de 1896 de representaciones obsesivas como reproches mudados o disfrazados que retornan de la represión y están referidos a una acción sexual infantil placentera, peca por demasiado unificadora y está basada en datos de enfermos obsesivos. En realidad es mejor hablar de un PENSAR OBSESIVO, que puede abarcar deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones dudas, mandamientos y prohibiciones.

En la lucha defensiva secundaria que el enfermo libra contra las representaciones obsesivas que aparecen en su conciencia se producen formaciones que podemos denominar DELIRIOS: no son argumentos puramente racionales contrapuestos al pensamiento obsesivo sino una variedad de ambos, configurando un pensar patológico. Por ejemplo, P no dejó de ver su pene en el espejo por pensar qué diría su padre si lo viera, sino por pensar que si volvía a hacer eso, a su padre le pasaría algo malo en el más allá.

Los enfermos desconocen el significado de sus representaciones obsesivas, pues estas están desfiguradas por la lucha DEFENSIVA PRIMARIA, y el pensar conciente ve en ella simplemente un malentendido. Este malentendido se ve no sólo en las ideas obsesivas mismas, sino también en los productos de la lucha DEFENSIVA SECUNDARIA, como por ejemplo en las fórmulas protectoras (la distinción entre defensas primarias y secundarias es la misma que aparece en 1896: "Nuevas puntualizaciones...").

No todas las ideas obsesivas de P eran de tan compleja edificación como la de la representación de las ratas. También hay desfiguraciones por omisión, las llamadas ELIPSIS, donde se omite un razonamiento intermedio. Por ejemplo, cuando el paciente dice "si yo me caso con la dama, a mi padre le sucederá una desgracia", ello debe traducirse como "si me caso con la dama y mi padre viviera para saberlo, se enojaría tanto que yo volvería mi ira contra él y lo mataría".

B. Algunas particularidades psíquicas de los enfermos obsesivos; su relación con la realidad, la superstición y la muerte

Trata Freud aquí algunos caracteres típicos de los enfermos obsesivos: la superstición, la incertidumbre o duda, la omnipotencia, y la actitud frente a la muerte.

1) Superstición: El paciente P oscilaba entre dos opiniones: cuando surgía una obsesión, ridiculizaba su credulidad supersticiosa en ella, pero cuando no podía explicar una compulsión vivenciaba las más raras contingencias que justificaban su crédula convicción. Entonces, no era y era supersticioso al mismo tiempo, aunque su cultura le impedía creer en vulgaridades como el número 13, etc, aunque creía en sueños proféticos o signos premonitorios que, a modo de 'milagros', le permitían anticipar situaciones que luego efectivamente ocurrían, sólo que por obra y gracia de trampas mentales.
La superstición es explicable en la neurosis obsesiva: aquí la represión no ocurre por amnesia sino por desconexión de nexos causales por sustracción de afecto.Tales vínculos reprimidos son proyectados en el mundo exterior, adjudicándoles así una virtud admonitoria.

2) Incertidumbre o duda: Es otra necesidad del enfermo obsesivo, emparentada con la anterior. La duda le sirve a todo neurótico para sacarlo de la realidad y aislarlo del mundo: por ejemplo, P era hábil para evitar cualquier información que lo obligase a convencerse de algo, con lo que podía seguir en la duda. Los temas elegidos suelen ser los que son dudosos para todo el mundo, como la filiación paterna, la duración de la vida, qué pasa luego de la muerte, etc., cosa que usa cada enfermo para la formación de su síntoma.

3) Omnipotencia: los pacientes obsesivos sobreestiman el poder de sus pensamientos y sentimientos, de sus buenos y malos deseos, en la creencia que realmente ejercerán efectos. Esto proviene de la antigua manía infantil de grandeza. Por ejemplo, P relata que deseó que a un profesor de diera un ataque de apoplejía, cosa que ocurrió después. En otra ocasión, fue rechazado por una señorita y más tarde ésta 'como castigo' se tiró por la ventana, haciéndose entonces reproches por ello. De estas formas se convenció de la omnipotencia de sus sentimientos de amor y odio.
Estos enfermos sobreestiman el efecto de sus sentimientos hostiles sobre el exterior porque gran parte del su efecto psíquico interiir escapa a su conocimiento conciente. Su amor, o mejor su odio, son realmente hiperpotentes pues crean, justamente, aquellas ideas obsesivas cuyo origen no comprende y de las que se defiende sin éxito.

4) Actitud ante la muerte: Los temas de la muerte, el más allá, la posibilidad de la muerte de otros, habitualmente seres queridos, y la duración de la vida están siempre presente en el neurótico obsesivo, y todo ello influye sobre sus pensamientos y fantasías. Necesitan de la posibilidad de muerte para solucionar los conflictos que dejan sin resolver, ya que siempre posponen decisiones.

C. La vida pulsional y la fuente de la compulsión y la duda

Para conocer las fuerzas psíquicas que edifican la neurosis de P, debemos remontarnos a las ocasiones de su enfermedad en la madurez y en la infancia. En la madurez: cuando se vio tentado de casarse con una muchacha a la que no amaba, evitando decidir sobre ello y posponiendo para ello todas sus actividades. En la infancia: la oscilación entre la amada y la otra puede reducirse a la elección conflictiva entre el padre y el objeto sexual acontecida, según los recuerdos y ocurrencias obsesivas, en la primera infancia.

La relación de P con el padre era ambivalente, lo mismo que la relación con su amada. P no tenía conciencia concretamente de su hostilidad hacia el padre: en esta represión del odio infantil hacia el padre encontramos la raíz del desarrollo ulterior de la neurosis.

Ambos conflictos de sentimientos están anudados: el odio contra la amada se sumó a la fidelidad al padre, y a la inversa.

Sin embargo, ambas corrientes conflictivas (oposición padre-amada, y, por otro lado, amor-odio dentro de cada una de ellas) no tienen entre sí nada que ver ni por su contenido ni por su génesis.

El conflicto padre-amada es reducible al conflicto de elección amorosa entre hombre o mujer, lo que encuentra su solución aún valorizando un sexo a expensas de desvalorizar al otro.

En cambio el conflicto amor-odio nos resulta extraño, porque si bien normalmente se resuelve triunfando uno de los dos, en el caso de P vemos que persiste sin resolver: el amor y el odio se mantienen con igual intensidad por mucho tiempo. El amor no pudo extinguir el odio, sino enviarlo a lo inconciente donde, libre de la censura, pudo conservarse y aún crecer. Así, el amor conciente crece para mantener reprimido el odio. Esta división ocurrida en la infancia temprana con represión de una de las partes -por lo compún el odio- sería la condición para esta sorprendente constelación de la vida amorosa.

Las conductas descriptas de amor y odio son típicas de la neurosis obsesiva, aunque ese odio sofocado por el amor es también importante en la histeria y la paranoia, por lo que el problema de la 'elección de neurosis' no pasa por allí.

Freud arriesga una hipótesis: en los casos de odio inconciente, el componente sádico del amor tuvo un desarrollo intenso que produjo una sofocación prematura y radical, lo que explica la ternura conciente intensificada como reacción por un lado, y por otro el sadismo inconciente que sigue produciendo efectos como odio.

Ambas tendencias son intensas y opuestas y el neurótico obsesivo, mediante el uso del desplazamiento, hace que su incapacidad para decidir vaya extendiéndose cada vez más a toda su vida. Expliquemos ahora el porqué de la duda y la compulsión.

La DUDA corresponde a la percepción interna de la indecisión en sus actos deliberados, como consecuencia de la inhibición del amor por el odio. Es una duda en cuanto al amor que se ha desplazado a todo lo demás, aún a lo ínfimo e indiferente.

Es la misma duda que lleva a la incertidumbre sobre las MEDIDAS PROTECTORAS y su repetición continuada para desterrarla (para el enfermo la medida protectora nunca es eficaz y siempre debe repetirla), y que torna a tales medidas protectoras tan incumplibles como la original decisión de amor.

La COMPULSION es un intento por compensar la duda y rectificar la insoportable inhibición en ella implicada. Si por fin se logró, desplazamiento mediante, resolver algún designio inhibido, es fuerza que este se ejecute, aunque no sea el original. Se exterioriza así en MANDAMIENTOS y PROHIBICIONES ya que es ora el impulso tierno, ora el hostil el que busca ese camino para la descarga. Si el mandamiento obsesivo no se cumple la tensión es insoportable y se percibe como angustia. Pero el camino mismo hacia la acción sustitutiva desplazada a algo ínfimo es disputado con tanto ardor que, casi siempre, aquella acción sólo puede imponerse como una MEDIDA PROTECTORA en estrecho empalme con un impulsos sobre el que recae la DEFENSA.

Se dan también dos REGRESIONES: del actuar al pensar, y del amor objetal al autoerotismo.

Respecto de la primera, el pensar sustituye a la acción y, en vez de una acción sustitutiva, se impone compulsivamente algún estadio que corresponde al pensamiento previo a la acción. Según la intensidad de la regresión, podrá prevalecer el pensar obsesivo (REPRESENTACION OBSESIVA) o el acto obsesivo.

La primera regresión es también promovida por la temprana emergencia de las pulsiones sexuales de ver y saber: cuanto más prevalezca la pulsión de saber, el CAVILAR más se convertirá en el síntoma principal de la neurosis: el sujeto obtiene ahora placer en el mismo acto de cavilar, más que en el contenido del pensamiento.

Las acciones obsesivas resultan de una formación de compromiso entre dos impulsos que se combaten mutuamente. Se asemejan así a las acciones sexuales autoeróticas, llegándose así a actos de amor pero, mediante una nueva rergresión, no son dirigidos al otro objeto de amor y odio sino a acciones autoeróticas como las infantiles.

Una palabra respecto a lo COMPULSIVO. Compulsivos se vuelven aquellos actos de pensar que, a consecuencia de la inhibición de los opuestos en el extremo motor de los sistemas del pensar, se realizan con un gasto energético normalmente destinado a realizar la acción. O sea, el pensar reemplaza regresivamente a esta última.

Pero el pensamiento obsesivo debe ser asegurado contra los empeños disolventes del pensar conciente, protección que se logra mediante la DESFIGURACION experimentado por el pensamiento obsesivo antes de devenir conciente. Sin embargo hay otro medio, el AISLAMIENTO, mediante el cual se interpola un intervalo entre la situación patógena y la idea obsesiva subsiguiente, lo cual despista la investigación causal del pensar conciente. Además, el contenido de la idea obsesiva es desasido, por GENERALIZACION, de sus referencias especiales.

Cabe también incluír en la génesis de la neurosis, a juzgar por ciertos comportamientos de P, un placer de OLER sepultado desde la infancia, y muy relacionado con la pulsión sexual.

En suma: lo que distingue a la neurosis obsesiva de la HISTERIA no debe buscarse en la vida pulsional sino en las constelaciones psicológicas descriptas. Nuestro paciente P estaba fragmentado en tres personaliades: una inconciente y dos preconcientes, entre las cuales oscilaba su conciencia. Por ejemplo P tenía una faceta reflexiva y jovial, y otra ascética y supersticiosa, ambas preconcientes. El inconciente por su lado abarca las mociones apasionadas y malas tempranamente sofocadas.